El fiscal Nisman murió un día antes de presentar una cantidad de evidencia que involucraba a la presidenta y su entorno. Pereira Goncalvez, el testigo que había conversado con los custodios de Nisman el día de su muerte, fue baleado el día que debía declarar. Aldo Ducler, ex banquero de Néstor, murió de una descompostura el mismo día que inició sus denuncias por el manejo de los Kirchner en la privatización (en los ’90) y en la “estatización”. Este domingo, se supo del asesinato de Fabián Gutiérrez, ex secretario privado de Cristina Kirchner y testigo en la causa de los cuadernos, que apunta a la vicepresidente. Un crimen que apunta, como autores materiales, a tres hijos de dos caudillos del PJ provincial.
La mejor prueba de las ramificaciones políticas de este episodio es que el kirchnerismo se apresuró para ocultar pruebas y lanzar versiones falsas (“crimen pasional”), a partir del control de la causa. El juez es nada menos que un ultra K, Carlos Narvarte, quien ya probó su fidelidad archivando la causa contra los custodios de Cristina (en 2011) y la del “tráfico de influencias” contra funcionarios provinciales y nacionales (en 2008). Lo interesante es que no pudo sobreseer a nadie. Simplemente, las causas duermen. Pero eso no es lo mejor (o lo peor). La fiscal es nada menos que la hija de Alicia K y, por ende, la sobrina de Cristina. Su permanencia en la causa es toda una provocación y es la mejor evidencia de que los responsables no quieren ninguna investigación independiente. A pesar de que lo primero que habría que investigar, aunque sea para descartar, es la hipótesis política, apenas se encontró el cuerpo, y sin haberlo siquiera visto (tal como él mismo confesó) el juez aclaró que se trató de un “crimen pasional” y que eso es lo que iban a investigar, a pesar de que los acusados eran hijos de dirigentes del PJ y a pesar de haber encontrado torturas en el cuerpo de Gutiérrez…
Lo que muestra este crimen es una la lucha entre mafias por el botín de la corrupción. El intento de controlar todo esto es para que no afecte a Cristina, y a quienes robaron con ella, a largo plazo: que no salgan historias que, creían, habían quedado atrás. Pero con cada crimen se va develando una nueva trama y van apareciendo nuevos personajes involucrados. Para ello, hace cuatro días que estos dos integrantes del círculo de Cristina están “investigando”. Es decir, recolectando evidencia y labrando el sumario. Queda muy claro que no va a aparecer ninguna prueba de la vinculación política, ni ahora ni más tarde. Sencillamente, porque si la hubo, ya la hicieron desaparecer. Nunca sabremos, en realidad, qué es lo que sucedió.
Este crimen se da en un contexto de agudización de los enfrentamientos hacia adentro del gobierno y hacia afuera. Hacia adentro: entre Alberto y Cristina. El primero intenta construir su propio aparato y tiene en carpeta su propio plan y su propio ministro (Lavagna) y su propio jefe de campaña (Duhalde). Tiene un plan pero está “esperando”. Del otro lado, el cristinismo se revela como simplemente un conjunto de arribistas sin más plan que el ascenso, el enriquecimiento personal y la desesperación por no ir presos. Por fuera, y ante la crisis económica y política, asoma Macri, quien va despejando el camino para hacerse con la dirección del espacio opositor, pensando en las elecciones del 2021, si la crisis lo deja.
La salida del juez Villena y la intención de Alberto de retomar la investigación que había dejado pendiente Nisman con respecto a Irán y la AMIA. Villena tenía contacto directo con el cristinismo para denunciar la AFI de Macri, con el fin de amontonar causas contra la oposición que la obligue a una negociación. Lamentablemente, Villena había hecho lo mismo para Mauricio antes del cambio de gobierno. Con respecto a Nisman, Alberto siempre dijo que no creía en la hipótesis del suicidio, lo que es una advertencia seria para Cristina y su gente. Especialmente, Sergio Berni, el destacamento K que opera libremente.
El gobierno de Alberto y Cristina naturaliza todo este escenario. La oposición se retira pensando en una negociación. Y todo muestra un escenario de descomposición generalizada de la política burguesa. Descomposición que lleva a la criminalización de los enfrentamientos, con la utilización de elementos lúmpenes de todo tipo. Algo parecido a los crímenes en los que se debatía la interna entre Menem y Duhalde, previa al estallido del PJ y de la política burguesa. Pero, en este caso, en un escenario muy diferente: una descomposición social más aguda, una crisis política más profunda y más concentrada en el corazón del poder político. Los intendentes ya están advirtiendo sobre su escasa capacidad para controlar la situación en los barrios del conurbano. Berni se va mostrando como un caudillo de calle y mano dura. Este crimen tiene una importancia doble. Por un lado, un mensaje a todos los que quieren hablar. Por el otro, la instalación en la conciencia social de que todo está permitido, de que se puede matar y tapar sin que genere repugnancia ni rechazo alguno. Esta conciencia descompuesta es la que permite que esas formaciones paraestatales al servicio del poder político, que han actuado y siguen actuando, puedan operar más libre y abiertamente. Y la principal víctima va a ser la clase obrera que lucha. No faltara mucho para que en lugar de Gutiérrez sea un compañero.
El kirchnerismo es un grupo de arribistas que buscan la acumulación económica personal mediante la fuerza política del estado, extorsionando al conjunto de su clase con su capacidad de control de las fracciones más pauperizadas de la clase obrera.
La tarea de la izquierda no es dejarse extorsionar por esa turba de descompuestos, que le gritan “macrista” a todo aquel que luche contra el histórico ajuste que lleva adelante este gobierno. Un ajuste que constituye la verdadera envidia de Macri y de cualquier derechista. Y una represión paraestatal que emula a las organizaciones más derechistas de la historia argentina. Dada su naturaleza de clase y su lugar en el estado, el kirchnerismo es un bonapartismo que puede degenerar en cosas peores. Son este tipo de cosas que estamos viendo y tenemos que detener.
Por una investigación realmente independiente del conjunto de la trama de corrupción kirchnerista y macrista. Por el acceso público a los documentos de las causas.
Cárcel para los corruptos y mafiosos de cualquier signo.
Que se vayan todos.
Razón y Revolución