“El capitalismo no sirve y los que lo van a derrotar son los obreros, no los movimientos populares.” – Por Por Ianina Harari

en El Aromo nº 77

fioritoEntrevista a Susana Fiorito, militante sindical, protagonista del Cordobazo y autora de Los sindicatos clasistas: SITRTAC (1970-1971), editado por Ediciones ryr.

Presentamos una entrevista a una de las militantes que formó parte de una de las experiencias más recordadas de los 70: el SITRAC. En esta charla Fiorito nos habla del Cordobazo, el Viborazo y sobre su militancia.  

Por Ianina Harari (GICOA-CEICS)

Susana Fiorito fue una testigo privilegiada de la experiencia de los trabajadores del Sindicato de Trabajadores de Concord (SITRAC). Fue colaborada y tenía a su cargo, entre otras, la tarea de armar, imprimir y hasta distribuir los boletines y comunicados. Luego de su disolución, se dedicó a la conservación y clasificación de los documentos de esa experiencia y a la elaboración del libro que editamos recientemente: Los sindicatos clasistas: SITRAC (1970-1971). En él, se reúne una serie de fuentes acompañadas con una detallada cronología y una introducción sobre el contexto político y social del período. Para profundizar algunos aspectos, entrevistamos a la autora, quien nos cuenta el impacto que tuvo el Cordobazo, cómo comenzó a militar en el sindicato y cómo observó el proceso de concientización política de los obreros.

¿Cómo fueron tus inicios en la militancia política?

Fue en la campaña de Frondizi para ser Presidente de la República, bajo la consigna de que el petróleo y todos los recursos mineros debían ser una propiedad nacional. Esa campaña duró casi dos años. Yo me negué a afiliarme a la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI). Tenía 20 años y trabajaba como personal de maestranza en la imprenta de la Facultad de Filosofía y Letras, en Buenos Aires. Descreía de la organización partidaria y la UCRI era un partido con cuya actuación general yo tenía contradicciones. Frondizi asumió en mayo. En julio firmó el primer contrato entregando el primer yacimiento de petróleo y desmembró YPF. A partir de ahí, nunca más volví a estar en un partido burgués.

¿Cómo fue tu experiencia en el MALENA?

A partir de la contradicción de Frondizi, se desprendieron varios grupos de jóvenes que nos empezamos a conectar y armar un partido nuevo, el Movimiento de Liberación Nacional. Era un partido con un programa burgués progresista. Nosotros no cuestionábamos la propiedad de los medios de producción ni ninguna de ese tipo de cosas. El MALENA duró del ’59 al ’68.

¿Qué impacto tuvo el Cordobazo en los círculos políticos donde vos te movías?

Fue un sacudón, una sorpresa. Se abrió una puerta. Nosotros veíamos la realidad social y política como una cosa estática y enganchada a una rutina. El Cordobazo nos hizo pensar que acá había fuerza y sangre. Paralelamente, yo me había dedicado durante mucho tiempo a estudiar la historia del movimiento obrero argentino y había conocido a Pedro Milesi.[1] Conocía la historia por un protagonista y por los libros. El Cordobazo fue como poner en acción las líneas de esos escritos.

Después te mudaste a Córdoba y te acercaste al SITRAC…

Me mudé a Córdoba después de que se disolvió el MALENA y que quedé sin partido. En diciembre de 1970, la gente de Vanguardia Comunista (VC) me invitó a trabajar en un sindicato que había en una fábrica, que estaba haciendo un camino. Me mostraron las declaraciones. Yo no acordaba con VC sobre la descripción de la Argentina y de la vía de la revolución acá, pero sí estaba de acuerdo con la perspectiva que ellos tenían sobre el clasismo y la burocracia sindical. Los consideraba honestos políticamente. Así que, con todas las discrepancias ideológicas, vine a hacer un trabajo, invitada por un partido al que no pertenecía. Era una persona que acordaba con la línea general del SITRAC,[2] pero para nada con la línea general de VC. Había trabajado mucho en gráfica, en imprenta y en periodismo y tenía cierta experiencia. Yo trabajaba directamente con la Comisión Directiva del sindicato. Nunca tuve una reunión con ningún organismo de VC.

¿Cuáles eran tus tareas en el sindicato?

Yo iba todas las tardes y me ocupaba desde limpiar los inodoros hasta recoger los higos, porque alquilaron un local donde había una higuera. El lugar se llenaba de gente que venía a traer propuestas, pedir información o entrevistas. Primero hice los boletines internos y, después de la toma de enero de 1971, el primer boletín público. En total hicimos tres boletines, más uno extra, que tuvo una sola página.

¿Cómo se decidía el contenido del boletín?

Yo tenía relación con Carlos Massera, Domingo Bizzi[3] y Rafael Clavero, que era el secretario de Prensa. Ellos tomaban posiciones en sus reuniones y, después, yo me juntaba con alguno de los tres para diseñar qué había que poner en el periódico. Nunca fui a una reunión dentro de la fábrica. Iba a todas las asambleas que había en la puerta, y todas las tardes al sindicato. Ellos me decían qué había pasado en las reuniones de delegados, por ejemplo. En general, las resoluciones venían escritas por Curutchet[4], que asistía a las reuniones de delegados y de Comisión Directiva y tomaba nota. Si eran declaraciones oficiales, las ponía tal cual venían y si eran posiciones, las redactaba y ellos las volvían a mirar.

¿Qué tipo de discusiones había respecto a los artículos, en especial, los de contenido más político?

Las reuniones de delegados eran muy frecuentes, creo que más de una por semana. La más famosa de esas reuniones es aquella donde se discutió qué era el socialismo. En algún momento, Goyo Flores[5] dijo que él pretendía que el sindicato luchara por el socialismo. Ahí se desató una discusión que duró meses. En general, todos los obreros eran peronistas. Nunca habían oído hablar de que existiera el movimiento obrero antes de Perón. La asunción de su propia historia era muy arcaica. Eso fue lo que el peronismo hizo con el movimiento obrero, decir “esto empieza conmigo”. Todo el trabajo de demostrar que no fue así -y que el movimiento obrero arrancó en 1890 con los gráficos, que luego vino la Semana Trágica, etc.-, se hizo todo el tiempo. En la Comisión Directiva no había gente que hubiera militado antes o estudiado en la universidad para asomarse a la historia del movimiento obrero. Los que podíamos saber algo de eso éramos Curutchet, yo, y toda la gente que se acercaba de los partidos de izquierda.

¿En ese momento, algunos miembros de la Comisión Directiva o del sindicato habían comenzado a militar en partidos?

Yo no recuerdo que hubiera una inserción orgánica de la Comisión Directiva. Más bien, era gente que se acercaba a las posiciones de tal o cual partido, que discutía mucho con los militantes de los partidos. Pero, salvo el petiso Páez,[6] que estuvo en VC, hubo una línea de no comprometerse orgánicamente con ninguna tendencia.

En los boletines y documentos del sindicato puede rastrearse el recorrido que fueron haciendo, ¿hacia dónde evolucionaron las reivindicaciones más particulares?

Hacia una posición política. Empezaron en la huelga de hambre que hicieron en la capilla del cura Giaccaglia, en enero del ’71. Había un grupo que era muy respetado por la masa obrera, que excedía lo que era la Comisión Directiva, incluía delegados y militantes que no eran delegados, que superaba mucho a la masa en cuanto a formación, interés y compromiso. Aunque había una diferencia en el grado de conciencia entre ese grupo y la masa de trabajadores, éstos se sentían representados por ese grupo. Por ejemplo, yo recuerdo que llevaba el boletín casa por casa en el barrio que está frente a la FIAT y la gente me decía: “Sí, eso es lo que yo pienso”.

¿Había, entonces, una aceptación por parte de la base de las posiciones políticas del sindicato?

Había una identificación, que yo no sé cuánto tenía de instintivo, de conciencia política espontánea. Es decir, lo que decía el periódico respondía a cosas que ellos sentían y que a lo mejor no podían formular. Eran conscientes, pero lo que no tenían eran los conocimientos sistematizados para saber si tal cosa era trotskista o comunista. Eso no era prerrogativa exclusiva de los obreros de FIAT. En esa época, hubo una politización de toda la población, incluso de capas que no eran proletarias, que yo no he visto ni antes ni después en mis 86 años de vida. No ha pasado ninguna otra época donde hubiera tal adhesión a posiciones políticas que no son las burguesas. Lo que había era un rechazo de la explotación, un conocimiento de lo que era la plusvalía. A lo mejor, algunos no la llamaban “plusvalía”, pero sabían que ellos producían la riqueza que disfrutaba el señor tal de FIAT. “La guita la hacemos nosotros”, decían.

¿Cómo se organizó el Viborazo?

Hubo una discusión muy grande sobre qué táctica tener ese día. Tosco decía que había que ocupar las fábricas. SITRAC. decía que si ocupaban las fábricas se iban a aislar y se los iban a tragar la policía y el ejército, que había que ir a la calle. Fue un debate muy duro, con mucha firmeza por parte de ambas posiciones. La gente de SITRAC- SITRAM, y de algún otro gremio, estaba muy convencida de que si se efectuaban las tomas, los iban a hacer mierda y, por lo tanto, pelearon por salir a la calle. Se llegó al día de la huelga con una posición dividida. En ese momento, se supo que lo habían apresado al cura Giaccaglia. Entonces, salieron a la calle y ocurrió el asesinato de Cepeda en la plaza de un barrio, a manos de la policía. Ahí, fue unánime la posición de salir a la calle. Tosco cambió de posición y no se quedó nadie tomando las fábricas.

¿Cuál fue su reacción ante la escalada represiva?

Tuvimos muchísimas dificultades. Remataron todos los bienes que tenía el sindicato y ocuparon el local. No teníamos acceso a nada. Yo me llevaba todos los días las cosas a mi casa. Por eso, en el sindicato no había ningún papel. Pero teníamos muchos frentes de los que ocuparnos. Cuando se le quitó la personería jurídica, por ejemplo, teníamos problemas con los chicos que se enfermaban. En FIAT tenían un servicio médico, pero ninguno tenía su médico ni su obra social. Por lo tanto, en la casa de los 400 despedidos se enfermaba alguien y no había guita para comprar los remedios. Entonces, el cura Achaval nos dio un espacio y por las tardes recibíamos a las mujeres que venían a buscar remedios que nos donaban los médicos. Después estaban los presos que se llevaron a Neuquén. Los activistas estaban con orden de captura y, por lo tanto, no se podían dejar mostrar. Muchos de los despedidos estaban en listas negras y no podían agarrar trabajo, de modo que changueaban en negro. No tenían tiempo de reunirse. Lo más grave que ocurrió fue que no había una práctica de trabajo ilegal. Habíamos estado siempre en la legalidad, acostumbrados a reunirnos en puerta de fábrica, a ir al sindicato. Pero, en ese momento estaban todos aislados y sin ningún mecanismo de funcionamiento. No teníamos ninguna experiencia. Y de la historia del trabajo de los sindicatos clasistas anteriores, no tenían ni idea. Los obreros ligados a las organizaciones armadas o partidos políticos tenían algún apoyo de ellos, pero los partidos de izquierda no eran como el Partido Comunista, que tenía plata y estructura.

¿Cómo se reunió y guardó durante la dictadura el material del archivo del SITRAC?

Fue un trabajo de hormiga. Yo tenía muchas cosas porque no tiraba nada. Eso fue a parar a distintas cajas a casas de personas que yo conocía, que no tenían nada que ver con la política. Lo repartí durante muchos años y tenía una lista de lo que había en cada caja. Íbamos clasificando el material con un ex militante de MALENA, que colaboró aunque no había estado en el SITRAC. Pero no teníamos formación de trabajo clandestino. La ventaja era que yo no había vivido muchos años en Buenos Aires y, por lo tanto, fui a un barrio donde nadie me conocía. Después, yo entré a trabajar en un organismo internacional y arreglé con mi jefe que me dejaba trabajar desde las 18 horas, que se cerraba la oficina, hasta las 20, haciendo los índices. Más adelante, lo microfilmamos con el CELS, que en ese momento estaba microfilmando el archivo de diarios con notas relacionadas a desapariciones de personas. Yo tenía contacto con ellos porque mi hermano trabajaba ahí. Entonces, arreglé con el técnico para microfilmar el archivo. Conseguí financiamiento internacional y se hicieron cuatro copias. Cuando las despaché a bibliotecas en el exterior, me quedé tranquila. Muchos años después se digitalizó y ahora se ha subido a internet.[7] Los papeles siguen guardados, pero hay que tocarlos con muchísimo cuidado.

Contanos sobre el proceso de creación del libro sobre SITRAC…

Yo ya tenía mucha práctica de escribir para otros. Tenía un buen sueldo de manera que puse todo mi tiempo militante para hacer ese trabajo. Natalia Duval [seudónimo de Fiorito. N. del E.] salió, como podría haber salido cualquier otro nombre. Tengo otro libro sobre las comisiones obreras españolas con un nombre de hombre, que no me acuerdo. Como no tenía acuerdo con ningún partido para militar orgánicamente, me dedicaba a hacer esas cosas.

Vos ya habías escrito un libro sobre las huelgas de Santa Cruz de 1921-1922…

Sí, en el año ’57. Se publicaron entonces dos artículos en un diario de la UCRI. Después, yo seguí trabajando en la Biblioteca Nacional y en la Biblioteca Nacional de Chile, donde Hugo Wast, que fue director de la Biblioteca Nacional, mandó toda la prensa obrera que había allí. Algunas cosas las tenía Milesi y otros militantes sindicalistas. Eso fue mucho antes que apareciera el libro de Osvaldo Bayer.

¿ómo empezaste con la investigación histórica?

El Comité Nacional de la UCRI sacaba un periódico pequeño. Los radicales fueron los que organizaron las matanzas de la Patagonia. Un secretario de Frondizi me dijo: “tenemos que sacar un artículo sobre esto, porque hay que hacerse cargo de las cosas que ha hecho el radicalismo”. Entonces, me fui a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional y en dos cajones estaban los periódicos obreros, que no estaban clasificados. Además tenían un periódico que se llamaba La Unión de Santa Cruz, que era patronal. De ahí saqué los datos e hice un artículo para el periódico. Muchos años después hice el libro.

¿Qué valor tienen el libro Los sindicatos clasistas: SITRAC (1970-1971) y el archivo en la actualidad?

El valor es que trae a la conciencia de la gente de hoy que hubo una época en donde la conciencia obrera se organizó. Que hubo una vanguardia que tenía la idea de que el capitalismo no sirve y que hay que hacerlo pelota. Y los que lo van a hacer pelota son los obreros, no los movimientos populares. Para eso debería servir. Los obreros deberían volver a leer, como leían en el ’71.

¿Cuál es, en tu opinión, el legado del clasismo de los ’70 en la actualidad?

La gente de FaSinPat, aunque está en patrón, de todas maneras tienen un planteo sobre el socialismo. Lo que pasa es que ellos tienen que fabricar y ganar, sacarse la plusvalía ellos mismos. Después están los partidos trotskistas de izquierda. Yo soy una convencida que esta sociedad no sirve y que va a ser destruida. Estamos muy atrás y hay que remontar otra vez la montaña. Hay que juntarse con los jóvenes, contarles la historia como es. Hay que revisar muchas cosas porque antes la Renault tenía 11 mil obreros y ahora con 300 maneja la misma fábrica y tiene más producción con el control numérico.

Es cierto que hoy la clase obrera no está mayoritariamente en las fábricas, pero sí en otros lados a los que hay que mirar…

Claro, están desparramados. Una cosa es trabajar políticamente en un lugar donde el compañero está al lado y donde sé lo que pasa con la línea de producción, y otra es con la gente que trabaja en su casa, con toda la tercerización que ha habido. Ahora hay otras condiciones para las que hay que encontrar los instrumentos.

Notas

[1] Pedro Milesi fue militante del Partido Socialista Argentino y de la Unión Sindical Argentina en los años ’20.

[2] El Sindicato de Trabajadores de Concord agrupaba a los trabajadores de una de las plantas cordobesas de FIAT.

[3] Carlos Masera fue Secretario General y Domingo Bizzi, Secretario Adjunto del SITRAC.

[4]  Alfredo Curutchet fue el abagado del SITRAC.

[5] Gregorio Flores fue Vocal de la Comisión Directiva del SITRAC. Sus experiencias se narran en el libro Lecciones de batalla, de su autoría, publicado por ediciones RyR.

[6] José Francisco Páez fue Vocal de la Comisión Directiva del SITRAC.

[7] El archivo puede consultarse en: http://goo.gl/Qh7bYn.

1 Comentario

  1. Una experiencia verdaderamente conmovedora y una luchadora en las sombras! Cuanto tenemos que aprender del ejemplo de Susana Fiorito. Da ganas de luchar y de volver a empezar a construir el socialismo y aplastar al capitalismo.

    Gracias

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