El cuento chino de Alberto

en La Hoja Socialista 20/Novedades

Desesperado por el agotamiento de la cuarentena como principal política de su gobierno, Alberto comenzó a buscar otros “logros” en los cuales apoyarse para mostrar capacidad de gestión. El más cacareado fue el acuerdo con China que, detrás de la cortina de humo, no es más que un canje de chanchos por centrales nucleares. Ya hablaremos de lo primero en otra nota, por lo pronto, aquí nos interesa examinar la cuestión nuclear porque enseña mucho del supuesto afán industrialista del peronismo-kirchnerismo-albertismo.

En 2014, la Argentina firmó un acuerdo con China para la construcción de dos centrales nucleares. Bajo el gobierno de Macri, el acuerdo sufrió una serie de revisiones, renegociación de costos y, finalmente, se frenó. Ahora, el gobierno de los Fernández lo reactiva. A cambio de ello, los chinos comprarían soja, limones y cerdo. Es decir, las típicas actividades primarias que históricamente ha producido el país.

Concretamente, el acuerdo con China consiste en la construcción de dos centrales nucleares, Atucha III y IV, que llevan el total del país a cinco. Así se elevaría la participación de la energía nuclear al 10%, que es la media mundial. Originalmente, el acuerdo consistía en un préstamo que China otorgaría a la Argentina por 12.000 millones de dólares, pero el gobierno de Macri lo renegoció y lo bajó a 9.000 millones.

En un principio, comenzaría la construcción de Atucha III, en el mismo complejo que la I y II. Se trata de un reactor de uranio natural y agua pesada, de tecnología Candu (Canadian Deuterium Uranium). La central tendría un 62% de componentes de origen argentino y 38% de origen chino. Seguiría luego Atucha IV, en Río Negro. En este caso, se utilizaría la tecnología china Hualong One, que se provee de uranio enriquecido y agua liviana como elementos combustibles, mientras que la Argentina domina el ciclo de combustible basado en uranio natural y agua pesada. A ello se suma, que la Hualong One es una tecnología que aún no está operable en ninguna parte del mundo y la participación de la industria nacional es menor dado que no se cuenta con la capacidad productiva para este tipo de centrales.

El plan original era hacer primero la central Candu, pero el gobierno decidió invertir el orden y arrancar por la Hualong One. Es decir, por aquella que no funcionaría en el corto plazo y en el que van a ser dominantes los insumos chinos por sobre la producción local.

Al no utilizar las capacidades instaladas por el país en setenta años, y sobre todo desde la puesta en funcionamiento de Atucha I, se desprecia todo el entramado tecnológico del país, quedando sujeta a las provisiones de los chinos. En este punto, impide el desarrollo de toda una red de proveedores con capacidades y sobre todo recursos humanos probados, formados con calidad en el país. En otras palabras, lo que se hace es desperdiciar las fuerzas productivas generadas por la ciencia y la tecnología local, que quedan en este proyecto sin utilidad.

Así, un gobierno que se llenó la boca hablando de la “soberanía” alimentaria con el caso Vicentín, y que antes había prometido potenciar al sector científico local, le entrega “llave en mano” un negocio a los chinos con el agregado de que buena parte de la tecnología para su funcionamiento deberá ser provista desde afuera. La tecnología y el aprendizaje generados en las décadas previas, bien gracias. Quienes se supone que defienden la industrialización del país, reemplazan lo más avanzado que se consiguió en el desarrollo local por productos importados de China. Paradojas del peronismo: de esta forma, como con el caso de las megagranjas para criar cerdos, un movimiento que se suponía luchaba por la soberanía y la independencia nacional, reconstruye de forma perversa la relación que tenía la Argentina con Inglaterra a fines del siglo XIX – comienzos del XX. En esta ocasión, solo para profundizar su decadencia.

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