Ni antes, ni después. Montoneros, Kirchner y los límites del reformismo burgués

en El Aromo n° 35

Por Stella Grenat – Dos juicios penden sobre la cabeza de María Estela Martínez de Perón. Uno, puesto en marcha por el juez federal mendocino, Raúl Acosta, por su presunta responsabilidad en el secuestro Héctor Fagetti y por las torturas aplicadas a Jorge Verón, hechos ocurridos es esa provincia en febrero de 1976. Otro, impulsado por el juez Norberto Oyarbide quién se ha puesto a investigar la responsabilidad de la ex presidente en los crímenes cometidos por la Asociación Anticomunista Argentina, más conocida como Triple A.1

Estas repentinas ansias de justicia de los magistrados han amenazado tocar a otros históricos del peronismo, como Cafiero, Lúder y Ruckauf. Pero el primero logró una caución, el segundo padece una enfermedad degenerativa mental y el tercero está amparado por sus fueros de legislador. En realidad, esta avanzada, con el correr de los días, en vez de avanzar, recula y hasta comenzó a perder el tan esperado impacto mediático.

En este marco, la vieja interna peronista parece retornar. Los ortodoxos de siempre, con la burocracia sindical a la cabeza, salieron prontos a poner los puntos sobre las íes con el poco sutil “No jodan con Perón” con el que empapelaron la ciudad. Duhalde saludó a Isabelita en este “mal momento” y Lavagna aprovechó para polarizar la discusión al considerar que los Montoneros han vuelto para vengar la afrenta del 1 de mayo del 1974, aquel día en que Perón los echó de la plaza.2

Estos juicios ponen sobre la mesa un tema central: los enfrentamientos ocurridos en la etapa democrática iniciada el 25 de mayo de 1973 y cerrada el 24 de marzo de 1976. Dos explicaciones circulan en torno a ellos. Una, absurda, conocida como la “teoría del cerco”. Según ella, López Rega, carga con todas las culpas al ser presentado como caudillo de una fuerza del mal que, enloquecida, arrastró hasta al mismísimo Perón en sus maquinaciones esotéricas. Otra, tributaria de la teoría de los dos demonios, refiere a la confrontación entre los dos bloques del movimiento, por un lado el de la “gloriosa juventud” y su Tendencia Revolucionaria y, por el otro, el de la derecha encarnada en los viejos sindicalistas. Ambas fuerzas habrían entrado en una feroz lucha para apoderarse del gobierno alcanzado por el pueblo en las elecciones de 1973. Lucha que se profundizaría en relación inversa al ciclo vital de Perón. Si se moría el Viejo, ¿quiénes serían sus legítimos herederos? A más de treinta años todos conocemos el final del proceso: la victoria absoluta de la salida militar. Pero veamos un poco más detenidamente qué expresaban, en realidad, aquellas dos fuerzas que hoy renacen con otro traje, pero las mismas mañas.

1973: Perón y muerte

El gobierno de Cámpora, el mismo día de su asunción, llegó al límite al que estaba dispuesto su reformismo: la liberación de los presos políticos de la dictadura, conocido como el Devotazo. Se trata de la única victoria que la Tendencia Revolucionaria logró alcanzar. Ese mismo día, la otra mitad del movimiento se puso en marcha y comenzó a ocupar lugares en el poder.

Una mirada rápida por ese año, que culminará con la ruptura total entre los Montoneros y Perón, deja una sola conclusión posible: la izquierda peronista ve escurrir entre sus manos todos sus logros. El 20 de junio, se anunció el día del tan esperado regreso del General. El Comité de Recepción estaba integrado por la Juventud Sindical y la segunda línea del Secretario de la CGT, Rucci. También participó el Comando de Organización (CdO), de Alberto Brito Lima, Norma Kennedy, el Comité de Orientación Revolucionario (COR), de Iñiguez y los nucleados en torno a la futura Triple A. Entre éstos últimos, junto a López Rega, ya Ministro de Bienestar Social, se irá consolidando un grupo con un frondoso prontuario, que se esfumará cuando todos ellos sean reconvertidos a nuevas funciones por “el brujo”: el coronel (RE) Jorge Manuel Osinde, (Secretario de Deportes y Turismo), Alberto Villar (Comisario) y Morales (Jefe de la custodia de Bienestar Social), Rodolfo Almirón Cena (responsable de la seguridad de Isabel), Luis Margaride (Subjefe de la Policía Federal) y Julio Yessi (Presidente del Instituto Nacional de Acción Cooperativa), por señalar los más destacados.3

Basta echar una mirada superficial a los documentos de la época para que desaparezca cualquier sombra de duda respecto a quién es quién en ese momento. Al otro día de la masacre, Perón, sin ningún tipo de ambigüedad, decidió culpar a los Montoneros y a la Tendencia por lo sucedido y lanzó la siguiente amenaza: “deseo advertir a los que tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales, que por ese camino van mal […] Levantamos una bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos dominantes […] Somos lo que las veinte verdades peronistas dicen”.4 Aunque muchos militantes e intelectuales todavía confiaban en la figura de Perón como el partero del socialismo argentino, el General se encargó de despejar las dudas en cuestiones económicas. Según el líder del movimiento, la máxima era una justa distribución de los ingresos a partir de una “Economía Social poniendo al capital al servicio de la economía y esta al servicio del bienestar social”.5

A pesar de las declaraciones explícitas de Perón tomando partido, delimitando el programa del peronismo y poniendo en riesgo la integridad de las organizaciones de izquierda, Montoneros decidió no sacar los pies del plato. Para justificar semejante posición, creó la teoría del cerco.6 Incluso, luego de que su candidato renunció a la presidencia el 13 de julio, la Tendencia no modificó su caracterización. El 21 de julio, movilizó a una multitud a la residencia de Gaspar Campos para intentar “romper el cerco”. No obstante, Perón vuelve a emitir una señal clara: nombra como enlace a López Rega. Frente a ello, el 22 de agosto, ante 50.000 personas concentradas en la cancha de Atlanta, Firmenich proclamó: “la candidatura vice presidencial [de Isabelita] a nosotros un poco nos desconcertó […] de todos modos, el objetivo es Perón Presidente, esa es nuestra consigna”.7 Y así, el 31 de agosto, co-organizó una enorme movilización, nada menos que con sus enemigos de la CGT. Según la dirección de Montoneros, se trataba otro intento de “llegar a Perón”, quien no iba a poder desdeñar su abrumadora capacidad de movilización. Efectivamente se logró garantizar 150.000 personas en dos días. Pero el General, no sólo no cambió su rumbo, sino que, luego de ganar las elecciones, avaló los ataques que desplazaron a la Tendencia de la administración del Estado. Hacia fines de enero, cayó Bidegain, Gobernador de Buenos Aires. El 24 de enero, ocho diputados de la JP dimitieron frente a la reforma represiva del Código Penal, impulsada por el resto de los diputados peronistas. El 27 de febrero de 1974, se produjo el “Navarrazo”, la revuelta policial que, en Córdoba, hizo caer al gobernador Obregón Cano, vinculado a la Tendencia.8 En el 1974, en el Ministerio de Educación, Taina fue reemplazado por el fascista Ivanissevich y el rector de la Universidad, Puiggrós, por el derechista ultra cristiano Ottalagano. Ante esto, la dirección montonera no sólo no rompió con el gobierno, sino que coqueteó con el Ejército, en pos de una salida peronista. En octubre marchó “codo a codo” con uno de los represores del Cordobazo, el general Carcagno, para ayudar a la población damnificada por las inundaciones en la provincia de Buenos Aires. Como gesto de buena voluntad, cedió sus hombres para la Operación de Reconstrucción Nacional Coronel Manuel Dorrego. Allí, la JP trabajó junto al Coronel Albano Harguindeguy.

Esta contradicción intrínseca al peronismo se reprodujo, a su vez al interior de la Tendencia. Ya las FAP, tempranamente, iniciaron el vuelco hacia la izquierda dentro de la izquierda. Movimiento, inconcluso, que terminó en la propuesta de Peronismo de Base y de la Alternativa Independiente. Esta línea siempre corrió por izquierda a Montoneros, tanto frente a la apertura electoral como frente al Operativo Independencia, cuando lisa y llanamente los consideró traidores. La Columna Sabino Navarro, fuerte en Córdoba, constantemente mantuvo sus diferencias hasta que, finalmente, rompió con Montoneros, a quien cuestionó por su línea movimientista. Por derecha, a comienzos de 1974, se escindió la Tendencia Leal que, con Obeid a la cabeza, pedía abandonar las críticas al gobierno.

Para completar esta imagen, hay que decir que esta política montonera se desarrollaba en un contexto en el cual, a partir de mayo de 1973 y hasta el estallido del golpe en 1976, se han contabilizado 8.509 hechos armados9 y alrededor de 1.600 muertes, de las cuales 1.207 pertenecieron al campo revolucionario.10 Recordemos que, Montoneros, plegado a la vía electoral, había decido detener su accionar armado. Decisión que, públicamente, mantuvo hasta el 6 de septiembre de 1974. La novedad fue, sin duda, la paulatina consolidación de una fuerza que, con la venia y el apoyo estatal, comenzó a actuar de forma dedecidida: 11 el padre Carlos Mugica, el abogado y diputado del peronismo revolucionario Rodolfo Ortega Peña, el también abogado de presos político Alfredo Curutchet, Silvio Frondizzi, históricos de la Resistencia como Horacio Chávez y Julio Troxler, Atilio López, que llegó a vice gobernador de Córdoba, son algunos de los nombres más conocidos de entre los cientos de militantes y activistas ultimados por la Triple A.

Este es apenas un recorrido superficial por algunos de los tantos hechos ocurridos en aquellos años, introducción necesaria para intentar avanzar en a la explicación de todo este proceso. En este punto una serie de preguntas se imponen ¿Qué se esconde detrás del enfrentamiento entre la derecha y la izquierda peronista?

Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista

No existen dudas respecto a que Perón no era socialista, ni tendía al socialismo. Lo importante es entonces examinar la responsabilidad de Montoneros en la derrota de 1976. Lo cierto es que, no sólo en esta etapa se negaron a renegar del peronismo sino que, desde sus inicios, adscribieron a él y jamás plantearon la consigna principal de los revolucionarios: la toma del estado para transformar su contenido de clase. Su lucha principal fue por la Liberación Nacional. De allí que no sorprenda la siguiente declaración: “posiblemente, Perón nos vea a nosotros como infiltrados ideológicos, y la burocracia también nos vea como infiltrados ideológicos, pero no los somos. Somos el hijo legítimo del Movimiento, somos la consecuencia de la política de Perón. En todo caso podríamos ser ‘el hijo ilegítimo’ de Perón, el hijo que no quiso, pero el hijo al fin”.12 Para llegar al socialismo, planteaban la necesidad de atravesar una primera etapa de transición y para ello la construcción de frente antiimperialista que los ataba a sus compañeros burgueses nacionales: “Esta transición pasa por la alianza de clases, y la alianza de clases pasa entonces por respetarle a la burguesía la propiedad privada de los medios de producción, pero como uno establece una transición no le respeta los términos del capitalismo liberal […] y entonces un buen día, cuando hay suficiente poder les decís ‘bueno muchachos, se acabó el capitalismo de Estado y empieza el socialismo’”.13 No existen ejemplos históricos de luchas revolucionarias por el socialismo que no planteen la expropiación de los medios de producción, base de la dominación social de la burguesía. Montoneros, efectivamente era el ala izquierda de un movimiento reformista burgués. La simpleza de sus planteos y la ingenuidad que parece esconderse detrás de ellos, no tiene que dejarnos pasar por alto esta definición. Menos hoy en los que vemos resoplar vientos similares en Latinoamérica.

No cabe dudas que Montoneros tuvo un enfrentamiento con el núcleo del PJ, más allá de cómo reaccionó frente a él. La pregunta es, entonces, por qué se enfrentan, por qué no abandonan un movimiento que los expulsa. La respuesta es que la Tendencia es una expresión de la crisis del reformismo, pero sin salir de él. Es decir, llega determinado momento en que la aceptación del régimen capitalista se pone en duda. Montoneros, refleja, entonces ese malestar. No obstante, no plantea ningún programa alternativo. En las relaciones políticas, como en las personales, suceden este tipo de cosas: no se soporta una relación, pero no se la rompe. Un adolescente se pelea con su padre, pero no se va de su casa. Por eso decimos “una” expresión, no la única ni la más clara. Es la diferencia entre el “malestar” y la conciencia política de la situación. En ese sentido, la izquierda peronista se mostró como el elemento con menor nivel de comprensión del momento, con el agravante de que acaudillaba la fracción mayoritaria de la fuerza revolucionaria.

Montoneros nació y creció en el marco de una profunda crisis del Estado, una crisis de la hegemonía de la burguesía que, en esa etapa, desde los días de las grandes insurrecciones del ’69, no lograba consolidar una cuota suficiente de consenso capaz de garantizarle la gobernabilidad. Cuanto más profunda la crisis, más crecía Montoneros y la Tendencia y, junto a ellos, se incubaba la confrontación. Porque, hacia dentro, desde las entrañas del propio movimiento la contraofensiva se afianzaba y, hacia fuera, sembraba confusión y quitaba fuerza a la constitución de una verdadera alternativa independiente para los trabajadores. Sus propuestas eran más de lo mismo: giros en falso de una política que jamás sacará los pies del plato. No pudieron antes, por métodos armados, y sus herederos no podrán ahora, con los métodos de la justicia burguesa.


Notas

1Las acusaciones respecto a la responsabilidad de Isabel giran en torno a la firma del decreto 261/75 el 5 de febrero de 1975, ampliado y extendido a todo el territorio a partir de tres decretos 2.770, 2.771 y 2.772, firmados por Lúder en octubre de 1975. En ellos se que ordenaba “ejecutar las operaciones militares que sean necesarias (para) aniquilar el accionar de los elementos subversivos”.
2http://lanación.com.ar, 28 de enero de 2007.
3Para un análisis detallado del entramado de político y del personal que lo lleva adelante y su vinculación con la Triple A ver: Verbitsky, Horacio: Ezeiza, Editorial Contrapunto, Buenos Aires, 7º edición, 1996.
4“Lo que dijo Perón. Discurso por radio y TV. 21 de junio de 1973.” Baschetti: Documentos 1973-1976, v. 1: De Cámpora a la ruptura, pp.104-108.
5Véase Las veinte verdades peronistas en: http://lucheyvuelve. com.ar
6Mantuvo esta posición hasta por lo menos octubre, en el que aparece una autocrítica ver: “Charla de la Conducción Nacional ante las Agrupaciones de los Frentes- 1973”, en Baschetti, op.cit., pp. 258-310.
7“Por la conducción en manos de los trabajadores”, 22 de agosto de 1973, en Baschetti, op.cit., pp. 164-169.
8También fueron desplazados de sus cargos los gobernadores de Santa Cruz, Jorge Cepernic, Miguel Ratone de Salta y Alberto Martínez Baca, de Mendoza.
9Marín, Juan Carlos: Los hechos armados, Ediciones P.I.C.A.S.O /La Rosa Blindada, Buenos Aires, 1996, pp. 19-20.
10Idem., pp. 70
11Para un acercamiento a la relación entre los diferentes grupos armados irregulares de derecha que intervinieron en la argentina, desde La Liga Patriótica a la Triple A, véase González Janzen, Ignacio: La Triple A, Editorial Contrapunto, Buenos Aires, 1986.
12“Charla…”, op. cit., pp. 258.
13“Charla…”, op.cit., pp. 307-308

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