El último fin de semana fue escenario de elecciones en países de América Latina que dieron origen a diferentes análisis. En los titulares se podía ver que mientras en Ecuador se erigía ganadora la derecha “neoliberal”, en Perú un candidato “izquierdista” se imponía. Esto parecía indicar que en ambos países estábamos ante procesos antagónicos. Sin embargo, lo concreto es que todos los procesos electorales en realidad mostraron que, lejos de cerrarse, la magnitud de la crisis política de la región no hace más que agrandarse.
Comenzando por Ecuador, el domingo se desarrolló la segunda vuelta electoral entre Guillermo Lasso, el empresario bancario candidato por la alianza CREO y el histórico Partido Socialcristiano, y Andres Arauz, de la alianza apoyada por Rafael Correa. En la primera vuelta, Arauz había obtenido un 32,7% producto de 3.033.791 votos, y Lasso obtuvo un 19.7% con 1.830.172. En tercer lugar, quedó Yaku Pérez, el candidato del “indigenista” Pachakutik con un 19.3% 1.798.057, quien llamó al voto en blanco para esta segunda vuelta. El domingo, Lasso triunfó con un total de 52.36% de votos contra un 47.64% de Arauz.
A priori, se trataría de un triunfo más. Sin embargo, el principal dato es el que no se ve, y son los fuertes números de ausentismo, voto nulo y blanco. Si tomamos en cuenta esos tres elementos, veremos que hubo un 17,29% de abstencionismo, y casi un 15% de voto nulo o blanco. Es decir, cerca del 32% del padrón electoral no fue, no votó a ningún candidato, o anuló su voto, más o menos el mismo número que había arrojado esta variable en la primera vuelta. Si tomamos como referencia la última elección presidencial, veremos que Lenin Moreno triunfó en un contexto donde la abstención y el “voto bronca” fue de cerca del 20%, o sea más de 10 puntos menos. Al mismo tiempo, la elección arrojó un Congreso dividido entre las 4 principales fuerzas de la primera vuelta, a saber, los alineados con Correa, la alianza CREO, el movimiento Pachakutik y el Partido de Izquierda Democrática, lo que en la práctica implica que Lasso deberá acordar y negociar prácticamente todo en su gobierno.
También, se realizaron elecciones en Perú, donde se produjo una sorpresa aún mayor. Allí, se realizó la primera vuelta para la elección presidencial, donde resultó ganador, por decirlo de alguna manera, Pedro Castillo por el frente Perú Libre. Castillo es reconocido por ser un dirigente sindical docente, que lideró la huelga magisterial en 2017. Se afilió al partido Perú Libre en octubre del año pasado, y fue nominado como candidato a presidente debido a que Vladimir Cerrón, candidato original de ese partido, tiene una pena de 4 años de prisión. Las elecciones en Perú muestran un nivel de descomposición política aún mayor, ya que se presentaron 18 partidos, de los cuales 11 tendrían representación parlamentaria. Pero para peor, el triunfador de estas elecciones, Castillo, obtuvo un 15% de los votos, mientras que Keiko Fujimori salió segunda con un 10%. Ahora bien, hay que sumar que el voto en blanco fue del 12.5%, el voto nulo fue del 5% y la abstención fue del 29%. Es decir, que casi la mitad la clase obrera rechaza a los políticos burgueses, incluyendo al ex presidente Vizcarra, que para el troskismo había caído por un “golpe de Estado”, que no llegó al 2% de los votos. Por este motivo, el Congreso quedó dividido en 11 agrupamientos, mostrando la debilidad política de la burguesía peruana que está fragmentada en casi dos decenas de partidos sin que ninguno tenga una hegemonía seria sobre otros.
Castillo buscó presentarse como una especie de “Evo” peruano. Un dirigente social, surgido en el interior de Perú, que propone un proyecto político sostenido por la reforma de la Constitución, que según el PTS incomodaría a la burguesía, pero también una serie de planteos mercado internista, que fundamentalmente apuntaban a que las empresas dejen el 70% de sus ingresos al Estado y solo puedan remitir un 30% de las ganancias. Al mismo tiempo defiende una política patriarcal, como el hecho de oponerse al aborto legal, entre otras demandas del movimiento de mujeres, como lo hacen también gobiernos a los que declaró admirar, como el chavismo o el MAS en Bolivia.
Ni Perú ni Ecuador, muestran ni un ascenso de la nueva derecha, en el caso del triunfo de Lasso o en una eventual vitoria de Keiko en Segunda vuelta, ni tampoco un retorno de la brisa bolivariana, en el caso de la victoria de Castillo. Estamos frente a un ascenso de la crisis política en la región que se manifiesta en un fuerte rechazo al sistema político y a los candidatos de la burguesía. El pésimo manejo de la pandemia, y el descalabro realizado con la vacunación, algo que fue banalizado por la izquierda en su momento, están pasando factura a los sucesivos gobiernos burgueses. Perú y Ecuador están entre los países de la región que menos vacunas han aplicado entre 1.5% y 1.9% de primeras dosis, sin muchas precisiones de cómo seguirán estos procesos. Aquí debemos incluir también al MAS en Bolivia, donde el gobierno de Arce, otros de los que peor manejó el tema de las vacunas, perdió los 4 ballotages que se realizaron el domingo, en las gobernaciones de La Paz, Chuquisaca, Pando y Tarija.
Bolivia, Perú y Ecuador, son ejemplo de que la crisis política en la región no hace más que avanzar. La Argentina y Brasil van en la misma dirección. Queda claro que, sin pandemia, pero más aún con, los gobiernos burgueses, sean los progresistas como los de “derecha”, solo pueden ofrecer miseria y muerte a la clase obrera. Por eso, en América Latina, tienen que irse todos y que gobierne la clase obrera. Hoy más que nunca, la pandemia nos obliga a nosotros, los obreros, a tomar el asunto en nuestras manos.
• Fuera todos los gobiernos burgueses de América Latina
• Vacunación para todos los países de la región
• Por una Unión de Estados Socialistas de América Latina