Las elecciones en EE. UU., sirven como una especie de espejo para mirar la Argentina, así como en su momento hicimos un análisis similar con el caso boliviano. Es que aquí y allá vuelve a aparecer la tendencia a la descomposición del sistema político burgués. Para entender este paralelismo, tenemos que realizar un análisis de la política norteamericana y de los resultados de la votación, que vaya más allá de las imágenes superficiales.
La elección de Biden se plantea como el “mal menor”, encontrando un fuerte respaldo en la figura de la nueva vicepresidenta, Kamala Harris. Digamos de paso que como primera vicepresidenta mujer en 200 años de democracia continua, dice mucho del atraso cultural yanqui. Justamente por eso, muchos creen que llegó el “progresismo” a EE.UU.
Pero detrás de ese embellecimiento encontramos a la típica oportunista “progre”. Su oportunismo le otorga a Biden ese elemento popular y enérgico del progresismo de las grandes ciudades (al estilo kirchnerista): es mujer, afrodescendiente, con mezcla de hindú. Lo que nadie dice es que Kamala hizo toda su carrera como una fiscal implacable con los pobres.
Además, como buena representante del neoliberalismo “queer”, no sólo acompaña todas las políticas LGBT, sino que está a favor de la legalización de la prostitución y del alquiler de vientres. Así, más allá de que aparezca como la figura del progresismo, Kamala en realidad tiene la agenda de la burguesía que busca absorber las demandas populares y aparentemente de izquierda, para transformarlas en base de su régimen. Porque, en definitiva, el Partido Demócrata es eso: una máquina de cooptar los votos por el “mal menor”.
En este sentido, la elección de EE.UU no la ganó Biden, la perdió Trump. Es decir, está claro que fue un voto contra él y no a favor de su rival. Además, no hay que olvidar que al Presidente electo se le pidió su candidatura, con el objetivo de frenar el ascenso por izquierda de Bernie Sanders dentro de las filas del Partido Demócrata. El grupo que representa Biden atrae los votos del “mal menor” dentro de los demócratas, evitando que se vaya “muy a la izquierda”. Dicho de otra manera, es el embudo por el cual la clase obrera norteamericana, ofendida por las políticas estilo Trump, entra como furgón de cola a otra ala de la burguesía yanqui. Cumple la misma función que en la Argentina tiene el kirchnerismo contra el fantasma macrista.
Todo esto muestra cómo se van procesando las crisis políticas. Al igual que en Argentina, y que en Bolivia, en EE.UU se presentan opciones que aparecen como “a la izquierda” de los populismos de derecha, y que son simplemente variantes de la política burguesa que llevan a las masas a votar por lo que aparenta ser “el mal menor”, el ajustador menos malo. Así, se canalizan las energías acumuladas por el ajuste de los supuestos neoliberales, en función de un ajuste de otra forma.
Podemos anticipar, que Biden va a hacer lo mismo que han hecho los demócratas siempre: llegar por izquierda y bajarse por derecha. De esta forma, tratan de pasar la crisis política, canalizando las energías de las masas en el aparato del estado. Una crisis que hoy se extiende a toda América Latina y a buena parte del globo, porque lo que estamos viendo, en última instancia, es el quiebre de las representaciones políticas que acompañaron al mundo desde la Segunda Guerra Mundial hasta, por lo menos, los años ‘80. Es decir, el viejo bipartidismo (republicanos-demócratas, peronistas-radicales) que, desde los años ‘90, fue dando lugar a otras políticas que no terminan de armarse, de conformarse en partidos y estructuras.
De este proceso, Trump es el emergente más claro, en el lugar más simbólico para que esto suceda. Por eso, la política norteamericana muestra a través de Trump su crisis. Pero ese proceso va a continuar con o sin Trump. Frente a ello, lo que los trabajadores no podemos hacer es idealizar a figuras como Kamala, que están producidas para contener la crisis, y no para desarrollarla. Si Kamala es la nueva Eva Perón de EE.UU, lo será en el sentido en que precisamente lo fue “Evita”: un elemento de contención para la política independiente de la clase obrera norteamericana.
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