EE.UU.: Con el neoliberalismo estábamos mejor

en El Aromo nº 47

Por Osvaldo Regina – La situación de la clase obrera norteamericana se agravó sustancialmente en estos meses, con 35% más de desocupados que un año atrás.

De acuerdo con los datos de enero de la Encuesta de Hogares de EE.UU., la cantidad de desempleados alcanza ahora la cantidad de 11,6 millones. En parte, ello es consecuencia de haber operado una duplicación en la cantidad mensual de desocupados nuevos: los despedidos recientes y los contratados temporarios que se quedaron sin renovación, sumando 7 millones entre ambos grupos. Subrayando la tendencia de fondo, que tiende al agravamiento de la situación laboral, las personas desocupadas durante más de 6 meses también se duplicaron respecto de un año atrás, mientras que los inactivos porque cesaron de buscar un puesto de trabajo triplicaron a los desalentados de un año atrás. El aumento de 4,1 millones de desocupados respecto de principios de 2008 disparó la tasa de desempleo al 7,6% de la población económicamente activa. Este nivel es similar al vigente en 1992 aunque todavía sustancialmente menor que el de la recesión de 1982 (ver gráfico). Como suele suceder, el peor castigo que la clase capitalista puede infligir a los asalariados se endurece cuando éstos son muy jóvenes (entre quienes la tasa salta al 20,8%) o son de raza negra (12,6%) o de origen hispano (9,7%). Prever las consecuencias de este cuadro en los ingresos de los trabajadores parece sencillo desde que el salario real siempre responde en la dirección contraria a la tasa de desempleo.

La base productiva de esta situación del empleo deriva del estancamiento del consumo durante 2008 acompañado por una caída en la inversión. El consumo de bienes durables cayó 4,4% mientras que hubo una disminución de 20,8% en las construcciones residenciales. A pesar de ello, el PBI logró registrar un crecimiento de 1,6% gracias al relanzamiento del sector externo por la suba de 6,5% en exportaciones y una caída en las importaciones del 3,3%. En sentido contrario al de cierto “alarmismo” de sobremesa, la caída del dólar a la mitad de su valor entre julio de 2001 y junio de 2008 resultó así funcional a los negocios yankees, algo muy lejano de constituir una amenaza para el rol mundial de la primera potencia económica y financiera. El efecto de la actual crisis sobre el reparto de la torta entre las clases norteamericanas continuará al de la evolución de los precios y los salarios durante 8 años de gestión del pequeño George W. (ver gráfico).

Desde 2001 los precios de la producción acumularon aumentos respecto de los insumos por más del 22% mientras que el costo salarial de las empresas lo hizo en apenas 7%. La participación asalariada en el ingreso nacional, que había alcanzado 60% en 1980, se fue reduciendo hasta el 56% durante el último período republicano (ver gráfico). Esta tendencia encuentra en la crisis financiera una oportunidad ideal para cristalizar en una reducción duradera del salario real y relanzar luego la rentabilidad del capital yankee con una economía más estable. Si Bush logró aligerar a las empresas de la carga salarial durante los años de auge, tanto más fácilmente seguirá Obama el mismo camino, gracias al contexto de recesión y a un fuerte y oportuno aumento del desempleo. No confundirse por el color: la enorme cantidad de dólares que están emitiendo los “estatistas” demócratas para proteger al capital nacional e imponer una mayor influencia y control burocrático sobre su burguesía, será meditadamente insuficiente para frenar el proceso de ajuste contra el salario iniciado por el “neoliberalismo” republicano de Reagan durante los años ochenta.

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