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Un llamado urgente a la acción revolucionaria

Entre toda la andanada de noticias confusas y en un proceso de descomposición política en marcha, el dato a señalar es la integración del Frente de Izquierda al campo republicano. En un gesto destinado a preservar las instituciones democráticas, los cuatro partidos trotskistas han decidido intervenir en la crisis llamando a los descontentos a postergar su bronca y pronunciarse en las elecciones de noviembre, apelación que se repitió en forma mucho más vergonzante en los tweets de Solano. Dicho de otra forma, llaman a no tomar la calle ni expresar su repudio en forma directa en lo inmediato (lo que haría cualquier organización revolucionaria con poder de convocatoria masiva y que dice tener más de un millón de votos), sino a esperar y hablar de acá a dos meses y en las urnas. Mientras el Movimiento Evita, Barrios de Pie y la CCC se dispusieron a ir al centro del poder político, el FITU no movió un pelo. Peor, cuando estas organizaciones recularon y dejaron la plaza libre, no fueron capaces de recoger la idea ni el guante. Mucho peor aún, mostrando que no había ningún problema “técnico” para movilizar, el Partido Obrero convocó a una masiva marcha, pero no a Plaza de Mayo, no, sino a Desarrollo Social para pedir… un aumento en el monto de los planes. ¿Se puede estar más desorientado?

El comunicado del FITU sobre la crisis no solo es un intento de canalizar el descontento por los canales institucionales del Estado (o sea, de la burguesía), sino que toma partido por una de las alas del gobierno (el kirchnerismo, obvio). Aclaran que no está en juego una salida “progre” o “nacionalista”. Es decir, si así fuera, apoyarían. Más aún, dicen que la crisis la tienen que pagar “los grandes empresarios, los banqueros y los terratenientes”. Queda claro que apoyan al resto del empresariado, empezando por todo el pool sojero que en su mayoría son arrendatarios…

Como vemos, reclaman el programa de Cristina: ponerle plata en el bolsillo a la gente y romper con el FMI. Que, según ellos, Cristina no sea del todo consecuente, solo le agrega un problema de dirección. Dicho de otra forma, el frente se postula para cumplir lo que ella dice pero no hace. A eso se refiere Solano cuando dice que hay que hablar con las “bases” kirchneristas. Ahora bien, que Cristina no quiera endurecerse frente al FMI puede debatirse, pero que todo el problema de la Argentina sea el Fondo es sencillamente una tontería nacionalista, que supone que el capitalismo argentino no está agotado y que esta burguesía parásita podría sacar al país adelante si los bancos no la estrangulasen. Se entiende por qué hacen lo que hacen: son peronistas. Nunca dejaron de serlo. Entonces, intervienen como tales. Algunos de forma más incómoda y otros más convencidos (el PTK, obvio). Pero nadie saca los pies del plato.

Párrafo aparte merece Política Obrera, que no solo se abstiene de llamar a la acción política directa, sino que exige debatir estos temas en la campaña electoral. Ni aun en medio del derrumbe, ni aun habiéndose quedado fuera de las PASO abandonan su electoralismo. Es lógico, para una organización que en todo este tiempo, en medio de una crisis galopante, puso como eje su legalidad y nada más que su legalidad. A todo esto, vaya originalidad, llama a una “asamblea constituyente”. O sea, en medio de un repudio creciente a las elecciones y a las instituciones republicanas, esta gente ofrece más de lo mismo.

En medio de una crisis que muestra una descomposición del elenco gobernante sumado a (y causado por) un descontento generalizado con todo el personal político (Cambiemos perdió 700.000 votos en el Conurbano y el ascenso de Milei tiene mucho de eso), la izquierda tiene un oportunidad única, pero ha decidido dejarla pasar en el nombre de las bancas. “Bancas, más bancas. Mi reino por una banca”, parecen decir.

¿Para qué se prepara un partido revolucionario? ¿Para qué dedicar horas de esfuerzo intelectual y físico? ¿Cuál es el sentido de la lenta acumulación de fuerzas, de la conducción, o al menos la presencia, en los conflictos sindicales y en los problemas territoriales? ¿Para qué organizar docentes, mujeres, estudiantes o desocupados, esas diferentes formas en las que se manifiestan los problemas de la clase obrera?

La respuesta es una sola: para poder intervenir en una verdadera crisis de forma revolucionaria. ¿Por qué? Porque la lucha de clases ofrece esa oportunidad en forma excepcional, no cotidiana. Durante lo que podríamos llamar “tiempos normales”, la lucha tiene, inevitablemente, un componente mayoritariamente sindical: demandas de salario o de trabajo (o planes). En ese campo, las diferencias entre reformistas y revolucionarios son difíciles de apreciar: todos piden más o menos lo mismo. Esa distancia se muestra en otros terrenos. Es en las grandes crisis donde se ponen a prueba los programas. Por ejemplo, después de cortar rutas durante seis años y fajarse diariamente con la gendarmería, el 20 de diciembre de 2001, la FTV (D’Elía) y la CCC decidieron no movilizar para no “hacerle el juego a la represión”. No eran delincuentes ni traidores. Eran reformistas y su límite era ese: la defensa del Estado. Lo que vino después es historia conocida.

El caso es que nos acercamos a ese escenario. Esta convulsión es solo la primera, pero intervenir es vital y una gran oportunidad. La principal dirección política nacional se descompone y la oposición no sabe qué hacer. Las masas ven todo este espectáculo con estupor y con rabia. Mucha rabia. Tanta, que nadie se atrevió a mover un dedo. Hasta Milei se contiene. Hay que romper con la política institucional. Tenemos que salir a hacernos cargo de la voz que recorre los barrios: que se vayan todos. Con ese grito, con esa consigna por el no, empezar a construir un programa, en asambleas por todo el país, para desembocar en una asamblea nacional de trabajadores. En el medio, hay que producir una salida real. Hay que tener un plan para gobernar la Argentina y sacarla de la crisis. Aumento de salarios y luchar contra el ajuste son consignas inmediatas y puramente negativas. ¿Cómo vamos a poner en marcha la economía argentina? ¿Cómo vamos a sacar a la población de la miseria? ¿Qué vamos a hacer con la educación? Esas son las preguntas que un partido debe responder positivamente, si quiere ser una opción real.

Este es nuestro planteo. Por lo pronto, en lo inmediato, tenemos que ponernos de acuerdo para una marcha ya, ahora, al centro del poder político, para repudiar a todo el personal burgués.

Si no actuamos ahora, estaremos regalando tiempo al gobierno y al conjunto de la burguesía para que recomponga sus desacuerdos. Si no actuamos ahora, alguien más va a canalizar ese descontento. Y, seguramente, no en favor de la clase obrera.

Llamamos al FITU a abandonar su defensa de las instituciones republicanas y sumarse. Llamamos a todas las organizaciones que se reivindiquen obreras y revolucionarias a una reunión para convocar una marcha a Plaza de Mayo en lo inmediato.

¡Que se vayan todos!

Razón y Revolución

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