«La guerra de Irak no es por el petróleo». Entrevista al economista norteamericano Cyrus Bina

en El Aromo n° 38

Por Fernando Dachevsky – Cyrus Bina es profesor e investigador de Economía de la Universidad de Minnesota, integrante de la Union of Radical Political Economists (URPE) y especialista en economía del petróleo y de Medio Oriente. Sostiene que los precios del petróleo no se determinan por los monopolios ni por la OPEP, sino que están regidos por la ley del valor. Sostiene, también, una polémica posición frente a la Guerra de Irak: contra la opinión de la mayoría de la izquierda, Cyrus Bina afirma que el principal motivo del conflicto no es el petróleo, sino la decadencia de la hegemonía de los EE.UU. y la necesidad de apoyar a Israel.

¿Cuál es la explicación para el crecimiento de los precios del petróleo durante los años recientes, considerando que el aumento del precio afectó, no sólo el costo del barril de petróleo, sino también el precio de otras materias, tales como productos agrícolas o mercancías minerales?

Ésta es una pregunta excelente, que corresponde a la dinámica petrolera así como al impacto inmediato del petróleo sobre el costo de producción de otras materias. Desde la crisis del petróleo de los años ‘70, el precio del petróleo (como el precio del resto de las mercancías) está esencialmente determinado por la ley del valor. Esto puede ser una sorpresa para aquellos marxistas auto-proclamados, que sin embargo suscriben a la tesis del capitalismo monopolista y que piensan, erróneamente, que la ley del valor está reservada exclusivamente para el capitalismo del siglo XIX. Como he demostrado en mi libro The Economics of the Oil Crisis (1985), la ley del valor en el petróleo tiene tres determinaciones principales: (1) en la competencia intra-capitales petroleros, (2) en la competencia inter-capitales, es decir, por la competencia de los capitales en su totalidad (petróleo y el resto de la economía) y (3) en la fluctuación del mercado, la operación de oferta y demanda, y la formación de los precios de mercado alrededor del precio de producción. Al contrastar con esta dinámica gravitacional, es fácil ver, por ejemplo, cómo el estado de la economía mundial puede ejercer su influencia sobre los precios del petróleo. Una contracción en la demanda del petróleo (generalmente en la recesión) lleva los precios de mercado por debajo del precio de la producción, mientras que un exceso de la demanda (generalmente en la mejora del ciclo) hace gravitar el precio de mercado por encima de él. Contrariamente a manuales de economía burgueses, la oferta y demanda no determinan la magnitud de los precios de mercado en el vacío, sino con el centro de gravedad en los precios de producción. Es irónico observar que el incipiente crecimiento del combustible sobre la base del maíz en detrimento de los fósiles, comience a crear escasez en el alimento principal de la mayoría de la población y provoque un alza súbita de los precios del maíz, particularmente en México y otros países importadores del hemisferio sur. ¿Quién hubiera pensado que hace veinte o aún diez años esa competencia entre el alimento y el combustible llegaría a un momento crucial tan extraño?

Es común reconocer una identificación entre el petróleo y la guerra en Irak. En su opinión, ¿cuál es el carácter de esta relación? ¿Qué es concretamente lo que impulsa la invasión?

La respuesta a esta pregunta depende de la relevancia o irrelevancia histórica del petróleo como causa de la invasión de los EE.UU. a Irak. Sin embargo, la búsqueda del significado histórico y el sentido económico político de la globalización del petróleo post-1974 nos llevarían, en última instancia, a los debates profundos sobre el significado de la competencia y el monopolio en Marx, en oposición al jardín de variedades de alusiones burguesas de la competencia y su análogo tautológico, el monopolio. La mayoría de la izquierda tradicional, en mi opinión, ignora la naturaleza sintética de la competencia y el monopolio en el sistema de Marx, así como el desarrollo histórico y la transformación sistemática de la producción del petróleo crudo; o ambos. Ahora, sobre la cuestión de la guerra, el tentador lema “Nada de sangre para el petróleo” ofusca la verdadera causa de esta invasión escandalosa de Irak por la administración de Bush. Este aforismo axiomático reduce, sin cuidado, la causa de la guerra “del choque de civilizaciones”, “del final de la historia”, y “del proyecto para el nuevo siglo americano”, que, particularmente, después del 11 de septiembre de 2001 concurrió para cambiar el mapa entero de Oriente Medio, al petróleo. Por otra parte, el acentuar la causa en el petróleo -que ya estaba globalizado y sobre el cual no era fácil lograr un control colonial- no está del todo mal, pero juega también el rol de cortina de humo que oculta la verdadera causa de la guerra. El énfasis de la izquierda tradicional en el petróleo ayuda a los neoconservadores a cubrir sus pistas y a engañar al público sobre su gran diseño criminal en el Oriente Medio. La mayoría abrumadora de la izquierda liberal y radical (pacifista) sigue olvidando la descartelización y la globalización del petróleo. Los discípulos de la tesis del capital monopolista (que tienden a guiarse por la noción burguesa del monopolio) siguen engañando al público recurriendo en forma acrítica a versiones tales como la conspiración chino americana del “petróleo-para-armamento”, la rivalidad del “acceso-al-petróleo”, “materia metafísica,” “materia básica,” “petróleo máximo,” “cártel de la OPEP,” “conversión del Eurodolar,” o “recurso guerra.” La única conexión de la guerra con el petróleo es la extracción de la renta petrolera iraquí cuya determinación se relaciona con el mercado global, con o sin un gobierno- marioneta y/o una fuerza de ocupación. Una vez que uno de deshace de la obsesión indebida con el petróleo, uno puede reconocer que la invasión de la administración de Bush a Irak se puede comprender en forma histórica y en forma coyuntural. La trayectoria histórica refleja las transformaciones estructurales, socioeconómicas y geopolíticas que condujeron a la aparición de la globalización y a la implosión simultánea de la hegemónica Pax Americana (1945-1979), que, a su vez, sostuvo la hegemonía de los Estados Unidos. En cuanto al aspecto coyuntural, vinculado a la administración de Bush, es esencialmente una amalgama de la ideología tripartita de los neoconservadores, de los guerreros de la Guerra Fría, y la del extenso, disciplinado y organizado ejército de fundamentalistas cristianos-sionistas. Para decirlo en forma cruda: para ellos Oriente Medio se traduce en Israel, el petróleo y la Tierra Santa. Vale recordar que para los neoconservadores, “el choque de civilizaciones” es la profecía autocomplaciente que implica su visión de la “guerra permanente” mientras que para “los de la guerra fría” y su contraparte cristiano- sionista, se trata de un deber patriótico o de una inevitabilidad bíblica; o ambos. Decir que la reacción específica de la administración de Bush fue provocada por el ataque terrorista de 9/11 es una subestimación. El 12 de septiembre de 2001 “la guerra contra el terror” había obtenido decididamente su carácter maleable e interminable desde el principio. “La guerra contra terror” convirtió a George W. Bush en un presidente de guerra y él utilizó “la guerra contra el terror” para sojuzgar a Afganistán, para ocupar Irak, para dar luz verde a Israel para destruir el Líbano, y ahora para planear el bombardeo, invadiendo y/o ocupando Irán. Por lo tanto, la causa subyacente de la guerra y la ocupación de Irak son motivadas por la pérdida de la hegemonía americana montada en la política neoconservadora de George W. Bush, particularmente después del golpe del 9/11. Y éste es el eje del neoconconservadurismo/guerra-fría que intenta implacablemente cambiar la geografía entera del Oriente Medio, pedazo por pedazo, país por el país, desastre por el desastre, no por el petróleo, sino por el bien de Israel.

¿Cómo afecta la invasión a Irak el desarrollo internacional de la industria petrolera?

La industria de petróleo global está funcionando, como de costumbre, con o sin el petróleo iraquí.

¿Qué perspectivas económicas observa, en el mediano plazo, para aquellos países, como Venezuela, cuya economía descansa en la exportación y producción de petróleo?

Dado el contexto histórico, hay dos puntos significativos que se deben considerar por lo que se refiere a países de exportación de petróleo, como Irán, Arabia Saudita o Venezuela. Primero, el carácter rentista del Estado y la confianza en el petróleo como la fuente primaria de rentas y de obtención de moneda extranjera. Allí, la volatilidad de la magnitud de precios de mercado y la incertidumbre sobre el monto de la renta petrolera, a pesar de algunas soluciones limitadas, tienden a crear problemas para el presupuesto y el desembolso del gasto público para los proyectos fiscales y de desarrollo a largo plazo. En segundo lugar, el problema más profundo es exportar el petróleo crudo, sin tener la ventaja de establecer los parámetros de las estructuras industriales, que permiten producir sus derivados nacionalmente que, además de una cadena de materiales de valor agregado para la exportación, proporcione una plataforma genuina para la industrialización. El petróleo no necesita ser una maldición, como se lo consideraba en la literatura liberal pequeño-burguesa/radical, sino que su utilización apropiada debe ligarse al complejo entramado de las infraestructuras institucionales y materiales que sostienen el resto de la economía. Para contestar a su pregunta explícitamente: el Sr. Hugo Chávez tiene una oportunidad de utilizar el petróleo como pivote del desarrollo industrial de la economía de Venezuela en términos duraderos. Pero, debo advertir, confiando en la exportación del petróleo crudo solamente (es decir, como un estado rentista) ni él ni cualquier persona podrá alcanzar tales objetivos.

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