Estos últimos días, Alberto fue protagonista de una cantidad de burlas a raíz de sus dichos sobre organizar “una guerra contra la inflación”. Consecuencia nada extraña ya que constantemente parece realizar acciones que no dejan de ser material para memes.
El presidente gana las elecciones y logra lo que nadie hasta el momento: reventarle todos los esquemas a Cristina. Uno no sabe hasta qué punto esto es producto de la genialidad del “jaque pastor” o es producto de su inutilidad. Pero, sea como sea, ha logrado que la vicepresidenta se quedara sin nada. De ahí la desesperación de ella por aspirar a retener, aunque sea, alguna zona de la provincia de Buenos Aires.
Actualmente, la preocupación de Alberto es cómo salir de esta situación en la que está inmerso, cómo volver a casa dignamente porque esa idea de que va por su segundo mandato no se la cree ni él. En consecuencia, le queda un largo camino: llegar a octubre del 2023 sin pasarle la banda a nadie. Aunque, paradójicamente, no para de cometer errores. Veamos.
El más reciente, si se quiere, tiene que ver con la inflación. Vamos a tener una estampida inflacionaria, en el corto plazo, motivada pura y exclusivamente por su inoperancia. Si no hubiera dicho la tontería esa de “la guerra contra la inflación” no tendríamos la remarcación de precios que se está viviendo ahora.
Cada vez que dicen “vamos a combatir la inflación”, en general, se piensa que “van a subir los precios”. Entonces, la gente va a comprar antes que los productos aumenten. Por su parte, los comerciantes empiezan a remarcar porque saben que puede venirse algún tipo de control o límite a los precios. En conclusión, lo que se supone que el presidente quería evitar, lo provoca.
Acá hay un punto con el que todos chocan y es la inviabilidad de la economía argentina que hace rato está quebrada. A este punto de partida, Alberto le añade un toque personal porque un tipo un poco más astuto surfearía mejor la problemática posicionándose de mejor forma de cara al 2023.
El tema de las vacunas fue otro error. En un país que estaba a favor de la vacunación, que no tenía una mayoría de antivacunas, todo le salió mal. No tuvo una actitud racional frente al problema, no pactó de entrada con Pfizer y desencadenó un montón de consecuencias que terminamos pagando por su mala gestión. Después tenemos el caso del acuerdo con el FMI. Otra “pifiada”.
Todos los momentos en los que podría haber sacado ventaja, los desaprovechó. En primer lugar, tendría que haber roto con Cristina de entrada y haber ordenado la interna. No lo hizo y, entonces, se fue conformando “un albertismo sin Alberto”. Se va organizando un escenario albertista para que alguien eche a “la jefa” de una buena vez y tome el comando, pero sin él. Es decir, el fenómeno lleva su nombre porque está como presidente, pero no lo lidera.
Y una vez que haces mal cosas gruesas ya haces todo de forma errónea e incluso te empiezan a pasar factura por todo tipo de sucesos. Recordemos “la fiesta de Olivos”, de la que no se hizo cargo e incluso culpó a su pareja, y el “vacunatorio vip”. La “fortuna” que hoy tiene Larreta está hecha en parte por el manejo de la pandemia. Todo el escenario queda planteado para ver qué hace la oposición. Es decir, si Larreta va camino o no al 2023. Personaje que parece presentarse como un gran bonapartista. Mientras ellos se pelean por arriba, nosotros por abajo sufrimos las consecuencias de su inutilidad.