La semana pasada hubo una escalada impresionante de casos de contagios por coronavirus. No sorprende tanto si tenemos en cuenta algunas cuestiones como la vacunación a cuentagotas, las clases presenciales y todas las actividades que se abrieron. A esto, hay que sumarle la segunda ola que es mucho más violenta.
Ahora, uno se pregunta: ¿si otros países están vacunando de forma constante a un gran porcentaje de su población y tomando medidas de resguardo, por qué la Argentina no lo está haciendo? Veamos.
Argentina, para el bolsillo del patrón, no está en condiciones de cerrar absolutamente nada. Un dato: su PBI en 2020 cayó un 10%, mientras que el resto del mundo cayó un 5%. Tenemos una de las economías en el mundo que más ha caído junto con la venezolana y eso es decir mucho. Nuestra inflación es galopante y nos coloca cuartos o quintos junto con Venezuela y dos países africanos. Terminamos el año pasado con un 42% de pobreza según el INDEC que, como se sabe, mide con una regla extraña.
El gobierno de Macri nos había dejado con un 35% de pobreza. La hizo crecer entre 4 y 5 puntos en 4 años. Bajo el primer año de los Fernández, ya llevamos un 7%. Sí leyó bien, ¡en sólo un año! Y esto va a seguir en aumento, sobre todo porque va a continuar creciendo la inflación. Frente a estos datos, el Ministro Guzmán ensaya un ajuste relativamente ortodoxo que busca lograr planchar el dólar y suspender algunas ayudas sociales como el IFE o las ATP. Es decir, la idea es un ajuste fiscal muy fuerte frente a los problemas macroeconómicos, en donde los que más sufrimos somos nosotros los obreros. ¿Y para los patrones? Seguramente se imagina: hay subsidios vía los REPRO a empresas y contribuciones a la burguesía rural.
En ese contexto, aparecen las clases presenciales no por un interés educativo sino económico. No educativo, porque hoy día los chicos tienen menos clases que el año pasado. Económico, porque las escuelas aparecen como guarderías en un contexto que los padres tienen que volver a sus trabajos. ¿Los resultados? Record de contagios.
Bueno bien, no podemos cerrar y, entonces, ¿la vacunación? Primero, no tenemos plata para comprar vacunas. Segundo, Cafiero anunció que ahora las provincias y los privados pueden conseguirlas. O sea, estamos hablando de la descentralización de la compra y, en parte, de su privatización. Esto es parte del ajuste. ¿Por qué? El Estado nacional se desentiende del asunto y cada provincia paga sus vacunas. Parte del dinero provincial va a tener que ser destinado a vacunación.
Pasemos en limpio. Alberto no quiere y no puede cerrar porque la economía se cae a pedazos y la pobreza crece a paladas. Si no cierra, en breve vamos a un colapso general del sistema sanitario y a una catástrofe de contagios y muertes. Si cierra, el escenario no es más alentador: se va a disparar el ajuste (aún más) porque va a tener que imprimir billetes para repartir. Está entre dos alternativas peligrosas. Todo esto era previsible. Pero, inevitable bajo el capitalismo argentino y con el manejo de un gobierno como el que tenemos.
Frente a este escenario, nosotros no podemos seguir bajo la conducción de un gobierno que no tiene un plan, que no le interesa nuestra salud y que sólo se preocupa por aliviar los problemas de una burguesía parásita. Tenemos que tomar las riendas nosotros y batallar por una salida obrera y socialista.
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