La semana pasada, más precisamente el 17 de octubre, los peronistas celebraron su “día de la lealtad”. La fecha, ya lo explicamos, rememora una movilización masiva que pidió la liberación de Perón, allá por 1945. Lejos de esas escenas, ese peronismo que movía multitudes solo puede ofrecer una reunión por Zoom. Y no es la pandemia, hace años que el peronismo no llena Plaza de Mayo. Para entender cómo se llegó a esto, hay que repasar la historia. Veamos.
Perón fue un buen soldado de los patrones. Su tarea histórica fue disciplinar al movimiento obrero con represión y una moderada y breve política de subas de salarios, que solo llegó hasta 1949, momento en que él mismo comenzó a ajustar. Todo lo que construyó en adelante el peronismo, fue sobre la base de la represión a los militantes y dirigentes obreros, la intervención de los gremios que iban al paro y la persecución a todas las actividades comunistas.
De allí en más, el peronismo se fue descomponiendo cada vez más, como se fue descomponiendo el capitalismo argentino. La de los ’60 y ’70 fue interesante, por la ruptura con Montoneros y el planteo de que era posible “un peronismo sin Perón”. Después del ‘83, y hecho el trabajo sucio de limpiar a los revolucionarios, el peronismo se encargó de reordenar la política. Por eso es que la etapa que se abre en 1985 es la más significativa: la del “cafierismo” y la renovación. Esa “renovación” que propuso Cafiero, fue la transición de un partido con lazos en el movimiento sindical, a un partido que es, más bien, una maquinaria electoral.
Este cambio muestra la evolución de la sociedad argentina. Hoy en día los que se manifiestan en la calle son, generalmente, los movimientos sociales: los desocupados, los sub-ocupados, los trabajadores en negro, los que hacen changas y los que apenas sobreviven gracias a los planes sociales. Es decir, ese conjunto de trabajadores que le “sobran” al capitalismo. Esta población se organiza en movimientos barriales. El control del gobierno sobre ellos pasa por la administración de los planes sociales.
Entonces, mientras antes teníamos un peronismo que tenía una relación directa con la clase obrera a través de la burocracia sindical enquistada en los sindicatos, ahora no hay ningún político que pueda decir que controle a los movimientos sociales. Ni Alberto, ni Cristina, les dicen lo que tienen que hacer a dirigentes como Grabois o Pérsico. Esto tiene que ver con la incapacidad de la burguesía de establecer un aparato sólido. Lo único que logra construir son alianzas poco estables. Esto quiere decir que esos movimientos son muy amplios (son, incluso, organizaciones de organizaciones), y no existe ninguna dirección.
Incluso en las organizaciones barriales que podrían llamarse de izquierda, tampoco se rompe el techo del asistencialismo. Entonces, la descomposición de la política burguesa es también descomposición de la política obrera. Hay una falta de partido en la burguesía (de un partido centralizado y con un programa) pero también una falta de partido en la clase obrera.
¿Por qué pasa esto? Porque el Estado y las instituciones burguesas no pueden llegar al conjunto de la esa población “sobrante” bajo el capitalismo. No solo no pueden dar respuesta al conjunto de las necesidades, sino que cuando quiere hacerlo, la miseria es tan grande y crece tan rápido que los recursos del Estado no alcanzan.
Hoy, ante un nuevo aniversario del 17 de octubre, vemos que la calle está vacía porque hoy el peronismo ya no existe como partido. La clase obrera ocupada, en blanco, es la que correspondería a la típica columna peronista, pero hace años que el kirchnerismo hizo el último intento de movilizarla, en su mejor momento de gobierno, sin demasiado éxito. Hoy, lo tienen que incluir a Alberto o Massa para al menos conseguir su apoyo electoral (ya ni hablemos de movilizarla).
Así y todo, los votantes de Fernández ya están empezando a mostrar su descontento, tanto quienes lo votaron por Cristina, como quienes lo hicieron por Massa. El gobierno está perdiendo su propia base social. Y en las calles (a las que todos los días se vuelcan movilizaciones obreras por reclamos sindicales), los únicos que llevan una demanda con referencia política, son la oposición burguesa al gobierno. Es momento que los trabajadores digamos presente, con nuestro propio programa: el Socialismo.
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