Por Ricardo Maldonado
La principal ventaja que tiene el capitalismo con respecto al socialismo es que existe. En primer lugar, no requiere explicarse: todos vivimos en él. Entenderlo o no, no cambia en absoluto que vivimos en él. En la misma medida que rechazarlo e incluso luchar contra él no significa escapar de esas vivencias. No hay un afuera del capitalismo, sino distintos lugares dentro de él. Por eso los desocupados no son excluidos, sino un elemento interno al mercado de trabajo que actúa disuadiendo la lucha y tirando hacia abajo el coste salarial. No hay afuera el capitalismo. Nadie tiene que esforzarse en explicarnos cómo vivir en él, cada día desde que nos levantamos hasta que nos dormimos lo experimentamos.
La principal desventaja que tiene el capitalismo es que funciona espantosamente mal, y hace de la vida un navegar en un mar de quejas. Explicar eso no es nuestra tarea, lo reconocen todos: para los liberales porque hay mucho Estado, para los peronistas porque hay demasiado poco, para unos porque se emite, para otros porque no se pone plata en los bolsillos de las personas, para unos porque se mantienen vagos, para otros porque se fugan la guita, para unos porque fue Macri, para otros porque fue Cristina, todos opinan que vivimos mal. Incluso las innumerables combinaciones que tienden puentes en la grieta. Es difícil encontrar personas que reivindiquen el sistema en que vivimos como la manera óptima de asignar los recursos y lograr la mejor vida posible. Particularmente los partidarios acérrimos del capitalismo en teoría, los libertarios, dicen que esto no es capitalismo. Claramente, el capitalismo existe y funciona mal para la inmensa mayoría, para la clase trabajadora, por eso, para reivindicarlo, los políticos tienen que hablar de otra cosa. por la misma razón si el principal problema que tenemos los socialistas es carecer de un ejemplo real actualizado no podemos permitir que los defensores del capitalismo renieguen del mismo. El capitalismo existe y quién lo defiende, defiende lo que existe.
La segunda desventaja que tiene el capitalismo es que sus gestores los políticos burgueses hace más de medio siglo que lo conducen hacia el hundimiento y no es creíble que se echen la culpa entre ellos porque han protagonizado todos los matrimonios y concubinatos posibles.
No es la confianza en la sociedad que nos toca vivir lo que le da su solidez. El continuo malestar, el ceño fruncido, la queja son las expresiones cotidianas de esa falta de confianza. ¿Quién puede estar medianamente seguro, siquiera esperanzado, que sus hijos tendrán una vida mejor que la suya? La idea de progreso, en todos los sentidos, se encuentra entre paréntesis. Para los trabajadores, cada vez más vivir es durar.
Todo esto puede parecer convincente pero inmediatamente surgen preguntas ¿Por qué no está estallado el país luego de una década de caída en la producción y de inflación desbocada? ¿Por qué los partidos que expresarían una voluntad anticapitalista no logran reunir, no ya militantes y organizaciones obreras bajo su conducción, sino al menos un caudal significativo de votos?
Quizás podamos arriesgar una respuesta. La mayor parte de los partidos de la izquierda son esquirlas y desprendimientos de partidos surgidos más de medio siglo atrás. Han construido su discurso antes de la Caída del Muro, de las reformas capitalistas en China y del Período Especial cubano. Comunistas estalinistas o maoístas, guevaristas y trotskistas, han elaborado su discurso en aceptación y confrontación con poderosos modelos sociales y económicos, visibles para toda la humanidad. Mal o bien, eso ahorraba un trabajo, aunque les propusiera otros obstáculos, se trataba de intentar hacer lo que estaba vigente en China o la Unión Soviética o en Cuba, agregándole democracia o sacándole reformismo, aumentando el internacionalismo o reforzando el desarrollo nacional.
Durante la segunda mitad del siglo XX las corrientes revolucionarias tenían que explicar “cómo llegar” porque el destino era discernible. Se discutía mucho de estrategia y de tareas porque el resultado era de alguna manera conocido, estaba allí para quien quisiera interesarse, en algún sitio del globo. No deja de ser llamativo que la corriente hegemónica de la izquierda en la actualidad sea la que más habituada estaba a trabajar sobre un modelo temporalmente inexistente, el trotskismo reivindica la Revolución Rusa, pero fundamentalmente en sus 10 primeros años. Quizás haya una fuerte relación entre una corriente sostenida en reivindicar una experiencia terminada, en atarse al pasado, y su supervivencia relativamente ajena a los avatares de la realidad presente.
Pero el problema es que la izquierda desde el 90 para acá ha tomado dos actitudes que tenemos que revisar. Una totalmente paradójica: se trata de corrientes que, habiendo sido críticas de experiencias surgidas de la revolución, como la Unión Soviética o China o Cuba, ante la orfandad de modelos pasaron a ser menos críticas con experiencias burguesas francamente reaccionarias. Así, quienes en plena Guerra Fría denunciaron con justicia represiones en Checoslovaquia o Hungría, ahora la justifican en Bolivia, Rusia o Venezuela. Sí durante la guerra fría los trotskistas se presentaban como los comunistas buenos, extendieron esta forma de propaganda a la actualidad, en la que se presentan como los populistas buenos. Basta ver cómo repiten la misma propaganda del kirchnerismo, pero criticándole no ser consecuentes con él. La otra actitud, que es complementaria de la anterior, consiste en no decir de qué se trata el socialismo. No en términos genéricos -la propiedad colectiva de los medios de producción y de cambio- sino en términos prácticos para el país en el que se intenta lograr ese cambio.
La Revolución que todas las corrientes socialistas revolucionarias reivindican comenzó tomando una medida opuesta a sus objetivos estratégicos, un rodeo para poder lograrlos. En lugar de instituir inmediatamente la propiedad social de todos los medios de producción y de cambio, repartió la tierra entre los campesinos pobres, aisló a los campesinos ricos y logró el apoyo para el programa socialista en las industrias urbanas estatizadas y, sobre todo, el poder.
Cuando la izquierda se une alrededor del rechazo al FMI solo está diciendo que la burguesía argentina deje de pagar una deuda. Cómo lo vivimos hace menos de 15 años, con la crisis financiera del 2008, el capitalismo no se destruye por la incapacidad de pagar deudas o la decisión de no hacerlo. Eso genera, obviamente, una transferencia y una pérdida de recursos, pero en absoluto fuerza su reutilización y reorganización con sentido social. El capitalismo vive en crisis periódicas, defaults, quebrantos y expropiaciones. Los socialistas no queremos eso, no queremos las crisis y los cataclismos. Sino transformar la crisis, aprovechando que exponen la naturaleza profunda del sistema, en una solución definitiva, aboliendo la causa: el interés privado del capital.
Porque todos sabemos mucho del funcionamiento del sistema, por vivirlo, es que nadie cree que el FMI es una asociación de buenas personas con intereses caritativos, pero nadie cree tampoco que solo con dejar de pagarle al FMI redundarían beneficios para la población trabajadora. Porque todos intuyen, y con razón, que bajo cualquier gobierno burgués la riqueza se la seguirán apropiando los patrones y los problemas se descargarán sobre la clase obrera.
Por otro lado, esta misma clase trabajadora es más consciente de algunas cosas de la sociedad en la que vive que la propia izquierda que pretende adoctrinarla. Sabe que la deuda no es una cantidad de dinero que está guardada en una caja. Disponible tanto para pagarle al fondo como para aumentar los sueldos. Sabe que las fugas no son necesariamente plata que está en el exterior, sino de dinero que los actores económicos retiran del sistema por qué no juzgan que invertirlos les dará ganancias. El gran problema es la apropiación de los principales resortes productivos en el territorio nacional y su organización centralizada y racional. Solo así una medida lateral, como pagar o no pagar la deuda, puede tener sentido e importancia para la clase trabajadora.
Por eso debemos proponernos ofrecer una alternativa en el terreno en que las alternativas se formulan. Es necesario reunir todas las fuerzas que estén dispuestas exponer un Programa de Gobierno, no una medida de lucha. La calma actual en la lucha de clases demuestra que además de condiciones de miseria que la provoquen, los trabajadores reclaman para salir a la calle, para iniciar una huelga o para formular un reclamo un horizonte posible. Cuando ese horizonte no está formulado, cuando esa perspectiva no parece creíble, solo se lucha para no morir, solo por la desesperación.
¿Cómo podríamos convencer a una clase trabajadora habituada a la estafa y la desilusión que con una sola medida se resolverían sus problemas? ¿Cómo convencerla de que necesario renunciar a los préstamos de esos dólares tan necesarios -por ejemplo, para comprar una vacuna o renovar el celular que se rompió- sin simultáneamente proponer el control centralizado de la producción agropecuaria y la disponibilidad de su producción? ¿Cómo proponer lanzarnos a cruzar un río sin tener una idea más o menos sólida sobre la otra orilla?
Es necesario dejar de apelar, para una construir una conciencia nueva, sólo a experiencias y modelos que han quedado en el pasado. Y de las que solo reverberan en el presente la versión oscura que el capitalismo brinda de ellos.
Tomemos lo que tenemos a disposición para explicar nuestras posibilidades como país y como clase. Una empobrecida península asiática, con muy poca superficie y una población parecida a la de Argentina, se transformó en una potencia industrial. Lejos de crecer con las PyMEs y la vuelta al campo parcelado, apoyó el desarrollo de grandes industrias centralizadas por rama. Hoy casi ningún habitante del planeta desconoce lo que significa Samsung, Hyundai o LG.
Tomemos lo que tenemos a disposición para explicar nuestras posibilidades como país y como clase. No es posible en corto tiempo abolir todas las lacras que capitalismo ha extendido y profundizado, pero hay algunos países pequeños que han logrado para su población un estándar que bien puede ser nuestra aspiración en el camino del socialismo. Todos los trabajadores tienen una idea al menos de cómo se vive en los países nórdicos, si ese estándar de vida es posible para ellos, ese estándar de vida es posible y creíble para nosotros.
Claro que tenemos algunos problemas que resolver, no tenemos ni la importancia geopolítica de Corea, ni la larga historia de desarrollo e inserción en la trama europea de Suecia. Es allí donde es necesario el socialismo. Es allí donde para conjugar el estándar de vida de Suecia y la productividad de Corea hay que reorganizar todos los recursos con ese objetivo. Allí dónde Corea se levantó en 50 años, sobre el sudor y la sangre de sus trabajadores aplastados por dictaduras sangrientas y con la venia de las potencias que la necesitaban en el complicado extremo Oriente, allí debemos proponernos que sea la clase capitalista, los patrones, los que paguen el costo de levantar nuestra Corea, de construir nuestra Suecia.
Para eso es necesario que se vayan los actuales gobernantes y terminar con esta organización social. Todos sabemos que a los venenos se los combate con veneno, a la grieta se la combate con más grieta. Pero ni el antídoto es lo mismo que el veneno original, ni la grieta que resuelva la grieta es la misma que nos hunde, la de Cristina y Macri, o sus herederos. La grieta que nos permita superar la grieta es la que existe, y hay que profundizar, entre los intereses particulares de los capitalistas, anárquicos y sólo pendientes de las ganancias, y el interés colectivo que podría reorganizar los recursos existentes, relanzar la productividad y recuperar nuestra vida y nuestro futuro. La grieta que hay entre el socialismo y esta sociedad que, como lo experimentamos diariamente, nos hunde. Vale la pena lanzarnos a ese cruce, hay una vida mejor y es posible vivirla.
Compañeros: soy «nuevo» en éste espacio, aunque tengo muchos años en el MARXISMO. No intento ser auto referencial, pero creo q mi historia es referencial. Me fui del «trotskismo» en la década del 90, cuando el trotskismo íntegro, «saludó»la caída de la urss, suponiendo -a diferencia de los pronósticos del mismo trotsky(«la revolución traicionada»),q la caída de la URSS traería «más socialismo, y más»democracia»(menos «burocratismo», menos stalinismo). Ese hecho marcó todo un periodo histórico (tal como, decía, lo predijo el líder en el exilio), se inició un periodo contrarevolucionario, un nuevo «reparto» del mundo (que hoy prosigue, en ukrania), y una profunda caída de los «ideales». Así nacieron los «populismos», los nacionalismos, y las «izquierdas» fueron capitulando ante ellos. Es la «lógica» consecuencias de una DERROTA histórica. La historia, decía Marx, es LA HISTORIA DE LA LUCHA DE CLASES. Gana una, pierdela otra, obviamente, todo es cambiante, decía Heráclito, pero la REALIDAD, es que GANARON ELLOS. el tema es «qué hacer», ante ello? Primeramente, explicar LA REALIDAD: PORQUÉ «GANARON»? Qué pasó va en la URSS?(y en Cuba, y en Vietnam, y en Corea, y en Nicaragua, etc). Un partido marxista DEBE EXPLICAR ESO. Segundo: porqué «la izquierda» apoya «críticamente» a los populismos? Se dejó «comprar»? O es la consecuencia «LÓGICA» de la DERROTA HISTÓRICA? No olvidemos nunca, que:desviaciones sindicalistas, electoralistas , foquistas, y socialdemócratas, existieron SIEMPRE, siempre en periodos de DERROTA. Los partidos «optan» por CONSERVAR SU ESTRUCTURA, POR SOBRE LOS INTERESES HISTÓRICOS de la clase que (supuestamente) defienden. Por último, corea y Suecia, dos sociedades «exitosas». Me parece que un obrero, o ex-obrero, o un maestro, o médico, o repartidor de rappi, no se acerca a un partido , para que argentina sea esos países. Creo que se acerca , acompaña, y eventualmente «milita «, en un grupo u organización que le propone UNIRSE ALREDEDOR DE UN PROGRAMA DE RECLAMOS, reclamos todos éstos, que los políticos y empresarios, NO VAN A OTORGAR, salvo llevados por la fuerza, luego de enfrentamientos masivos. Qué «reclamos «? AQUELLOS QUE EL PERONISMO, el «neo-peronismo», en sintonía con la dictadura militar, y TODOS los gobiernos que la siguieron, NOS ARREBATARON. Así surgió, para QUEDARSE: la «flexibilización laboral»(contratos «temporarios», el «monotributismo»), la PRIVATIZACION( extranjera o no) de todas las ramas de servicios e industriales, en fin: hacia ESA sociedad debemos intentar llegar, no hace falta pensar en Corea, en Suecia, o en Finlandia. Obviamente, lograr el imperio absoluto del empleo genuino, la potenciacion- industrialización racional y planificada de todos nuestros recursos, la eliminación de la salud privada, la educación privada, y la organización popular organizada contra el crimen y la delincuencia en todo barrio, obviamente todo eso no se logra sin la construcción de un INSTRUMENTO POLITICO AGLUTINADOR: UN PARTIDO genuinamente REVOLUCIONARIO, le pongamos el «nombre» o «sello» que querramos:»socialista», «marxista», «sanmartiniano»….el nombre es lo de menos. No olvidemos que «partido bolchevique» significa sencillamente «partido de la mayoría», mayoría de quienes? SOCIALDEMOCRATAS!( así se llamaba el partido que creó los consejos
de obreros y soldados). Enfin, como marxista, entiendo que , los «reclamos», GENUINOS y SENTIDOS por millones, luchar por ellos, de manera CONSECUENTE, y, obviamente, explicando que no se lograrán JAMÁS sin un cambio ABSOLUTO en las relaciones de PODER, y en el tipo de sociedad que uno intenta construir,y , es más, si esa sociedad, no se EXTIENDE, al menos, a nivel regional, eso aglutinaria mucha gente, por supuesto, en un proceso gradual y muy atado a los resultados de los enfrentamientos, que, todos esperamos, se produzcan, y se extiendan. Un saludo! Magodeoz
todo bien, sólo nos queda saber que propone RyR para que «se vayan los actuales gobernantes»