En medio de la cuarentena, el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, fue entrevistado por CNN radio. Como buen burgués, manifestó allí su preocupación por la “economía”, es decir por la ganancia de los patrones. Muy suelto de cuerpo dijo: “A mí me preocupa todo, porque si se abre un sector, otros sectores van a presionar ‘por qué no ellos’. Acá tenemos cerrados los cabarets.” Rápidamente, se dio cuenta de su acto de honestidad brutal e hizo una corrección para nada creíble: “Perdón, fiestas, bares, confiterías, boliches bailables, hoteles, tiendas, tenemos todo cerrado.”
La frase, sin embargo, muestra una realidad: la Argentina es un país abolicionista solo en lo formal. El Código Penal sanciona a los proxenetas y la Ley de Trata penaliza a los involucrados en el acto de explotación sexual. Sin embargo, todas sabemos que estas medidas e instituciones no son suficientes. Las mujeres prostituidas siguen en las calles, los papelitos que ofrecen servicios en privados abundan y, a medida que la crisis económica se profundiza, la prostitución se expande rápidamente.
La cuarentena fue aprovechada por todo el lobby proxeneta para reforzar la idea de la regulación. Desde el peronista AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina) hasta Clarín, se unieron medios y proxenetas para defender la prostitución.
Apenas comenzaron las preocupaciones por la expansión del Coronavirus, AMMAR salió con una serie de recomendaciones para las “trabajadoras sexuales”. Entre ellas se incluía la sugerencia de “la posición del perrito” por ser más “segura” y “de ser posible, insistir en la higiene y mandar al cliente a bañar”. Luego defendió la gestión de Alberto, por boca de su referente Orellano, y solicitó la ayuda oficial de miseria: tarjetas alimentarias y salario complementario.
En paralelo, se desarrolló toda una ofensiva en medios. Comenzaron a aparecer artículos periodísticos sobre el mundo pornográfico, en los cuales se revaloriza a las mujeres “emprendedoras”. La revista Viva publicó un artículo acerca de mujeres, varones y trans que generan contenido erótico y lo venden en la Web. Como en la prostitución, se argumenta la idea de que es un trabajo como cualquier otro.
Otra nota, esta vez en la sección espectáculos de Clarín, en la cual reaparece esta idea de que en ese campo se gana mucho en poco tiempo, plantea que el porno y la prostitución brindan la posibilidad de ser “empresaria” y “emprendedora” con el propio cuerpo: otra vez se hace hincapié en la independencia y autonomía
Tanto el “error” del gobernador de La Rioja, como el aumento de consumo y recaudación de los sitios porno y el lugar central que ocupó el tema en la prensa, dan cuenta de que el patriarcado y su lobby proxeneta no entran en cuarentena, sino que aprovechan el momento de mayor vulnerabilidad de las compañeras para continuar explotándolas. En la prostitución está en juego la subordinación del cuerpo femenino que se expone directamente a la violencia machista y al poder patriarcal. La prostitución es una actividad esencial para la burguesía proxeneta y los prostituyentes.
El movimiento abolicionista tiene la responsabilidad de exigir a la burguesía una solución más amplia: el problema central es la desocupación, por eso la prostitución de las mujeres obreras no se va a eliminar presentando proyectos. Debemos superar el abolicionismo formal, luchando por la sanción del prostituyente, a la vez que exigir un subsidio general a la desocupación igual a dos canastas básicas para todas las mujeres obreras desocupadas. No podemos aceptar la propuesta de AMMAR, que implica solicitar miseria al Estado y aceptar que miles de compañeras sigan prostituyéndose y arriesgándose al contagio.
Las abolicionistas tenemos que convocar a las compañeras a organizarse para que las mujeres más pobres dejen de ser la prenda de cambio de las limosnas de los proxenetas.
