Por Emiliano Mussi y Fernando Dachevsky1 – Cristina le tomó el gusto a hacer anuncios de medidas en la Quinta de Olivos. Hay que reconocerle que dichos discursos han sido muy didácticos. Si a alguien le quedaban dudas sobre la incapacidad de la economía argentina para sortear la crisis, Cristina se encargó de despejarlas. Sus repetidos anuncios de planes para enfrentar la crisis ponen al desnudo una realidad que fue advertida desde El Aromo hace tiempo: nada nuevo surgió en los últimos años que permita a la economía argentina ser menos dependiente de las variaciones de los precios agrarios de lo que lo fue históricamente.
La industria nacional sigue siendo débil y no es competitiva a nivel mundial. La supervivencia de estos capitales está atada a la protección que pueda brindarle el Estado y, en consecuencia, a la masa de dinero con la que cuente para destinarla a dicha protección. En definitiva, con cada intento de salvataje a la industria, el gobierno pone en evidencia la incapacidad de la burguesía nacional para enfrentar la agudización de la competencia que se produce como resultado de la crisis mundial. Es decir, anuncia su propia inutilidad al frente de la Casa Rosada.
Salvataje K
La industria pudo crecer durante los últimos 6 años gracias a la protección que impuso la devaluación del 2002. Pero el “veranito K” estaba condenado a terminar, pese a las promesas de un “nuevo capitalismo nacional”. Por eso, la afirmación de Cristina de que “de repente apareció el mundo y nos complicó la vida”, no es cierta. La crisis internacional agrava una situación que ya era delicada. Dado que exacerba la competencia entre capitales que buscan nuevos mercados donde vender sus productos, amenaza con más urgencia a los más débiles, como los capitales argentinos. Pero a su vez, produce un desplome del comercio exterior de los países. Como la recesión afecta a todos, los mercados se cierran y todos exportan e importan menos. En este contexto, en diciembre de 2008 las exportaciones argentinas cayeron un 24%, y un 11% las importaciones, con respecto al mismo período del 2007. Esta desaceleración se puede rastrear desde octubre del 20082. Esta tendencia seguirá su marcha descendente a medida que avance la crisis mundial.
Con la intención de darle cierto estímulo a la industria nacional, hacia fines de 2008 Cristina anunció los planes “anticíclicos” que, como acostumbra decir, “no es plan B, ni C sino el mismo plan A”. En efecto, el plan del gobierno nacional y popular siempre fue el mismo: el salvataje de la burguesía. En resumidas cuentas, el salvataje K consiste en otorgar beneficios impositivos y subsidios a la industria local, que viene mostrando fuertes signos de desaceleración a medida que se agota, por efecto de la inflación, la brecha cambiaria dejada por la devaluación. Todo esto, financiado en su mayor parte con los aportes jubilatorios recientemente estatizados. Lo cual, muestra, al mismo tiempo, que la supuesta “recuperación” del sistema jubilatorio, lejos de una medida popular, no es más que una nueva transferencia en favor de fracciones de la burguesía.
Vende humo
El plan anunciado pone en evidencia el fracaso económico del kirchnerismo en impulsar una industria competitiva durante los últimos años. Pero a su vez, nos muestra su impotencia para dar una salida a la crisis. Estas medidas no son más que manotazos de ahogado que no resuelven el problema original: la falta de competitividad de la industria local. Como todo manotazo de ahogado, los anuncios de Cristina salpicaron mucho pero su efectividad es nula. Aun en los casos donde no se trata de una repetición de anuncios ya realizados, la propia implementación del plan está presentando dificultades por problemas de financiamiento.
Con respecto al plan de obras públicas, de la inversión total anunciada, sólo la quinta parte corresponde a obras realmente nuevas. Es decir, que muchas de las obras ya estaban terminadas al anuncio del plan, como la hidroeléctrica de Río Grande, o las usinas Belgrano y San Martín, entre otras3. En la mayor parte de los casos restantes, el plan tuvo un alcance restringido o se encuentra todavía sin aplicación o su aplicación fue muy limitada. En el caso automotriz, el plan no pudo revertir el panorama negativo que viene mostrando dicho sector, que en enero de este año vio caer sus ventas en un 40% con relación al mismo mes del año anterior. Mientras en enero de 2008 se habían vendido 51.551 unidades, esta cifra se redujo a 31.429 durante el mismo mes de este año4.
También resultó un fiasco el plan que prometía heladeras con freezer a $1.440. Es que el limitado lote asignado alcanzó sólo para dos días de ventas luego del anuncio. Pasada esa fecha, sólo se consiguen heladeras por encima de los $2.200. Una situación similar se observa con relación al plan de préstamos personales, dado que de los 85 bancos y entidades financieras que hay en el país, sólo dos garantizarían créditos personales a la tasa de interés oficial5.
Caja chica
Durante los últimos años, el gobierno buscó compensar la ineficiencia de los industriales con subsidios y mecanismos de protección. Tras años de crecimiento sostenido, lo que la economía K dejó fue una gran mochila que debe ser sostenida con mecanismos de protección cada vez más costosos. A medida que la demanda por protección creció, aumentó la necesidad de ingresos. Los subsidios a empresas públicas, mixtas y privadas se incrementaron el año pasado un 111% en comparación con 2007.6 Por esta razón, buscó incrementar las retenciones a las exportaciones agrarias a comienzos del año pasado. Sin embargo, en la actualidad, no sólo no cuenta con esos recursos potenciales, por haber reculado frente a la burguesía terrateniente, sino que día a día ve cómo se reducen los aportes de las exportaciones agrarias en la medida que sus precios continúan a la baja. Sólo para el caso de la soja, la caída sufrida durante los últimos meses fue de un 31%, pasando de los u$s 551 de julio del año pasado a los u$s 383 que cotizó en enero de 20097. Si a esto le sumamos el efecto de la sequía actual, el panorama lejos está de ser favorable para recomponer la caja con la cual el gobierno pretende hacer frente la situación8.
Esto tiene un correlato inmediato en la recaudación, aun suponiendo que la tasa de retención siga sin disminuir, como se evidenció en la caída de un 40% en relación a enero del año pasado. Sin embargo, la caída de los precios, al afectar la renta sobre la cual se aplican las retenciones, deberá tener como contracara, tarde o temprano, una caída en la tasa de retención. Es así que el gobierno ya tuvo que implementar rebajas en las retenciones del trigo y el maíz: del 28% al 23% en el primer caso, y del 25% al 20% en el segundo9. Para complementar los ingresos por retenciones, el gobierno buscó obtener financiamiento externo. Sin embargo, fracasó en sus intentos de volver a una situación similar a la década del ´90, cuando la deuda se refinanciaba generando ingresos netos positivos. Durante el 2008, se mantuvo el resultado neto negativo que venían arrojando los flujos con los organismos internacionales. Hasta el tercer trimestre del 2008 (último dato disponible) el resultado neto negativo fue de u$s 1.386 millones, superando los u$s 1.058 millones del 200710.
Lo cierto es que la contracción mundial del crédito y la pérdida potencial de una masa de dinero vía retenciones, obligó al gobierno a meter mano en las jubilaciones para restaurar su caja. Sin embargo, aun dilapidando los ahorros de generaciones enteras de obreros, para salvar a la burguesía nacional, esa caja tiene un límite y frente a la falta de recursos para incrementar los subsidios, se ve obligado a descongelar las tarifas. El tarifazo de año nuevo es la muestra más reciente de la impotencia kirchnerista y ya se puede sentir en servicios como la luz y el gas, el transporte público y los peajes. También se puede estimar que el próximo aumento será el de la telefonía fija.
Nada nuevo bajo el sol
Este fracaso de la economía K fue advertido por Razón y Revolución hace tiempo. En diversos números de El Aromo y en boletines del Observatorio Marxista de Economía, hemos mostrado como la mayor parte del crecimiento industrial post 2001 no fue otra cosa que la utilización de capacidad instalada ociosa por la crisis, que no se había registrado ningún salto en la productividad del trabajo y que la economía nacional seguía retrocediendo a nivel mundial, perdiendo peso en el comercio internacional. Lo cual se registraba, incluso, en la industria vedette de la economía K: la automotriz. En definitiva, mostramos que la industria nacional no agraria sigue siendo ineficiente del primero al último de sus capitales.
Pero a pesar de esto, economistas kirchneristas, como Aldo Ferrer o Carlos Heller, sostienen que finalmente la Argentina liberó sus potencias, camina ya por la buena senda e incluso podría transitar inmune por la crisis. Sin embargo, con sus acciones el propio gobierno ha dejado en offside a sus apologistas. Cada medida implementada por el gobierno no hace más que quemar cartuchos para posponer lo inevitable: el duro golpe de la crisis en Argentina y el fin del bonapartismo kirchnerista. A la vez, muestra que la crisis es del capitalismo argentino y no de sus administradores, por lo que cualquier alternativa de recambio burguesa sólo puede prometer ataques a la clase obrera y una crisis de poder tras otra. Los anuncios de Cristina son un llamado a la clase obrera a intervenir en forma independiente de las fracciones de la burguesía que se van a disputar la migajas del capitalismo argentino.
Notas
1Con colaboración de Cristian Morua (OME).
2En base a Indec.
3Clarín, 16/12/2008.
4En base a datos de ADEFA.
5Crítica de la Argentina, 16/02/2009.
6La Nación, 14/02/2009.
7En base a datos de la USDA.
8Ver “Sobre llovido, secado”, en este mismo número de El Aromo.
9InfoCampo, 16/02/2009.
10En base a datos de la Secretaría de Finanzas.