El regalo de Cristina

En su cumpleaños, Alberto recibió de la vicepresidenta, Cristina Fernández, un libro titulado “Diario de una temporada en el quinto piso. Episodios de política económica en los años de Alfonsín” de Juan Carlos Torre. Puede parecer un gesto menor, pero en realidad ese libro encierra, de alguna forma, lo que está llegando a la Argentina. Se viene un período de estabilización económica. Lo más probable es que la situación fluctúe entre un Plan Austral, es decir, un plan de ajuste relativamente heterodoxo, y/o un plan de convertibilidad estilo Cavallo.

Se está relatando una situación que está sucediendo de nuevo delante de nuestros ojos. Alguna coalición va a llegar al gobierno, pero ésta no tiene plan ni programa. Aunque ya hay varias usinas que se lo están armando. La cuestión es cuál de esos planes va a comprar quienes asuman el mando. Pero, ¡ojo, que la banda y el bastón no son el poder! Torre, en el mencionado libro, advierte de cómo se tiene que batallar para imponer cuestiones de orden elemental, cómo quien asume va a tener que luchar contra viento y marea.

El gobierno es en realidad el personal político que maneja un aparato que tiene vida propia, que es el Estado que, a su vez, es dependiente de una estructura que también presenta su vitalidad, que es la economía. Esa idea de que uno es presidente y hace lo que se le da la gana, no es cierto. Y Alberto es un caso extremo porque no controla ni la economía, ni el aparato del Estado, ni el gobierno, ni su propio partido. También, nos muestra en sus páginas lo que es permanente, lo que no cambia: los intereses que están debajo.

Torres señala algo que en estas páginas señalamos muchas veces: la idea del pantano argentino. Acá hay una situación pantanosa donde no hay una fuerza que desempate y esto genera un escenario en el que te encontrás con una pared de goma por delante, parece que la vas a pasar y rebotas.

Acá hay una estructura cancerígena que se come al resto. La burguesía argentina es un parásito y lo que menciona el libro es el resultado de esto. Ella necesita del sindicalismo que tenemos. Este mundo sobrevive sobre la base de reproducir el atraso y la destrucción de las fuerzas productivas.

La máxima expresión de empresarios–sindicatos es el vértice en el cual se unen, que se llama peronismo. Tiene una expresión concreta, por ejemplo, cuando Cristina se quiso defender de las causas que se le adjudicaron y dijo: “miren al resto, todo el club de la obra pública”. Detrás de todo, hay una estructura que expresa esta idea de “estamos en un pantano”. Y esto hay que romperlo porque si no el pantano te traga.

Como se ve, lo único que tiene el Gobierno y el conjunto de la burguesía para ofrecer es más degradación de nuestras condiciones de vida para sostener un país sin rumbo. Nosotros, en cambio, sí tenemos un plan. La Argentina puede tener el nivel de vida sueco y la productividad coreana en treinta años. Para eso, hay que avanzar sobre la propiedad de la burguesía, empezando por limpiar la base productiva de esa runfla de parásitos que viven de subsidios y corrupción, y planificar la producción desde un Estado que esté al servicio de la clase obrera. La Argentina socialista es posible y es la única salida a este atolladero que es la Argentina capitalista.