La identificación dictadura-liberalismo como unión indisoluble es falsa. Los militares no lograron aplicar su plan original, debido a que les resultó imposible desmontar los esquemas de transferencia al capital, como se ve en la política energética. Si quiere conocer por qué YPF es la prueba de que Martínez de Hoz no fue el liberal que hubiese querido ser, lea esta nota.
Betania Farfaro Ruiz
OME-GIHECA
La utopía de una Argentina liberal
La idea que subsiste sobre la última dictadura es que fue el momento de retiro del Estado de la economía, allanando el camino para el neoliberalismo. La presencia de cuadros técnicos de fuerte raigambre liberal, como Martínez de Hoz, contribuyen a fomentar esa noción. Sin embargo, las condiciones de la acumulación en la Argentina, la necesidad de los capitales de contar con fuentes de compensación por su menor escala y productividad, impidieron la implementación del programa liberal. El caso YPF prueba lo contrario de lo que defienden los autores nacionalistas: Martínez de Hoz no pudo aplicar las “recetas liberales”. Por el contrario, el Estado continuó transfiriendo riqueza, a fin de compensar la ineficiencia de la burguesía nacional, como lo venía haciendo.
La preservación de la petrolera como activo estatal respondió a la estrategia de subsidiar la acumulación en un contexto de crisis. La trayectoria de YPF muestra que el liberalismo, aun cuando los funcionarios que adscriben al mismo ideológicamente se encuentran en los organismos de decisión, es una estrategia burguesa inviable en la Argentina.
Borrando con el codo
La crisis de los ´70 limitó la posibilidad de seguir compensando a todos los capitales por igual. A nivel general, luego de racionalización, ajuste y apertura por la caída de renta; el reparto de lo disponible se dirigió con preferencia a la fracción más concentrada. Ejemplo de ello fueron Siderca, Loma Negra, Pérez Companc, Arcor, Shell, Esso, etc.
En este contexto de crisis, el programa económico de Martínez de Hoz se organizó en torno a dos principios elementales: la subsidiaridad del Estado y la apertura de la economía. Con la primera se buscaba minimizar tareas, vía racionalización y reducción del gasto público. Debía restringirse la intervención discrecional, para pasar a hacerlo allí donde el capital privado no estaba interesado o no podía desarrollar alguna industria.
La apertura se dio en cierta medida porque el Estado había mermado su capacidad de transferir riqueza a todos por igual, dada la reducción de los ingresos. Por eso, se desmontaron aranceles y sistemas de compensación a ramas ineficientes, y se concentró en los capitales de mayor escala a nivel interno. El objetivo era eliminar capital sobrante y relanzar la acumulación a partir de los sectores más competitivos y las actividades encadenadas [1]. Esta medida provocó algunas quiebras de capitales ineficientes, incapaces de competir sin los subsidios permanentes. Sin embargo, es falaz afirmar que la dictadura dejó de fijar “tarifas políticas”. Al contrario, continuó financiando el desarrollo de capitales con, entre otras herramientas, la política energética.
Esto despertó críticas entre los liberales, que en un comienzo apoyaron el plan de Martínez de Hoz, pero luego se opusieron. Alsogaray fue uno de los ortodoxos que más despotricó en ese sentido: a pocos meses del golpe criticó el empleo de prácticas de intervención asociadas al peronismo y que poco tenían que ver con la doctrina liberal. En plena crisis de 1981, anunció que la oportunidad de reformar el país se había perdido [2].
Además, el gobierno afrontó conflictos internos. El enfrentamiento entre los defensores del plan (Videla y el ministro de Interior Harguindeguy) y sus detractores (Massera) se resolvió con la salida de Massera en 1978. El propio Martínez de Hoz reconoció la existencia de frentes de resistencia, incluso en el propio gobierno, al plan de privatizaciones:
“Han sido grandes y diversas las resistencias encontradas: la del personal de conducción y empleados de las empresas a privatizar, la de sectores privados que venden equipos, materiales o servicios a esas empresas: la de sectores de las Fuerzas Armadas relacionados con actividades fabriles, la de ciertos grupos sindicales y políticos” [3].
Todas las críticas contemporáneas resaltan, con otras palabras, un aspecto fundamental del Estado: su carácter de sostén de la acumulación. Rol que ha desempeñado históricamente y bajo diversas administraciones. El conjunto de sujetos disímiles que se oponen a las privatizaciones deja en claro que una gran cantidad de actividades sobrevivía gracias a las transferencias del Estado.
La importancia de la intervención resulta crucial para comprender el derrotero del capitalismo argentino. Sin las transferencias (de renta de la tierra o de deuda externa), la industria local no podría sostenerse. Si la Argentina parece más de lo que es, es gracias a este esquema de transferencias. Esta cuestión elemental escapa del análisis de los liberales, pero también de los defensores de la industria nacional. Ambos conciben la realidad por medio de modelos que idealizan la realidad, sin ver este fenómeno que explica el desarrollo económico argentino.
Nafta para todos
Es en este contexto que se inserta el rol de YPF bajo la dictadura militar. Existe la idea de que durante este período fue vaciada y endeudada para beneficiar la especulación financiera, perdiendo su rol de empresa estratégica para beneficiar la acumulación. Pero un análisis más profundo muestra que no fue así. La negativa a privatizar YPF guarda relación con la política de transferencias para el capital. El golpe no significará un cambio en la transferencia de renta petrolera. Lo que pudo modificarse fue la importancia de algunos mecanismos, como fue el precio del combustible [4]. Durante gran parte de la dictadura, se vendió combustible barato, aun a costa de afectar la rentabilidad de la empresa. La fijación por debajo del precio de referencia internacional para la apropiación de renta petrolera no resultó un mecanismo novedoso. Hacia mediados y fines de los ’60, se utilizó como forma de transferencia al mercado interno. Durante varias décadas, por ejemplo, se subsidió al fueloil para generación de electricidad. En ese sentido, la dictadura no quebró la continuidad del rol de YPF como transmisor de renta. El propio Martínez de Hoz confesaba la imposibilidad de proceder de otra forma:
“En el caso de algunos productos o servicios, cuyo costo es relativamente menor en el país en comparación con el mercado internacional (por ejemplo: petróleo crudo), hemos cuestionado que la empresa pública respectiva se apropie para sí ese beneficio entre el menor costo nacional y los precios internacionales que, en realidad, corresponde a la comunidad” [5]
En efecto, la creciente transferencia de renta petrolera, que en la dictadura y hasta mediados de los ’80 alcanzó un pico histórico (solo superado por la última década) fue posible gracias al notable aumento de precios del crudo en 1973-1983. Mientras que el promedio durante el tercer peronismo fue de 50,76U$S por m3, en los años de la dictadura fue de 155,33. Esto permitió disponer de una masa mayor de recursos para transferir a los capitales que acumulaban en el mercado interno, ya por la venta subsidiada de crudo a refinerías y procesadoras como por los combustibles para el mercado interno a bajo costo. Esto acompañó a otras vías de transmisión, que fueron la concesión de áreas a contratistas y la compra de insumos por encima de su precio internacional.
En consecuencia, la dictadura siguió financiando la acumulación de capital de manera general. No solo mediante formas ya utilizadas, como los programas de promoción industrial y subsidio a las exportaciones [6], sino como vimos en este caso, también por medio de la venta de combustible barato. Ello resultaba en energía accesible para el capital y, de paso, contenía el salario al entrar dentro de la canasta obrera. Además, con especiales beneficios para ciertos capitales (por concesiones y compra de insumos). Para ello, el gobierno precisó conservar una YPF estatal. Mientras generó riqueza para la burguesía, la petrolera fue un botín que la burguesía no estaba dispuesta a ceder. Más tarde, cuando se convirtió en una carga y los costos de mantenerla superaron a sus beneficios (durante los ’90), sencillamente fue privatizada.
Liberales populistas
YPF prueba que la Dictadura no pudo aplicar el programa liberal. Sencillamente, porque este no tiene bases en la Argentina. Si bien Martínez de Hoz aplicó medidas de racionalización, ajuste y apertura, no pudo avanzar sobre la privatización de los activos del Estado, que tuvieron un funcionamiento estratégico para la burguesía local. La explicación reside en la naturaleza del capital en Argentina: más pequeño e ineficiente, precisa transferencias constantes para sostener su acumulación. YPF funcionó como uno de los combustibles de este proceso. Como empresa rentable, que proporcionaba una ganancia extraordinaria factible de ser apropiada, la petrolera se endeudó y vendió combustible a pérdida para sostener, en medio de la crisis de los ’70, la acumulación.
La inviabilidad del liberalismo se basa en que propone medidas que ni la propia burguesía está dispuesta a aceptar. La idea de un estado mínimo es inimaginable, ya que este es el que garantiza las condiciones objetivas para la reproducción del capital.
En este sentido, el liberalismo comparte con el reformismo un ideal de sociedad que no es aplicable. Por eso, la opción para los trabajadores no puede ser otra que un programa revolucionario que termine de una vez por todas con el despilfarro de riqueza que esta sociedad genera.
Gráfico 1
NOTAS:
1 Spagnolo, Alberto y Cismondi, Oscar: “Argentina: el proyecto económico y su carácter de clase”, en AAVV: La Década Trágica, Ed. Tierra del Fuego, Buenos Aires, 1984.
2 Vicente, Martín: ¿Tú también bruto? Criticas liberales a un modelo liberal: el plan de Martínez de Hoz según Alsogaray, Benegas Lynch y García Belsunse en La Prensa (1976-1981), UNGS, pp. 2-11.
3 Martínez de Hoz, Jorge: Bases para una Argentina Moderna. 1976-1980, Buenos Aires, 1981, p. 53.
4 Farfaro Ruiz, Betania: “Petróleo nacional y militar. YPF, la Dictadura y su rol en la transferencia de renta a la burguesía”, en El Aromo, n° 70, enero-febrero de 2013.
5 Martínez de Hoz, op. cit, p. 45.
6 Baudino, Verónica: “Esperando el milagro. La incapacidad de los subsidios para modificar la estructura exportadora”, en El Aromo, n° 39, 2007; y “¿Nuestros aliados? La relación entre la industria nacional y la dictadura militar”, en El Aromo, n° 50, 2009.