Por una salida socialista en Venezuela

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Por Eduardo Sartelli – Venezuela no está viviendo una tragedia. No son los dioses del Olimpo caprichosos los que la han puesto a elegir entre el imperialismo y la más descompuesta de las burguesías latinoamericanas. El chavismo es responsable. Una dictadura asesina de obreros que hambrea a su pueblo y ensucia todo lo que toca. Todo en su mano lo ha tenido y todo lo ha perdido. Es una espada (burguesa) sin cabeza. El chavismo es una estafa política y lo que está sufriendo el pueblo venezolano es su culpa. Le dieron una calesita y la chocó. La única esperanza que queda es que caiga en medio de una insurrección que instaure un régimen de hecho de masas armadas y movilizadas. Se producirá un breve impasse en el que el imperialismo y la burguesía opositora intentarán llenar el vacío rápidamente. La proclamación de Guaidó intenta adelantarse a los hechos, curándose en salud de las consecuencias de lo que la oposición nunca quiso: la caída del régimen por una movilización popular incontrolada. Las reuniones confesadas públicamente entre Guaidó y Diosdado Cabello son parte de la negociación, no para salvar la «paz» como dijo este último, sino para evitar la insurrección de masas. Saben los dos que esa salida crea condiciones de autonomía popular inmediata, liderazgos surgidos de la lucha callejera, organismos que aparecen espontáneamente para reorganizar la vida y canalizar las necesidades más elementales.

La izquierda, en general, hipócritamente, habla de golpe de Estado como si no hubiera masas en la calle en rebelión, incluso masas claramente chavistas. Intenta lavarse las manos, preocupada más porque se la acuse de «proimperialista» que por las tareas necesarias que la clase obrera venezolana ya está llevando adelante. Habla de Maduro como presidente «legítimo» y de «mal menor» y se olvida que su principal respaldo no son las masas venezolanas sino los imperialismos chino y ruso, de los cuales la izquierda no dice nada y de cuya toma de los principales recursos económicos de Venezuela no quiere hablar. Venezuela se ha transformado en un enclave colonial, pero parece que hay imperialismos «buenos» y colonias «soberanas». Una excusa común entre los revolucionarios es el temor a una invasión militar yanqui o (más probable) brasileña. Ni Bolsonaro ni Trump van a intervenir hasta que Maduro caiga. En ese momento, apostarán a que la oposición controle la situación. Solo en caso del establecimiento de un gobierno de tipo revolucionario intervendrían militarmente. La idea de una invasión militar es un macanazo chavista para forzar a todo el mundo a encolumnarse detrás y anular toda posible dirección revolucionaria de la crisis.

Buena parte de la izquierda carece de coraje para decir la verdad: hay que destruir el chavismo, el punto de partida para cualquier estrategia revolucionaria. La pretensión de que se de un escenario en el cual el imperialismo no juegue en la crisis, el único en el que se animaría a estimular la caída de Maduro, es absurda. La cosa es aquí y ahora con este escenario. En ese contexto, la consigna es la organización de asambleas populares por lugar de trabajo y por barrio, la rápida formación de una Asamblea Nacional de trabajadores ocupados y desocupados, el armamento de la población, la formación de guardias de defensa de las asambleas, la propaganda para quebrar a las fuerzas armadas y el control de los lugares neurálgicos de la vida social (fábricas, bancos, cadenas de comercialización, centros de distribución de alimentos y medicinas, medios de comunicación, abastecimiento de energía, etc.). El imperialismo va a querer cerrar la crisis rápido. Si una Asamblea nacional de trabajadores no se yergue como instancia de doble poder, ya sabemos cómo va a terminar la cuestión. Encolumnarse detrás de Maduro solo llevará a la prolongación de la crisis y a la derrota ante el imperialismo yanqui. Abajo Maduro, arriba la clase obrera venezolana!

1 Comentario

  1. La actitud cobarde y calumniosa de un energúmeno que nunca ha entendido absolutamente nada de política, es lo que refleja esta declaración miserable y patética de un señorito pequeñoburgués incapaz de disputar poder en el más insignificante reducto de charlatanes.

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