De la teoría del “cerco” a los “precios cuidados” – Por Julieta Pacheco

en El Aromo nº 77

PACHECOLa justificación del gobierno peronista, de Montoneros a Carta Abierta

¿Le sorprende que intelectuales “progresistas” sigan defendiendo a un gobierno que toma medidas cada vez más impopulares? No crea que es algo novedoso. Sin ir muy lejos encontramos otro ejemplo casi calcado: la relación entre Montoneros y Perón. Un repaso por esa historia nos servirá para intentar explicar este fenómeno.

Por Julieta Pacheco (Grupo de investigación sobre la lucha de clases en los ’70 – CEICS)

En 1973, Montoneros reconoció la derechización de Perón. Pero, lejos de romper con él y unirse al resto de las fuerzas revolucionarias, decidió quedarse dentro del Movimiento Peronista, argumentando que a pesar de todo (y a pesar de todo), el líder los conduciría a la liberación nacional y, de allí, al “socialismo”. Las medidas contrarias a la clase obrera se justificaban explicando que Perón se veía “obligado” a tomar medidas impopulares y a negociar con el imperialismo, que lo cercaba a través de los golpes de estado en diferentes países de América Latina. El resultado de esta política fue que Montoneros se vio impotente frente al avance definitivo de la burguesía.

Pasaron poco más de 40 años, pero parece que algunos no aprendieron. El pasado 24 de enero, el gobierno kirchnerista anunció la devaluación del peso en un 25%. Como es sabido, esto plantea un fuerte golpe al poder adquisitivo de los trabajadores, como consecuencia del aumento de los precios y la caída de los salarios reales. Paralelamente, el gobierno se endurece y parece dispuesto a reprimir violentamente cualquier reacción: no es fortuito el lugar que comienzan a ocupar personajes como Berni o Milani. La represión, desde Las Heras hasta Kraft, es moneda corriente para los que nunca abandonamos la calle. Sin embargo, la magnitud del ajuste en marcha hace innegable su carácter anti-obrero. Para todos menos para los intelectuales nucleados en Carta Abierta, que intentan justificar lo injustificable. Aunque parezca mentira, los argumentos, en 1973 y 2014, son prácticamente idénticos.

La farsa…

 El 10 de febrero Carta Abierta salió a defender las medidas de ajuste económico. Publicaron un documento, Carta Abierta/15, titulado “La patria en peligro”.[1] Como ya lo hicieron con el asesinato de Mariano Ferreyra[2] y las denuncias de corrupción del gobierno “nacional y popular”,[3] una vez más, intentaron exculparlo de las medidas impopulares. La carta no tiene grandes aspiraciones teóricas ni filosóficas. Básicamente, sostiene que el gobierno se vio obligado a tomar medidas impopulares, presionado por el gran capital.

Así, el Gobierno “que tomó medidas de gran significación para democratizar la sociedad […] y la redistribución de la renta nacional a favor de las mayorías nacionales” no sería responsable de la política de ajuste en marcha. Algo sumamente descabellado, porque el kirchnerismo ya había amagado con el ajuste hace mucho, con lo de la “sintonía fina”, y desde diciembre que viene devaluando a paso firme. La devaluación, que busca devolver competitividad al capital industrial aliado del kirchnerismo, a costa de bajar salarios, es central para mantener a flote el barco. Toda la burguesía la venía pidiendo, especialmente los patrones Nac&Pop.[4]

Que Carta Abierta nos llame a “cuidar” los precios y las divisas mientras el gobierno alista las fuerzas represivas contra cualquier reclamo obrero, parece una tomada de pelo. Que nos llamen a defender la “autonomía” cuando esta administración va a pedir la escupidera al FMI y el Club de París, ya torna risible todo el panorama. Sin la más mínima lógica, sostienen que como el gobierno es “bueno”, las medidas “malas” no pueden ser su responsabilidad.

 …y la tragedia

 A fines de 1973, Montoneros elaboró un documento titulado “Charla de la Conducción Nacional a los frentes de masas”. El mismo había sido debatido en reuniones internas con miembros de la Conducción Nacional alrededor de todo el país, con el objetivo de homogeneizar las posiciones de la organización frente a los acontecimientos políticos. Básicamente, Montoneros tenía que explicar por qué seguía bajo el liderazgo de Perón después de la masacre de Ezeiza, el respaldo del líder a la burocracia sindical y a miembros de la derecha peronista, la elaboración del Pacto Social y la sanción de la Ley de Prescindibilidad Laboral. En fin, debía justificar la “derechización” del Gobierno.

En el documento, Montoneros entendía que la derechización de Perón obedecía a un cambio de estrategia obligada por el “cerco del imperialismo”. El General ya no buscaría construir un frente latinoamericano antiimperialista porque, debido a los golpes de estado en la región, eso ya no era posible.[5] Ante la nueva coyuntura internacional, Perón intentaría “negociar con los países del cerco y el imperialismo yanqui para romper el cerco”. Su ala izquierda, y las medidas reformistas, serían la prenda de cambio. Paralelamente, Montoneros reconocía que su primera caracterización del líder había sido un error. A diferencia de Montoneros, este no aspiraría a la construcción del “socialismo”. Esa diferencia explicaba, en primer término, el hecho de que sus medidas no coincidían con las que Montoneros esperaba. Sin embargo, dicha organización ratificaba la importancia del conductor en el proceso de liberación nacional, y por ello decidían continuar bajo su dirección, a pesar de la persecución que se estaba orquestando contra ellos.

Montoneros reconocía que su adhesión al peronismo tuvo que ver con “una coincidencia prácticamente total con Perón en la resistencia”. A su vez, el “planteo político de Perón era superior al nuestro y lo elevaba”. Por lo tanto, “en ese lapso hicimos nuestro propio Perón, más allá de lo que es realmente. Hoy que está Perón aquí, Perón es Perón y no lo que nosotros queremos.” Asimismo, el General se definiría a sí mismo y “a su Movimiento” con “una palabra: Justicialismo, y lo define como la tercera posición”. De esta manera, Montoneros aceptaba que Perón tenía un programa burgués y que nunca superaría los marcos capitalistas. Reconocía también que había sido  un error tomar al pie de la letra los planteos “radicalizados” del líder en el exilio y pensar que podía haber alguna coincidencia entre sus objetivos y los de los propios montoneros. Sin embargo, no estaban dispuestos a sacar los pies del plato, cayendo en justificaciones verdaderamente ridículas:

 

“la ideología de Perón es contradictoria con nuestra ideología porque nosotros somos socialistas, es decir, para nosotros la Comunidad Organizada, la alianza de clases es un proceso de transición al socialismo el cual además entendemos, por el análisis de la sociedad, que es obligado, es decir, no hay forma de frenarlo, que desarrolladas las tareas de liberación nacional, apoyado en los trabajadores, necesariamente se incluirá en la construcción de la patria socialista (bandera que tanto hemos gritado).”

 

Se admitía que Perón no comulgaba con el objetivo final. Sin embargo, sí coincidiría con las tareas que planteaban para la etapa intermedia, la liberación nacional:

 

“entre Perón y nosotros hay una multiplicidad de coincidencias en el plano político. El planteo de Frente Nacional Antiimperialista, del Frente Latinoamericano Antiimperialista, y de la alianza de clases en donde se apoya en la organización de la clase trabajadora, reparte el producto bruto, nacionaliza la economía, el Estado planifica la economía, etc., nosotros lo compartimos plenamente, solo que no lo compartimos como meta final sino como transición al estado socialista”.

 

Las tareas de esa etapa culminarían en la sociedad “justicialista”:

 

“a través de un Estado que sea económicamente libre y políticamente soberano, que dentro de él impere la justicia social garantizada por un estado fuerte: un estado poderoso que estatiza una serie de resortes de la economía, que la planifica de modo tal de recortarle las leyes propias de expansión que tiene el capital, es decir de humanizar el capital como ha sostenido reiteradamente el General Perón, y de constituir un Estado en el que participen organizadamente los distintos sectores sociales en una comunidad organizada en la cual se produzca la colaboración social de los distintos sectores en función de la liberación nacional y la justicia social. Es decir la CGE debe respetar los derechos de la CGT. Esto lo garantiza un Estado que planifica la economía, un Estado que determina precios máximos, control del comercio exterior, recorta el poder de la oligarquía, es decir, trata de impedir el desarrollo de los monopolios internos, combate a los monopolios externos, y eso es el Justicialismo. Es decir, en rigor el socialismo nacional no es el socialismo, lo que Perón define como socialismo nacional es el justicialismo.”

 

El primer problema que aparece aquí es cómo, bajo el liderazgo de Perón, se pasaría de la “patria liberada” al “socialismo”. Lejos estaba Montoneros de prever un enfrentamiento con Perón. Sostenían que, el propio impulso de las masas (más su propia intervención) haría desembocar el proceso en el “socialismo”: “Perón no quiere, pero que es así, es un hecho objetivo”. ¿Perón no intentaría impedir el avance hacia el “socialismo”? Montoneros no evaluaba esa posibilidad. ¿El combate abierto que Perón había comenzado a librar contra su ala izquierda no era una muestra de que, apoyándose en la burocracia y la reacción, enfrentaría las aspiraciones “socialistas”? Peor aún, ¿la caracterización de un pacto de no agresión entre el “imperialismo” y Perón no estaba mostrando que el líder se resistía incluso a avanzar hacia la “liberación nacional”? Estas preguntas obvias son las que debía responder responsablemente Montoneros.

Según su caracterización, el líder se encontraría ante una disyuntiva, debido a que “los únicos dentro del Movimiento que compartimos plenamente su proyecto estratégico [la liberación nacional] somos nosotros, porque la burocracia no lo comprende”. ¿Por qué, si el proyecto estratégico de Perón era la liberación nacional, enfrentaba a Montoneros (los únicos que querían avanzar en ese sentido) y se apoyaba en la burocracia sindical y la derecha peronista? El problema era que “nuestra posición ideológica no es la misma que la de él, y de ahí que tiene una contradicción que vaya a saber como la resolverá.” Como Perón no quería el “socialismo”, enfrentaba a Montoneros y se apoyaba en la derecha. De allí que Perón los consideraba “infiltrados”, sin darse cuenta que ellos eran en realidad “los hijos legítimos del movimiento”. A esto se agregaba que, ante el “cerco del imperialismo”, Perón los “ofreciera como prenda de negociación”, buscando su disolución o su expulsión del Movimiento, llegando incluso a promover, agregamos nosotros, los ataques de bandas fascistas contra Montoneros.

En síntesis, Montoneros reconocía en este documento, por primera vez, que sus objetivos “ideológicos” no coincidían con los de Perón. Mientras este último solo aspiraría a desarrollar el capitalismo nacional, enfrentando al imperialismo y la oligarquía que aparecían como trabas a ese desarrollo y concediendo reformas a favor de la clase obrera, Montoneros aspiraba al “socialismo”. Con ello explicaban las diferencias con el líder, aunque no dejaban de señalar que, dada la coincidencia política con las medidas de esta primera etapa, debían mantenerse dentro del peronismo. Pero aquí aparecía una nueva contradicción entre sus postulados y la realidad, más difícil de explicar: muchas de las medidas que estaba tomando el Gobierno eran contrarias a su supuesto objetivo de alcanzar la “liberación nacional”…

Ante ello, Montoneros no cuestionaba su punto de partida, dando nuevas volteretas para explicar el sinsentido. En lugar de postular que Perón ni siquiera aspiraría a la “liberación nacional”, buscaron justificar las medidas impopulares por elementos externos a él. Según ellos, el líder se encontraría en una posición defensiva, diferente a la del ‘45 y más similar a la del período ‘52-‘55, donde el imperialismo lo acorralaba, provocando una reacción negociadora. Ante el “cerco”, se morigeraban las aspiraciones y se sacrificaba (momentáneamente) su “programa de máxima”: la liberación nacional. A nivel interno, eso significaba promover la disolución de Montoneros, que aparecía como prenda de cambio en la negociación con el “imperialismo”, los “demoliberales”, la burocracia y la burguesía nacional. Dadas las diferencias “ideológicas” entre Perón y Montoneros, no le costaba mucho enfrentar a quienes percibía como “infiltrados”. Aunque Montoneros apelaba a eufemismos, estaban justificando de esta manera que Perón diera rienda suelta a la derecha peronista para cazarlos. El error de Perón sería que, al entregar a Montoneros, se desprendería del único sector del Movimiento en el que podría apoyarse para llevar adelante la “liberación nacional”. Ni la burocracia sindical, ni la burguesía nacional buscarían avanzar decididamente en ese sentido. Así, Perón, cediendo a su “ideología” terminaría sacrificando la consecución de sus objetivos “políticos”.

Frente a esta situación, Montoneros llamaba a resistir el embate de la derecha. Debían permanecer dentro del Movimiento, horadando las posiciones de los enemigos y aspirando a que, en algún momento, el líder se diera cuenta de que Montoneros era un instrumento indispensable para su proyecto político:

 

“tenemos una contradicción ideológica con Perón, pero tenemos una coincidencia en el proyecto estratégico. Pero es, objetivamente, un líder, un conductor revolucionario, antiimperialista, que ha venido expresando a la clase trabajadora, etc. Es estúpido de parte nuestra pelearnos con Perón por la ideología. Nosotros en las medidas concretas, en las políticas concretas donde surgen diferencias, tenemos que pelear al máximo nuestra concepción. Pero si perdemos, no por eso nos vamos a ir del peronismo, no tiene el más mínimo sentido porque compartimos el proyecto estratégico que formula Perón, aunque nosotros ideológicamente vayamos más allá, y porque el peronismo es obligadamente el movimiento de masas nacionalista y revolucionario por el cual pasa inexorablemente la revolución”.

 

Aunque Perón “optó por defender, al menos por ahora, su proyecto ideológico” apoyándose en la burocracia, en algún momento se daría cuenta de que ello significaba resignar su proyecto estratégico. En ese momento se apoyaría, finalmente, en Montoneros contra la burocracia. Claro que esa ilusión nunca vio la luz…

La naturaleza del bonapartismo

Con argumentos francamente poco serios, Montoneros justificaba su defensa del Gobierno de Perón mientras los atacaba físicamente, y cuya política iba en contra de sus supuestos “objetivos estratégicos”. Pero había una explicación más sencilla para esta coyuntura: Perón no solo difería con Montoneros en lo “ideológico”. Claramente, ni siquiera coincidía en su “proyecto estratégico”, la “liberación nacional”. Como todo régimen bonapartista, su objetivo era, en última instancia, salvar al capitalismo, que enfrentaba una profunda crisis hegemónica y el ascenso de sectores que bregaban por la eliminación de la sociedad de clases. Eso se logra, en primer lugar (y mientras la economía lo permita), promoviendo (y prometiendo) reformas a favor de los explotados, sin poner en cuestión en ningún momento la estructura social. De esta manera, los sectores más radicalizados del movimiento de masas son aislados. Y quien no pueda ser cooptado, será enfrentado por las armas. Cuando el ciclo económico favorable se revierta, será la hora del “ajuste”, que recaerá sobre las masas. Así, el régimen que sube por izquierda, se disuelve por derecha. El documento de Montoneros intenta analizar ese momento de pasaje. La principal confusión incluso táctica fue asociar a un líder bonapartista con un cuadro salido de una entraña netamente reformista. Si bien Perón podía llevar adelante políticas reformistas, también tenía una serie de lazos con la contrarrevolución. Al no ser un dirigente cuya supervivencia dependía exclusivamente de una estructura programática determinada, podía romper determinados lazos para fortalecer otros. Dicho de otra forma: así como podía reunirse con cuadros montoneros ligados a la “patria socialista”, reclutaba elementos fascistas para crear la Triple A en la España franquista. Como todo dirigente bonapartista, sube por izquierda y se baja por derecha. Este último es el movimiento más difícil y pinta de cuerpo entero su capacidad como líder burgués. Para realizarlo, debe estar preparado para liquidar lo que supo armar sin perder la dirección del proceso. Montoneros creía que Perón sería incapaz de realizar lo primero sin evitar lo segundo, mientras el General ya se había preparado para ambas tareas. Esta historia se ha repetido muchas veces, y el final es siempre el mismo. Quizás haya llegado la hora de leer correctamente sus enseñanzas.

Notas

[1] http://cartaabierta.org.ar/index.php/cartas-abiertas/132-cartas/carta-abierta-15/196-carta-abierta-15

[2] Sartelli, Eduardo: “La mala conciencia de las buenas personas. Los intelectuales kirchneristas y la muerte de Mariano Ferreyra”, en El Aromo n° 57, noviembre-diciembre de 2010.

[3] Sartelli, Eduardo: “La mala conciencia de las buenas personas (II). Los intelectuales kirchneristas y la corrupción k”, en El Aromo n° 73, julio-agosto de 2013.

[4] Ver artículo de Verónica Baudino en esta misma edición.

[5] “Charla de la Conducción a los frentes de masas”, en Baschetti, Roberto (comp.): Documentos 1973-1976. De la ruptura al golpe, Editorial de la Campana, Buenos Aires, 1999, Volumen II. Todas las citas corresponden al mismo documento.

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