Artigas: Ningún “Proyecto” radical. Sobre el ideario artiguista de Grabois y compañía

en Aromo/El Aromo n° 114/Novedades

El caso Etchevere puso sobre la mesa la figura de Artigas y, nuevamente, su supuesta “reforma agraria”. Como dijimos, Grabois pretendía hacer de la miseria, virtud: le saco una tierra a los “oligarcas” y se la doy a 150 familias para emprender un “modelo agroecológico”. En realidad, no es otra cosa que darle unas tierras para que se hagan una huertita y sigan viviendo en la miseria. Bajo el capitalismo, ningún piquetero papal va a ofrecer una solución real a los verdaderos problemas de los trabajadores.

Juan Flores – Grupo de Investigación de la Revolución Burguesa

Sin embargo, el problema debe ser también calibrado en su dimensión “teórica” e histórica, dado que el asunto suele invitar a confusiones ajenas, en particular de la izquierda. En otras oportunidades, ya hemos cuestionado la noción de “reforma agraria” como una salida para tomar por parte de la clase obrera. La solución no es “poblar el campo”, sino tomar en nuestras manos las tierras en el nivel productivo actual y en gran escala.[i] Lo que nos interesa ahora es abordar el ideario genérico de este Proyecto, que no es otra cosa que desmitificar algunas acepciones sobre el artiguismo y su “legado”.

¿Qué dice el Proyecto?

Grabois reivindica a “uno de los hombres más revolucionarios de la generación de Mayo”. Según el Proyecto Artigas, el caudillo oriental “incorporó una perspectiva profundamente popular, federal y latinoamericanista, con un pensamiento innovador sobre propiedad y uso de la tierra”.[ii] Finalmente, ya en palabras de Pacho O’Donnell, el Proyecto Artigas postula que Artigas sancionó el Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y Seguridad de sus Hacendados”, que no sería otra cosa que “veintinueve artículos que encierran la primera reforma agraria de Latinoamérica”.

Como sabemos, la izquierda en varias oportunidades ha repetido este planteo: maoístas, guevaristas o trotskistas, todos comparten el credo común. Todos coinciden a grandes rasgos que lo de Artigas conformaba un liderazgo “radical”, propio de un gran “reformista” de la época, que tuvo que batallar contra el centralismo “reaccionario” y “conservador” de Buenos Aires.

En otras oportunidades ya dijimos parte de lo que teníamos para apuntar sobre el asunto. Remitimos a nuestros escritos que arrojan una conclusión: Artigas no era más ni menos revolucionario que Buenos Aires.[iii] Era, en cambio, una dirección burguesa alternativa menos viable para el triunfo de la Revolución. Incluso, mal que les pese a sus panegiristas, tuvo que recurrir en 1814 a pactos con elementos contrarrevolucionarios y portugueses contra Buenos Aires.[iv] Pactos que luego desconoció, pero que pudieron representar un peligro real para el curso de la Revolución y un rearme transitorio de la contrarrevolución. Es más, Artigas se rearmó contra Buenos Aires, sobre esos mismos pactos. Finalmente, Artigas -tanto como Buenos Aires- también guardaba esperanzas en la sociedad comercial con Gran Bretaña, tal y como lo demuestra su acuerdo de 1817 con dicha nación. Mal que le pese a los nacionalistas, era la alternativa que cualquier dirección burguesa sensata tomaría.

La evolución del artiguismo

Pero lo que nos interesa ahora es desmontar el mito del Artigas “reformista” y “radical”. Y eso nos lleva a poner en cuestión el asunto del Reglamento de Tierras. ¿Era el Reglamento de Tierras lo que suponen Grabois y compañía? Y finalmente, ¿es la “reforma agraria” -entendida como un reparto de tierras a pequeños propietarios para terminar con el “latifundio”- una tarea propia y necesaria de la revolución burguesa? Para entender esto, hay que adentrarse en el proceso revolucionario oriental y en el recorrido hecho por el caudillo oriental.

Artigas tiene su origen en la burguesía oriental, la clase que conformaba su propia base social. El propio Artigas era un estanciero y contrabandista. Ahora bien, la Banda Oriental fue un escenario conflictivo: una vez conformada la Junta de Gobierno porteña, Montevideo fue una plaza contrarrevolucionaria hasta 1814. Allí mercaderes monopolistas, intermediarios y propietarios absentistas -también había algunos saladeristas- decidieron declararse leales al Concejo de Regencia y oponerse a Buenos Aires. Desde entonces, la guerra ocupó todo el territorio oriental.

Durante buena parte del sitio de Montevideo, las fuerzas revolucionarias estuvieron conformadas por la alianza entre una burguesía agraria con los explotados de la campaña oriental y las fuerzas porteñas. Sin embargo, la sola existencia de esa misma alianza generó rupturas dentro de la propia burguesía oriental. El primer quiebre entre ambas fuerzas corresponde al armisticio de 1811, un acuerdo con el que los porteños delegan en los realistas el cese al avance portugués, por lo que Artigas dirige el éxodo de las masas para no caer bajo el dominio realista. Se trató de un pacto táctico según una correlación de fuerzas en un momento específico del conflicto: Buenos Aires no podía derrotar a Montevideo -que se aprovisionaba por mar-, mientras los puertos eran bloqueados y Portugal pretendía avanzar sobre la Banda Oriental. 

Acto seguido, buena parte de la burguesía oriental comenzó a virar bajo el ala porteña.[v] Esa línea divisoria se cristalizó en el Congreso de Capilla Maciel, donde la burguesía agraria oriental dirimió una interna que versaba sobre las directrices políticas de la Revolución: la autonomía -sancionada en el Congreso de Abril- o el seguimiento de la política directorial. No falta artiguista que señale que esta división fue resultado de un “soborno” por parte de Sarratea, que habría ofrecido a sus aliados, “oro, charreteras y galones, que Artigas no podía darles”.[vi] De este modo, “don Eusebio Baldenegro, don Ventura Vázquez, Baltar Bargas, Viera y otros, se dejaron seducir”. Pero mal que le pese a los artiguistas, ese pasaje de un bando a otro por parte de un sector de la burguesía oriental fue el resultado del peso de la realidad. Las fuerzas porteñas eran fundamentales numéricamente para sostener el frente oriental. Para junio de 1813, el Segundo Triunvirato sostenía 2.619 hombres en el sitio de Montevideo y reclutaba 3.464 hombres en Buenos Aires. El artiguismo, bastante menos: 2.173 hombres.[vii] ¿Quién necesitaba a quién?

Dicha división se terminó ahondando una vez recuperada la Banda Oriental por las tropas porteñas de Alvear en 1814. El artiguismo debió retroceder y recomponerse con recursos brindados por Portugal y España. Así, derrotó a las tropas porteñas en Guayabos (enero de 1815). De esta manera, entre marzo de 1815 y julio de 1816, convivieron dos autoridades: el Cabildo de Montevideo y el campamento de Purificación. Es en esta época donde datamos el Reglamento y el reparto de tierras. El fin de esta “experiencia” artiguista comenzó luego con la invasión portuguesa, cuando buena parte de la burguesía oriental se cobijó en la protección porteña (Rufino Bauza, Manuel Oribe, entre otros) o concilió con Portugal, con quienes habían hecho pactos hacia fines de 1814 (Fructuoso Rivera, por ejemplo).

En ese desarrollo, Artigas se fue quedando sin su base social. Se estaba quedando solo y no le quedó más que reforzar su vínculo con los explotados. Lejos de ser una virtud, constituía su principal debilidad. Con un agravante: no fue en cualquier contexto. Para ese entonces, la Banda Oriental venía de cinco años de guerras, buena parte de su campaña estaba despoblada y derruida. Para colmo, Portugal se preparaba para la invasión. Finalmente, su alianza confederal -el Sistema de los Pueblos Libres- no pasaba de una alianza regional débil.

Cualquier lectura del Reglamento, entonces, debe atender a estas coyunturas y tensiones. A ciencia cierta, el Reglamento de Tierras no era más “radical” que ningún otro Reglamento o proyecto agrario de la época. Desde el vamos, como lo indica su título, el Reglamento de Tierras estaba redactado para intereses de los “Hacendados”, es decir, de la burguesía agraria.[viii] Lo que se observa en su articulado es bastante elocuente.

En primer lugar, los resortes políticos del “reparto” y de todas las decisiones en materia agraria residían en burgueses/hacendados. Según el artículo 1, el autorizado en cuestión no era otro que el “alcalde provincial”, quien contaba con funciones judiciales. El Reglamento habilitaba a “instituir tres subtenientes de provincia” (art. 2) y jueces pedáneos (art. 4), además de poder apelar a más gente en una comisión de trabajo. La autoridad sobre el alcalde provincial era la del gobernador de Montevideo. Como en todo Cabildo de la época, estos puestos eran cubiertos con vecinos y personajes reconocidos de la campaña, no con explotados rurales.

El Reglamento también establecía funciones policiales. El articulado final fija claramente sus objetivos. En primer lugar, “desterrar los vagabundos, aprehender malhechores y desertores” (art. 25). Luego, “velar sobre la aprehensión de los vagos, remitiéndolos o a este Cuartel General o al Gobierno de Montevideo, para el servicio de las armas”. Así, el Reglamento instrumentaba lo mismo que todos los Reglamentos coloniales y posrevolucionarios: “los hacendados darán papeletas a sus peones, y los que hallaren sin este requisito, y sin otro ejercicio que vagar, serán remitidos en tal forma dicha” (art. 27). No quedan dudas: la intención es disponer de mano de obra para la explotación en las estancias. Un reclamo burgués hecho y derecho, en un contexto de baja densidad poblacional en toda la región, cuando había que direccionar mano de obra durante las estaciones necesarias.

También se prohibía la matanza de animales. En el artículo 22, se establecía que podía hacerse un reparto de los ganados de estancias de “malos españoles y peores americanos”, pero siempre que fuera controlado por el mismo alcalde provincial y sus subalternos y que “dichos ganados agraciados no sean aplicados a otro uso que el de amansarlos, caparlos y sujetarlos a rodeo”. Esto quiere decir que no se podía carnear el animal ni extraer el cuero de forma ilegal. En la campaña, numerosos productores directos podían realizar esta práctica, por lo que ellos son los principales objetivos de este artículo. Incluso los hacendados eran alcanzados por esa normativa: no podían matar ganado que no fuera de su marca, “de lo contrario serán decomisados todos los productos y mandados a disposición del gobierno” (art. 23). La matanza de animales estaba prohibida en la búsqueda de aumentar el stock ganadero de toda la campaña. Por eso, el artículo 24 también señalaba que “en atención a la escasez de ganados que experimenta la provincia, se prohibirá toda tropa de ganado para Portugal”, al mismo tiempo que se señalaba que “se prohibirá a los mismos hacendados la matanza del hembraje, hasta el restablecimiento de la campaña”.

¿Y respecto a los repartos? Ya a mediados de 1815, mientras Artigas y Montevideo intercambiaban misivas acerca de la necesidad de poblar la campaña a través de la redacción de un Reglamento, en Maldonado, Artigas daba lugar al “experimento radical” de los repartos. Pero, ¿qué señaló luego el Reglamento? En concreto, estipulaba que era necesario “fomentar con brazos útiles la población de la campaña” (art. 6). Para eso, señalaba que había que relevar los terrenos disponibles y postulaba que “los más infelices serán los más privilegiados”. Así, el Reglamento planteaba que era prioritario beneficiar a “los negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia”. Sin embargo, el artículo 8 remarcaba que los “solicitantes se apersonarán ante el señor alcalde provincial, o a los subalternos de los partidos, donde eligieron el terreno para su población”. Allí los solicitantes aclararán “si tiene o no marca”. Es decir, era esperable que buena parte de los solicitantes ya contaran con la marca. Claro, si no la tuviera, “se le dará en la forma acostumbrada”. Pero, como vimos, quien controla los resortes seguía siendo la misma burguesía.

¿A quién pertenecían los terrenos expropiados? A los “malos españoles y peores americanos” (art. 12). Es decir, se podía expropiar a los enemigos de la Revolución. También a los beneficiados por el viejo Cabildo realista (art. 13)… a menos que fueran orientales (art. 14). Como se ve, la burguesía agraria oriental retenía sus propiedades, en la medida que defendiera la Revolución y poblara sus estancias. Del mismo modo, debían poner a funcionar el stock necesario. El problema, en efecto, no era la burguesía ni la gran propiedad a secas, sino las tierras inutilizadas durante la Revolución, buena parte de ellas, inmovilizadas por órdenes eclesiásticas o propiedad de elementos contrarrevolucionarios.

¿Y cómo se repartía dichos terrenos? Según el reglamento, a través de una demarcación de legua y media de frente y dos de fondo (art. 16). Esos agraciados, por otra parte, no podrían poseer más de una “suerte de estancia” (art. 17). Eso sí, el Reglamento no confería propiedad alguna, ya que “los agraciados, ni podrán enajenar, ni vender estas suertes de estancia, ni contraer sobre ellas débito alguno, bajo la pena de nulidad hasta el arreglo formal de la provincia, en que ella deliberará lo conveniente.” (art. 19). Como se ve, pequeñas/medianas producciones para poblar suelos incultos o abandonados, sin detentar por ello la propiedad.

La aplicación resultó diversa. En algunas regiones, donde el Cabildo influía de forma efectiva, buena parte de la burguesía oriental consolidó sus unidades productivas. En otras, con pequeños hacendados locales a la cabeza -es decir, burgueses más pequeños- se tomaron algunos terrenos. En el medio, en muchas regiones, las autoridades señaladas por el Reglamento repartían tierras a beneficiarios del más variopinto origen social. Tomando en cuenta el carácter de esta coyuntura, se entiende mejor por qué el Reglamento no confería “propiedad” alguna. Las unidades productivas son momentáneas, transitorias. El objetivo era reorganizar la vida productiva de la campaña bajo la directiva burguesa. En ese contexto, Artigas coordinó buena parte de la entrega a sus bases, en particular, porque no tenía otro aliado relativamente estable.

El lector podrá suponer que, aun así, lo de Artigas siguió siendo una reforma “radical” e “igualitarista”. En particular, por la “expropiación” de los enemigos de la Revolución y el reparto en pequeños/medianos terrenos. Sin embargo, hay que calibrar mejor. Primero, porque expropiar no es algo exclusivo de Artigas. Los gobiernos revolucionarios lo hicieron también en Buenos Aires: lo hizo Rivadavia, lo hicieron los unitarios y lo hizo Rosas. Así, durante la Revolución, los gobiernos de turno expropiaron tierras eclesiásticas, tierras realengas, riquezas confiscadas a monopolistas y enemigos de la Revolución, etc. No faltó la “mano dura” contra los enemigos: Martín de Alzaga fue fusilado y su cuerpo fue colgado en Plaza de la Victoria por tres días, junto a otros conspiradores en 1812.

Segundo, porque lo que se presenta como un “reparto” era bastante común en la época. No había otra forma de colonizar suelos incultos o fuera del control del Estado. Incluso en Buenos Aires, ya desde el período colonial, esto era un problema, por lo que el asentamiento de pequeños productores fue el mecanismo por el cual se dio rienda a la creación de nuevos pueblos fronterizos. Para 1780, el virrey Vértiz, en consonancia con las recomendaciones del Comandante de Frontera, ordenaba conceder tierras a los blandengues (milicianos, en su mayoría pequeños productores) y a otros pobladores (generalmente, peones que no son “vecinos”) para defender los nuevos fortines:

“Apruebo la proposición de que se fomente, y continúe en la formación de Pueblos, que se han empezado a establecer de mi orden al abrigo de los Fuertes de la Campaña a los que el comandante de ella hará desde luego recoger las Familias que considerase establecidas en parajes arriesgados […] y se proveerá lo conducente a la orden, policía y gobierno, que requiere la vida civil y administración de justicia entre los vecinos y pobladores”.[ix]

Similares planes tuvieron personajes como Félix de Azara. Eran iniciativas orientadas a poner en pie una frontera productiva.

¿Estamos ante una tarea burguesa?

Los panegiristas de Artigas contraponen al caudillo con la revolución porteña. Explican que uno buscaba un reparto “igualitario” que permitiría un salto en mayor escala del mercado interno y un desarrollo capitalista “serio”, mientras el otro apuntaló a una clase latifundista que concentró riquezas y nos condenó al atraso. Esta idea suele venir acompañada de otra: que la Argentina necesitaba un desarrollo farmer -es decir, la instalación de pequeñas producciones en una sociedad más igualitaria- para ser algo más parecida a Estados Unidos.

Sin embargo, los repartos de tierras en pequeñas producciones no conforman una “necesidad histórica” de la burguesía. Eso es un mito. El capitalismo no necesitó de “farmers” para desarrollarse como tal. Más bien todo lo contrario. Quienes sueñan con “farmers” argentinos rinden tributo a una vieja teoría liberal de Frederick Turner, un norteamericano que a fines del siglo XIX intentaba adoctrinar sobre las características democráticas del “espíritu americano”. No obstante, cualquier capitalismo se desarrolló sobre la concentración de la tierra y la expulsión de los poseedores. En Inglaterra, los cercamientos posibilitaron la expansión de las relaciones capitalistas (Marx, en El Capital, tomo I, cap. XXIV). EEUU, lejos del panorama idílico de Turner, vivió un proceso de concentración y expropiación a comienzos del siglo XIX.[x]

La vía farmer no porta consigo el desarrollo del capitalismo. ¿Qué mercado interno podría construirse si el farmer consume casi todo lo que produce? ¿Cómo se va a conformar un mercado de fuerza de trabajo si todos accedieran a medios de producción y de vida? ¿Qué tipo de capitalismo se puede formar sin la existencia de un mercado de fuerza de trabajo? Ahora bien, en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas, ¿cómo puede una unidad de menor escala ser más eficiente? ¿Cómo hace un farmer para comprar maquinaria si no puede acumular en grandes proporciones? ¿Para qué va a utilizar maquinaria, si su escala es pequeña? ¿Cómo va a desarrollarse la división técnica del trabajo? Es más, la delimitación en pequeños terrenos implicaría sellar un certificado de defunción de un stock ganadero en crecimiento, que en dichas condiciones productivas, debería pastar y utilizar diferentes suelos.

Aquellos que ven en el “reparto agrario” la semilla de un capitalismo “en serio” imaginan una Pampa que no existía. La Pampa no estaba dominada por grandes latifundios improductivos. Había, en cambio, grandes, pequeñas y medianas propiedades y una variedad de producciones agrarias. Cualquier estudio de caso nos echa luz sobre las grandes: eran las unidades productivas mejor dotadas. En efecto, la productividad del agro argentino a fines del siglo XIX se sostiene por su mecanización, amparada en la economía de escala.[xi]

De “reformista radical” a dirección derrotada

Entonces, ¿Por qué Artigas entregó tierras? ¿Por qué la burguesía podía ocasionalmente “repartir”? Sencillo, porque más allá de las necesidades históricas de la burguesía, los procesos revolucionarios reales -con clases de carne y hueso- son más complejos. Poblar un territorio, contener con una barrera humana al enemigo, colonizar nuevas tierras, muchas veces, requería de ciertas alianzas transitorias. El problema de Artigas era que esa alianza -en un contexto de aislamiento- fue la única opción que le quedó a mano. De este modo, con el artiguismo no se “jugaba” un modelo diferente de sociedad al que pregonaban los revolucionarios porteños. Lo que se dirimía era quién podía dirigir la Revolución. En ese juego, Artigas fue derrotado.


[i] Sartelli, Eduardo: Patrones en la ruta. El conflicto agrario y los enfrentamientos en el seno de la burguesía (marzo-junio de 2008), Buenos Aires: Ediciones RyR, 2008

[ii] https://www.proyectoartigas.ar/artigas/

[iii] Flores, Juan: “Una cruzada nacionalista. La izquierda y la revolución burguesa en Argentina”, El Aromo n°100 https://razonyrevolucion.org/una-cruzada-nacionalista-la-izquierda-y-la-revolucion-burguesa-en-argentina/

[iv] Flores, Juan: “La izquierda pierde a su prócer. Artigas y las negociaciones con Portugal y España (1814-1815), El Aromo nº97. https://razonyrevolucion.org/la-izquierda-perdio-a-su-procer-artigas-y-las-negociaciones-con-portugal-y-espana-1814-1815-juan-flores/

[v] Ver Azcuy Ameghino, Eduardo: “Artigas y la revolución rioplatense: indagaciones, argumentos y polémicas al calor de los fuegos del siglo XXI”, en: Ansaldi, Waldo: Calidoscopio Latinoamericano. Imágenes Históricas para un debate vigente, Buenos Aires: Ariel Historia, 2004

[vi] Memoria de Don Ramón de Cáceres sobre hechos históricos en la República oriental del Uruguay. Contribución documental para la historia del Río de la Plata, Museo Mitre, Buenos Aires, 1913, tomo V. , p. 255. Citado en: Azcuy Ameghino, Op. Cit., p.72

[vii] Rabinovich, Alejandro: “La militarización del Río de la Plata, 1810-1820. Elementos cuantitativos y conceptuales para un análisis” en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, núm. 37, segundo semestre 2012. P. 38

[viii] El Reglamento se encuentra editado en varias Ediciones, incluso en el sitio web del Proyecto Artigas.

[ix] Bando del Virrey Vértiz, 3 de octubre de 1780.

[x] Véase Kullikof, Allan: “Transition to capitalism en Rural America” en: The William and Mary Quarterly, 3°edición, vol. 46, n°1, Enero 1989.

[xi] Sartelli, Eduardo: “Del asombro al desencanto: La tecnología rural y los vaivenes de la agricultura pampeana”, en Andrea Reguera y Mónica Bjerg (comp.): Sin estereotipos ni mitificaciones. Problemas, métodos y fuentes de la historia agraria, IHES, Tandil, 1995. https://www.razonyrevolucion.org/textos/esartelli/deldesencanto.pdf

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1 Comentario

  1. Artigas burgués ? , Que leyeron ? A Mitre ? A Sarmiento ? Son cualquiera , en todo caso declarense antiartiguistas sería más digno para ustedes

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