Contra el reformismo. La “solidaridad” y la “distribución de la riqueza”

en La Hoja Socialista 18/Novedades

El nuevo gobierno volvió a instalar la idea de la “distribución” como clave para pasar la crisis. Así, pauta aumentos de jubilaciones y salarios de ajuste con sumas fijas, y los justifica diciendo que va a “compensar” a los más “golpeados”, a los que cobran salarios mínimos. El discurso de la “solidaridad” llegó para quedarse y fundamenta la base de las políticas de los Fernández en paritarias, reforma jubilatoria, etc. La idea es que los que no ganan haberes mínimos se solidaricen con los últimos. De ese modo, lo que busca el gobierno es achatar la pirámide salarial y obligar a los trabajadores a solidarizarse entre ellos.

Lo que está de fondo es un discurso que dice que para lograr una sociedad menos desigual, hay que “distribuir” la riqueza entre todos. No es una novedad: el kirchnerismo y el peronismo viven haciendo gala de un discurso que habla del “fifty-fifty”, es decir, del reparto mitad y mitad de la torta, entre patrones y laburantes. Esta vez solo se dio un paso más en un discurso mentiroso que esconde la verdad del asunto: el robo permanente a los obreros.

Para entender este punto digamos que hay varios problemas en este razonamiento del reparto de las riquezas.

Primero, hay que decir que la sociedad está dividida en clases que no se jerarquizan por el salario que cobran, sino por las relaciones sociales de producción en las que se encuentran. Justamente, lo que el discurso de la “distribución” esconde es eso que llamamos explotación: toda la riqueza social en cuestión es producto de una misma clase social -la clase obrera- pero es apropiada por la burguesía.

Por eso, cualquier idea de “distribución”, el fifty-fifty, el reparto de la riqueza –muchas veces, medida con estadística burguesa que no es otra cosa que basura, como el índice Gini- esconde que ya en la base de la sociedad, hay una transferencia de riqueza de explotados a explotadores. Justamente el “ingreso” es muy diferente según la clase social a la que nos referimos. La riqueza que excede el trabajo necesario de los obreros para sobrevivir (salario) alimenta los bolsillos burgueses. De ahí surge la ganancia capitalista.

Por eso, no es casual que el gobierno ignore esa división. No va a poner en cuestión el motor de la ganancia capitalista. Por eso, no le pide solidaridad a los capitales. La riqueza la conservan los patrones, entre nosotros nos hacen distribuir miseria. Le resulta más fácil y viable presentar a un viejo que gana 30 lucas como un carancho que no quiere solidarizarse, o a un ataque contra los regímenes especiales –como el de docentes- como un acto de justicia contra las “jubilaciones de privilegio”. ¿Y para qué? Para que aquellos que se apropian del fruto del trabajo ajeno, paguen “costos laborales” más bajos. O sea, para explotar más y mejor a los trabajadores.

Por eso, la “lucha” entre asalariados de distintas “categorías” que alienta el gobierno esconde muy bien el conjunto de beneficios para los capitalistas: la baja de retenciones a mineras y petroleras, ayudas económicas para las pymes –las más negreras de todas las fracciones de la burguesía-, etc. Mientras trabajadores vemos cómo sigue bajando el salario y empeoran las condiciones de trabajo, otros se enriquecen o tienen ayuditas para salir de la crisis. Ayuditas que sostenemos nosotros. 

Si queremos salir de la crisis, no la tenemos que pagar nosotros. Se la tenemos que hacer pagar a las patronales. Que sean ellos los que después de explotarnos, de sacarnos hasta la última gota de energía, viviendo de la teta del Estado, paguen la crisis. ¿Cómo? Expropiando y estatizando para poner a funcionar a las empresas bajo control de los trabajadores. Pero la única forma de superar un falso debate como el de la “distribución de la riqueza” es aspirar a una sociedad sin explotados ni explotadores, el Socialismo.

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