Por Juan Kornblihtt – Cerrando el ciclo de entrevistas sobre la crisis, El Aromo entrevistó a Fred Moseley, economista norteamericano de vasta trayectoria que anticipó la crisis del 2001. Aquí se explaya sobre las posibilidades de una recesión de escala mundial.
El dólar está bajo y hay una continúa presión devaluadora, el déficit de cuenta corriente es récord y la construcción de hogares está cayendo, ¿cree que las contradicciones de la economía de los EE.UU. están comenzando a estallar? ¿Es probable una recesión en el 2007?
Creo que es muy probable que la economía de los EE.UU. haga crack dentro del próximo año, o quizás un tiempo más. El déficit en la cuenta corriente continúa creciendo y va a alcanzar cerca de 900 mil millones en el 2006 y más de un billón en el 2007. Es poco factible que haya un flujo de capital extranjero en esa magnitud. Por lo tanto, va a continuar habiendo presión devaluadora sobre el dólar. La perspectiva de una declinación contínua en esa moneda va a provocar que la inversión en Norteamérica sea menos atractiva. La Reserva Federal, probablemente, vaya a verse forzada a subir las tasas de interés para atraer al capital extranjero. Las tasas más altas, por su parte, tendrán un efecto desastroso en los negocios fuertemente endeudados y en los hogares. Posiblemente, empuje a muchos de ellos a la bancarrota.
La proporción de deuda hogareña sobre ingreso disponible pasó el 100% en 1999 y continuó su crecimiento agudo hasta un 130% hoy (era del 40% en 1950 y del 60% en 1980). Esta carga de deuda sin precedentes fue sostenible porque las tasas de interés habían sido muy bajas (las más bajas en los últimos 50 años entre 2001 y 2004). Pero ahora, las tasas de interés están creciendo. Por lo tanto, las quiebras y las caídas en default también están comenzando a crecer. Si las tasas de interés crecen aún más -como parece lo más probable como medida para sostener al dólar- entonces muchos hogares y empresas serán llevadas a la quiebra y el crack tardará menos en venir. El boom en la construcción de casas fue la principal causa de crecimiento de la economía estadounidense de la última década. El boom de hogares fue estimulado por las tasas de interés muy bajas, por la disponibilidad de crédito casi ilimitada y, también, por muchas compras especulativas (basadas en la expectativa de que los precios de las casas iban a continuar subiendo). Sin embargo, desde principios de este año, la construcción de casas bajó un 30%, la baja más pronunciada en los últimos meses. Con certeza, habrá más caídas en los próximos meses. Todo indica que el 2007 puede ser el año de una “tormenta perfecta” con declinación en la producción, caída del dólar, suba en las tasas de interés, incremento de las quiebras y mayor desempleo. No habrá mucho que pueda hacer la Reserva Federal para parar esta tormenta, porque corre el riesgo de una fuga de capitales y de que aumenten las presiones devaluadoras contra el dólar.
Los análisis por lo general se focalizan en los problemas de cuenta corriente y en el alto endeudamiento, pero, ¿cuál es la situación da la producción y de la clase obrera, qué ocurre con las ganancias?
Hubo una fuerte suba de las ganancias en los EE.UU. desde el 2001. Los ingresos de las empresas casi se duplicaron durante este período. Si tomamos un periodo más largo, desde 1980, la tasa de ganancia se recuperó por completo de la caída de un 50% ocurrida entre 1950 y 1980. Esta recuperación se logró a expensas de los trabajadores: alta inflación, bajos salarios y reducción de beneficios de salud y jubilación, mayor intensidad del trabajo y jornada laboral más extensa. El trabajador estadounidense promedio trabaja más duro y más tiempo por menos salario real que la generación anterior. La globalización contribuyó a este asalto a los trabajadores estadounidenses, al incrementar la competencia desde zonas del mundo con menores salarios.
Normalmente, la recuperación de la tasa de ganancia hubiera significado que el capitalismo de los EE.UU. podría empezar un nuevo periodo de relativa prosperidad, caracterizado por más inversión de capital, mayor tasa de crecimiento, menor inflación y, hasta quizás, mejores salarios reales. Sin embargo, esto no ocurre en la situación actual, por los niveles de endeudamiento sin precedente ya señalados. Antes de que sea posible una vuelta a la prosperidad, mucha de esta deuda deberá ser eliminada y se requiere una ola de quiebras y una fuerte recesión.
¿Está situación tiene puntos de similitud con la crisis de 1973, en la que también había una fuerte suba de los precios del petróleo como ahora?
Sí, hay similitudes. Los EE.UU. y la economía mundial son aún vulnerables a los altos precios del petróleo. La economía de los EE.UU. tuvo mucha fortuna de que el precio de la nafta haya caído en los últimos meses (está en alrededor de US$ 2,20 el galón). Si el precio de la nafta estuviese aún en los US$ 3 por galón (como estuvo en otoño y a principios del invierno), entonces la recesión ya hubiese empezado y el crack estaría más cerca.
¿Cómo va a afectar esta situación de la economía de los EE.UU. al resto del mundo? ¿Puede China suplantar a EE.UU. como “motor” de la economía mundial?
Una recesión que se profundice en los EE.UU. obviamente va a tener efectos devastadores en el resto del mundo, incluida América Latina. Los EE.UU. fueron el principal “motor de crecimiento” para el resto del mundo en los últimos años, y si ese motor para, no parece haber otro motor que lo reemplace. Algunas personas sugieren que China puede llegar a ser otro “motor de crecimiento”, pero el crecimiento chino está fuertemente supeditado a los EE.UU. Aproximadamente un tercio de las exportaciones chinas van a EE.UU. Si la economía estadounidense declina, implicará un efecto negativo en el crecimiento chino, que a su vez bajaría la demanda de bienes primarios de otros países.
¿En este contexto, para qué debe prepararse la clase obrera para los próximos años?
Un empeoramiento en la crisis en los EE.UU. y en el capitalismo mundial infligiría gran sufrimiento en la clase obrera mundial: pérdida de empleos, menores ingresos, más hambre y pobreza, mayor ansiedad y desesperación. Parece que en los próximos años, los obreros alrededor de todo el mundo se verán obligados a elegir entre aceptar en forma pasiva mayor desempleo y peores estándares de vida o resistir activamente estas dificultades y combatir para defenderlas. Es posible que, a medida que éstas empeoren, las luchas por la defensa de las conquistas sociales, en medio de una crisis, lleven a más trabajadores a cuestionar al capitalismo en sí mismo y su capacidad de resolver sus necesidades económicas básicas. Quizás, más y más obreros empiecen a pensar que existe un mejor sistema económico, que no necesite de dichos ataques y que pueda satisfacer mejor nuestras necesidades y deseos. Todos debemos dirigir nuestros esfuerzos en esa dirección.