Guzmán, el liberal

en Novedades

Por Eduardo Sartelli

La entrevista de Pagni a Martín Guzmán resulta muy reveladora de la concepción profunda de la economía que corresponde a eso que se suele llamar «heterodoxia», «keynesianismo» y variantes por el estilo. Recordemos que el keynesianismo participa de la teoría (generosamente hablando) subjetiva del valor, aquella que supone que el origen del valor está en el sujeto, no en el objeto. Junto con austríacos y neoclásicos, en una mirada simplificada del problema, el keynesianismo constituye el núcleo de variantes de la «teoría». Esas variantes responden a una diferencia en la concepción del sujeto. Puede construirse, entonces, una historia de la «teoría» describiendo una verdadera Odisea del sujeto. En su variante neoclásica, el sujeto es cognoscible, su comportamiento, por lo tanto, es predecible. Dado que el sujeto es racional y despliega una conducta esperable, la economía, que no es más que la expresión de los comportamientos del sujeto, es predecible también y puede, por lo tanto, constituirse en ciencia. Los austríacos, por su parte, rechazan este punto de partida. No se puede saber qué pretende el sujeto. En última instancia, solo conocemos resultados, de allí, la imposibilidad de toda intervención. Solo el sujeto conoce al sujeto. En esta perspectiva, el sujeto se atomiza: si el sujeto neoclásico es cognoscible, es porque es UNO. Es EL sujeto. El sujeto austríaco es el individuo. En sentido estricto, no hay un sujeto sino sujetos. De allí que lo correcto es dejar todo como está, no pretender ninguna forma de intervención, porque todo intento en tal sentido es autoritarismo. No es extraño, entonces, que se vincule a esta corriente (y sus subvariantes) con el anarquismo (y a ambos con Nietzche, una historia que contaremos algún día). Los neoclásicos suponen que una serie de invariantes determinan, dada la conducta necesaria del sujeto, un movimiento estable de la economía. Se trataba de evitar, entonces, que alguien hiciera «trampa» en el libre juego del mercado. De allí, la necesidad de un cierto grado de intervención: las leyes anti-monopolio, por ejemplo. Desde una perspectiva austríaca, tal intervención es una arbitrariedad. Socialismo.

En esta odisea del sujeto, el keynesianismo coincide con sus compañeras de ruta, solo que por motivos distintos en cada caso: con los neoclásicos, en que la economía puede estabilizarse y regularse de algún modo, solo que esa intervención no debe limitarse a garantizar la libre competencia. En realidad, el sujeto keynesiano no es transparente, aquí coinciden los seguidores del Lord de la economía de entreguerras con los admiradores de nazis estilo Von Mises. El sujeto es opaco hasta para sí mismo. De modo que debe imponerse una racionalidad desde afuera, punto en el que se acabó la coincidencia antedicha. Si el ministro de economía neoclásico era algo así como el árbitro de un partido de fútbol y el austríaco el espectador de un combate de «vale tudo», el keynesiano es un deus ex machina que aparece para ordenar el mundo desmadrado con soluciones mágicas. El neoclásico es un padre que fija límites; el austríaco un progenitor ausente; el keynesiano, uno que decide por sus hijos. Si el primero cree que sus muchachos sabrán encaminarse por la buena senda a poco se le indique el camino, el segundo está convencido de que tal cosa es imposible y no tiene sentido. El tercero, en el fondo está convencido de que no tendrán nunca la capacidad para mandarse solos. En todos los casos, la economía es un asunto del orden de lo sicológico.

El discurso de Guzmán revela esta concepción sicologista: la economía es una cuestión de expectativas. Si fuera Milei, Guzmán explicaría que las expectativas se despiertan por la vía del abandono: la eliminación de todo tipo de regulaciones estatales crea un espacio de libertad en el cual, espontáneamente, las variables se acomodan de modo virtuoso. Se trata de una concepción religiosa: vaya y tírese al precipicio, abajo lo espera el colchón de la abundancia. Guzmán no cree en eso, cree que las expectativas DEBEN ser alineadas: un acuerdo político, es decir, externo a la economía, de precios y salarios. ¿Cómo se alinean las expectativas? Muy fácil: mediante un drástico recorte salarial.

Guzmán arranca el reportaje afirmando que entiende que la clave del problema argentino es la inflación. Y que la inflación es un problema de expectativas. Las expectativas se disparan porque no hay un horizonte creíble. No hay horizonte creíble, porque la macroeconomía no se organiza de manera sustentable. No hay sustentabilidad, porque la deuda y los gastos del Estado no responden a criterios de racionalidad elemental, consecuencia de una puja entre agentes que no logran acordar reglas de juego, acicateados por sus necesidades en medio de la crisis. En ese caos, en el que cada uno se comporta según su estrecho criterio individual, alguien tiene que imponer esa racionalidad por fuera de las acciones inmediatas del agente económico. Por eso, Guzmán declara que su programa es el Presupuesto nacional. Y que la clave del presupuesto es la meta de inflación, el famoso 29% con el que lo chucea Pagni reiteradamente. Como explica Guzmán, el 29% es un horizonte de expectativas: vamos hacia eso. En ese camino, se trata de forzar a los agentes a «alinearse». El instrumento económico de la política «keynesiana» de Guzmán es la burocracia sindical peronista. Es la burocracia peronista la que «alinea» las expectativas de los agentes económicos que se expresan como salarios. Puede hacerlo gracias al contexto «cuarenténico» que ha operado como un 2001 encubierto. Las amenazas de controles de precios hacia los empresarios operan en el mismo sentido, solo que de un modo no solo más laxo, sino con una complicidad apenas disimulada. La gran expectativa que «alinea» la de los empresarios, es la brutal rebaja salarial que los sindicatos peronistas están logrando al aceptar el «horizonte» del 29% frente a una inflación que será del 50, por lo menos. Por esta vía, clásicamente keynesiana, ganancias en alza y salarios bajos estimulan, supuestamente, la inversión.

Hay un elemento que conspira contra esta perspectiva idílica para los empresarios: los impuestos. De allí que Pagni le haya hecho notar al ministro, reiteradas veces, que el aumento de impuestos no contribuye a «alinear» expectativas de modo virtuoso, sino más bien lo contrario. Si Guzmán podía reivindicar, de modo oblicuo y entre líneas, el éxito del gobierno en el brutal ajuste salarial conseguido gracias a ese invalorable instrumento de política económica que, como hemos dicho, es la burocracia peronista, y, por lo tanto, el triunfo que significa haber «alineado» esa variable clave, no pudo demostrar lo mismo por el otro lado.

El problema por el cual Guzmán no puede ofrecer a los empresarios algo parecido a lo que Macri les dio mientras pudo (recordemos la rebaja de las retenciones, por ejemplo), se encuentra en octubre. Hay que ganar las elecciones, luego, el gasto «social» no puede reducirse. Por empezar, no se pueden aumentar las tarifas. Luego, impuestos y maquinita. Ello no puede no conspirar contra la «alineación» de expectativas empresarias. Pero octubre no es un problema de los empresarios. Es un problema de Cristina: gana, la «historia» la absuelve; pierde, va presa. Pero que Cristina sea un problema, en realidad esconde otro problema, EL problema: la masa de la población argentina que supone en Cristina un escudo contra el ajuste y la degradación de sus condiciones de existencia. Luego, Cristina y esa masa se necesitan. Se aman, se engañan, se distancian y se vuelven a juntar, porque, en última instancia, el Estado es el instrumento por el cual esa masa se reproduce materialmente, igual que Cristina, solo que en dos niveles muy alejados: unos, en la subsistencia; otra, en la opulencia. Pero si no estuviera Cristina, habría otro/a. Hasta Macri tuvo que cortejar a esa masa estadolátrica, que, como señalaba Marx, solo vive de la caridad pública, porque es población sobrante. Este 2001 subterráneo que resultó ser la cuarentena, ha multiplicado la población sobrante. De allí, el renacimiento del «piqueterismo» (bien que bajo otras perspectivas políticas dominantes, donde la Iglesia ocupa un lugar central), la expansión del mundo cartonero, los comedores populares, las tomas de tierras, etc., etc. Una masa que depende de la «buena voluntad» de quien maneje el aparato del Estado, que, a su vez, mide más o menos, electoralmente hablando, según le vaya en la economía política del «bolsón». Esa masa es difícil de controlar, pero fácilmente controlable. Esta dialéctica contradictoria es un nudo que se desata en cada elección. Dicho de otro modo: el problema económico fundamental de la Argentina se llama «democracia». Es el régimen político mismo el que se constituye en un obstáculo para la realización de las expectativas austríacas, por mucho que, por ahora, los Espert supongan que no necesitan a los Centurión. La democracia burguesa es un instrumento de dominación eficiente, capaz de vehiculizar feroces ataques contra la clase obrera, ataques que una dictadura militar no se atrevería a lanzar. Mediante mecanismos sibilinos, la mezcla de promesas y traiciones, la corruptela y cooptación permanente de dirigentes, la democracia burguesa es un verdadero procesador de consenso criminal: el esclavo le saca el látigo al amo y se golpea solo.

Sin embargo, cuando la crisis alcanza cierto punto, asistimos, necesariamente, a una descomposición del régimen por su propia realización: «Que se vayan todos». En ese punto, la burguesía cae en la cuenta de que necesita otro régimen. La crisis política que atraviesa al mundo «occidental» se encuentra aquí.

Para no ir tan lejos, entonces, baste decir que lo que Guzmán expone en la entrevista es el nudo indesatable de la situación argentina actual o, dicho de otro modo, la imposibilidad de «alinear» las expectativas. O, lo que es lo mismo, la tempestad que se asoma en el horizonte de un país sin expectativas.

Etiquetas:

2 Comentarios

  1. Hace poco vi un video de YT de un profesor (estilo Espert) explicando por qué el marxismo se asienta sobre un error conceptual (la idea de que el valor está en el trabajo) y daba uno o dos ejemplos que parecían tan absurdos y carentes de sentido que daba lástima que el eventual público no le cuestionara nada. Pero bueno, básicamente explicaba esto mismo del valor asentado en la subjetividad. Así que gracias por este artículo, mucho mejor expuesto, y lleno de esperanza, jaja.

  2. mire es buena la nota, creo que la entendi, no se como lo leo , por que soy poblacion sobrante…… pero la realidad es la pura verdad…. espero que el ministro haga el recorrido del 29 , que termina por ahi por olivos…. si le chinga como dice ud con el 50 puede ir a soldati…. a veces pienso que puede ser peor …. puede ir a la matanza con el 56…. ud no entiende nada ….yo tampoco….. pero quien lo entiende al gobierno y eso que metio mano un premio nobel y el supremo….. lo tecnico lo dice muy bien ud… yo voto izquierda sea como y cuando sea

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de Novedades

Ir a Arriba