Comienza un nuevo año y nos vemos obligados a realizar un análisis de la política revolucionaria mundial y de la que comprende a nuestro país. Actualmente, la izquierda y la política en las calles retrocedieron al siglo XIX cuando los problemas que nos están explotando son los del siglo XXI.
El mundo moderno de la revolución y el cambio arranca a fines del siglo XVIII. Con la revolución americana y la Revolución Francesa comienza un torrente muy importante que llega hasta el período de entreguerras. Este afluente que va haciendo caer regímenes, países y gobiernos termina con la Segunda Guerra Mundial, cuando la cosa se empieza a estabilizar.
Lo interesante de ese momento del cual somos herederos es que aparece la noción de la revolución. Antes no existía esta idea. En los siglos anteriores encontrábamos la noción de la rotación, la repetición, pero no el pensamiento de que el futuro podía ser diferente del pasado ni que la humanidad podía cambiar el mundo. No es que no hubiera revolución, pero no se la pensaba como tal.
Y una segunda cuestión importante es la fuerza de las ideas. Cuando la humanidad en su conjunto empieza a entender que hay algo que se llama revolución y que se puede llevar adelante, las cosas se hacen diferentes. Ahí hay un cambio de contenido. En el principio de ese torrente hasta fin del siglo XIX, básicamente, la dirección es la burguesía que es la que quiere crear una República. La clase obrera que participa de esas revoluciones lo hace en alianza con la burguesía porque quiere ser ciudadana. En ese momento, aparece la palabra democracia que los socialistas de ese entonces y el proletariado hacen suyas porque significaba que la clase obrera entraba en la República.
Esto cambia de contenido a finales de ese siglo. La alianza se empieza a desvanecer y la clase obrera comienza a tomar las riendas. Ya la Revolución Rusa es, básicamente, obrera y busca no la democracia sino el socialismo. Hay un cambio de contenido. Pero luego llega la posguerra donde hay una estabilización capitalista. Aparece la revalorización de la democracia y se observa un retroceso muy fuerte de la izquierda en términos políticos que se refugia en la cosa más teórica, en la Academia y en el arte. En el pensamiento de estos sectores surge una pérdida de la confianza ya no en el capitalismo sino en la civilización. La revolución está afuera. Florece el nacionalismo, el indigenismo y el campesinismo.
La ligazón que empieza a tener la izquierda con la pequeña burguesía la lleva al tema de la guerrilla. Y en la crisis de fines de los 60, en donde también se da un proceso revolucionario, llega peor armada que en el período anterior. Así, sufre una derrota muy aplastante que se agrava con la caída del Muro de Berlín. Lo que uno llamaría la contrarrevolución de los 80 y los 90 donde en términos políticos la izquierda prácticamente desaparece y en términos ideológicos incluso la idea de que existe la realidad, es decir, el mundo ya es un relato. Nadie puede transformarlo porque no lo conocemos.
Por eso ante la crisis de comienzo del siglo XXI podemos ver un retroceso muy notable. Esto se trasluce en los levantamientos en América Latina del 2000 al 2003 que tiene su correlato en Asia y África con la Primavera Árabe, y en Europa y EE.UU. con los “indignados”. Y en este cuadro general, el caso argentino no es la excepción.
A diferencia de lo que ocurría en el período de entreguerras, estos últimos movimientos o levantamientos muestran una especie de revolución ciudadana: “mis derechos”. Hay una regresión muy importante. Y no es que falten las oportunidades porque si algo traen las crisis son las actualizaciones. Por ejemplo, hoy en día estamos en un estado de rechazo de la política burguesa. El problema en este caso es que o no hay nada del otro lado o lo que encontramos no parece estar a la altura.
Si nos centramos en el caso argentino, vemos que nuestro país también participa de estas tres oleadas que mencionamos. En la entreguerra, el Partido Comunista, un partido revolucionario de masas muy importante no logra hacer pesar toda esa construcción en términos políticos por distintas cuestiones. En los 70 ́ se reconstruye con las debilidades del pensamiento de posguerra, pero se le suma como barrera el peronismo.
En la tercera oleada vemos la experiencia más avanzada para nuestro país, el Argentinazo, pero se parte de muy atrás porque la consigna de “¡que se vayan todos!” si bien inicialmente puede ser importante después remite al problema de la ciudadanía y la representación, no a la cuestión de qué clase social gobierna. Y además en el 2001, la ventana se abrió por un período muy breve y enseguida la clase dominante en la Argentina se recompuso, cooptó los movimientos que tenía que cooptar y reforzó las figuras de los 90.
Los partidos de izquierda, del 2001 para acá, se transformaron en una izquierda del siglo XIX, que sólo busca la ciudadanía. Y, por lo tanto, va en alianza con la burguesía: el kirchnerismo. También, quiere buscar restablecer el pasado, no busca el futuro. En esta tercera ola, el kirchnerismo logró tercerizar al sujeto del Argentinazo (la sobrepoblación relativa) con las organizaciones sociales que reparten bolsones y planes. Esto muestra cuánto cayó la clase obrera y cuán débil es el vínculo con ella. Actualmente, asistimos a un malestar importante al que hay que combatir proponiendo un futuro posible: Corea + Suecia.