Seguramente ya habrá oído hablar a los kirchneristas de que se viene un “golpe de estado”. En realidad, es una cortina de humo para tapar lo real: la tremenda crisis que estamos atravesando. La maniobra es clara. Como los laburantes salgamos a luchar por lo nuestro, cosa que muchos compañeros ya están haciendo, nos van a tildar de golpistas.
Lo cierto es que, a pesar de lo que diga el gobierno, la economía está quebrada. Dicen que el Central tiene 40 mil millones de dólares, pero prohíben la compra y le piden a los chinos. La realidad es que no tenemos fondos. El gobierno estuvo arreglando con sus amigos para liberar algunos pesos a fin de meses y crear la ilusión de que el blue baja. En realidad, va cumpliendo con la agenda de los voceros de la devaluación, pero de manera lenta y camuflada para que la cosa no estalle.
Como va haciendo agua por todos lados, se va adelantando a las cosas denunciando un “clima destituyente”. Berni, por caso, acusa a los “troskos” de hacerle el juego a la derecha, tirando gases lacrimógenos en Guernica, rechazando todo acuerdo y provocando la represión con el propósito de generar un muerto. Como ya explicamos, Guernica se podría haber resuelto. Sin embargo, el desalojo se llevó a cabo. Esta situación muestra cómo Cristina buscó demostrar que, si quiere, puede reprimir.
Guernica jugó el papel de instrumento de presión para un acuerdo político. La carta de Cristina con su llamado a la unidad nacional implica que Alberto no es su gobierno, y que el Presidente no puede llevar a cabo lo que ella haría. Entonces, el pacto que propone Cristina consiste en garantizar que ella puede hacerse cargo de la represión, a cambio de que le arreglen sus causas. Dicho de otra manera, Cristina busca su libertad (la de sus hijos y sus secuaces) a cambio de desarrollar la función de represión que se necesita para este ajuste brutal que, en su propia carta, reconoce necesario. Así, ofrece su respaldo político (y el peso que tienen sus votos) a quien tenga una solución, en el marco de un acuerdo.
Esta es la clase dirigente que corresponde a una sociedad que se descompone. Cristina demuestra en esa carta que no sabe qué hacer con el dólar. De la misma manera que observamos a Kicillof asumir sin ningún programa preparado para afrontar, por ejemplo, el histórico problema de la vivienda. Llegan al poder por el poder mismo, con la perspectiva de resolver los problemas como les salga. Estamos en manos de un conjunto de inútiles que está destruyendo el país, y que lo está llevando a una situación de descomposición profunda simplemente por sobrevivir ellos, y darse una vida que de otra manera no tendrían.
En este sentido, Cristina demuestra no tener un programa, y estar dispuesta a “alquilar” su gobierno (así como en los ‘90 lo hizo Menem). Esto se observa en la descomposición de su propia coalición, ya que el acuerdo propuesto le va a costar la caída por izquierda. Es decir, la ruptura con los que le sostienen el “relato”. Ya lo vemos en las críticas que Grabois y D’Elia esbozaron contra el desalojo. Nos encontramos ante un grado de descomposición gigantesca de esa experiencia que llamamos “kirchnerismo”, y nos dirigimos al momento en que el bonapartismo “se baja” por derecha. La candidata a hacer el trabajo sucio es la propia Cristina. Los laburantes tenemos que tomar nota de esto e identificar a nuestros verdaderos enemigos que están en el gobierno y no en una supuesta “derecha” que gana las calles.
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