Leer y responder:
a. ¿Cuál era la situación económica antes de la guerra?
b. ¿Quiénes protestaban contra el gobierno militar?
c. ¿Cuáles eran las razones de estas protestas? ¿Qué reclamaba cada sector?
d) ¿Qué problemas internos aparecían dentro del grupo que tenía el poder bajo el gobierno militar? ¿Qué sectores que antes apoyaban al gobierno militar comenzaban a criticarlo?
Tres días antes de la guerra, el movimiento obrero fue reprimido. Los trabajadores salieron a la calle en un contexto de crisis. El cierre del Banco Interamericano de Desarrollo a comienzos de 1980 generó una corrida financiera: todos querían sacar sus ahorros de los bancos y comprar dólares. Esto generaba presión sobre el valor de la moneda argentina y el tipo de cambio. El Banco Central perdía sus reservas y aumentaba intensamente el endeudamiento del Estado. Las tasas de interés subían y los deudores no podían pagar los préstamos tomados. El peso argentino se devaluó frente al dólar a una velocidad mayor de la prevista. Esto significaba el fracaso de la política del ministro de economía Martínez de Hoz. En 1981 sobrevino la recesión abierta, que se prolongó hasta la propia guerra. La economía se contrajo, cayeron los salarios reales y aumentó la desocupación, mientras se sucedían nuevas devaluaciones y corridas financieras. Siguió incrementándose la deuda pública externa y deteriorándose la capacidad de pago y, ya a mediados de 1981, el endurecimiento de la banca internacional arrojó a la Argentina al borde de la cesación de pagos.
La clase trabajadora, por su parte, venía reactivándose y comenzando a unificar sus luchas. Tras una serie de huelgas de fábrica que culminaron en la huelga automotriz de junio, la Confederación General del Trabajo –CGT- reorganizada lanzó una masiva huelga general en julio de 1981 y convirtió la misa de San Cayetano de noviembre en una movilización contra el desempleo y la política económica vigente. Amplios sectores sociales antes desmovilizados, como los estudiantes y las amas de casa, comenzaron a sumarse a la resistencia con sus propias demandas. Las Madres de Plaza de Mayo y otras organizaciones de derechos humanos masificaron sus protestas. Las movilizaciones duramente reprimidas que recorrieron el país el 30 de marzo de 1982, tres días antes de la invasión de las islas, resumieron de alguna manera este proceso de maduración de la resistencia a la dictadura, que ya desde entonces comenzó a esgrimir explícitamente la exigencia del retiro inmediato de los militares del gobierno.
Finalmente, el bloque en el poder que había emergido del golpe de 1976 empezó a desintegrarse. Desde comienzos de 1981, las principales entidades patronales, como la Sociedad rural argentina y la Unión Industrial Argentina, protestaban públicamente a raíz de la crisis. La Iglesia, comprometida con la dictadura desde su inicio, comenzó por su parte a emitir documentos críticos. Estos fenómenos de fractura del bloque en el poder, se expresaban en la forma de escisiones internas en las propias cúpulas militares. Las sordas pugnas abiertas a fines de 1980 con motivo de la asunción de Viola, prevista para marzo del año siguiente, y que se prolongaron hasta su renuncia y la asunción de Galtieri, en diciembre de 1981, encuentran explicación en esta desintegración del sustento burgués a la dictadura.
Es sabido que la decisión de invadir las Malvinas, que dataría de principios de diciembre de 1981 y habría resultado de un acuerdo entre la armada al mando de Anaya y el ejército conducido por Galtieri, respondió coyunturalmente a la necesidad de la dictadura de recomponer sus propias y deterioradas condiciones de dominación interna. Como ya entonces advertía Adolfo Gilly:
“es un hecho universalmente reconocido que la Junta Militar se lanzó a la aventura de las Malvinas para buscar una salida a las crecientes fracturas en el poder y en las fuerzas armadas mismas. En la reivindicación de la soberanía argentina sobre las Malvinas creyó encontrar un elemento emocional unificador de la opinión pública, estimulando los sentimientos patrioteros más atrasados” Alberto Bonnet, Malvinas y la cuestión nacional (texto adaptado)