El peor sometimiento. Sobre “Siete hipótesis sobre una estética de la liberación” de Enrique Dussel

en Aromo/El Aromo n° 115/Novedades

La decadencia del capitalismo obliga al mismo capital a buscar respuestas a los problemas que genera que eludan responsabilizar a las relaciones sociales de los males sociales. Si no es posible decir que éste es el mejor de los mundos posibles, como en los 90, es bueno para el capital encontrar quien diga que los problemas no son causados por el sistema capitalista sino por alguna cuestión lateral. Tanto mejor si esa cuestión ya ha sido superada históricamente. Y por lo tanto se construye un enemigo actualmente inexistente, y conocido. A eso apunta en nuestros países independientes la lucha contra el colonialismo en el siglo XXI.

Ricardo Maldonado – GCP (Grupo de Cultura proletaria

Golpeando al enemigo muerto

A las burguesías menores encontrar un enemigo pretérito le resulta tan útil como alentar una vuelta al pasado como solución. Y por paradójico que parezca, se pueden alentar ambas propuestas (seguir luchando contra problemas superados y pretender volver al pasado) simultáneamente. El colonialismo cumple esos requisitos. La elección del colonialismo como enemigo tiene ventajas evidentes para la ideología burguesa. En primer lugar, a diferencia del capitalismo, el colonialismo es unánimemente reconocido como negativo. Toda la educación burguesa lo dice y lo expresa. Es así porque la ruptura de los lazos coloniales es el gran logro de las burguesías nacionales que se han constituido como tales a través de esa ruptura. En muchos de los casos latinoamericanos, de manera revolucionaria. El propio estado burgués instalado luego de la inestabilidad post revolucionaria se ha ocupado de repudiar el colonialismo desde sus escuelas y de entronizar como próceres admirados a los revolucionarios independentistas (aunque limándoles el filo).

En términos políticos actuales el “colonialismo” es una vaguedad que carece de sentido. Consiste en la afirmación de que no hay decisiones soberanas de la burguesía propia. Y a toda decisión de esa misma burguesía se la tilda de no soberana, es decir un razonamiento circular y falaz. Pero, por dar dos ejemplos contrarios de gran porte, las dos dictaduras mas sangrientas del cono sur que se suponen cómo el epítome del neocolonialismo, sin embargo, desoyeron a la “metrópoli”: la de Videla se negó a dejar los negocios de la burguesía argentina con Moscú durante el bloqueo yanqui, y la de Pinochet a reprivatizar el cobre. En ambos casos los intereses de las burguesías locales prevalecieron, mientras se mantenía el acuerdo con los del norte sobre la represión sangrienta a los trabajadores. Si el combate con este enemigo inexistente es el centro de una de las dos ideologías burguesas más populares, en esta nota abordaremos a esta corriente en el plano cultural y estético, a través de las “Siete hipótesis sobre una estética de la liberación”[i] de Enrique Dussel.

Lo que tiene de útil abordar pocas hipótesis es que se supone que dejan de lado lo accesorio para concentrarse en lo principal, despejando el trabajo de selección de la crítica, que en parte la realiza el propio autor. Así lo conciso gana en precisión y se libera de caminos laterales. Trataremos de mostrar que esta estética no es una estética sino una justificación desde un sesgo cultural, de burguesías menores. Y que como toda apuesta a favor de alguna fracción de los explotadores, su consecuencia es cerrar cualquier vía de acceso a una política, una acción, un programa y una estética, revolucionaria y clasista.

Hay muchos más aspectos para cuestionar de la estética de la liberación: su exagerada atención a las cosas naturales, su sobredimensionamiento del carácter sintético y unitario de la sensibilidad humana, la negativa a considerar el tiempo y la acción humana en su dimensión constructiva de la experiencia estética, (y como consecuencia la poca atención prestada a la cuestión del tiempo libre y los trabajadores, es decir a las relaciones sociales burguesas) y el enaltecimiento de la contemplación por sobre la producción. Pero no sólo por una cuestión de extensión sino también de método vamos a abordar dos aspectos centrales: Su fundamentación teórica, que nos lleva a sus antecedentes (y la función que éstos han cumplido en su momento) y sus ejemplos prácticos que nos permiten concretar y criticar lo que en términos abstractos tanto sirve para un lavado como un fregado.

Pidiéndole letra a un nazi

La estética de liberación, no tan extrañamente, tiene una fundamentación europea. Básicamente en el pensamiento griego interpretado por el filósofo nazi Martín Heidegger.

“El punto de partida ontológico de toda estética posible. Se trata de la apertura, la posición (Einstellung diría E. Husserl) primera, la facultad que des-cubre los fenómenos originarios de lo que llamaremos belleza”

“se sitúa así el ser humano ante las cosas reales del mundo, los fenómenos, implicados por distintas maneras de afectar la subjetividad mundana del que vive dicho mundo. (…) Puede llamarse dicha apertura que afecta la corporalidad unitaria humana una comprensión del ser del mundo que es simultáneo a un querer-vivir-en-el-mundo. La áisthesis es la apertura al mundo des-cubierto como bello”

“Heidegger habla del “in-der-Welt-sein” (“ser-en-el-mundo”). Rodolfo Kush, filósofo argentino alumno de

Carlos Astrada, que reflexiona sobre la ontología de los pueblos originarios, explora la diferencia del castellano entre “estar” y “ser”. Adoptamos todavía en este caso, sin embargo, “ser”, pero como una posición ontológica que expresa permanencia y espacialidad (como el “estar” castellano).

“Lo interesante es que Heidegger parte ya del ser animal como anticipo del ser humano. Hay que desarrollar estas intuiciones en la estética.”

“M. Heidegger puede así distinguir el ser-en-el-mundo como posición originaria del ser humano (el Dasein), del momento fenomenológico de ponerse en el mundo constitiuyendo las cosas del mundo en un cierto sentido, es decir, como ego cogito.”

Dado que el propio Heidegger se pretende un heredero, un lector, del pensamiento griego (antes de su contaminación posterior por la metafísica occidental) se nos presenta con bastante transparencia que la estética de la liberación es, ya desde este comienzo, un refrito, con aspiración localista, de una estrategia trillada: la de leer el presente como la creciente degeneración de la vida intelectual y social. Una caída. Y que las soluciones para el futuro (el detenimiento y reversión de la degeneración) se deben buscar en el pasado. El problema no está en la percepción de la decadencia (quién no la percibe en nuestro país) sino en la negativa furibunda a la superación futura. Todo lo deseable está en el pasado, todo debe buscarse ahí. Este mecanismo de la caída como explicación final de la vida social explica que el decolonialismo no repudie (como tampoco Heidegger) a la religión del occidente colonial: el cristianismo. Porque no hay caída más estruendosa que el pecado original, esa es la matriz de esta estrategia del pensamiento. Desde el punto de vista discursivo, la lógica de suponer que todo lo bueno estuvo ya en el pasado, es compatible con cualquier pensamiento conservador y es un elemento que ayudó al cristianismo a adaptarse a distintas relaciones de propiedad y distintas fracciones de explotadores, siempre eficientemente.

Por supuesto que las Siete hipótesis, sortean con eficacia al cristianismo, sin mencionarlo. Esto constituye un logro evasivo al nivel del gran Houdini, ya que ese cristianismo eludido es la cruz que acompañó a la espada. Debe ser eludido por la imposibilidad de meterse con un aliado fundamental de las burguesías a las que (veremos) se intenta justificar y apoyar. Cuestionar el cristianismo dejaría a la estética de la liberación sin sujetos a los que apelar, porque ese “poblador del sur” al que se entroniza, no sólo se ha vuelto proletario en la inmensa mayoría de los casos, sino que en una gran proporción ha adoptado el cristianismo en algunas de sus versiones. Y como la política consciente y activa de la burguesía de reactivar identidades “originarias” ha sido llevada adelante por la iglesia, sin esta religión nacida en Asia pero estructurada en Europa, no hay a quien referirse, ni aliado a quien recurrir.

Pero no sólo por su simpatía cristiana la corriente europea elegida por Dussel se presta a la función elegida. También porque en el complejo mundo de entre guerras, la vanguardia del desarrollo capitalista (Inglaterra, Francia y EEUU) y la vanguardia de la lucha por el desarrollo del socialismo (la URSS) se apropiaban de las banderas del progreso y la racionalidad, y obturaban mirar hacia el futuro a los que llegaban tarde. La filosofía de Heidegger encuentra una salida elegante: el futuro esta atrás[ii]. Y le entrega una coartada a los burguesías menores y tardías, un cristianismo laico, pero igual de reaccionario.

La sopa originaria y la contemplación

Se ha vuelto usual, confundir acción política con investigación arqueológica, mediante palabras de la cultura europea (colonial) insuflarle vida a lo colonizado fenecido. Pero para que eso funcione es necesario cocinar la sopa originaria, es decir, pisotear las diferencias, variedades, enfrentamientos y particularidades de todos los pueblos que el capitalismo fue incorporando al mercado mundial bajo un único rasgo: ser lo otro de occidente. Una inmensa riqueza histórica, diversa y profunda, pero también desigual y violenta, y por lo tanto imposible de subsumirse en una generalidad indiferenciada, es destruida para construir ese pasado que funcione como “lo griego” en la filosofía heideggeriana: ser el pasado que guía nuestro futuro. Lo mismo sucede con el tiempo histórico de la sopa originaria que ya no tiene variedad, enfrentamiento, sucesión y desapariciones de sociedades y culturas, sino un tiempo estático y eterno al cual se puede apelar siempre, negando que esos mismos pueblos avanzaban, destruían y, también, olvidaban, Todo esa diversidad y variedad se comprime, y como mucho, un matiz los separa. En resumen, las ideas son tomadas de Europa, y se le adjudican a la sopa originaria que no se diferencia ni geográfica, ni cronológicamente, sino en pequeños matices:

“Hipótesis primera. La intensión llamada áisthesis (ἄισθησις.) y el mundo estético. La ontología estética Corriendo el riesgo de que se me acuse de heleno-centrismo, pero con la finalidad de poder así después mejor mostrar una estética descolonizada de liberación, partiré frecuentemente de palabras claves del griego (deberemos encontrar la palabra equivalente en toda cultura vigente, y será tarea futura, con los matices análogamente distintivos de cada una de ellas, igualmente latinoamericana, azteca, maya, quechua, aymara, etcétera)”

Luego de determinada la genealogía de este pensamiento conviene remarcar que se desprende de ella un ordenamiento lógico, que es el que estructura las Siete hipótesis, la contemplación precede a la acción. La acción es un complemento secundario, relativamente prescindible.

“Nos ocuparemos entonces de una estética que se compondrá del momento ontológico de la áisthesis y del momento óntico o expresivo-productivo de la obra de arte (que se referirá a la poiética, de poíesis en griego).”

“Debemos distinguir, entonces, entre áisthesis y la érgon (ἔργον en griego) o la opera/opus (en latín); es decir, entre a) el acto que abre el mundo estético y b) la producción (poíesis) de la obra llamada de arte (es decir, puesta en la existencia desde la áisthesis) que es una cosa real con sentido dentro del campo estético.”

“Hay, entonces, dos momentos de la belleza: la aurora misma y el canto (ya veremos más adelante esta cuestión donde la estética se bifurca).”

“La belleza es el descubrimiento de la afirmación de la vida en las cosas:

“Es un asombro, un pasmo, una alegría ante lo real como mediación, como posibilitante del seguir viviendo, es decir, del vivir mismo. El descubrimiento de la cosa real como mediación para la realización de la vida es lo que llamamos disponibilidad o belleza.”

Se sustenta así al receptor pasivo que elige el tema, pero desconoce la cuestión artística, y el productor independiente, que tiene la capacidad, pero es sometido por el público, el mercado, la comunidad o el estado. Toda la apuesta del texto pasa por mantener esa separación y ese orden de prioridades, y elegir quien manda. No casualmente la llama también “estética obediencial”. Pero el inconveniente es que hay otras obediencias.

Que buen vasallo sería si buen señor tuviera

“En el capitalismo, la belleza diseñada de la mercancía que se expone en el mercado es ya un buen ejemplo. La mercancía diseñada por artistas (la moda del vestido, de los instrumentos, del auto, etc.) encandila al posible comprador (despierta un áisthesis deformada por la propaganda), y parece embellecerse al sujeto mismo que usa un bello auto.”

Quizás pueda creerse que se trata de una crítica a la circulación de obras artísticas como mercancía, pero no es así. Hollywood es repudiado, pero se aplaude a Bollywood, la industria cinematográfica india, sólo muy lateralmente diferente al ejemplo imitado, funcional a una burguesía tan explotadora como la de EEUU, tan racista y sexista como la de EEUU, tan proclive a descargar las crisis sobre los trabajadores como la de los EEUU, pero más débil.

“cine como medio masivo estético considerando que Mombay es la productora de este arte que supera a Hoollywood en número y espectadores de sus películas, etcétera), manifiesta ya positivamente la descolonización de las que estamos hablando

Vale mencionar que, en este, uno de los pocos ejemplos que no se refieren a cosas muertas, a piezas arqueológicas, en este ejemplo, el modo de justificar su vitalidad es plenamente mercantil, sumatorias de películas y espectadores. Por supuesto que hay algunos rasgos estilísticos que permiten diferenciar una película de Bollywood de una de Hollywood, pero lo mismo sucede entre un tanque de Hollywood y alguna producción de las llamadas independientes en ese país. A la vez el cine indio se aproxima, no se distingue, a los modos de gestión global, incorporándose a las plataformas[iii] Y esto difícilmente pueda ser interpretado como la imposición de condiciones de Bollywood a las plataformas, sino que el cine indio se pliega a un proceso que ya ha afectado y determina al cine en general. Lo mismo que sucede con la geografía, sucede con el tiempo. De Goya, un liberal burgués en el interior de un imperio colonial deshaciéndose, dice

“Sus Pinturas negras expresan el punto obedencial a los sufrimientos y a la fealdad cotidiana de su mismo pueblo que podía surgir como un gigante en la defensa de la patria, pero vivir habitualmente en la oscuridad de la dominación.”

Goya sale ileso del triple desgarro en el que se debatía su época entre la sociedad de la nobleza herida sin morir, la de los burgueses pujando sin suficiente fuerza, y el pueblo llano que no tenía reservado un lugar propio en ninguna de las dos. La controvertida España del siglo XIX se resume en invasores franceses (malos) y el pueblo español pintado por Goya en su heroísmo. No se pronuncia Dussel sobre la obra de Velázquez, de obediencia cortesana. En la segunda parte de esta nota veremos quienes y a quien tienen que obedecer.


[i] https://rephip.unr.edu.ar/bitstream/handle/2133/13798/DUSSEL-E.-Siete-hip%C3%B3tesis.pdf?sequence=3&isAllowed=y Todas las citas son de este texto.

[ii] “Y es que el hedor tiene algo de ese modo original que el hombre creyó dejar atrás después de crear su pulcra ciudad” (pág. 15)

“Ser trata de la absorción de las pulcras cosas de Occidente ´por las cosas de América, como a modo de equilibrio y reintegración de lo humano en estas tierras” (pág. 18) Kusch, Rodolfo. Obras completas Tomo 3, Editorial Fundación Ross, Rosario, 2009.

[iii] https://www.netflix.com/ar/browse/genre/5480

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1 Comentario

  1. Con relación a la nota sobre Dussel
    Imposible no coincidir con las líneas generales del análisis. Hay en Dussel una impronta romántica destilada de alguna manera del “mito del buen salvaje”, de alguna pureza primigenia que impregna todas las citas referidas en el artículo (confieso no haber leído el texto original). Lo que me resulta interesante es el desplazamiento conceptual que opera en su planteo; extranjero por occidental, occidental por capitalista: no son gratuitos.
    Es cierto que la ideología de una sociedad se corresponde con la ideología de la clase dominante, pero también es cierto que para que pueda “permear a los oprimidos para que una sociedad se sostenga” también debe ocurrir que la ideología de la clase dominante tome algunos de los “temas” de los oprimidos, para que esa permeabilidad sea efectiva. Y es ahí donde surge la dialéctica de la forma y el contenido. ¿Cuál es el aporte de los artistas “extranjeros”? Desalojada la posibilidad de que impongan sus propios contenidos que tornaban a las obras incomprensibles, ya que “pintaban lo que querían pintar”, el ejercicio mancomunado con el “pueblo” logró recuperar las temáticas autóctonas para obtener un arte más auténtico. El déficit del razonamiento es que en el arte la forma es contenido sedimentado. En ese proceso de intercambio entre lo autóctono y lo “extrajero”, la ganancia está del todo del lado del último. El siglo XX artístico da cuenta de ello. Desde las máscaras africanas en las obras de Picasso, las tahitianas escenas de Gauguin, hasta la presencia de artistas “exóticos” (Rabi Shankar o Youssou n´dour) en la obra del moderno Peter Gabriel, todo ello da cuenta de cierta facultad “multicultural”, única, del occidente capitalista. La cultura occidental (tan capitalista y eurocéntrica como se desee) es capaz de alimentarse de los contenidos de culturas “colonizadas” incorporándolas a las formas propias, formas que son el resultado de la evolución interna de las categorías estéticas de occidente. En esa instancia, esos contenidos se ven licuados en el poder omnímodo de la forma que les otorga, en forma paradójica si se quiere, nuevo sentido determinado.
    La apropiación de esa forma por parte de los pueblos resistentes a la colonización sólo puede proceder de una identificación abstracta ideológicamente violenta.
    Otro ejemplo de lo mismo es la reivindicación de los museos. La idea del museo mismo es resultado del acervo cultural de occidente. Son la consecuencia de las políticas coloniales sobre todo de Francia y Gran Bretaña y de Napoleón para acá.
    Llevado al extremo y a fin de ser ideológicamente consistente, el pensamiento de Dussel sólo puede conducir a la marginalidad del aislamiento total. Su aproximación a modelos culturales “progresistas” sólo da cuenta del fracaso de la lógica inmanente de su pensamiento.
    No me quiero extender demasiado (ya lo hice, ja!), son sólo unas ideas que me disparó la publicación de la nota que, por otra parte, me pareció muy interesante.
    Saludos
    sergio

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