El tema de L-Gante y el episodio que involucra Cristina puede verse como el disparador de varias cuestiones. Lo que interesa en el fondo no es este cantante sino el fenómeno cultural del que es parte. Es importante analizar lo social, y preguntarnos ¿qué estamos escuchando?
Nos encontramos en una sociedad donde, por un lado, nos exigen hablar con la “e” para no ofender a nadie (el invento del lenguaje inclusivo) y reconocer que el sexo biológico no existe (ahora somos lo que queremos ser, bajo la idea de que importa la “autopercepción”). El delirio llega al punto en el que hasta los profesores de biología de los secundarios en cualquier momento se comen un juicio por este último punto. ¿Exageramos? Acaba de suceder con un docente español. Una sociedad que parece haber delirado de forma absoluta con el respeto hacia cualquier identidad: no importa el grado de realidad material que tenga, no importa la realidad concreta, todo está en la cabeza. Por otro lado, tenemos que esa misma sociedad por debajo muestra un grado de violencia gigantesca, en el mismo sentido y para el mismo tema.
Hay un salto enorme en la vida social, muy delirante, donde un discurso oficial nos hace creer que somos cada vez mejores porque tenemos cada vez más respeto por una mayor diversidad, variabilidad y posibilidades de ver las cosas. Y la otra punta de la sociedad nos muestra la realidad de esta “L-Gancia sin fin” que consiste básicamente en: “los voy a cagar a tiros a todos”, “me voy a aprovechar de cuenta mina ande por ahí”, etc.
Por un lado, una especie de hiper sofisticación del discurso que evidentemente tiene un contenido completamente vacío. La sociedad sigue siendo tan violenta como antes. Los femicidios siguen a la orden del día, incluso en mayor cantidad, al igual que los transfemicidios. No ha cambiado absolutamente nada porque la sociedad capitalista es esto, y el cambio de una letra no cambia esta realidad. En los dichos todo parece mejor y más lindo, en los hechos la realidad se vuelve cada vez más violenta y degradante.
Todo este asunto de “te doy una computadora” está ocultando el hecho de que la crisis de la educación argentina no es un conflicto técnico. Acá el problema sustantivo de la educación está en el fondo de la sociedad. La masa de la población no estudia porque no solamente no puede hacerlo (porque no está en condiciones materiales para mandar a un chico a la escuela) sino porque además no puede trabajar, no puede comer. Estamos hablando de una sociedad con un 50% de pobres. Entonces, el grueso del problema de la educación argentina no es pedagógico y no tiene que ver con los instrumentos.
Lo que estamos viendo con el muchacho L-Gante es un proceso de degradación social que por más que le dejes la computadora no va a cambiar. Lo que develó Cristina con esto, es el verdadero fracaso de otra maniobra para la tribuna: “Mira como yo modernizo la educación argentina”. Pero, en realidad no conseguiste nada. Lo único que conseguiste es a “L-Gante”, un muchachito que hace “música” sexista y violenta.
Y conseguiste eso porque el conflicto de fondo no lo resolvés. Y no podés solucionarlo porque sos parte del problema. Esta es la Argentina del peronismo. Cristina cuando trae al muchachito L-Gante muestra el gigantesco fracaso de los últimos 70 años del peronismo gobernando. Esta degradación es la degradación peronista. Es así al punto que cuando hay plata “todo es una joda”. Y el país no va a ningún lado. Y cuando no hay dinero a lo que asistimos es a este espectáculo. Inventan nuevos planes que no resuelven el problema de fondo, desgastan a la sociedad, dilapidan recursos y cuestan muchas muertes. Es una tragedia que un porcentaje muy elevado de la sociedad argentina viva en semejante brutalidad.
Y es claro que a ningún sector de la burguesía argentina le interesa resolver los problemas que tenemos. Por ello, es necesario que seamos nosotros los que tomemos las riendas del asunto para buscar una solución que contemple los intereses de nuestra clase y tenga como objetivo el socialismo.
Gorilas!!! De izquierda o de derecha. Da igual. Gorilas al fin.