Diario de una temporada en el quinto piso, de Juan Carlos Torre (1/3) – El doble estándar de los advenedizos

en Aromo/El Aromo n° 120/Novedades

El libro es muy rico y permite múltiples posibilidades de análisis, dados los variados aspectos y perspectivas que se incluyen. Nos interesará centrarnos en dos de esos enfoques posibles que entendemos productivos para comprender el momento actual. El texto, como todo diario, se publica escrito en primera persona, refleja un punto de vista y una toma de partido sobre la relación de protagonista con los movimientos, los proyectos y las fuerzas sociales. Todo diario o memoria lo refleja necesariamente, pero en este caso es el reflejo de un doble fracaso: el del gobierno de la UCR y el de la apuesta del autor. Comenzaremos por el primero.

Ricardo Maldonado – GCP (Grupo de Cultura Proletaria)

Este año fue publicado el libro de Juan Carlos Torre Diario de una temporada en el quinto piso. El libro intenta reflejar, tomando los apuntes del momento hechos por el autor, lo ocurrido en el Ministerio de Economía durante el gobierno de Alfonsín, desde que asume el gobierno radical hasta que renuncia Sourrouille al cargo de ministro. Período que comienza con Sourrouille en la Secretaría de Planificación, con Grinspun como ministro, y prosigue con Sourrouille al frente de la cartera.

El libro es muy rico y permite múltiples posibilidades de análisis, dados los variados aspectos y perspectivas que se incluyen. Nos interesará centrarnos en dos de esos enfoques posibles que entendemos producitib¿vos para comprender el momento actual. El texto, como todo diario, se publica escrito en primera persona, refleja un punto de vista y una toma de partido sobre la relación de protagonista con los movimientos, los proyectos y las fuerzas sociales. Todo diario o memoria lo refleja necesariamente, pero en este caso es el reflejo de un doble fracaso: el del gobierno de la UCR y el de la apuesta del autor. Comenzaremos por el primero. Para no desaprovechar el valioso testimonio en primera persona colocaremos entre comillas las palabras del propio Torre en su libro con la página correspondiente en la edición de Edhasa, Bs. As. 2021

Desembarcando en un proyecto ajeno

Alfonsín gana las elecciones y asume a finales del 83. al frente del Ministerio de Economía y de otras áreas económicas importantes, como el Banco Central, designa a dirigentes y economistas radicales de larga trayectoria. Casi todos ellos con el antecedente de haber ocupado cargos relevantes casi 20 años atrás en el último paso del partido radical por el gobierno nacional. Enrique García Vázquez a cargo del Banco Central había sido vicepresidente de este durante la gestión de Illia, Alfredo concepción presidente sucesivamente del Banco Nación y del Banco Central con Alfonsín había sido previamente secretario de Comercio y el propio Bernardo Grinspun se había desempañado en aquel gobierno como secretario del Consejo Nacional de Desarrollo y director del Banco Central y, luego, como Secretario de Comercio. Junto con otros ministros como Borrás o Carranza, acompañaban a Alfonsín y su movimiento de Renovación y Cambio desde el golpe que derrocó a aquel gobierno.

A Sourrouille se le ofrece la Secretaría de Planificación, que acepta incorporando a su equipo. Este grupo de funcionarios tiene algunas diferencias con los mencionados anteriormente. Una de ellas es un plan económico alternativo cuyos episodios en la relación con el plan de Grinspún iremos desgranando. Además, son un poco más jóvenes, pero no tanto como para no cargar con una trayectoria. “No era un equipo, es decir, no era un grupo de economistas con un programa de trabajo en común sobre cuestiones de política pública que desembarca en cargos de Gobierno (…) ya que pertenecían al círculo de los que eran conocidos como economistas heterodoxos o estructuralistas” (64) estos llegan con un “único recurso”: “el aprecio de Alfonsín (forjado durante los días de la campaña electoral) y por ello, su condición de equipo de recambio frente al elenco de veteranos economistas radicales” (58)

Sus afinidades fueron potenciando en el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) fundado en 1960. Adolfo Canitrot doctorado en economía en Estados Unidos en 1965, Roberto Frenkel, José Luis Machinea, PHD de la Universidad de Minnesota, becado en 1970 por el Banco Central, junto con Juan Summer y Ernesto Feldman que dictaba un curso de macroeconomía en el Banco Central junto a otros becarios que se integraría en el equipo económico cómo Juan Sommer y Ernesto Feldman. Sourrouille, egresado de la UBA “orientó sus intereses hacia el terreno de la Economía Aplicada y fue especializándose en el cálculo y medición de las cuentas nacionales. con esa credencial se incorporó al Conde dirigido por Roque Carranza durante la presidencia de Illia” (65) “En marzo de 1969 fue designado director del INDEC, la agencia estatal de estadísticas y censos recientemente creada” (66) Finalmente es importante mencionar la presencia de Mario Brodersohn, Magister en economía en Harvard y a cargo de una consultoría financiera desde fines de la década del 70, porque es el único de este conjunto de economistas heterodoxos que, además de una trayectoria previa como funcionarios de gobiernos democráticos o militares como los demás, posee una clara y explícita militancia política en las filas de la UCR, participando durante su gestión en el gobierno de cónclaves como la Convención Nacional de la UCR.

Que varios de ellos hayan realizado parte de su formación en Estados Unidos permite inferir un insumo valiosísimo y disponible en términos del manejo de la economía, fundamentalmente porque se trata del manejo de una economía capitalista. Pero es otro el carácter distintivo del grupo que no se puede pasar por alto. Para decirlo de una manera llana, se trata de economistas más que de políticos, mientras que los compañeros de ruta de Alfonsín, a cargo de los resortes fundamentales en un primer momento, son políticos especializados en la economía.

En ese equipo Torre, sociólogo, es incorporado. Se lo comunica a su hermana en una carta “Alfonsín ganó. y lo llamó a Juan Sourrouille para ofrecerle la Secretaría de Planificación con la idea de que formará un equipo y funcionase como “asesor directo” de la Presidencia con el fin de cubrir las deficiencias conocidas de los economistas radicales convocados al gabinete. “Hay que ayudarlo a Bernardo” (por Bernardo Grinspun el nuevo ministro de Economía) le recomendó Alfonsín.” (57) Supone que en “medio de esta experiencia política nueva que busca su identidad, habrá muchas usinas ideológicas compitiendo por darle un perfil. La que encabeza Sourrouille, y cuyos integrantes no son radicales, ni alfonsinistas militantes, entra con desventaja a esa pugna. Su único recurso hoy en día es el aprecio de Alfonsín (forjado durante los días de la campaña electoral) y por ello, su condición de equipo de recambio frente al elenco de veteranos economistas radicales: Bernardo Grinspun, Roque Carranza, Enrique García Vázquez, Alfredo Concepción” (58)

Justifica su integración en ese equipo “porque he pensado bastante en que Argentina no tiene remedio es que me siento tironeado por este estado de gracia que flota en el aire e invita a confiar una vez más en esa redención fugitiva que hoy se encarna en primer lugar en Alfonsín, pero que también lo hacen los peronistas que se han plantado frente a la prepotencia de Lorenzo Miguel y Herminio Iglesias” (50) De manera que ingresa directamente al poder que otros han luchado para obtener, para tratar de trastocar y apropiarse de los cargos que están en manos de quienes han acompañado a Alfonsín y a la UCR en una larga construcción partidaria, para llevar adelante un proyecto, el de modernización. La explicación de porqué sus amigos merecen conducir la economía reemplazando el equipo histórico de la UCR es que estos últimos son torpes, viscerales, desconocedores del país y las variables económicas con las que tienen que lidiar y, en contraposición, los de planificación son racionales, modernos y empapados en la materia.

Los recién llegados se piensan acreedores del poder

Este equipo, reunido en la Secretaría de Planificación por Sourrouille, tiene un plan alternativo. Sin embargo, Alfonsín ha elegido otro plan y otro ministro. Ha elegido un plan y unos ejecutores que los de Planificación desprecian. La explicación que, a lo largo del libro, da Torre sobre esto es que Alfonsín tiene que responder a viejas lealtades hacia políticos incapaces. Cuando debería abandonar a los que, mal o bien, han construido el alfonsinismo durante el gobierno militar de la Revolución Argentina, el retorno de Perón y el Proceso, para arribar a la victoria del 30 de octubre.

Es decir que los que ganaron no están a la altura del triunfo que supieron obtener “No todos los hombres de este Gobierno están en la altura de las circunstancias: hay en muchos un exceso de voluntarismo, una falta de profesionalidad. Es probable que, en un balance ecuánime de su trayectoria, esas limitaciones sean comprensibles. No obstante, la comprensión no disminuye en nada sus carencias. Hay, si, en la persona de Alfonsín una gran muñeca política. Pero un gobierno es también un ejercicio de administración y en este plano deja que desear” (77) Para los intelectuales del Di Tella los políticos son giles: “Lo cierto es que a Juan (Sourrouille) le está costando, y mucho, sobrellevar el papel de hablar para los giles al que el gobierno lo fuerza una y otra vez por las solicitaciones de Tróccoli, por las incompetencias de Grinspun y por las presiones de Alfonsín” (180)

El libro describe el día a día de un equipo que se piensa llamado a una transformación de la Argentina. Y que va descubriendo en el día a día que, si bien la economía determina fundamentalmente la política, para intervenir sobre ella es necesario conocer sus leyes y determinaciones. Pero también es necesario construir el poder para esas intervenciones. E irán descubriendo que éste no se trata de una dádiva que un déspota consiente a sus amigos (el aprecio de Alfonsín forjado durante los días de la campaña electoral) sino de una construcción política de las que el equipo de Sourrouille se va desayunando a lo largo de su gestión mientras expone su profunda ignorancia.

Les sorprende que un partido en el que ellos no han luchado por imponer su punto de vista piense distinto. “Cuando miramos alrededor, tanto en el Gobierno como en el partido radical, no se ve quien comparta con nosotros la percepción de la gravedad del momento en que vivimos” (79) Poco tiempo más tarde aparecen “los hombres de Renovación y Cambio aconsejándole a Juan que se marginara de las disputas dentro del gobierno y abandonara a tu ilusión de ser alternativa a la actual conducción económica (…) está claro que los radicales han cerrado filas y hemos quedado, en ausencia de todo vínculo con el partido, fuera de juego.” (132)

El descubrimiento tardío, y con estupor, de las complejas relaciones que, incluso en un sistema democrático burgués, se establecen entre la población, los representantes en distintas instancias institucionales y esas instituciones, solo puede entenderse porque en la torre de cristal de los intelectuales burgueses, el árbol de su especialidad (incluso para alguien especializado en la relación de los sindicatos y Perón) puede ocultar la perspectiva del conjunto social. El campus le tapa las relaciones sociales.

Les sorprende también, pero van aprendiendo, que los distintos sectores internos del radicalismo en lugar de posternarse ante su inteligencia los utilicen en el complejo tablero de los juegos de poder de un Gobierno. “La visita de Jorge Romero, a cargo de la Secretaría de Relaciones Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores, a nuestras oficinas para solicitar apoyo para hacerse con el control de la política de exportaciones de la Argentina y neutralizar las aspiraciones de Ricardo Campero. Romero comentó que la relación de Caputo y Grinspun se ha deteriorado notablemente. En tren de confidencias, mencionó que hace un tiempo Caputo supo por boca de Grinspun con la opinión que le merecía la gente de la Secretaría de Planificación: tecnócratas vendidos a la patria financiera” (164) Comienzan a entender que no son la conciencia modernizadora de un gobierno poblado de ignorantes e incapaces al que llegan para salvar, sino una pieza más de ese gobierno y de sus internas. “El momento que vivimos estimula a las intrigas. Hace unas semanas, vino un emisario de Roberto Peña, el secretario de la SIDE, y luego Peña mismo almorzó con Juan. El libreto de uno y otro fue el mismo hay que acabar con Grinspun” (167) no es casual que sea el único que tiene una trayectoria como militante político el que ofrezca una estrategia de intervención. “Según Mario (Brodersohn) es conveniente que Grinspun continúe en su cargo de modo tal que haga toda la experiencia hasta el final y recaigan sobre sus espaldas los efectos políticos de su propia gestión.” (165)

Advierten con celeridad, pero sin poder superar por ello su aislamiento, que no se trata de acercarle un proyecto racional al príncipe y esperar que él encolumne a todas las fuerzas del gobierno detrás de ellos, sino que son parte de la construcción de la estrategia general de ese gobierno, y que cuentan con muy pocas fuerzas para hacer valer su proyecto. O sólo una fuerza les es favorable: el fracaso ajeno. Es notorio entonces, que si lo que les entrega cierta dosis de poder es la debacle de un programa económico, el de Grinspun, su único sostén es poder ofrecer a la sociedad mejorías sustanciales con relación a ese programa.

En resumen, mientras que durante el período de Grinspun, la Secretaría de Planificación señala en todos los planos las inconsistencias, irracionalidades y desconocimientos del equipo que conduce el ministerio, una vez a cargo de la conducción de la economía y luego del shock de confianza inicial del funcionamiento de medidas como el congelamiento de variables, el plan se empieza a desmadrar. Sí cuando miraban desde afuera el problema era la incapacidad del equipo económico a cargo, cuando la economía está a cargo de ellos el problema -a su juicio- es la incapacidad de distintos actores económicos de postergar sus intereses y sostener ese plan. Esta actitud es interesante remarcarla porque expone que hace más de 40 años que cada equipo económico repite la misma letanía, inclusive en las sucesiones al interior de un mismo gobierno. Cuando no conducen, el problema es que los que conducen no entienden; cuando están a cargo, el problema es que los gobernados no entienden. Todo esto se encuentra resumido en una frase lateral que se refiere al equipo de Grinspun, pero que refleja perfectamente la actitud del de Sourrouille ante las demandas sectoriales: “Insistieron en que el presupuesto está bien solo que el desempeño de la economía ha sido diferente.” (119)

1 Comentario

  1. Felicito al articulista por esta reveladora nota, cuyo nivel espero no decaiga en las dos que faltan. En general me interesa la confrontación directa entre la visión capitalista, representada en este caso por Torre, y la visión socialista del autor del artículo.

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