No pasaron dos semanas desde que asumió el nuevo gobierno y las primeras medidas pusieron blanco sobre negro, cumpliendo con todo lo que sosteníamos: vienen para profundizar el ajuste y el ataque a la clase obrera. Dado el nivel de expectativas que cada cambio de gobierno suele despertar, el rol de la izquierda revolucionaria debe ser clarificador si busca advertir sobre las consecuencias que sabe que traerán las “nuevas” políticas. Para eso, hay que impulsar desde el minuto cero una denuncia integral de sus políticas de ajuste. Y no de cualquier manera, en la calle, con acciones, movilizados. Este punto, que debería ser el abc de un partido revolucionario, estuvo en discusión en el seno de la izquierda cuando se trató la cínicamente llamada Ley de Solidaridad Social y Reactivación Productiva, un verdadero rejunte de medidas antiobreras que pasó por el Congreso la semana pasada y fue promulgada este lunes (Ver comunicado 24/12). El debut ofensivo del gobierno encontró a una izquierda disgregada y desorientada, particularmente la trotskista ligada al FITU y aledaños como el NMAS. Contra esa orientación, varias organizaciones pusimos en pie un acto de lucha y denuncia del Pacto Social el 20 de diciembre, a 18 años del argentinazo.
El debate en cuestión ya había arrancado desde los primeros días de diciembre. Mientras el gobierno llenaba Plaza de Mayo con el aparato de la burocracia sindical y movimientos sociales, en el seno del Plenario del Sindicalismo Combativo se discutía qué hacer. La oposición de IS a realizar cualquier acción, argumentando que las bases peronistas de la UF tenían expectativas en Alberto y Cristina, fue desde el principio desmovilizadora. El PO, cuya corriente sindical había decidido movilizarse el 18, se bajó cuando SUTNA argumentó lo mismo. SUTNA argumentaba que no había nada objetivo contra qué movilizar. Aunque el PO dijo que eso no era necesariamente así, terminó cediendo. Ni siquiera fue posible armar una movilización firmada no a título de los sindicatos, sino de los representantes con cargo sindical, algo que la izquierda podría haber motorizado sin mayores inconvenientes prácticos.
Ante esa situación, varias organizaciones (Razón y Revolución, Tendencia Guevarista, FAR, Convergencia Socialista, PSTU, CADEP y Fogoneros-Votamos luchar) nos decidimos a convocar a Plaza de Mayo el viernes 20. No íbamos a ser parte de ninguna tregua sindical -como la burocracia sindical- y no íbamos a ceder ante ninguna presión del kirchnerismo y el gobierno -como la izquierda-. El pacto social es la forma que iba a asumir el ajuste y era evidente que, dada la gravedad de la crisis, lo iban a poner en marcha cuanto antes. Y eso había que denunciarlo. Pronto la Ley de “Solidaridad Social” nos dio la razón. Nosotros ya teníamos la movilización planteada, porque lo que hace un revolucionario es anticiparse a los movimientos de la burguesía, no esperar a que le tiren un baldazo de agua fría para despabilarse. El escenario obligó a PO-IS y MST a decidirse a improvisar algo a último momento. Hicieron, sin embargo, un acto testimonial y vergonzante, corrido por la realidad de los hechos.
Pero hubo sectores de la izquierda que fueron más allá en su claudicación frente al kirchnerismo y directamente no hicieron nada. Fue el caso del PTS, que no movilizó con sus partenaires del FIT. No debe llamar la atención a nadie si consideramos que el PTS conforma la variable más seguidista, de mayor adaptación al kirchnerismo. Tampoco lo hizo la Tendencia del PO. Tampoco sorprende: la tendencia viene planteando que no hay que denunciar abiertamente al nuevo gobierno. Ese mismo debate fue el que perdieron con motivo del pequeño acto de las Intercoordinadoras CABA-SUR en Obelisco. Finalmente, el Nuevo Mas fue el más desconcertante: mientras plantea una fuerte crítica a la dirección del PSC por no convocar a nada y “ceder a las presiones”, vio pasar la sanción de la ley desde su casa e ignorando las otras convocatorias: tanto la del PO-IS-MST, como la nuestra, a la que fueron invitados. Fuera de estas tres corrientes, otras fuerzas que siempre han mantenido una tónica de fuerte seguidismo al kirchnerismo y a la burocracia sindical (como OS o RC) han planteado desde sus espacios que no había mucho por hacer. Las dos variantes de Venceremos estuvieron también ausentes en las calles.
Como dijimos en un comunicado anterior, lo evidente de esta adaptación al peronismo-kirchnerismo radica en que no se procedió de la misma manera con el macrismo en 2015. Aquella vez, hubo acto del 20 y movilizaciones por el bono de fin año. Se ve que no se actúa de la misma manera, cuando el sindicalismo kirchnerista hace coro contra el gobierno, que cuando lo defiende. Como también señalamos, la izquierda no ve que las expectativas que pueda sembrar Alberto son absolutamente efímeras: el ajuste pronto se las lleva. Las urnas son un fuerte testimonio de esto: castigaron a Cristina en 2015 como a Macri en 2019. Y muy probablemente le ocurra lo mismo al propio Alberto con este escenario de crisis cuya reversión no parece avizorarse (sin soja y sin deuda no puede seguir pateándose mucho más). Todo dependerá de su capacidad –por ahora vigente- de sostener el acuerdo integral de la burocracia sindical y el control de la calle. Por eso, lo que haga y diga la izquierda es clave.
En lugar de incentivar el agotamiento de las expectativas en políticos burgueses, la izquierda se acovacha por miedo al “repudio” K. Y decimos “repudio K” porque ni siquiera podemos decir que amplios sectores de las bases obreras defiendan a capa y espada a este gobierno. Se trata, en cambio, de una presión interesada de un gobierno ajustador y sus agentes. Va de suyo que aunque efectivamente haya expectativas en algún sector de la clase obrera, un partido revolucionario no se puede amalgamar con la retaguardia de la clase, mucho menos cuando se está ejecutando una ofensiva burguesa hecha y derecha. El rasgo distintivo del peronismo es su capacidad de control de la clase obrera, elemento que no vamos a vencer si nos sumamos a sus maniobras. De ese modo, la izquierda nunca se postula como dirección y sostiene un circuito de recambio burgués.
Por último, persiste en la izquierda la idea de que la clase obrera es peronista y no se le puede hablar de otra forma que no sea en “peronista”. Así, la izquierda plantea que los obreros todavía “tienen que hacer la experiencia” con el peronismo y para eso no hay que forzar las discusiones ni exponer las conclusiones lógicas que surgen de una experiencia de más de 70 años de peronismo, en sindicatos y en varios gobiernos. No observan que esta ya fue hecha y a la clase obrera le fue mal: paritarias a la baja, flexibilización, degradación de las condiciones de vida. Pero todo ello no es necesariamente algo que sea evidente, porque la burguesía tiene un poderoso aparato que busca convencer a los obreros que ese derrotero no es consecuencia del capitalismo. En particular el peronismo tiene un aparato de propaganda gigantesco que va desde C5N, Página 12, cientos de intelectuales y docentes, universidades enteras como la UMET, editoriales que publican decenas de libros por año, todo para explicar que el peronismo le trajo grandes beneficios a la clase y que todos sus males son a causa del “neoliberalismo”, de “la derecha”, ahora también el “fascismo”, etc. Es decir, se busca ocultar toda la historia que los tiene como responsables de la debacle de las condiciones de vida y de la represión necesaria para garantizarla. Se impone la idea que el peronismo es lo posible, lo que puede traer al menos algún pequeño beneficio y que la izquierda no existe y nunca podrá ofrecer nada serio. Es decir, el peronismo batalla por la conciencia obrera, mientras la izquierda cae rendida ante él, repitiendo incluso todos sus falsos lugares comunes. La falta de alternativas reales la lleva de derrota en derrota. Lo pendiente es una dirección revolucionaria osada y ambiciosa, no conservadora. Que no espere a que el peronismo le dé permiso. En Plaza de Mayo, el 20 de diciembre, se montó otra orientación: una de lucha consecuente contra el pacto social y por el socialismo.
Corriente Clasista Goyo Flores – Corriente Sindical de Razón y Revolución