Por Juan Kornblihtt – Las paredes pintadas con consignas socialistas coexisten con cientos de propagandas de diferentes marcas nacionales e internacionales. Este es el escenario cotidiano de las calles de Caracas. Está claro que en Venezuela no hay socialismo y que tampoco las reformas que implementa Chávez apuntan en ese rumbo. Sin embargo, a partir de la nacionalización de la renta petrolera (en un contexto de fuerte alza del precio del petróleo), obtuvo un margen de maniobra muy amplio que le permite satisfacer las demandas planteadas por las sucesivas insurrecciones. Su política lo llevó a enfrentamientos con capitales imperialistas y de la burguesía local más concentrada, que en sus ocho años de gobierno le valieron un golpe de Estado y un lock out patronal, a la par de una situación de crisis política permanente. Los beneficios otorgados a la clase obrera se implementan a partir de una fuerte inyección de recursos directos del Estado. La administración Chávez llevó el gasto social de un 8,2% del PBI en 1998 a un 13,6 en 2006, a lo cual se le suma un 7% más, destinado a los mismos fines en forma directa por PDVSA, alcanzando más de un 20%.1 Esto permitió reducir la pobreza y la desocupación. Asimismo, mejoró las condiciones de vida. como se ve en la evolución del índice de desarrollo humano (gráfico 3). Pero, como muestra la nota de Manuel Sutherland en estas páginas, la burguesía también se vio beneficiada, y con creces. Incluso su porción en la apropiación de riqueza (ver gráfico 4) se amplió a partir de la llegada de Chávez al poder. Esto le permitió a Chávez conseguir aliados entre los capitalistas, tanto nacionales como internacionales. Se trata, en definitiva, de un bonapartismo, con un discurso radicalizado, que intenta mediar en las clases en lucha, conteniendo la movilización revolucionaria de las masas y enfrentando la necesidad del capital desplazado de reestablecer el orden.
Falsos fantasmas
La posibilidad de desarrollo de un capitalismo nacional basado en una alianza de la burguesía local con la clase obrera demostró su fracaso a lo largo de la historia. Parece potente en ciertos ciclos expansivos, pero su futuro está atado a las contradicciones insolubles del capitalismo. La burguesía ante la crisis deberá avanzar sobre la clase obrera. Sin embargo, los teóricos del socialismo del Siglo XXI2 plantean que el bonapartismo se puede sostener en el largo plazo y que el problema del futuro de Venezuela no está en el control de los medios de producción. Se ilusionan con la posibilidad de construir una vía venezolana al socialismo sin necesidad de expropiar a la burguesía. Así, sostienen que el principal problema que afronta Venezuela no es la construcción de una organización revolucionaria de la clase obrera, sino evitar que se consolide una burocracia estatal que lleve al país por el camino del stalinismo. Como remedio frente al posible estancamiento de la revolución, anteponen la democracia y la participación directa en abstracto, a la necesidad de expropiar a la burguesía. Apelan a la participación directa sobre aspectos cotidianos, tomando el fracasado ejemplo del presupuesto participativo de Porto Alegre, como objetivo fundamental. A la par de estas propuestas, desarrollan una apología del pequeño capital y del cooperativismo o el desarrollo cogestionado entre capital, Estado y trabajadores. Al Estado obrero, le contraponen la necesidad de llevar adelante empresas “sociales”, en donde la comunidad decida los planes de producción y administre las ganancias.
Lucha ideológica
En la VI Cumbre Social por la Unión Latinoamericana y Caribeña organizada por el Parlatino (Parlamento Latinoamericano), del 31/7 al 4/8, tuvimos la oportunidad de discutir estas posiciones. Allí, explicamos que la ilusión de construir un capitalismo solidario basado en pequeños capitales o cooperativas había fracasado a lo largo de la historia, siendo la experiencia argentina con el peronismo una de las expresiones más elocuentes. Planteamos que el reformismo era un período agotado y que no existía la posibilidad de un capitalismo humano en contraposición al neoliberalismo. A la vez, marcamos que los teóricos del socialismo del siglo XXI cometían graves errores en la caracterización de las causas de la consolidación del estalinismo en la URSS. El problema no fue de carácter “democrático”, sino el estancamiento de la revolución a escala mundial. Sostuvimos que la estrategia de no discutir el avance de la expropiación de los medios de producción, en manos de un proletariado organizado en forma independiente de la burguesía, y centrarse en la democracia, era una forma de desviar la discusión. De resultas de esa intervención, pudimos ver que, aunque con mucho peso, gracias al fuerte apoyo estatal recibido, los teóricos del socialismo del siglo XXI no son los únicos participantes en la lucha ideológica que se libra en el seno de la clase obrera venezolana. En este sentido, aceptamos gustosos la invitación a participar como expositores en el congreso de fundación de la Asociación Bolivariana de Economistas Socialistas (ABES), a realizarse en octubre, cuyo objetivo es dotar de verdaderas armas científicas, es decir marxistas, al proceso actual.
Notas
1Weisbrot, Mark y Luis Sandoval: “La economía venezolana en tiempos de Chávez”, CEPR, julio de 2007 en http://www.cepr.net
2Se destacan entre ellos Heinz Dietrich, Martha Harnecker y los intelectuales nucleados en el Centro de Investigaciones Miranda, al cual Chávez les dio el lugar “oficial” de críticos de la revolución bolivariana.