Estos últimos días, la educación estuvo en boca de todos a raíz de las medidas que está tomando el gobierno. Y usted se estará preguntando cuáles son las prioridades en agenda: ¿el 16% oficial de adolescentes que abandonaron la escuela? ¿Repartir 4.300.000 computadoras para garantizar la virtualidad? ¿Elevar el salario docente? ¿ lograr que esos 1 de cada 3 alumnos que no comprenden lo que leen salden esa brecha? ¿medir la desigualdad educativa de varones y mujeres? No, nada de eso. Sancionar una ley educativa en medio de la debacle total del sistema educativo.
Si no van a resolver lo urgente, supongamos que nos hablan de lo necesario. El camino que nos traza el gobierno está signado por la reciente Ley de Educación Ambiental. En teoría, apuntaría a generar una “conciencia ambiental” (en abstracto), suponiendo que puede construir una “racionalidad” en clave diversa, culturalista y postmoderna donde sin contradicción se conjugan y articulan “distintos conocimientos, saberes, valores y prácticas” para el ejercicio del derecho a un ambiente sano, digno y diverso.
Hablan de sustentabilidad, de desarrollo con justicia social, de distribución de la riqueza, preservación de la naturaleza, igualdad de género, protección de la salud, democracia participativa y respeto por la diversidad cultural. Hablan de un enfoque integral. Pero, el punto de partida es absolutamente abstracto No se piensa a la naturaleza en relación a la sociedad, que, como todos sabemos está atravesada por relaciones sociales de explotación.
Hablan de una interpretación ecofeminista, del reconocimiento de la diversidad cultural; el rescate y la preservación de las culturas de los pueblos indígenas, como si su acción no modificara la naturaleza o no pudiéramos pensar y proyectar las formas más racionales de relacionarse con ella. Al igual que en el resto del sistema educativo: imponen localismos, regionalismos y descentralización que, claro está, también están a la orden del día en la Ley de Educación Ambiental.
Se establece un espacio de “mejora institucional escolar” destinado a estas temáticas. Es decir, un día en 180/190 del calendario escolar. Eso sí, con efectiva participación de toda la comunidad y de los pueblos indígenas para establecer un pacto de responsabilidad con el medio ambiente. Estos también integrarán un consejo consultivo junto a organizaciones docentes, juveniles y estudiantiles, científicas, representantes de guardaparques, de recicladores urbanos y de organizaciones civiles ambientalistas. Pequeño detalle: los verdaderos dueños del ambiente no forman parte, los patrones.
Si algo queda claro de esta nueva ley es el estar ante una nueva avanzada del postmodernismo progre sobre el currículum. Ya lo hicieron en el feminismo y la avanzada queer, siguen destruyendo los lazos de clase en beneficio de otras “identidades” como el origen étnico, o el género reemplazando al sexo y claro también le tocó a la política agraria de la clase trabajadora, convirtiendo la lucha por la nacionalización de la tierra en una reforma agraria para que todos pasemos hambre. La Ley de Educación ambiental se ubica en este cuadro.
El capitalismo pone en crisis la vida humana misma cuando le niega a la inmensa mayoría de la población eso tan elemental como es el alimento y pone el progreso técnico que esta sociedad genera al servicio irracional de unos pocos. Somos los trabajadores los que primero sufrimos los efectos de este sistema social: los que vivimos en los basurales, los que sufrimos la falta de agua potable o vivimos sin cloacas tomando agua contaminada, los que vivimos a la vera de las fábricas contaminantes.
Esta ley encubre y protege a quienes impiden una relación racional con el medio ambiente: encubre a los patrones. Nos pueden hablar de la sustentabilidad y del respeto, de la generación de consensos mientras sus políticas favorecen en sus palabras, los procesos “depredativos e irreversibles”. Cómo olvidar los recientes acuerdos que buscan convertir el país una especie de “Chancholandia” para alimentar a 1.400 millones de chinos a través de la cría de chanchos en estas pampas.
Un análisis socialista de los problemas de la educación implica ver que solo tendremos educación ambiental cuando haya equilibrio entre las necesidades de los hombres y un uso racional de los recursos, lo que es imposible en el capitalismo.
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