Respuesta de Daniel Pereyra a Miguel Sorans, a propósito de las críticas a sus memorias
Nuestra edición de Memorias de un militante internacionalista, de Daniel Pereyra sigue generando polémicas. En esta nota, el autor responde las críticas de Miguel Sorans, dirigente de Izquierda Socialista. Un debate en torno a la estrategia, la moral y la metodología de construcción de los revolucionarios.
Por Daniel Pereyra (Colaborador)
Los amigos de Ediciones ryr, que publicó mis Memorias…, me han hecho llegar un texto firmado por Miguel Sorans, como prólogo a la edición del libro de Moreno Perú, dos experiencias.[1] A mis 87 años no pretendo contestar a cada una de las polémicas que mis Memorias provoquen, pero a la vista de la nota de Sorans no puedo menos que responder brevemente a algunos de los aspectos que aborda.
Sorans hace hincapié en un texto de Moreno sobre la estrategia revolucionaria y las diferencias sobre la experiencia en el Perú de los años 60, que estaría fechado en 1964, y que no he citado en ningún momento en mi libro porque lo desconozco totalmente. En mis Memorias me he remitido a explicar mi propia experiencia militante de aquellos años y las polémicas internas que hubo, apoyándome en declaraciones y escritos, tanto del propio Moreno como de otros protagonistas.
Sin embargo, el prólogo de Sorans incursiona en problemas de la moral militante y de la metodología de construcción de las organizaciones revolucionarias ante los que quisiera responder brevemente.
1. No estamos ante una polémica con dos protagonistas de aquellos hechos, como la que mantuve aquí con Horacio Lagar. Sorans pertenece a otra generación y no vivió aquella realidad ni participó de esos debates. Los argumentos que esgrime con tanto fervor están basados en la lectura de textos y/o narraciones de terceros. Esto no le quita legitimidad, pero creo que permite a los lectores contextualizarlo. Duele que Sorans se permita afirmaciones lapidarias tales como “Pereyra ha cruzado la raya de la cual será difícil volver”.
2. Sobre la acusación de putchismo, no hay ninguna constancia de que hayamos puesto en práctica ni siquiera proyectado la toma del cuartel de Cusco. Después del asalto al Banco de Crédito en Lima, donde un compañero fue reconocido, todo nuestro equipo se trasladó a Cusco con la intención de fortalecer el trabajo de Hugo Blanco en La Convención, dándole apoyo concreto en militantes y medios materiales. Traslado que contó con el acuerdo expreso de la dirección nacional del Partido Obrero Revolucionario/Frente de Izquierda Revolucionaria (POR/FIR), Moreno incluido. Si hubiéramos estado implicados en una operación militar de gran calado, sería impensable semejante viaje, con todos los riesgos que implicaba. Menos aún si esa operación supuestamente iba a ser ejecutada en dos meses.
En realidad el fantasma del “putchismo” es una acusación infundada que Moreno utilizó para descalificarnos. Se esgrimió contra quienes criticábamos con dureza la falta de apoyo al equipo por parte de nuestro partido.
¿Qué decía sobre este tema Ernesto González en El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, tomo 3, volumen 1, página 253?: “Palabra Obrera, buscando superar su desviación putchista (en Argentina), entre agosto y diciembre de 1962 caería en otra de signo contrario, oportunista, que casi destruyó al partido y que lo llevó a no cumplir lo resuelto sobre Perú”. ¿Qué es lo que no cumplió? La ayuda económica prometida tantas veces, una falta que creaba una situación angustiante, con una fuerte presión de las masas campesinas para que les facilitáramos medios. Fue en ese contexto, en el aislamiento al que nos sometía nuestro propio partido, que optamos por las expropiaciones. Eran decisiones difíciles que tuvimos que tomar sobre el terreno, con el riesgo de equivocarnos junto con esas masas, sí, pero no eran precisamente disquisiciones teóricas que hacía un grupo de intelectuales encerrados en un piso de una gran ciudad aislados de una realidad tan dura.
No éramos una secta ni un grupo que caprichosamente decidía dar un paso tan extremo como ese, sino un grupo de militantes jugados con las masas más auténticas de Perú. Y de eso no me arrepiento.
3. Sobre el dinero desaparecido, mi crítica es al tratamiento que se le dio a una cuestión tan delicada. Todo parece indicar que Moreno entregó el polémico dinero a un pseudo simpatizante, Boggio, quien luego se entregó a la policía, supuestamente junto con el dinero. Esto nunca fue aclarado en vida de Moreno, por él o la dirección partidaria. Siempre resultó una versión, un tanto rocambolesca, pero que despertó muchas suspicacias.
No acuso a Moreno de malversar los fondos expropiados, pero sí de no haber explicado de una manera transparente lo que había ocurrido, a pesar de los reiterados pedidos que hicieron muchos compañeros. Era su obligación. ¿Y la dirección argentina, no se preocupó de saber qué había pasado? ¿En los archivos del partido, no figuran actas del Ejecutivo o el Secretariado sobre esta espinosa cuestión?
Sorans me acusa de no haber dicho nada en 50 años. No, opté por no tocar públicamente un tema como este. Incluso, me callé en aquella época, en primer lugar por razones de seguridad, y mantuve el silencio ante el tribunal que nos juzgó y condenó en 1967. Pero me parecía lógico que en la reconstrucción de mi vida militante apareciera, que no quedara oculta para los compañeros que nos hacen el relevo. Sorans me critica por ese hecho pero no dice nada del oscurantismo que mantuvo la dirección del partido.
Los compromisos no eran ni solo ni principalmente con nosotros, sino con el POR/FIR. Era la ayuda material tan esperada por el grupo de Hugo, carente de recursos ante un campesinado que reclamaba urgentemente armas para defenderse de la ofensiva patronal y policial. Había que montar una seguridad partidaria en todo el país, garantizar un funcionamiento clandestino, editar la prensa en esas condiciones y fortalecer al equipo militar. Y eso suponía dinero, el dinero por el que nos jugamos la vida, por el cual fuimos torturados y encarcelados durante años.
Ese era nuestro supuesto “putchismo”. Pero no fue solo una cuestión de dinero. La precariedad material en la que estaba el grupo de Hugo facilitó su caída. Incluso, luego de que esta se produjera, planteamos que se continuara ayudando a la construcción de la organización, con la permanencia de González en Perú, pero el pedido fue desoído por la dirección. Y la situación era crítica, con una cantidad de compañeros en prisión o perseguidos, en la clandestinidad.
4. ¿Qué es lo que yo digo sobre Moreno? En la página 269 de mis Memorias señalo la crítica a la “metodología asentada en fuertes rasgos burocráticos y centralistas propios de las sectas, en la ausencia de una elaboración colectiva y un debate democrático y en un exacerbado culto a la personalidad, así como en el rechazo a toda tendencia discrepante con la dirección partidaria.” Cabría agregar, existencia de un control absoluto por parte de Moreno de la información y las finanzas.
Sobre esta cuestión cito al propio Moreno: “La mejor dirección partidaria fue la de fines de los 50, causas objetivas por un lado y subjetivas, particularmente errores míos, hicieron que se rompiera. Moriré con esa duda y esa pena”.[2] Esta dura autocrítica, tan inusual en Moreno y en sus actuales seguidores, muestra la profundidad de la crisis partidaria. Crisis que se puso de manifiesto luego de la muerte de Moreno, cuando el MAS se rompió.
Uno de los grupos que más han profundizado en la crítica a la metodología morenista, pese a reclamarse de dicha tendencia, es el de Lagar. Él preanunció la crisis con absoluta certeza en su libro 1989. La oportunidad perdida, donde caracteriza el “entierro electoral” del MAS como un castigo por parte de la vanguardia y la clase, y pone la mirada en el equipo dirigente del partido. Equipo dirigente que, yo creo -no lo señala Lagar-, es responsabilidad de Moreno, por ser su creador e impulsor.
5. Esos “errores” que Moreno reconoce, constituyen una verdadera metodología de construcción partidaria, y son denunciados de distinta forma por compañeros, en su mayoría antiguos militantes del MAS. Están citados en mis Memorias. Van desde la consideración de la organización como una secta y la ausencia de democracia interna, hasta las caídas en el oportunismo y el putchismo. Pueden ser cuestionadas, pero es difícil negarlas en su totalidad. Es curioso que Sorans no mencione declaraciones como las de Lagar, Zamora, Tarcus, y células partidarias, que pese a las diferencias existentes, no pueden ser cuestionados moral ni políticamente. Algo de cierto debe haber como explicación de la profunda crisis en que cayó el morenismo. Y debe ser responsabilidad de los actuales miembros de esas organizaciones herederas del morenismo, tratar de encontrar una explicación valedera, evitando descalificaciones y ataques personales a los críticos.
Sorans me acusa de “ataques morales a Moreno” supuestamente infundados y solo apoyados en citas del “poco serio y fabulador” Coggiola, de quien yo extraería que Moreno usó la prensa burguesa para atacarme. De Coggiola solo sé que ha escrito una historia del trotskismo argentino muy documentada. En cuanto al uso que hizo Moreno de la prensa burguesa, me remito a citar lo que escribió en el diario La Prensa de Lima el 29 de mayo de 1962: “Pereyra es un loco y un aventurero (…) Fue Pereyra quien coordinó el asalto y los planes revolucionarios”.
¡Y esto fue dicho un mes después de nuestra caída en Cusco, mientras aun estábamos incomunicados y torturados! No estamos hablando de diferencias políticas, sino de una gravísima infracción a la moral revolucionaria. Yo nunca he denunciado a ninguna persona ante la policía, ni en los peores momentos de mi tortura y larga detención, de la cual hasta el día de hoy sufro las consecuencias. ¡Eso, Sorans, sí sería cruzar la raya, y fue Moreno quien la cruzó! Quedó en evidencia lo que era su sentido de la moral revolucionaria y de los métodos de la lucha política entre compañeros. Quienes avalen ese proceder se descalifican automáticamente.
6. Ninguna de mis consideraciones y críticas van dirigidas a la base partidaria, de cuya abnegación tuve testimonio, y que sufrió las consecuencias de los manejos burocráticos de una dirección que llevó a la destrucción de la organización, siguiendo la metodología, todo hay que recordarlo, que imprimió Moreno en la ardua tarea de construcción de la organización revolucionaria.
[1]El texto de Sorans puede leerse completo en: http://goo.gl/issNvn
[2]Citado en Pessoa, Guillermo: “Nahuel Moreno, tragedia y partido”, en Razón y revolución, nº 4, 1998.