Como explicamos en otra nota, el proyecto kirchnerista de impuesto extraordinario a las grandes riquezas es una gran cortina de humo que saca chirolas a algunos patrones para subsidiar a otros. Pero cumple la función de darle algún argumento a la tropa K, luego de que tuviera que tragarse grandes sapos, como el de Guernica. Justamente por eso, el proyecto vino de la mano de un fuerte ataque a todas las organizaciones de izquierda que salieron a criticarlo.
El centro de la cuestión es que la izquierda trotskista del Frente de Izquierda Unidad (FITU), que tiene diputados en el Congreso, adelantó que se abstendrá de votar el proyecto de ley. Su decisión es correcta. Ya sabemos: la propuesta del kirchnerismo es humo. Pero incluso, el trotskismo presentó su propio proyecto hace varios meses que es mucho más duro contra los patrones y más beneficioso para los laburantes. Pero la tropa de Cristina (y la de Macri) se negó a apoyarlo.
Si al kirchnerismo le faltan dos votos o le interesa el voto trotskista puede perfectamente votar el proyecto del FITU, si es que realmente quiere “joder” a los ricos. O negociar: quitar de su proyecto los subsidios a la burguesía y volcar toda la “joda” a favor de la clase obrera. Sin ninguna de esas consideraciones, el FITU no tiene por qué rescatar al kirchnerismo de su miseria, convalidando una estafa que se presenta como medida “redistributiva”.
El problema no es ese. El FITU hace bien en abstenerse en este caso. Votar en contra sería negarse a sacarle un peso a la burguesía. Votar a favor, ayudar a que la burguesía sea subsidiada. Lo que el FITU debiera hacer, debiera haber hecho, es desarrollar una gran campaña nacional por su proyecto. Movilizar a los laburantes a las puertas del Congreso en defensa de su proyecto. Armar un plan nacional de lucha por ese proyecto. Hay dos razones por las cuales el FITU no ha hecho esto: por empezar, porque no vincula la lucha parlamentaria con la lucha en las calles; por otro lado, porque no ha utilizado toda su energía para oponerse al ajuste.
El punto central del problema del trotskismo y, por ende, de gran parte de nuestra izquierda, esta justamente allí. No en no acompañar un proyecto miserable que los K usan para tapar su propia mierda. Lo que necesitamos los laburantes es un gran frente de lucha obrera contra el ajuste, para que la crisis la paguen los capitalistas y no nosotros.
Los patrones nos vienen pegando duro y parejo. Frente a esta ofensiva, lo primero que tenemos que hacer es levantar un programa de reivindicaciones. Ese programa podría recoger todo lo que la crisis tira: el proyecto cajoneado del aborto, un plan de viviendas nacional, un programa de salud a la altura de la pandemia, un seguro de desempleo generalizado equivalente a dos canastas básicas, la nacionalización de empresas quebradas, la eliminación de subsidios a la burguesía, etc., etc. Ese no sería un programa socialista. Apenas sería un conjunto de reivindicaciones inmediatas para iniciar un movimiento. Sería un punto de reagrupamiento y relanzamiento de la lucha de clases, la base de una intensa campaña socialista.
La salida estratégica pasa por reconstruir el instrumento que la clase obrera argentina ya conquisto en su historia de combate: la Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados. Convocarla es una tarea urgente. Se trata de superar a la burguesía mediante una acción independiente de clase. La crisis está a la orden del día, el Socialismo también.
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