El Patriarcado en tiempos de Coronavirus III: Parir en cuarentena

en Aromo/El Aromo n° 112/Novedades

La violencia obstétrica es aquella que ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres, expresada en un trato deshumanizado, un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales. Es una forma de violencia de género que se encuentra extendida y naturalizada por médicos/as y pacientes y es practicada de forma sistemática por parte de los profesionales de la salud.

A pesar de que en nuestro país contamos con una legislación específica para combatirla, y como suele ocurrir con los derechos conquistados por las mujeres, un arduo camino nos espera entre la sanción de las leyes y su efectivo cumplimiento.

En esta nota analizaremos algunos datos del Observatorio de Violencia Obstétrica Las Casildas, publicado en octubre de 2015 y los compararemos con los que se están relevando en el contexto actual de confinamiento por la pandemia de COVID-19.

Sandra Cubilla / Carolina Podluzansky – Trece Rosas

Parto humanizado: Hecha la ley, hecha la trampa

Argentina se encuentra entre uno de los pocos países de Latinoamérica con legislación específica destinada a enfrentar la Violencia Obstétrica. La Ley 25.929[i] sancionada en el año 2004 (siguieron México y Venezuela, en 2007) tardó más 11 años en ser reglamentada (recién en 2015). Esta ley surgió por una necesidad imperiosa de regular este tipo de violencia hacia las mujeres, a partir de innumerables denuncias por negligencias ocurridas dentro de las salas de parto y de los muchos trabajadores de la salud involucrados en las mismas. La ley se adecua a los acuerdos de múltiples tratados internacionales de los que participa Argentina; además, está en consonancia con la Ley de Violencia contra las mujeres N° 26.485 y la Ley de Derechos del paciente N° 26.529.

Allí se consigna como derechos de todas las mujeres parturientas: a) a tener un parto normal, que respete los tiempos de la madre y el bebé. b) no ser discriminadas por ninguna causa c) a que se respete la intimidad de la madre y el niño. d) a elegir a la persona que la acompañará durante el trabajo de parto, el parto y el posparto. e) a que el bebé esté en su cuna al lado de la madre, durante toda la internación (a menos que necesite cuidados especiales). f) a que la madre y la familia reciban toda la información necesaria, en un lenguaje claro, sobre el estado de la madre, la evolución del parto y del bebé. g) a conocer los beneficios de amamantar y los cuidados que necesitan tanto el recién nacido como la madre en esa etapa de la vida. h) a conocer los efectos negativos del tabaco, el alcohol y las drogas. i) a que la madre sea informada sobre las distintas intervenciones médicas que pudieren tener lugar durante esos procesos de manera que pueda optar libremente cuando existieren diferentes alternativas. Como veremos a continuación, si estamos muy lejos del cumplimiento efectivo de la ley, en tiempos “normales”, el actual contexto de pandemia ha profundizado aún más esta violencia, y todas las otras ejercidas sobre las mujeres.

Parirás con dolor.

Los datos relevados en la encuesta de atención al parto/cesárea[ii], publicada en 2015 por el Observatorio de Violencia Obstétrica de Argentina[iii], dan cuenta de los altos índices de violencia obstétrica ejercidos en nuestro país. El arco de dicha violencia va desde el trato deshumanizado, el uso injustificado de medicalización e intervenciones de rutina, hasta el no cumplimiento del deber de dar información y pedir la autorización para realizar cualquier práctica sobre la mujer o el bebé. Veamos algunos números.

Respecto de las cesáreas, el informe revela que el uso médicamente justificable para esta cirugía mayor es de 1.5 de cada 10 nacimientos. Sin embargo, la encuesta arrojó que 4,7 de cada 10 nacimientos fueron por cesárea y, de estas, 4 de cada 10 fueron programadas. Además, 8,8 de cada 10 cesáreas fueron realizadas en primerizas, lo que incide de forma negativa en posibles embarazos y partos posteriores, y en su salud en general.

En cuanto a las inducciones, 3 de cada 10 de los partos vaginales fueron inducidos, aun cuando el estándar de la OMS es 1 de cada 10. De las inducciones que derivaron en parto vaginal, 2,4 de cada 10 terminaron con el/la bebé en neo. De las inducciones que derivaron en cesárea 4,4 de cada 10 terminaron con el/la bebé en neo. Por su parte, 4,5 de cada 10 nacimientos por cesáreas terminaron con el/la bebé en neo. Lo que demuestra que, a mayor intervención, mayor morbilidad neonatal.

Con relación al acompañamiento, a 3 de cada 10 mujeres no se les garantizó su derecho de estar acompañadas durante el trabajo de parto, 4 de cada 10 no estuvieron acompañadas durante el parto/cesárea y 2 de cada 10 no estuvieron acompañadas durante el posparto. La negación de acompañamiento tiene una influencia directa e inmediata sobre la salud psicofísica de la mujer, pues se la deja sin personas de confianza, sin testigos de lo que sucede en su parto y sin la ayuda necesaria para atender a un recién nacido cuando aún ella misma está tratando de recuperarse.

Otra forma muy común de violencia obstétrica se relaciona con el trato. La encuesta arroja las siguientes cifras: 2,5 de cada 10 fue criticada, 5,3 de cada 10 la llamaron con sobrenombres o diminutivos (gorda, mamita, nena), 29.7% recibió comentarios irónicos o descalificadores, 3,3 de cada 10 la hicieron sentir que corría peligro ella o su hijo/a y 5,4 de cada 10 no se sintió contenida.

Sobre la información referida a la evolución del trabajo de parto y su bienestar y el del/a bebé, 4 de cada 10 mujeres no fueron informadas sobre la evolución del trabajo de parto, su bienestar y el de su hijo/a, vulnerando el derecho de la madre a recibir información completa y adecuada.

La libertad de movimiento durante el trabajo de parto cumple un rol fundamental, dado que las posiciones verticales y la libertad de movimientos de la pelvis pueden acortar la fase de dilatación, facilitar el descenso del feto en la pelvis materna y mejorar la eficacia de las contracciones, entre otras cosas, favoreciendo así la consecución de un parto natural. Los resultados muestran que 7 de cada 10 mujeres no tuvieron libertad de movimiento durante el parto.

Los datos de la encuesta muestran, además, el alarmante índice de uso injustificado de medicalización e intervenciones para las que no solo no existe evidencia alguna que avale su uso rutinario sino que además acarrea importantes perjuicios y riesgos, como la Maniobra de Kristeller[iv] (realizada en 3,3 de cada 10 mujeres), categóricamente desaconsejada por la OMS y prohibida en algunos países; la rotura artificial de bolsa (realizada en 7 de cada 10 mujeres), que conlleva el riesgo de una infección, la episiotomía (practicada en 6 de cada 10 mujeres), considerada una mutilación genital por la OMS y que no solo implica para la mujer incomodidad o dolor, sino que afecta su posterior vida cotidiana, sexual y reproductiva. También se suministra a la parturienta oxitocina sintética (a 6,4 de cada 10) para inducir el parto, droga que tiene efectos secundarios altamente riesgosos tanto para la salud de la madre como para el bebé.

Los datos revelan, además, que 7 de cada 10 mujeres no recibieron información clara, adecuada y completa sobre las prácticas que realizaron sobre su hijo/a y, por tanto, no dieron su consentimiento para realizarlas.

Por una cuestión de extensión no citamos aquí el informe completo de la encuesta realizada por OVO Argentina, sin embargo, la lista es mucho más larga. Estas cifras señalan la violencia cotidiana y sistemática ejercida en los nacimientos en todo el país. Se trata de experiencias traumáticas que impactan directamente en el vínculo con el/la hijo/a, la relación con el cuerpo, los procesos sexuales y reproductivos y en la calidad de vida en general de la mujer.

Malos tiempos para parir

Casos como el de María Rosa Lencina -que fue al Hospital Fernández con un fuerte dolor abdominal, pero la mandaron de regreso a su casa alegando que “no tenía nada”, que exageraba y era una “maricona”- que terminó con su muerte y la de su bebé o el de la mujer de Santa Cruz, que tuvo que parir en el baño de un nosocomio de Las Heras por falta de atención -y cuyos gemelos murieron- pueden parecer extremos y aislados. Sin embargo, el recrudecimiento de la violencia obstétrica durante la cuarentena es moneda corriente. Veamos.

OVO Argentina está ahora llevando a cabo un nuevo relevamiento, “Gestar y parir en contexto de pandemia”[v] que apunta a conocer en qué condiciones están pariendo las mujeres en el contexto de una pandemia. Si bien aún no está cerrado, los datos preliminares revelan que el índice de cesáreas e inducciones aumentó de 47% en el relevamiento anterior a 57%, aun cuando el protocolo para la atención de embarazadas y recién nacidos en contexto de pandemia del Ministerio de Salud no recomienda la cesárea. Por otra parte, la obstetricia y la pediatría están entre los primeros servicios de salud en haber sido reducidos: al 76% de las mujeres embarazadas les cancelaron algún turno de atención médica y el 59% no recibió alternativa para realizar el seguimiento. Con respecto al acompañamiento, hay muchas instituciones que no dejan entrar a la pareja ni familiares al parto a pesar de la legislación existente.

En caso de parto vaginal, algunos lugares permiten el ingreso de un acompañante de manera excepcional y en las cesáreas la negativa es rotunda. Por condicionamientos o falta de insumos, las mujeres están pariendo solas. Otro dato estremecedor es que el 31% de las mamás fueron separadas de sus hijos después del nacimiento.

¿Privilegiadas?

La violencia obstétrica es tan solo una de las tantas formas de violencia contra las mujeres. Se trata de experiencias traumáticas que impactan directamente en el vínculo con el/la hijo/a, la relación con el cuerpo, los procesos sexuales y reproductivos y en la calidad de vida en general de la mujer. Desde la falta de información adecuada, la agresión y las humillaciones, las intervenciones quirúrgicas innecesarias y riesgosas -que pueden tener consecuencias irreversibles- hasta la propia muerte y/o la del bebé. La cuarentena ha recrudecido esta forma de violencia y mientras tanto, ese mismo Estado que no hace cumplir la ley sancionada para eliminar esta violencia sistemática contra las mujeres mira para otro lado y avala la explotación reproductiva autorizando permisos al exterior para quienes alquilan los vientres de las mujeres más pobres. Esto es un ejemplo más de que nuestras demandas como mujeres están lejos de ser un problema resuelto por políticas estatales. Seguimos siendo violentadas en todos los aspectos, con prácticas médicas retrógradas que ponen en riesgo nuestras vidas y la de nuestros hijos.


[i] https://bit.ly/3kB9Si3

[ii] https://n9.cl/s1yj

[iii] OVO Argentina, impulsado por la agrupación Las Casildas, íntegra de la Red Internacional de Observatorios de Violencia Obstétrica.

[iv] Maniobra en la que se ejerce presión sobre el fondo del útero durante 5 a 8 segundos, sincrónicamente con la contracción uterina, con el fin de facilitar el avance final y la expulsión de la cabeza fetal. Entre los riesgos se han descrito algunos muy graves como desprendimiento de placenta, rotura uterina, desgarros en el periné de la madre, fractura de clavícula del bebé y lesiones en el plexo braquial.

[v] https://n9.cl/xg56s, https://n9.cl/okbp y https://bit.ly/3kCadky

Etiquetas:

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

*

Últimas novedades de Aromo

Ir a Arriba