La semana pasada, Colombia estalló por todos lados. Y pese a que parece que recién ahora la gente está saliendo a las calles a manifestarse, la realidad es que esta es una situación que viene de arrastre. Veamos.
Este país, que ya cuenta con 76 mil muertos producto de la pandemia, viene atravesando una crisis económica terrible. Colombia vive de la exportación negra (café y petróleo), principalmente a EE.UU. Y los productos que no podía colocar en el mercado internacional porque no llegan a competir (por caso, la pequeña industria local o la rama agrícola) se lo compraba con sobre precio, en su momento, el chavismo. Entre estas dos posibilidades, la economía colombiana “sobrevivía”.
El problema vino cuando empezó a caer el precio del petróleo. Con ello, no sólo se achicaron las ventas de uno de sus principales productos, sino que también entró en crisis Venezuela, el primero de sus compradores. Es decir, a Colombia no le entran dólares y le empieza a sobrar producción.
A este cuadro se le suma una crisis política de los principales partidos patronales. De esta expresión surge Uribe, un extra partidario (una especie de Trump o de Bolsonaro) que ganó las elecciones y gobernó hasta 2010. En esta época, empiezan a hacerse públicos los escándalos de corrupción de Odebrecht, que habría robado al Estado 50 millones de dólares, solo entre 2009 y 2017. Ya a partir del 2019 tenemos “la Marcha de las Linternas” de alcance nacional, donde la gente se moviliza contra el fiscal general de la Nación ligado a la corrupción.
Este movimiento se va radicalizando, y se comienza a marchar también contra la represión y contra la matanza de dirigentes sindicales (“Marcha por la Vida”). En noviembre del 2019 tenemos el primer paro nacional que dura alrededor de 3 meses. En el 2020 sobreviene la pandemia. Se asiste a otra huelga en septiembre con un enfrentamiento muy importante. Así, llegamos al 28 de abril de 2021 con el paro nacional que, por ahora, tiene un carácter ininterrumpido y en su método de acción y en las peticiones que se manejan puede verse un elemento obrero. El objetivo inmediato es tirar abajo la reforma tributaria de Duque, que quiere salvar las arcas del Estado con nuevos impuestos sobre una clase obrera que ya no aguanta más.
Lo que observamos en Colombia es una primera respuesta obrera, en América Latina, al avance de la burguesía en la pandemia. El coronavirus dio lugar a un ataque físico en donde se obligó a todo el mundo a salir a trabajar y a exponerse al contagio. Acá hay un crimen de la burguesía, pero también un avance en las condiciones de vida: baja de salarios, precarización de las condiciones de vida, etc. Se produce tanto una ofensiva económica como sanitaria contra la clase obrera que parecía acorralada.
A raíz de todo esto, en mayo la clase obrera paisa dijo hasta acá. Es la primera rebelión en la pandemia y en la post pandemia. En la pandemia, debido a que una de las reivindicaciones de esta movilización es una renta nacional para que los trabajadores no tengan que salir a trabajar y quedarse en su casa. Hay un llamado a priorizar la vida sobre la ganancia. Y es una rebelión en la post pandemia porque es lo que le espera a la burguesía a la salida de ese congelamiento generalizado que trató de hacer.
La clase obrera colombiana está yendo a una alianza con organizaciones patronales. Por caso, se piden subsidios a la “producción nacional” o sea, a la burguesía local y compras a los productores agrarios. Plata para los patrones paisa. Y ese carácter también aparece con la desobrerización discursiva de algunos dirigentes. Ahora, si bien hay demandas obreras inmediatas y combates contra las fuerzas represivas, todavía no hay un elemento revolucionario, político. No piden que se vaya Duque ni que se vayan todos los demás políticos patronales.
En Colombia, la clase obrera tiene que aprovechar esta crisis, romper con las alianzas burguesas y tomar la posta de la conducción dirigiéndose hacia una salida obrera y socialista.
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