Del liberalismo a la política de clase. La izquierda y el sindicalismo combativo ante la cuarentena

en Goyo Flores/Novedades

El martes pasado tuvo lugar la primera acción del Plenario del Sindicalismo Combativo en el marco de la cuarentena: un acto en la puerta del Ministerio de Trabajo. La misma tuvo participación de sindicatos –entre ellos, SUTNA y la Seccional Haedo de la Unión Ferroviaria-, delegaciones y estuvieron presentes las agrupaciones sindicales del PO, MST, IS, NMAS, PTS y RyR. También se sumaron trabajadores de La Nirva, Interhospitalitaria y Centro Gallego, entre otras luchas. Por último, participaron delegaciones del Frente Piquetero, que el mismo día habían realizado una acción más temprano en Obelisco.

El acto fue convocado con una caracterización correcta: contra despidos, suspensiones y recortes salariales, pero además, rechazando la apertura de la cuarentena que pone en riesgo la salud obrera. Se trata de un posicionamiento fundamental, dado que la burguesía atenta contra la posibilidad de resguardar la salud y la vida obrera. En ese punto reside la primera lucha de la cuarentena: la salud obrera contra la flexibilización y la ganancia capitalista. Sin embargo, para llegar a esta conclusión en el terreno de la izquierda, mucha agua debió correr bajo el puente.

El liberalismo del aparato partidario

Apenas iniciada la cuarentena, el grueso de la izquierda (PO-PTS-NMAS-MST e incluso en sus inicios, la Tendencia del PO) planteó que estábamos ante un virtual “estado de sitio” que atentaba contra los derechos democráticos e individuales. Todo esto por repudiar la coacción que toda cuarentena supone y la participación del Ejército en tareas de asistencia. Así, estos partidos plantearon que se preparaba un cambio de etapa signada por el reforzamiento represivo del Estado. La crítica a un supuesto nuevo “régimen policial” (PO) o a un “estado de excepción” venía acompañada del pedido del FIT de “abrir el Parlamento”. El NMAS llegó incluso a afirmar abiertamente que se oponían a la cuarentena y el PTS a tildarla de medida retrógrada propia de la Edad Media, todo teñido de ideas propias de intelectuales liberales, posmodernos y anti marxistas como Foucault. Este planteo absurdo se conjugó, luego, con una política “solidaria” filo-anarquista: la “solidaridad desde abajo” reemplazaría al Estado como garante de la cuarentena. Ya no hay que exigir un subsidio universal que le permita al conjunto de la clase acceder a los bienes necesarios para su subsistencia. Ahora parece que esos recursos tienen que salir de la propia clase, y, de paso, lo que el Estado ya se apropió de los trabajadores vaya a salvar burgueses. Y ya que estamos, mandamos a compañeros a exponerse a contagios. El que más lejos llegó fue el Nuevo Mas:

“A diferencia de la orientación del gobierno, queremos construir una cuarentena solidaria: desde abajo, auto-determinada, para que los trabajadores y sectores populares ayudemos a nuestros hermanos de clase que atraviesan una gran necesidad. Es por eso que hemos lanzado numerosas iniciativas de solidaridad fabricando elementos de protección como máscaras para llevar a los hospitales, recolectando donaciones para hospitales y comedores, garantizando los repartos de alimentos para las familias en las escuelas,  exigiendo la apertura de los sindicatos y facultades para que funcionen como espacio de organización para donar a quienes lo necesiten” (Izquierdaweb, 25/4).

El PO cruzó al NMAS por “mutualista” pero no planteó nada muy diferente. Juan García–que rechaza la coacción inherente a la cuarentena- señaló oportunamente que “no es necesario involucrar al ejército, como está haciendo el gobierno, para garantizar ninguna cuarentena, menos aún para el reparto de alimentos” (Prensa Obrera, 6/4). Para García, el reparto podía hacerse no solo a través “de instituciones estatales”, sino a través de “flotas de camiones privadas inactivas, establecimientos educativos, organizaciones sociales o comunitarias”.

Así, al rechazar que el Estado asuma el rol de garante de la cuarentena, se le deja el camino libre para no cumplirla ni hacérsela cumplir, sobre todo, a la burguesía. No hay que ser muy perspicaz para entender que detrás de este planteo lo que se encuentra es el rechazo a la cuarentena por izquierda. Si la única estructura política que puede garantizar una cuarentena no lo hace, no hay cuarentena.

Esta política naufragó por estar a contramano de la clase obrera, que comprendió rápidamente la importancia de resguardar su salud, mientras la burguesía presionaba para conseguir excepciones. Como señalamos en su momento, las posiciones liberales conspiranoicas de la izquierda eran contrarias al interés obrero. Mientras la izquierda fantaseaba con el Leviatán, la clase obrera estaba enfrentando a sus patronales para defender la cuarentena y no ir a trabajar. Hoy, que la pandemia se instaló en las villas, queda claro cuál es la población más expuesta.

Lo que no terminan de entender estos izquierdistas es que todo el asunto es empujar al Estado a garantizar la cuarentena prohibiendo despidos y suspensiones, con subsidios universales a la desocupación, garantizando el alimento, entre otras medidas, pero siempre disputando la cooptación. De hecho, el Estado ya “terceriza” buena parte del rol asistencialista en sindicatos, organizaciones sociales cooptadas y la Iglesia. Tanto en materia de alimentos como en la donación de insumos. Esa es la política K: vender la miseria como “solidaria”. Es la política de Baradel, la Iglesia y el triunvirato piquetero.

Como dijimos en otra oportunidad, en vez de proponer que se exija al Estado la garantía de la cuarentena, estos partidos suponen que la clase obrera está lista para organizarla por ella misma. Le atribuyen un grado de organización, conciencia y recursos que no tiene. ¿Cómo va a garantizar la coacción que requiere toda cuarentena? ¿Cómo piensan llegar al último barrio de la provincia más pobre? No se sabe.

Finalmente, estas posiciones reaparecieron en una reunión convocada por SUTEBA Ensenada, de la que participaron sobre todo docentes y estatales. Su documento inicial –a propuesta de PO y PTS- era muy ambiguo y carecía de definiciones categóricas sobre la cuarentena. ¿Había que sostenerla? ¿Profundizarla? El documento se limitaba a señalar que la cuarentena “no puede sostenerse” sin tests masivos y un sistema sanitario centralizado, lo que podía entenderse como un rechazo por izquierda. Luego de varias intervenciones señalando este punto –entre ellas, la nuestra- el documento fue enmendado, aunque sin plantear una defensa explícita de la cuarentena.Claro, el PTS llegó a decir que defenderla “era adaptarse al gobierno”.

Las necesidades de la clase obrera

Esta posición chocó pronto con los intereses inmediatos de la clase obrera. Esto se observó principalmente, con la discordancia entre aquellos planteos y la perspectiva asumida por los  principales sindicatos que componen el Plenario del Sindicalismo Combativo. La política del aparato partidario debió entonces corregirse al compás de las necesidades obreras y el liberalismo ceder a la política de clase. El PSC adoptó rápidamente el rechazo a la flexibilización y la apertura de la cuarentena.

De entrada, cuando las patronales del neumático consiguieron sus excepciones, el SUTNA cuestionó el carácter esencial de la actividad solicitando el blanqueamiento del stock disponible. Y los ferroviarios se encuentran ante el problema de la salubridad, sobre todo cuando los trenes –particularmente, el Sarmiento- vuelven a estar estallados en las horas pico, producto de la apertura de la cuarentena. Como se ve, el problema de la flexibilización es lo primero que hay que rechazar. Sin ir más lejos, en los talleres de la Línea Roca ya aparecieron 5 casos de coronavirus. No es un problema menor. De ese modo, la defensa de la cuarentena se impone como perspectiva global y el planteo del “estado de sitio” retrocede hasta quedar casi en el olvido. Saludamos esta revisión impuesta por la realidad y las necesidades de los trabajadores. Pero hay que señalar que la izquierda corre a la retranca de la realidad. No puede anticiparse. Sobre todo, carece de conocimiento y de comprensión de las preocupaciones y los intereses de la clase obrera.

La nota discordante la ofreció, sin embargo, el Nuevo Mas que volvió a plantear la necesidad de “abrir los sindicatos” para “organizar la solidaridad desde abajo”, consigna que no tuvo recepción ni respaldo de los organismos sindicales. Así lo propuso Simonetti en el acto:

“Los sectores clasistas antiburocráticos tenemos que recuperar las tradiciones más fundamentales de la clase trabajadora de organizar la solidaridad con los trabajadores más necesitados. Hay que poner los sindicatos y los cuerpos de delegados recuperados a disposición para organizar colectas, alimentos, elementos de limpieza.”

Por supuesto, el acto también rechazó el acuerdo entre la UIA y la CGT,los recortes salariales y las suspensiones, así como el hambre en los barrios.Al respecto, la acusación de algunos medios contra el sindicalismo combativo por “romper la cuarentena”, fue respondida correctamente en varias intervenciones –entre ellas, la de nuestro compañero- apuntando a la responsabilidad del gobierno en la ofensiva patronal contra las trabajadores, que impide que los trabajadores puedan defender su salud.

Por un plan de lucha

En las semanas venideras, se va a volver a plantear una jornada de lucha que debe ser un primer paso para derrotar esa ofensiva. Este miércoles se realizará un plenario virtual que debe servir como instancia de deliberación para comenzar a organizar el plan de lucha que la burocracia sindical niega a los trabajadores. Llamamos a participar y a construirlo activamente para que la crisis la paguen los capitalistas.

Corriente Clasista Goyo Flores

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