En los últimos días la crisis en Israel y los territorios ocupados creció a pasos agigantados. El primer detonante fue el intento de desalojo de algunas familias del barrio Karm al-Jaouni (Jerusalén este). Hay más desalojos también pautados por los tribunales israelíes para el mes de agosto y así dar paso a la instalación de colonos judíos. Ante este panorama, se organizaron diversas movilizaciones para reclamar contra los desalojos.
Es importante señalar que los habitantes de la ciudad la Sheikh Jarrah son parte de la población que antes de la guerra de 1948 vivía en las ciudades de Yafa y Haifa y luego fueron desplazados hacia esta región. En ese entonces, el territorio estaba bajo el control de Jordania y a partir de un acuerdo con la ONU, construyeron viviendas para los refugiados. En 1967 Jordania perdió el mandato luego de que Jerusalén Este fuera ocupada por Israel.
Desde ese entonces, Israel intentó hacerse con el control de los territorios por medio de la ocupación. Uno de los primeros pasos fue aislar los barrios palestinos a partir del establecimiento de asentamientos judíos. Este proceso fue creciendo desde entonces, a modo de referencia, solo el año pasado podemos encontrar 4500 unidades nuevas, 170 estructuras palestinas demolidas y 385 nuevos desplazados (1). Hoy el área de al-Bustan en Silwan, que está al sur de la Ciudad Vieja, tiene 119 familias en 88 edificios que están bajo amenaza de demolición para dar paso a un parque arqueológico israelí. En Wadi Yasul, 84 casas también están bajo amenaza de demolición para dar paso a la expansión de un parque nacional israelí. Y en Batan al-Hawa, se prevé que 700 personas sean desplazadas por la fuerza porque el grupo de colonos Ateret Cohanim está presionando para desalojar la zona.
Las protestas continuaron con el paso de los días, hasta que la policía armó barricadas que dificultaron el acceso a la mezquita de al-Aqsa, lugar sagrado de los musulmanes. Allí se produjeron enfrentamientos violentos con la policía y varias detenciones. El Shin Bet decidió intervenir para restaurar la calma en las calles de Jerusalén y obligó a la policía a desmantelar las barricadas, mientras allanaban la mezquita.
Sin embargo, la calma no duró. Al día siguiente, el gobierno autorizó la celebración de un evento anual conocido como el “Día de Jerusalén» la conmemoración del establecimiento del estado israelí, toda una provocación. Esto desató más protestas y disturbios.
Las movilizaciones se extendieron hacia los barrios árabes de Israel y hubo importantes movilizaciones en Jaffa, Haifa, Ramla y Lod en reclamo contra lo sucedido.
Como respuesta, además de la violencia estatal, se sumaron los ataques de grupos de extrema derecha, que salieron literalmente a “cazar” árabes.
La crisis política de Netanyahu
Hasta los ataques, Netanyahu se encontraba sumergido en una importante crisis política. Primero hay que recordar que en agosto del año pasado el primer ministro debió enfrentar una oleada de protestas que reclamaban contra los casos de corrupción y la crisis económica. En ese momento, el desempleo alcanzaba el millón (casi el 10% de la población) y la asistencia estatal era insuficiente(2). Si bien la participación se redujo, las protestas semanales frente a la casa del primer ministro se mantuvieron durante todos estos meses (3).
Netanyahu se apoyó en la campaña por la vacunación y los “acuerdos abrahámicos”, que le permitieron normalizar las relaciones de Israel con ciertos países árabes. Sin embargo, esto no ocultó los coletazos de la crisis económica: 50.000 hogares cayeron por debajo de la línea de pobreza y otros 100.000 vieron caer drásticamente su nivel de vida, la demanda de ayuda alimentaria se multiplicó por 2,5 millones mientras que los servicios sociales tuvieron un aumento del 60% en los casos (4).
El Primer Ministro se presentó a las elecciones legislativas de marzo con un panorama gris. En el último tiempo perdió a sus principales aliados, como Avigdor Lieberman, líder del partido laico y de extrema derecha de habla rusa Israel Beytenou («Israel nuestro hogar»), también perdió el apoyo de su exministro Naftali Bennett, una figura del nacionalismo religioso a la cabeza de la coalición Yamina.
Ante la falta de aliados, debió recurrir a los partidos ultraortodoxos Yahadut Hatorah («Judaísmo Unido de la Torá», Ashkenazi) y Shas (mizrahim) y el Partido Sionista Religioso. Este último se compone de una alianza de tres organizaciones más. La primera es la que lleva el nombre de la coalición, Partido Sionista Religioso y está dirigido por Bezalel Smotrich, exministro de transporte de Netanyahu. Smotrich ganó popularidad luego de ser acusado en 2019 como “terrorista judío” luego de que se diera a conocer que fue detenido por planear el estallido coches en una importante ruta durante la retirada de Irael de Gaza en 2005. En 2016, tuiteó en apoyo de la segregación de mujeres árabes y judías en las salas de maternidad. También es conocido por su abierta homofobia. En 2006, organizó un «desfile de bestias», desfilando cabras y burros por las calles de Jerusalén como respuesta a la marcha del orgullo gay en la ciudad.
El segundo partido de esta coalición es Otzma Yehudit y está dirigido por Itamar Ben-Gvir, conocido por haber defendido las teorías del rabino de extrema derecha Meir Kahane. Ben-Gvir formó parte del partido racista Kach, que terminó siendo prohibido en Israel y designado como organización terrorista en Estados Unidos.
Ningún líder israelí se había atrevido hasta el momento aliarse a un partido explícitamente kahanista, pero Netanyahu estaba dispuesto a todo para salvar su situación. El partido fue fundado por el rabino nacido en Estados Unidos Meir Kahane quién fue asesinado en 1990 en Nueva York. En 1994, su discípulo nacido en Estados Unidos Baruch Goldstein irrumpió en la mezquita Ibrahimi en la ciudad de Hebrón, en el sur de Cisjordania y asesinó a 29 palestinos que rezaban al amanecer durante el Ramadán. Kahane y Goldstein fueron idealizados por colonos israelíes de extrema derecha: los colonos visitan con frecuencia la tumba de Goldstein en el asentamiento ilegal de Kiryat Arba durante las fiestas nacionales.
El tercer partido es Noam, dirigido por Avi Maoz, famoso por su campaña contra la homosexualidad y la defensa de la familia patriarcal. Maoz hizo campaña para fortalecer el carácter judío del Estado de Israel y fortalecer el monopolio del rabinato ortodoxo sobre la vida religiosa, promoviendo el cumplimiento de la ley religiosa en la sociedad.
La alianza de gobierno que promueve Netanyahu encarna un proyecto de expulsión más agresiva y violenta para aquellos árabes nieguen a someterse a la «soberanía judía» entre el Mediterráneo y el Jordán.
A este panorama hay que agregar que Netanyahu también está presionado por tres causas de corrupción que lo llevaron, en la actualidad, a enfrentarse a tres juicios por malversación de fondos, abuso de confianza y la compra de submarinos alemanes. Así, se convirtió en el Primer Ministro en ser imputado durante su mandato, elemento que impulsó aún más la crisis política.
La oposición a Netanyahu (tanto de centro como de derecha) se viene reagrupando desde hace algunas semanas para sacar al primer ministro del poder. De hecho, antes del lunes pasado (cuando recrudecieron los ataques), existía una alta probabilidad de que Netanyahu tuviera que dimitir y sea reemplazado por una coalición opositora.
La crisis en Cisjordania y Gaza
La Autoridad palestina se comprometió a llamar elecciones en Cisjordania para el 22 de mayo, luego de no celebrar ningún comicio desde 2006. Sin embargo, hace algunos días la fecha volvió a moverse bajo el argumento que Israel no se pronunció por la realización de elecciones en Jerusalén y Abbas se negó afirmando que no podían renunciar al reclamo palestino sobre la ciudad.
La nueva fecha es junio, pero el problema de fondo es que informes señalaron que Hamas tenía buenas posibilidades de ganar las elecciones y así hacerse con el control de Cisjordania, por lo tanto, Abbas no quiere arriesgarse. Este movimiento también le sirve a Israel, que no quiere que Hamas junte más poder. En el medio de la crisis, Hamas recrudeció los ataques sobre Israel para posicionarse como oposición a la Autoridad Palestina.
Sin embargo, Hamas no tiene mucho para ofrecer, en tanto pretende enfrentar a Israel con misiles, casi una misión suicida. Por otra parte, los territorios bajo su control muestran una situación devastadora, tanto por la guerra, la pandemia y la descomposición social. La región ya superó los 100.000 casos detectados, aunque se llevan a cabo 3.200 tests por día, con una tasa de positividad del 36%, una de las más elevadas del mundo. Las vacunas recibidas a través de donaciones son solo 100 mil y solo alcanzan para la primera dosis del 4% de la población.
Hasta el momento, mientras Hamas continúa con los ataques, fueron asesinados más de 100 árabes, incluidos 17 niños, según el Ministerio de Salud de Gaza y más de 400 detenidos, del lado israelí ya hay seis muertos.
Perspectivas
La pandemia y la corrupción fue el catalizador de la crisis política del gobierno de Netanyahu. Los disturbios y protestas alcanzaron una magnitud que no fue vista desde hace mucho tiempo en Israel y los territorios ocupados, tanto desde el lado árabe como sionista. En este contexto, todos los dirigentes burgueses intentan posicionarse como posibles salidas a la crisis.
Con las provocaciones y los enfrentamientos, Netanyahu juega su última carta. Consciente de la que el problema nacional preocupa a toda la oposición y a la burguesía israelí, intenta mostrarse como el único capaz de restablecer el orden y el normal funcionamiento del país, así tenga que aplicarlo a sangre y fuego. Así rechazo el pedido de Hamas de alto al fuego y elabora un plan para que el ejército israelí realice una operación terrestre en Gaza, mientras avanza con una feroz ofensiva aérea en la zona. No es la primera vez que el gobierno encarna algo así (la última vez fue en 2014) pero una escalada de esta magnitud solo puede derivar en más muertes y balcanización.
Hamas busca ser la alternativa para los árabes en Cisjordania que no encuentran representación en la Autoridad Palestina. Es, claramente, una organización burguesa, religiosa, abiertamente patriarcal y financiada por China. Nada tiene para ofrecerle a la clase obrera de la región. Sus misiles sobre trabajadores israelíes (judíos, árabes, cristianos, drusos) muestra su carácter de clase y su estrategia: matar para negociar con el gobierno. En el medio, la población de Gaza es sacrificada. Muy lejos de llamar a una huelga general o movilizaciones masivas. Y, más lejos aún, de apelar a la clase obrera de uno y otro lado.
Una estrategia socialista requiere la unificación de la clase obrera de ambas fronteras, la liquidación del carácter confesional del Estado de Israel y el otorgamiento de plenos derechos políticos, sociales y económicos a los habitantes de los territorios ocupados. Hay que terminar con este Apartheid y poner a los trabajadores de pie. Es la única solución realista.
-Castigo a los responsables de las masacres en Cisjordania y Gaza.
-Abolición del carácter confesional del Estado de Israel y plenos derechos políticos y económicos a toda su población.
-Por un organismo de lucha obrera unificada.
-Por una salida socialista a la crisis de Medio Oriente.