Ideas (no tan) de Izquierda. Federalismo

en La Hoja Socialista 23/Novedades

Estos últimos días estuvo circulando por los medios de comunicación la idea de que los gobernadores volvieron a tener poder, como si nunca lo hubieran tenido. Incluso, sectores de izquierda toman la bandera del federalismo como si esto fuera algo progresivo. Nada más alejado de eso. Veamos.

Lo primero que hay que entender es que el sistema federal es un sistema de representación política y de distribución del poder político, que no tiene nada que ver con evitar las desigualdades regionales ni las sociales. Tampoco con dar representación a tal o cual persona. Es un esquema de gobierno y del Estado que fue pensado en su origen para mantener una unidad territorial. Por eso, pedirle al federalismo que elimine las desigualdades en la pobreza es un error.

El federalismo es un conjunto de reglas políticas que ordenan la representación. Fue pensado para que ninguna provincia se vaya a otra unidad nacional en el siglo XIX. Por lo tanto, lo que tenemos que pensar es si tenemos que mantener ese problema y, por lo tanto, esas soluciones. El sistema federal argentino es un sistema muy híbrido. La Argentina tiene un poder ejecutivo fuerte que tiene que ver con que es distrito único, no hace falta el contraste entre la Nación y los estados provinciales.

Algo muy importante es que cuando se invita a las provincias a participar de una misma Nación, se firma un acuerdo en donde se les da una sobrerepresentación en el Poder Legislativo. Y esto se da así porque no se rigen por el sistema de “un hombre un voto”, sino que se corresponde al principio de las viejas provincias. Son 3 senadores por provincia, no importa la cantidad de población. En el Senado el 15% puede imponer su voluntad al 85% de los integrantes del país. Dicho de otra forma, un gobierno que logra ganar en las provincias adecuadas puede representar al 15% y dominar la Cámara de Senadores. En Diputados esto es menor, pero al haber 5 diputados por provincia, independientemente de su población también hay sobrerrepresentación.

Así, los gobernadores tienen un poder político que no depende de su representación ni de la capacidad económica que tengan detrás. Y esto trae otra consecuencia y es la provincialización de la política. Esto significa que al gobernador y a la política nacional no le importan los grandes problemas nacionales. Lo único que les preocupa es, en primer lugar, asegurar su gobernación y luego sus diputados y senadores que se eligen dentro de la provincia. Todo esto redunda en mucha irracionalidad. Se torna en algo muy mezquino que no favorece la planificación nacional de la economía y provoca en la conciencia política un atraso. A los integrantes de cada provincia se les deja de presentar los problemas nacionales.

A esto se le suma, desde 1947, la descentralización del gasto. Los consumos que más se descentralizan básicamente son los que tienen que ver con vivienda, educación, asistencia social y algunos servicios como el agua. En cambio, otros quedan a cargo de la Nación como la provisión de energía, la toma de deuda y las jubilaciones. Los gobernadores aparecen como la cara del gasto social inmediato. Y esto tiene un rédito político inmediato.

La descentralización está acompañada del aumento del sector público. Por un lado, esto ocurre porque se descentralizan ciertas funciones, pero también porque se incrementa dicho sector debido a la incapacidad, en términos capitalistas, del crecimiento económico de estas provincias. Esta gente es necesaria para cualquier coalición política. Pero si a veces pueden aparecer como “príncipes”, también son “mendigos” porque sus provincias no generan una recaudación acorde al gasto que quieren llevar adelante. Algunas son zonas del país inviables económicamente que se sostienen porque la Nación las mantiene en virtud del cobro de impuestos nacionales, sobre todo el arancel a las exportaciones y la deuda pública.

Entonces las provincias que poseen un gran aparato público y la descentralización de sus servicios recaudan a través de la asistencia del Estado central de la Nación. Esto fuerza a los acuerdos y es lo que provoca las grandes oscilaciones ideológicas que tienen los gobernadores de acuerdo a quienes estén gobernando el país.

Pensar y construir una Argentina socialista requiere abandonar ideas que no son necesariamente útiles, como la del federalismo. Lo que necesitamos es relanzar esta estructura nacional sobre nuevas bases, en las que primen las necesidades humanas y no el bolsillo de los patrones y sus gobernantes.

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