Por Fernando Dachevsky – La burguesía construye sus propios héroes. Suele suceder que en distintos países se exalte la figura de ciertos personajes a los cuales se les adjudica cierta excepcionalidad. En EE.UU., por ejemplo, generaciones de niños y jóvenes han sido adoctrinados con el “ejemplo” de Henry Ford. El caso es que a estos individuos se les reconoce un carácter emprendedor, obstinado e innovador, lo cual los coloca como modelos a seguir. Argentina no es la excepción. Los relatos industrialistas locales suelen enarbolar figuras de este tipo. La singularidad es que aquí se trata, en su mayoría, de burgueses que fracasaron. Lo que se destaca, entonces, no es su “éxito”, sino haber dado batalla a los capitales más poderosos, llámese oligarquía, imperialismo o capital financiero. Se construye así una imagen idealizada del fracaso. Así, estos personajes son considerados como verdaderos defensores de los “intereses nacionales”, léase con ello, los intereses de toda la población. Se busca provocar una identificación común entre obreros y sus explotadores locales. En este sentido, en el imaginario nacional y popular, el General Enrique Mosconi ocupa un lugar central. Reúne todas las cualidades necesarias: con YPF organizó una empresa integrada -única en Latinoamérica-, logró incrementar sus actividades y presentó sus esfuerzos como un combate contra el capital extranjero. Además, si bien el proyecto de empresa estatal fracasó en el largo plazo, durante un largo tiempo gozó de cierta salud. Para una burguesía nacional en decadencia, figuras como Mosconi cobran relevancia en el contexto de un gobierno que busca alimentar el sueño industrialista. Según sus admiradores contemporáneos (Pino Solanas y su grupo MORENO e incluso la izquierda que se revindica revolucionaria, como el PCR), la clase obrera debiera aspirar hoy a la aparición de patriotas como él. Veamos entonces la obra de Mosconi y cuán (poco) progresivo fue para la clase obrera.
YPF y Mosconi
Luego de finalizada la Primera Guerra Mundial, el petróleo se había consolidado como recurso que gradualmente sustituía al carbón en el abastecimiento energético. En los primeros años de la década de 1920, debido a la necesidad de impulsar la producción de los pozos fiscales, se decidió reestructurar la administración de la Dirección General de Explotación del Petróleo en Comodoro Rivadavia reemplazándola por la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. En octubre de 1922, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, el General Mosconi asumió la dirección general de YPF. Bajo su dirección, se consolidó la explotación estatal. Si bien no se alcanzaron sus metas de exploración y producción, crecieron de manera significativa. Hacia 1930, la producción estatal fue un 240% superior a la de 1922 y la perforación quintuplicó los niveles de ese año. La empresa estatal se convirtió, progresivamente, en el vector de la producción nacional de petróleo. La construcción de YPF fue presentada por Mosconi y los nacionalistas de la época como una necesidad para romper con el dominio de los capitales privados extranjeros. Los nacionalistas actuales toman sus declaraciones contra la Standard Oil como bandera. Autores maoístas como Dávila, ven en Mosconi la expresión petrolera de las aspiraciones industrialistas de la burguesía nacional y constituye la base sobre la cual el PCR elabora su tesis del doble carácter de Irigoyen: por un lado impotente para hacer frente a las tareas agrarias y antiimperialistas, pero, por el otro, receptor de “las aspiraciones industrialistas de sectores de la burguesía nacional que se vieron reflejadas en la cuestión petrolera”. Dado que: “La defensa de los interesas nacionales expresada entre otros por los generales Mosconi y Baldrich fue respaldada por el gobierno”.1 Es interesante observar que incluso autores antinacionalistas y defensores del capital privado, como Gadano, incurren en una reivindicación de Mosconi. Dicho autor le reconoce el haber construido una empresa petrolera estatal que funcionaba de manera eficiente y que, por lo tanto, habría sido competitiva. Sin embargo, su argumentación incluye una serie de elementos que desmitifican la visión construida por el nacionalismo. Por ejemplo, Gadano advierte que sus ataques a la Standard Oil no le impidieron cerrar importantes pactos para la comercialización de la producción local, particularmente a partir de la construcción de la destilería de La Plata, en 1925.2 Es en lo referido a la política obrera donde la falsa oposición entre el capital estatal nacional y las petroleras extranjeras se evidencia de manera más clara. Los nacionalistas tienden a resaltar la idea de que, a diferencia del capital privado, la empresa estatal garantizaba beneficios sociales para los obreros. Sin embargo, en este caso no puede marcarse que haya sido así. Suele señalarse que Mosconi promovió la construcción de viviendas y el abaratamiento de los alimentos para los trabajadores de petroleros. Sin embargo, estas medidas eran necesarias para la instalación de los yacimientos, pero tenían como contracara una dura represión frente a cualquier tipo de conflicto. El control y la vigilancia sobre los obreros eran rigurosos. En 1923, Alonso Baldrich (militar designado como administrador de Comodoro y mano derecha de Mosconi) emitió una circular dirigida al personal donde advertía: “No toleraré apatías e inercias, vicios o hábitos, no he de permitir círculos ni divisiones que sean fuente de discordia”.3 Publicaciones de la época señalaban la existencia de “apuntadores que funcionan a manera de policía secreta como en tiempos de la mazorca”.4 El ejemplo más claro del carácter antiobrero de la dirección de YPF fue su reacción frente a la huelga de 1924. En mayo de ese año se sancionó una ley de jubilaciones que provocaba una reducción salarial. Esto desembocó en una huelga que alcanzó a Comodoro, convocada por la Federación de Obreros Petroleros. Frente a esta situación, Mosconi buscó amedrentar a los trabajadores solicitando el envío de buques de la armada para reprimirlos. No obstante, la amenaza no surtió efecto: sólo el 10% de los trabajadores regresaron a sus puestos de trabajo. Pocos días después, el Poder Ejecutivo daría marcha atrás con la ley. Pero Mosconi seguía obstinado en doblegar la movilización obrera y solicitó el envío de agentes de policía de la capital, para que identificaran y eliminaran a los instigadores. En julio de ese año, la expulsión de dos dirigentes gremiales provocó un nuevo cese de actividades en toda la región de Comodoro. La huelga no pudo sostenerse y prácticamente todos los que participaron, en su mayoría españoles, fueron despedidos. La intención del general era clara: “adoptar medidas enérgicas a fin de alcanzar una depuración completa de elementos perturbadores”. Frente al temor de que el despido de trabajadores provocara represalias contra las empresas particulares, nuestro héroe nacional y popular colaboró “facilitando embarque de personal no deseable hasta donde lo permitía la capacidad de los buques”.5 Así, más de mil quinientos obreros fueron embarcados. Finalizada la huelga, Mosconi prosiguió con la persecución de los trabajadores de Comodoro prohibiendo las reuniones sindicales y la circulación de periódicos gremiales. La derrota de 1924 se tradujo en una fuerte desmovilización. Sin embargo, el accionar represivo de Mosconi volvió a cobrar notoriedad tres años después. El asesinato de dos obreros anarquistas en Estados Unidos desató una serie huelgas de solidaridad en varios países de Latinoamérica. Los obreros de Comodoro, en su mayoría de empresas privadas6, se plegaron al movimiento con un cese de actividades el 6 de agosto. Si bien la huelga no afectaba directamente a YPF, Mosconi reaccionó contra esta medida. En solidaridad con los capitales privados, hizo desembarcar las tropas de dos acorazados de la marina, que se encontraban cerca de la costa, para romper la huelga. Unos doscientos obreros fueron detenidos y por lo menos uno resultó muerto.7 La reacción de Mosconi provocó que los trabajadores del yacimiento lo comparasen con militares como Miguel Primo de Rivera.8 En el otro gran yacimiento de entonces, Plaza Huincul, observamos que la política obrera de Mosconi también era similar. Decía el periódico Ultima Hora al respecto: “El General Mosconi transformó Plaza Huincul en un feudo terrible y pavoroso. Castigóse a los obreros que trabajan en las distintas dependencias sin que nada ni nadie (las leyes ni las autoridades) pudieran protegerlos. Imperó en Plaza Huincul la ley absoluta del gran garrote que esgrimía el director de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, dictador, inflexible y torpe”.9 En el marco de estos conflictos, Mosconi procedió, a su vez, a la “argentinización” de los yacimientos. Es decir, implementó medidas tales como la prohibición de hablar en otros idiomas que no fueran el castellano y al reemplazo la mano de obra europea por argentina proveniente en su mayoría de Salta, Jujuy y Catamarca. Mientras que en 1923 el 80% de los trabajadores de Comodoro Rivadavia eran extranjeros, para 1930, su participación se redujo al 20%. Esta intervención no tuvo otro fin que expulsar a los dirigentes sindicales y a los obreros más politizados, en esta época, la mayoría inmigrante.10
Rompe huelgas nac&pop
En el imaginario nacional y popular, YPF siempre constituyó un bastión de la burguesía nacional y del antiimperialismo criollo. A cargo del General Mosconi es cuando este rol habría sido ejercido con mayor virulencia. Lo idealizan al presentarlo como un Robespierre enfrentado a los trusts privados. El golpe de 1930 se presenta, por su parte, como una “domesticación” de YPF. Sin embargo, durante esta etapa hubo acuerdos y diálogo con las compañías particulares. El enfrentamiento discursivo entre la dirección de YPF y la Standard Oil siempre se dio desde un mismo lugar: en contra de los trabajadores. Lejos de representar un beneficio para estos, la empresa estatal se construyó apoyándose en su derrota. Mosconi no vaciló en asistir a las compañías privadas para romper las huelgas. La solidaridad de YPF fue siempre hacia el capital, sin importar su nacionalidad. Y su “jacobinismo” fue utilizado con signo inverso: mientras la furia de Roberspierre exigía la cabeza del Rey en nombre de los explotados, el ímpetu de Mosconi reclamaba la de los obreros, en nombre de los explotadores.
Notas
1Programa del PCR aprobado en el 10º Congreso, citado en Dávila, Nestor: “La Argentina y su petróleo”, Política y Teoría. Revista del comunismo revolucionario de la Argentina, agosto/octubre, 2006, p. 44.
2Gadano, Nicolás: Historia del petróleo en la Argentina. 1907 – 1955: desde los inicios hasta la caída de Perón, Edhasa, 2006, cap. 4.
3Idem, p. 183.
4Revista Petróleo y Minas, enero de 1924, en Gadano, Nicolás: op. cit., p. 200.
5Comisión Administrativa: Acta 498, 10/08/1924, en Gadano, Nicolás: op. cit., p. 182
6Gadano, Nicolás: op. cit., cap. 4.
7Solberg, Carl: Petróleo y nacionalismo en la Argentina, Hyspamérica, 1986, cap. 4.
8Primo de Rivera fue un militar que gobernó España de 1923 a 1930. Su gobierno suspendió todas las garantías constitucionales y declaró ilegales a los sindicatos. Véase la comparación en La Protesta, agosto 16 de 1927, en Solberg, Carl: op. cit., p. 152.
9Última Hora, 13/12/1928, citado en Gadano, Nicolás: op. cit., p. 184.
10Gadano, Nicolás: op. cit., cap. 4.