La Argentina de fantasía

en La Hoja Socialista 23/Novedades

La Argentina está rota, está quebrada, no funciona. Es una verdad que está a la vista de todos. Es más. Si se escucha a todo el arco político patronal, uno se da cuenta que nadie se anima a refutar esta idea. Nadie cree que el país esté bien. Claro, naturalmente, los políticos burgueses se tiran la pelota entre ellos. Para el macrismo, a la Argentina la rompió el populismo de la “década ganada”. Para el kirchnerismo, fueron los globos amarillos los que arruinaron el país. Lo cierto es que esto viene barranca abajo hace mucho, y pasaron partidos de todos los colores. Pero los patrones tienen que ocultar esto, por eso recurren a dos fantasías para ocultar la realidad.

La Argentina va y viene entre dos fantasías: la del mercado y la de la democracia. Las dos, como buenas fantasías, son burguesas. La primera, aparece representada por la derecha dentro del macrismo. Sostiene que si dejamos al mercado solo, todas las cosas se arreglan por arte de magina. Por su parte, hay quienes vienen a expresar la parte más desarrollista del macrismo, como Dietrich que asegura: “vamos a mejorar la competitividad sistémica”. Es decir, no alcanza con la fantasía del mercado.

Ahora bien, con respecto a la segunda fantasía, la de la democracia, uno la puede identificar en la figura de Alfonsín y después, en el kirchnerismo. Si bien son fenómenos distintos, parte de la misma idea de que con la democracia se come, se cura y se educa. Los “k” reemplazan la expresión democracia por derechos, pero la idea de fondo es la misma: la forma en que tomamos decisiones políticas determina cómo vivimos.

El problema con esta fantasía es que cree que podemos ignorar la base material sobre la que construimos algo. No podemos construir a Suecia sin Corea como tampoco pensar que, si dejamos librado todo al mercado, mágicamente la economía se arregla y todos somos más libres. La Argentina, sobre una base capitalista, es decir donde la vida la ordena la ganancia, está condenada a ir de fracaso en fracaso. La prueba está en los últimos 50 años (o más).

Por lo general, a lo largo de la historia argentina estas fantasías se intercalan de acuerdo a los gobiernos, pero esta última semana, la convivencia de Feletti con Manzur demuestra la puja entre ambas. Además, que se de en el mismo gobierno muestra el absoluto desconcierto y la incapacidad para fijar un liderazgo. Está claro que el peronismo territorial desea un retorno a los 90 y el peronismo kirchnerista desea volver a los 80.

Como explicamos en otra oportunidad, la Argentina puede salir a flote con una productividad coreana y un nivel de vida sueco. Los patrones nos venden humo con uno u otro, pero no nos ofrecen ninguno. El kirchnerismo fantasea con la idea de la “expansión de derechos”, nos vende Suecia (bastante devaluada, si lo medimos por las migajas que tira Alberto), pero no tiene un horizonte económico real para construir eso. El macrismo fantasea lo inverso, la productividad coreana que implica un nivel de vida de miseria a partir de la libertad de mercado. Una vida realmente aceptable y una economía que la posibilite, es solo algo que solo puede ofrecer el socialismo.

Pero más allá de ambas ilusiones y de sus principales exponentes, la discusión en el fondo es si podemos abandonar el mundo de la fantasía y entrar en el mundo de la realidad. Esa realidad no es otra que la del socialismo. Es la única alternativa real, la única forma que podemos salvarnos de la descomposición general de la vida. Contra lo que dicen los liberales y el conjunto de los patrones, el Socialismo no es una utopía. Es la única solución racional a todos los problemas de nuestras vidas. En la Argentina ese horizonte es posible, alcanzando una productividad coreana con un nivel de vida sueco.

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