Si nos ponemos a observar nuestro país podemos ver que hasta los años 40 o 50, más o menos, se seguían ciertos patrones medianamente “normales”. Pero desde hace ya 70 años, la Argentina está siendo difícil de pensar. Si escuchamos al conjunto de la clase política argentina vamos a ver que hay una carencia absoluta de estrategia. Nadie sabe para dónde disparar. Y esto vale para las distintas fracciones políticas, sean del color que sean.
En el caso de los liberales, básicamente su propuesta consiste en arrimarse al abismo y tirarse porque abajo va a haber “un colchón”, vamos a poder votar y salir caminando felizmente. Para ellos basta con eliminar controles, echar gente que trabaja en el Estado y a partir de ahí, la iniciativa privada va a llevar adelante la Argentina para que este sea “un lugar mejor”. Pero claro, se olvidan que en la práctica su estrategia no es viable y consiste en dejar a millones en la miseria más absoluta. En síntesis, una masacre social.
Del lado peronista, la cosa no viene mejor porque no es demasiado distinto. “Usted confíe en el Estado porque con esta institución y los subsidios todo va a salir bien”. No importa que sean fórmulas contradictorias y que hace décadas hagamos lo mismo y no vayamos a ningún lado. Parece que en algún momento “va a funcionar”. Por su parte, Macri se propuso plantear algo parecido a una utopía, en el sentido de vamos a corregir este país de una forma desarrollista suave. Aunque tampoco logró mucho.
Fuera de esto último, lo que está muy claro es que no hay un plan, acá no hay una estrategia. Lo que resulta triste porque vemos como, cada vez más, el lenguaje político se degrada y todo se limita a acusaciones del tipo “sos chorra”, “no representas valores constitucionales”, “nunca pisaste el Conurbano”, etc. Afirmaciones que al cabo no tienen ninguna importancia para lo que ocurre en nuestro país porque no plantean ninguna solución. Es poco interesante escuchar a estos políticos y a sus intelectuales porque, en definitiva, no superan las chicanas.
Estamos en medio de un vacío de pensamiento acerca de la estrategia y de las posibilidades de la Argentina. En el mejor de los casos, el país va a poder salir de esto, es decir, dirigirse a un nuevo equilibrio donde las cosas más o menos se organicen un poco. Recuperar alguna forma de crecimiento que sea menor porque toda la Argentina ha bajado un escalón. ¿Qué queremos decir con esto? Que habrá una magnitud de pobres mayor que la que hemos visto antes, aunque menor que en el momento de la pandemia claro. Pero esa salida del infierno siempre es un piso más abajo, con lo cual nos vamos hundiendo cada vez un poco más. Es la historia de los últimos 70 años.
En este punto, ponerse a pensar los problemas más generales no está mal, y es necesario. Tener en cuenta la importancia de los conceptos que empleamos. Porque cuando uno dice “Cristina es dictadura” no está viendo bien las cosas, más allá de que hay cuestiones que no están bien. Una dictadura no gana las elecciones. No tenemos que usar las palabras así nada más. Así como Bolivia en su momento no pasó por un golpe de Estado, Argentina tampoco tiene en marcha uno. La Corte no está encabezando semejante acción. Sólo se limita a hacer lo que tiene que hacer, determinar esto o aquello. La Corte Suprema es un poder independiente, se supone que tiene derecho a fallar como falló y punto. Y eso no tiene nada de inconstitucional. Podrá ser una política ajena a lo que le gusta al gobierno. Pero esto no tiene nada que ver con la ruptura de un régimen político que es lo que todo golpe produce.
Acá no hay ninguna ruptura. Lo que pasa es que el kirchnerismo no quiere aceptar que a Cristina la está empezando a echar el pueblo. “La jefa” está nerviosa porque hay una rebelión en marcha. Cuando Alberto saca la normativa que le gusta al “hijo putativo de Cristina”, nadie le da bolilla y la Corte “se le retoba”, esto quiere decir que hay una rebelión contra ella. Lejos estamos de un golpe. Tenemos que comenzar a analizar lo que sucede en la Argentina en su totalidad, dejando atrás el uso de conceptos erróneos y las propuestas que tienen las distintas fracciones de la burguesía que no hacen más que seguir degradando nuestras condiciones de vida y hundiendo el país en más miseria. Si queremos realmente una salida a nuestros problemas tenemos que organizarnos en una asamblea nacional de trabajadores ocupados y desocupados que tenga una perspectiva obrera y socialista.