Juan Kornblihtt
Observatorio Marxista de Estadística-CEICS
Un pueblo fantasma es una imagen que se asocia a las películas de cowboys del lejano oeste o de alguna de terror. Si nos planteá- semos encontrarlo en la realidad, pensaríamos en algún páramo en el medio del África o, a lo sumo, en algo más cercano, como los de la provincia de Buenos Aires que desaparecieron con el cierre del ferrocarril. Sin embargo, es en el corazón del capitalismo estadounidense donde esa imagen de ficción se ha hecho realidad con más fuerza. Producto de la crisis inmobiliaria, miles de hogares fueron rematados porque sus dueños no pudieron pagar sus hipotecas. Por supuesto, nadie los compró y quedaron vacíos, en mano de los bancos. Así, todos los días aparecen noticias de barrios enteros del conurbano de ciudades como Detroit o Cleveland que fueron abandonados y de cuyas casas fue saqueado hasta el cobre de los cables. Y esto recién empieza. Si, como todo indica, la economía de los EE.UU. entra en recesión, se pronostica que el número de desempleados crecerá entre 3,2 y 5,8 millones de personas y que la cantidad de pobres subirá entre 4,7 y 10 millones, dependiendo de si la recesión es dura o suave. A su vez, se calcula que alrededor de 4,2 millones de obreros estadounidenses perderán su seguro de salud.1 Todo esto sin tener en cuenta que la recesión de los EE.UU. afectará en forma directa a los países que más emigrantes expulsan hacia allá, como México y las naciones de Centroamérica, lo cual implicará un aumento de la inmigración ilegal y, por lo tanto, de estas cifras.
Ante este panorama, no se hizo esperar la intervención del gobierno de los Estados Unidos mediante la baja de la tasa de interés, pero sobre todo con una transferencia directa al bolsillo de los obreros. En forma conjunta, demócratas y republicanos aprobaron un paquete de medidas de 150 mil millones de dólares que consiste en el reparto de cheques a las familias en concepto de devolución de impuestos, con la esperanza de evitar la recesión.
Medidas inútiles
La inyección de dólares que realiza el gobierno de los EE.UU. no podrá revertir el freno de la economía estadounidense. El objetivo de la devolución de impuestos es estimular el consumo. Como explicamos en otras oportunidades2 , el crecimiento de la economía yanqui de los últimos años fue muy bajo. La crisis del 2000-2001 mostró que la “nueva economía” basada en las telecomunicaciones e Internet era incapaz de sostener a la mayor potencia del mundo. Se trataba en realidad de una gran especulación financiera que a través de las acciones infladas generaba crédito al resto de la economía. Al estallar esa burbuja, se esfumaron casi la misma cantidad de dólares que se habían ganado en toda la década de 1990. Dicha crisis, aunque de magnitud considerable, no implicó un saneamiento de la acumulación. En los últimos años, la economía estadounidense volvió a crecer en base a la deuda. Esta vez, el financiamiento no vino a partir de la bolsa de valores, sino del mercado inmobiliario. Con una industria estancada sin capacidad de competir en el extranjero, lo cual llevó a un déficit en la balanza comercial, y con un Estado que se convirtió en el mayor deudor del mundo, el único estímulo al consumo fue el crédito logrado con la expansión de las hipotecas. Producto de la especulación inmobiliaria, el precio de las casas subió a niveles récord después de 2001. Con la expectativa de que siguieran subiendo, cada familia propietaria podía hipotecar sus casas y así conseguir plata fresca para solventar su consumo por encima de sus ingresos. A su vez, esto generaba un mercado para que las empresas vendiesen su producción y mantuviesen sus ganancias.
Ante la caída del precio de las casas, se hizo evidente que las hipotecas no iban a poder ser pagadas y comenzó la corrida que desembocó en la crisis bancaria y crediticia actual. El resultado es que el único motor sano (en apariencia) de la economía, el crédito al consumo, empieza a desaparecer. Por eso, los bancos dejarán de prestar, las empresas producirán menos y habrá menos empleos. El resultado fue la caída del valor de las empresas, es decir de las bolsas. Para frenar esto, el gobierno quiere establecer un estímulo al consumo mediante las medidas adoptadas. El problema es que la cantidad otorgada es insuficiente. Los 150 mil millones de dólares representan una quinta parte de los 750 mil millones de dólares que se obtuvieron vía hipotecas en el 2005, el año de mayor valor de las casas. Con lo cual está muy lejos de compensar la caída por más que cada familia reciba un bonus no esperado de hasta 1.200 dólares. Pero además, gran parte de esta plata no se va a volcar al consumo, sino que una parte irá a pagar las deudas y otra se ahorrará ante la expectativa de una recesión. Al hacer las cuentas, la idea de que esta inyección monetaria actuará como multiplicador de riqueza pierde fundamentos.
La otra medida adoptada por el gobierno yanqui tiene un carácter similar. Vía la baja de las tasas de interés se busca inyectar efectivo a través de abaratar el crédito. Esta es una medida clásica que adopta la Reserva Federal ante cada amenaza de crisis. Su utilidad inmediata también está puesta en duda. El abaratar el crédito no genera en forma automática crecimiento, como lo demuestra la economía japonesa, que con tasas de interés cercanas al 0% (es decir que no cobran por prestar) vive en estado de estancamiento permanente. En definitiva el accionar del Estado no parece capaz de resolver el escenario que se avecina para la economía de los EE.UU. Conviene, sin embargo, hacernos la siguiente pregunta: ¿qué expresa entonces esta acción estatal, a todas luces inútil?
Las deudas se pagan
Las dos medidas, aunque ineficientes, siguen una misma lógica. Ambas inyectan dólares pero no resuelven los problemas de fondo. Como señalamos, la economía real es la que se encuentra en problemas. ¿Qué significa “economía real”? En el capitalismo, equivale a la capacidad de las empresas para generar ganancias. Una capacidad que se encuentra estancada, con un crecimiento leve desde la crisis de 1970. Esto se expresa en la expansión de las finanzas, que buscan resolver la incapacidad de generar riqueza por la vía de patear el problema para adelante. El mecanismo consiste en la difusión de diferentes formas de crédito.3 En los ‘90 la estrella fue la Bolsa, en los últimos años ese lugar lo ocupó el mercado inmobiliario. Pero siempre lo que se expandió en forma más sostenida es el endeudamiento del Estado yanqui. Esto se observa por una doble vía: el crecimiento de la deuda externa y el crecimiento del déficit fiscal, en una magnitud mucho mayor a la del crecimiento de la riqueza real. Así la deuda total de la economía de los EE.UU. crece hasta tres veces más rápido que el PBI.4 Las medidas tomadas no hacen más que reproducir este mecanismo: aumentar la deuda sin un correlato en la producción de valor. Se trata de seguir pateando el problema con dinero sin sustento real.
La crisis está en el corazón mismo de la economía, por eso es menos probable que esta vez funcione. En los ‘90 y en los últimos años, la expansión financiera, aunque también sin base, logró estimular el crecimiento de la economía. A este capital se lo llama ficticio porque no tiene base real pero, como toda ficción, tiene capacidad de influir sobre la realidad. La plata prestada puede ser utilizada pero en algún momento se debe pagar. La expansión del capital ficticio logró impulsar el crecimiento de la economía, lo cual se refleja tanto en el PBI como en el consumo y en las ganancias de las empresas. Sin embargo, cuando la situación por alguna razón empeora, los poseedores que tienen títulos financieros quieren cobrar y chocan con la falta de sustento de esos papeles. El resultado son sucesivas crisis que parecen sólo financieras, pero en realidad expresan la incapacidad de la economía de generar la plusvalía suficiente. En los ‘90 estallaron las economías más débiles (México, Sudeste asiático, Rusia, Argentina). Ahora la pelota está en el centro mismo del capitalismo.
Cada una de estas crisis no logró resolver el problema de fondo. Cualquier expansión ficticia sólo retrasa lo inevitable. ¿Y cuál es la salida real? Ante la crisis, se achica la torta y los capitales acrecientan su competencia a escala global para aumentar el tamaño de sus empresas. Para eso deben destruir a sus rivales, eliminando capitales sobrantes tanto a nivel interno (mediante las fusiones y el hundimiento de los más débiles) como externo, con la devaluación del dólar para favorecer las exportaciones. Todo adecuadamente condimentado con el militarismo más extremo. A su vez, el capital buscará recomponer sus ganancias por la vía de aumentar la explotación, mediante una fuerte rebaja salarial (los salarios en los EE.UU. ya empezaron a estancarse, lo cual se acelerará con el crecimiento del desempleo), y el aumento de la intensidad de la jornada laboral de los obreros no despedidos, luego de la reducción de personal. Pero lograrlo no es tan sencillo. La salida de la crisis del ‘30, a la que más de un economista compara con la actual, requirió de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo para ser realmente efectiva.
El rol del estado
Como vimos, el accionar del Estado no parece encontrar cauce a través de las medidas adoptadas. Las críticas en algunos casos se restringen a decir que falta una mayor inyección de dinero y que hay una excesiva confianza en el mercado. Lo cual podría llegar de la mano de un triunfo demócrata. Sin embargo, como analizamos, no se trata de una mayor o menor intervención estatal. Porque el Estado sólo puede intervenir a través del endeudamiento, ya que no tiene capacidad de aumentar su recaudación si la economía no funciona.
El Estado no es capaz de actuar en abstracción de las condiciones económicas reales, sino que se adapta y distribuye la riqueza que se genera en otros ámbitos. Y aunque habrá más medidas paliatorias, el intento de expansión por vía del endeudamiento se mostrará como lo que es: una forma de ganar tiempo mientras se crean las condiciones para el inevitable trabajo sucio.
Notas
1 Weisbrot, M.: “Proposed Stimulus Package is Not Enough”, 3/2/08 en www. cepr.org
2 Ver la sección de notas sobre la crisis en www.razonyrevolucion.org
3 Ver: Sartelli, E.: La cajita infeliz, Ediciones ryr, 2007, capítulo 10 4 http://mwhodges.home.att.net/