En el transcurso del año pasado se produjo el fallecimiento del compañero Ernest Mandel. Como todo individuo profundamente comprometido con su tiempo, puede ser objeto tanto de críticas como de elogios pero, en este caso, no cabe duda de que el balance es extraordinariamente positivo. Sobre todo si se recuerda que, en tiempos tan poco afortunados para los cambios radicales, mantuvo viva una inquebrantable fe revolucionaria. Que en momentos en que era fácil recluirse en recintos académicos, siguió siendo un claro exponente de lo que todo intelectual marxista debe reivindicar: la unidad entre teoría y política, entre pensamiento y acción. Modelo de intelectual, Mandel aportó, sobre todo en el plano de la teoría económica, buena parte de lo mejor del marxismo del siglo XX. El economista americano-paquistaní Anwar Shaikh se encarga de resaltar este aspecto de su contribución. Pero nos pareció que quedaría incompleto un homenaje en el que faltara su palabra. Por eso, nos tomamos la libertad de editar la segunda conferencia que dictó en la Facultad de Filosofía y Letras en su último viaje a la Argentina, a la que hemos titulado “La descomposición de la URSS”. Dado que poseemos sólo una versión grabada, consideramos necesario corregir algunas expresiones y eliminar las preguntas del público. Esperamos haber reflejado fielmente las palabras de Mandel. Es nuestra forma de poner la pelota en movimiento otra vez…
La descomposición de la URSS
Ernest Mandel
El derrumbe de la dictadura burocrática y la descomposición de la URSS tiene causas económicas, políticas e ideológico-morales. Es una crisis sistémica específica y esta será la conclusión de mi exposición. En el terreno económico, que es el más claro, no es una crisis capitalista de sobreproducción de mercancías la que ha llevado a la descomposición de la economía soviética, es más una crisis de insuficiencia de producción de valores de uso. No es una crisis del sistema de planificación central ni mucho menos de una economía socialista que nunca existió en ese país.
La planificación central fue, desde el inicio de la industrialización de la URSS una planificación híbrida. Lo que caracteriza a la planificación es la tentativa de proporcionalidad de desarrollo entre las principales ramas de la industria y los gastos sociales y en la URSS desde 1928-29 hubo tremendas desproporciones que no permiten caracterizar al sistema como de planificación en el sentido real de la palabra. La fórmula que utilizamos es semiplanificación, cuasi planificación o planificación híbrida. Para darles una idea de las tremendas desproporciones que existían desde el inicio en la planificación burocrática: el sector que se puede llamar de un modo genérico “servicios” tenía un peso promedio de la mitad del que tiene en los países industrializados y semi-industrializados, incluídos muchos de los países del Tercer Mundo, lo que tiene evidentes consecuencias prácticas. Si en cualquier país del mundo hay un negocio de comida para 20.000 habitantes, es seguro que habrá colas. Esto no tiene que ver con la planificación en sí o el socialismo. Es la expresión de un subdesarrollo irresponsable, no se lo puede llamar de otro modo, de un sector central de toda economía moderna. La consecuencia es que la diferencia entre lo que produce y lo que se consume es catastrófica. Para darles una idea: la URSS produjo (y está produciendo aún hoy) más papas que EEUU, Europa Occidental, Japón y Australia (sin hablar de Argentina) juntos. De esas papas el 75% no llegan al consumidor. ¿Por que? No hay una red de transporte suficiente, no hay silos, no hay posibilidades de mantener stocks, existe el robo y la corrupción. El resultado: 75% de la producción no llega al consumidor.
Se pueden añadir muchos otros ejemplos del mismo tipo, indicando las consecuencias desastrosas de las desproporciones terribles que existieron desde el inicio. La explicación tradicional que los apologistas de la política económica de la dictadura burocrática han desarrollado en la URSS, Europa Oriental, China, Cuba y en los países capitalistas, imperialistas, es que esa desproporción, esa prioridad a la industria pesada fue necesaria para un desarrollo industrial rápido. Esto no es verdad. Es un error analítico, un error que se comprobó en la práctica.
Aún más, en esas desproporciones totalmente irracionales había elementos que limitaban con lo grotesco. Durante la vida de Stalin un koljós recibió del Estado por sus productos, especialmente granos y papas, menos que los gastos de transporte del koljós hacia la estación de camiones o de ferrocarril. Evidentemente esto no es un estímulo para aumentar la producción ya que todo aumento de la misma implica pérdidas más grandes para el koljós. En esas condiciones se puede entender que toda apología de la política económica stalinista es irracional. El hecho de que las desproporciones tremendas que existían en la economía soviética conducían a un sentimiento de indiferencia de la masa de la población productiva en la industria y la agricultura se puede traducir en hechos terribles: fue admitido durante los años ’70 en la agricultura un pequeño sector privado (como el 3 % o 2,5 % de la tierra agrícola trabajada). Es ese 3% de la tierra el que producía el 35/40% de la producción de frutas, verduras, legumbres y granja. Se calcula que la productividad promedio del trabajo agrícola era un 10% menor de la norteamericana, que no es muy alta (en Europa Occidental, en mi país, Holanda, en Alemania del Norte, Dinamarca, la productividad es mucho más alta que en EEUU). En la industria, la falta de interés, la indiferencia de la gran mayoría de los productores se expresa en un hecho increíble que fue formulado por Andropov y después repetido por Gorbachov: una tercera parte de las horas de trabajo se pierden. Lo ocurrido en la agricultura y en la industria da una imagen de una crisis sistémica, profundísima, en ese país
Evidentemente, esta no es toda la historia. Es solo parte de la historia y todos aquellos que sacan de la historia económica de la URSS, después de la victoria de la contrarrevolución burocrática stalinista, la conclusión de un balance de fracaso total se equivocan. Todos aquellos que dicen que esa economía fue desde el inicio una economía de desgaste puro, se equivocan. Y se pueden enunciar muchos hechos para indicar que es una visión parcial.
En diez años la economía soviética bajo la dictadura stalinista transformó un país subdesarrollado en el segundo poder industrial del mundo. Esto nunca había ocurrido en la Historia de los dos siglos de capitalismo industrial. Durante el mismo período, la revolución cultural que se inició con la Revolución de Octubre transformó al país en el cual más de la mitad de la población era analfabeta en el país que tiene el 40% de todos los científicos a escala mundial. El obrero soviético calificado (alta o medianamente) tiene hoy más del 75% de posibilidades de ir a la universidad hacia los 18/19 años, porcentaje mucho más alto no sólo que EEUU, sino incluso que Japón. Hay muchísimas fábricas imperialistas que trabajan con patentes de la URSS, esas patentes, que son del más alto nivel tecnológico mundial, no son aplicadas en la URSS, son vendidas al extranjero. Se puede continuar con la lista, que es impresionante. Hoy, después de todo lo ocurrido, hay sectores de la medicina, de la cirugía, en especial, de la ocular, en los cuales la Unión Soviética es el país más desarrollado del mundo, incluídos los EEUU. La imagen es más complicada, más compleja de la que aparece a primera vista. Y podemos sintetizar el asunto diciendo que la planificación centralizada, pseudo-planificación, da a los órganos dirigentes un poder de centralización totalmente arbitrario y eso ha traído consecuencias para la Historia Mundial. Cuando el imperialismo nazi agredió a la URSS prácticamente todos los expertos, no sólo los nazis, sino también los anglo-americanos y los japoneses tenían la convicción de que la guerra duraba tres, cuatro o cinco semanas y después la URSS se derrumbaba. Y esto se basó en una visión geopolítica falsa ya que gran parte de la industria pesada (no la armamentística), especialmente las materias primas se localizaba en Ucrania. Las tropas de Hitler cuando conquistaron Ucrania pensaron que la URSS no recibiría armas y desaparecería. Durante dos o tres semanas toda la industria pesada de Ucrania fue transportada totalmente hacia el segundo gran centro industrial del país. La capacidad para hacer esto es totalmente dependiente de la centralización de las decisiones. En un país capitalista es imposible. Hitler lo intentó en Alemania y fue un fracaso.
La burocracia decide arbitrariamente concentrar sus esfuerzos en tres o cuatro ramas: en la industria militar, la industria petrolera y del gas. Pueden tomar como éxito esas decisiones, pero hay en esa arbitrariedad una debilidad fundamental: las leyes de la reproducción, que son objetivas, que ningún burócrata puede eliminar. Cuando se da prioridad a la industria militar es un hecho que con cohetes no se puede producir ropa, que con granadas no se pueden producir viviendas, etc. Cada desarrollo excesivo, arbitrario de algunas ramas tiene consecuencias que reducen la tasa de crecimiento de toda la economía (e incluso incidirá en la misma producción armamentística). Si nadie niega el éxito de la semi-planificación de la dictadura burocrática, fue, sin embargo, pagado con gastos tremendos, gastos de trabajo, de nivel de vida de los obreros y de los campesinos y con su represión. El número total de personas que fueron víctimas de esa represión, sin hablar de las víctimas comunistas, probablemente es de alrededor de 15 millones de personas (algunos dan cifras más altas).
Existen aspectos terribles: el Código Laboral de la URSS de los ’30 (pocas personas tienen el ejemplar) contiene disposiciones horrendas. Trabajo forzado por faltar dos o tres días a la fábrica por ejemplo. Y no existió ningún país del mundo, incluída la Alemania fascista, en el cual hubiera un código laboral tan duro. Y un hecho que incluso Trostky no conocía, se reveló por primera vez con la Glasnost en la prensa soviética a finales de los ’80, el caso de los llamados Ukasmush, es decir obreros y obreras, especialmente mujeres, condenadas a años de cárcel por decreto, sin capacidad de defenderse. ¿La causa? Ausencia del lugar de trabajo, muchas veces por un solo día. Las mujeres, después, cuando pudieron hablar, publicar, explicaban la tragedia: enfermas, solicitaban un médico para obtener un certificado de enfermedad y este llegaba con 24 horas de retraso. Suficiente: no había certificado, deportación automática, aunque la enfermedad fuera real.
¿Cómo se explica que a pesar de ese gasto y de esos errores de tales proporciones, de preferencias irresponsables y arbitrarias de los dirigentes stalinistas el éxito fuera, aunque parcial, posible? Se puede contestar esa pregunta diciendo: durante el primer período de la industrialización acelerada había en la URSS grandes reservas de tierra, materias primas y mano de obra y se podía hacer una industrialización y modernización extensiva del país, es decir, sin calcular costos. El desgaste fue real pero no le impidió el desarrollo. Y se puede enfocar el mismo problema en un contexto histórico diciendo que durante el período de desarrollo extensivo la URSS ha podido apropiarse de la tecnología existente en los países imperialistas sin gran dificultad, imitándola con gastos más altos, con calidad más baja pero ha podido hacerlo. Lo que se constituyó como un fracaso total fue la tentativa de pasar de la industrialización extensiva a la intensiva y se pueden dar dos razones de eso: la primera es más o menos técnica, material, independiente de la política y la irresponsabilidad arbitraria, de la corrupción de la Nomenklatura, me refiero a la desaparición de las reservas de mano de obra y de materias primas( en la tierra ocurrió una catástrofe: la falta de atención hacia los daños ecológicos, implicó la transformación de una buena parte de las reservas en un desierto). La segunda razón es social y política y esto fue previsto por el compañero Trostky de un modo perfecto en la Revolución Traicionada: la industrialización extensiva es puramente cuantitativa, se realizó con costos muy altos, esto puede llegar a ser exitoso, pero para pasar de esa industrialización extensiva a la industrialización moderna intensiva, en donde las cuestiones de calidad, de cálculo previo son decisivas, es necesaria la democracia socialista. Es imposible desde la planificación central saber las preferencias de millones y millones de consumidores, es imposible prever desde un punto central las capacidades reales de modernización, de inversión, de avance tecnológico, de decenas de millones de fábricas. La ausencia de una democracia socialista se transforma en un freno cada vez más grave de la economía del país. Y en ese sentido el modelo soviético de desarrollo se caracteriza desde fines de los ’60 y principios de los ’70 por la disminución continua de las tasas de crecimiento corriente (a razón del 7%, 6%, 3%, algunos expertos expresaron que existió un estancamiento total y un pequeño retroceso de la producción en el año 1980/81). El declive era evidente y eso implicaba el fracaso total y la imposibilidad de continuar la estrategia económica social de la dirección stalinista y poststalinista.
Esta dirección tenía tres pilares en su estrategia económico-social: conquistar y mantener la paridad militar con EEUU, continuar la modernización y las inversiones en el país y aumentar, en forma modesta pero continua, el nivel de vida de la población. Cuando existe un crecimiento del 5% esto es posible, cuando hay un 4% de crecimiento ya es difícil pero cuando se crece un 3%, es imposible. Esto es un problema de aritmética elemental. Se llega a una opción dramática: la Nomenklatura debió reducir, en primer lugar, a un nivel catastrófico las inversiones tecnológicas y después frenar y eliminar el aumento del consumo popular. El imperialismo contribuyó con su proyecto de Guerra de las Galaxias a obligar a la URSS a mantener gastos militares desproporcionados en cifras absolutas (los mismos gastos que los EEUU pero con un producto nacional de la mitad). El peso de los gastos militares fue tremendo y, repito, esto fue fomentado por una política deliberada de Reagan y Bush para aumentar las dificultades económicas de la URSS.
Se puede añadir que el fracaso industrial en la URSS al introducir la tercera revolución tecnológica puede producir un desastre para la economía soviética. Esto tuvo también un origen político-social muy evidente que fue admitido. Lo dice la Dirección del Partido en los archivos: si hay en las escuelas, en las fábricas, en los grandes centros de servicios sociales millones de computadoras, hay millones de posibilidades no solamente de centralizar información sino de publicarla, y eso rompe el monopolio de publicación en manos de la burocracia. Esto era considerado como un peligro político terrible y deliberadamente fue sacrificado el interés de la economía soviética a la defensa del poder político de casta. En ese sentido podemos entender que lo sucedido con Gorbachov, representante de una fracción modernista, tecnocrática de la burocracia que quiere superar la tendencia al estancamiento económico. No fue la causa de esa crisis, que es mucho más vieja (de los ’70). No fue una tentativa de eliminar la naturaleza no capitalista de la economía soviética, fue una tentativa de defender el poder y los privilegios de la burocracia, modernizando, reformando, cambiando las tendencias hacia el estancamiento y el retroceso. Tentativa de reforma tecnocrática desde arriba, como todas las tentativas de autorreforma de la burocracia estaba condenada al fracaso. Esto es verdad para Krushov, Mao, Den Xioping, para Gorbachov. No existe otra posibilidad de resolver de modo positivo esa crisis sistémica profunda que una verdadera revolución política desde abajo, es decir un movimiento independiente de obreros tomando en sus manos el control de las fábricas, centralizando de un modo democrático la coherencia y la planificación bajo su mando.
Si pasamos a los aspectos políticos-sociales de la crisis y del derrumbe del sistema las causas se pueden sintetizar en los puntos siguientes: socialmente, desde la segunda mitad de los años ’70 hubo estancamiento del nivel de vida de las masas con algunos sectores en condiciones dramáticas. Ya me referí con anterioridad a los 60 millones de pobres. Se puede añadir un ejemplo más que es tremendo: durante dos años -1980/81- la URSS fue el único país en el mundo en el cual la esperanza de vida bajó y la mortalidad infantil aumentó. Esto ocurría en el segundo poder industrial y militar del mundo. Existían fenómenos bárbaros: a los obreros del carbón no se les distribuía jabón. Uds. se imaginan lo que eso implica. En esas condiciones evidentemente el descontento masivo se escapó del control de la Nomenklatura y originó una crisis social profundísima en el país. Otro aspecto es el político. Como consecuencia de ese descontento, de la aparición de una opinión pública, todavía parcial pero real, existía una pérdida total de credibilidad del sistema político. Gorbachov admitió en su principal libro que para la gran mayoría de la población soviética, la prensa y la TV, los medios de comunicación, eran considerados mentirosos (un 100% mentirosos). En los países capitalistas las clases dominantes hacen un uso muy eficaz de los medios de comunicación. En la URSS, para el gobierno y el partido es imposible porque toda la gente piensa que están divulgando mentiras. Es Gorbachov quien lo dice, y añade: es una fórmula patética ya que cuando por casualidad la TV dice la verdad la gente tampoco le cree.
Pero vayamos a lo más grave, al tercer pilar de la crisis del sistema específico de la URSS, la crisis ideológico-moral. Para la gran mayoría, para la tremenda mayoría de las masas soviéticas (obreros, campesinos, intelectuales y jóvenes) el balance que hacen de lo que han conocido, es decir la URSS (con la excepción de la más vieja capa que participó en la Segunda Guerra Mundial, que tiene un balance un poco más positivo), es no solamente de fracaso ideológico y político, es un balance de odio. Para ellos la dictadura se caracterizó en el terreno ideológico y moral especialmente por el reino universal de la mentira, de la corrupción, de la hipocresía en un modo impensable y esto es efecto del stalinismo, al que todos subestimaron. Hemos entendido la crisis económica, la crisis política, pero no hemos entendido suficientemente las consecuencias desastrosas en el terreno de la conciencia de los últimos 50 años de la historia soviética para la masa de la población. No hemos entendido que para ellos no solamente hay odio a la dictadura, hay identificación de la dictadura con un pseudo-marxismo, con una religión de estado y existe un rechazo total a todo eso. Para ellos, STALINISMO, COMUNISMO, LENINISMO, SOCIALISMO, MARXISMO son iguales y significan deshonestidad, corrupción, maldad y por esa razón cuando la crisis económica y política se intensificó, la posibilidad de una solución socialista, democrática, de avance moderado pero real en la dirección del socialismo fue imposible, no por razones objetivas sino porque la gran masa obrera no estuvo dispuesta a hacerlo. Estaba desmoralizada, desorientada por la experiencia stalinista. Como la naturaleza rechaza al vacío, la sociedad también rechaza al vacío y cuando existe el rechazo al socialismo, al marxismo, al leninismo, al comunismo, las masas buscan otra cosa, buscan ideologías de sustitución. Existe, entonces un terreno fértil, por ilusiones, mistificaciones, orientaciones ideológicas, morales, para un regreso a la religión, a ideologías pseudo liberal-capitalistas, para apoyar a algunas orientaciones de la ofensiva neo-conservadora, para dar prioridad al egoísmo, a la destrucción de la solidaridad y de la vida colectiva, etc.
No debemos exagerar esto, ya que no llegó más que a una minoría limitada de la masa obrera y campesina. El nacionalismo, en cambio, tocó a una serie de repúblicas, incluída la república rusa. Sin embargo, al ser todas estas corrientes minoritarias, la opción es entonces el escepticismo, la duda, la apatía, la regresión hacia soluciones individuales. Cuando aparece un aumento de la pobreza, una caída en el nivel de vida, como existe desde hace muchos años ya, la tendencia a la reprivatización individual es fuerte y encontramos en la URSS un fenómeno semejante al del mundo capitalista: a la gente no le gusta el capitalismo pero no ven soluciones alternativas. En esas condiciones, las reacciones son parciales, limitadas, discontinuas. Existe un vacío político, una larga crisis político-social, un largo y lento proceso de descomposición. Algunos compañeros han hablado de relaciones de producción caóticas, eso es evidentemente un chiste, el caos no se puede institucionalizar, aunque sea verdad que puede perdurar por mucho tiempo.
En esas condiciones nosotros pensamos que la restauración del capitalismo, buscada por una parte de la dirección burocrática, es a corto, medio y largo plazo imposible. Es un proceso que se inicia, pero su realización es prácticamente imposible. Imposible por razones económicas: se necesitan un millón de millones de dólares de inversión. Esto es inexistente en la URSS y en Occidente. Y es imposible por razones sociales, porque la reacción de la clase obrera, de las masas será cada vez más fuerte. Para ellos la privatización de la gran industria significa 35/40 millones de desocupados y descenso en el nivel de vida del 35/50 %, según los cálculos. Ellos se opondrán a esto cada vez más fuertemente. Por esa razón es un proceso que no se puede realizar en un porvenir previsible.
Hoy en la URSS existe una lucha triangular entre la NOMENKLATURA, que más o menos desea mantener su control, su poder, sus privilegios con mecanismos no capitalistas, una pequeña y mediana burguesía (gran burguesía todavía no hay) que para la gran mayoría de la población está constituida por ladrones y mafiosos, y la clase obrera y los campesinos asalariados que no tienen proyecto de sociedad pero desean defender sus intereses inmediatos. Y en esa situación de lucha triangular nosotros defendemos la posición política de los socialistas, de los comunistas. La clase obrera debe conducir una batalla en dos frentes: la batalla contra la privatización, la defensa de la propiedad colectiva y la planificación, y la batalla por la defensa de la consolidación y extensión de las libertades democráticas. Esas son las dos batallas que debemos llevar adelante.
La razón por la cual la lucha contra la privatización debe ser conducida es evidente, pero diré algo sobre la necesidad de defender el segundo punto: las libertades democráticas. Esto tiene como raíz, como justificación histórica, el hecho de que estamos convencidos de que a largo plazo únicamente, no en el inmediato, una clase obrera activa, viva, organizada, experimentada, reconquistando su conciencia de clase puede evitar la restauración del capitalismo. De hecho, esa restauración no va a ocurrir a corto o mediano plazo, pero a largo plazo es otro asunto. La única fuerza que puede evitar que eso ocurra es una clase obrera que reconquiste su autonomía política y una conciencia de clase elemental y eso no puede hacerlo sin experiencia de lucha, de democracia, de discusión, sin derecho de huelga, sin órganos independientes, sin sindicatos independientes, etc, etc. . Toda tentativa de impedir esto es un pretexto que crea el caos, que ayuda objetivamente a la derecha. Es contraproducente, impide la reconstitución de un movimiento obrero independiente.
La situación en esas condiciones es mala, la clase obrera esta a la defensiva, el enemigo tiene la iniciativa, incluído también el desarrollo de ideologías reaccionarias, de mezclas terribles -nacionalismo, religión, apología del zarismo junto a una parcial defensa del establishment. Pero hay señales, limitadas, de que la clase obrera todavía existe y resiste. Hace tres semanas se realizó una conferencia nacional de las fuerzas socialistas democráticas de Rusia. Nuestros amigos que son muy modestos, habían previsto 200 participantes. Hubo en realidad 1200 participantes y entre ellos muchísimos obreros y delegados de fábrica que decían representar a más de 100.000 personas a nivel de la URSS. No sabemos si es o no una exageración, pero si dividimos en 2 o en 3 la cifra todavía es un poquito mejor que la imagen que da la prensa burguesa de lo que está ocurriendo en la Ex Unión Soviética.
Para terminar, debo indicar cómo este pequeño movimiento, esta pequeña organización, representa algo en la ex Unión Soviética que se opone de un modo muy claro y militante a todas las tendencias reaccionarias. Debo mis disculpas a los organizadores de esta reunión ya que hablaré algunos minutos de mi corriente, de mi organización, lo que es un poquito indiscreto, pero es difícil hablar del porvenir de la Unión Soviética sin mencionar esos hechos. Indicaré algunos aspectos particulares de la situación política del país y de su porvenir que tienen algo que ver con la corriente trotskista y con nuestra organización. En primer lugar, y esto lo digo porque poca gente entiende todavía esto: hemos logrado un triunfo histórico, colosal, en la Unión Soviética. El compañero Trotsky y sus amigos políticos fueron víctimas de la más amplia tentativa de calumnia, de mentira, de represión que sufriera cualquier tendencia política conocida en estos siglos. Las publicaciones condenando a Trostky como traidor, contrarrevolucionario, agente del imperialismo, espía y organizador de atentados terroristas, fueron divulgadas en centenares de millones de copias, en todo los lugares del mundo. Partidos de masas las utilizaron como material de des-educación, de desinformación de sus miembros y después de esa ola de calumnias y de represión se intentó silenciar, eliminar de la Historia y de la memoria el papel de Trostky. Todo esto fracasó completamente. Trotsky ha sido rehabilitado en la URSS: el 19 de agosto de 1990, la Iztvestia, órgano oficial del gobierno, publicó un artículo diciendo que Trostky fue un verdadero y honesto revolucionario, uno de los más importantes dirigentes del movimiento socialista internacional, segundo sólo con relación a Lenin, como fundador dirigente del Estado Soviético y del Partido. Un juicio oficial del Tribunal Militar Supremo afirmó que los Juicios de Moscú fueron falsos, que todos los inculpados, todas las víctimas de la represión stalinista (un millón de comunistas) fueron inocentes y añade que los asesinaron. Lo que, incluído el compañero Trotsky no mencionó ( porque no lo sabía) fue que para explicar las famosas confesiones había que recurrir a una explicación sencilla y horrible: la tortura. Y todos aquellos que resistieron a la tortura no fueron procesados públicamente, fueron fusilados después de juicios secretos.
Todo eso es aceptado como verdadero por la gran mayoría de la gente en la Ex Unión Soviética y en Europa Occidental, todavía no en China Popular, aunque lo mismo se repetirá allá también. Esto es un triunfo histórico contra la máquina de calumnia y represión más poderosa que jamás haya funcionado y tiene una implicación que debemos entender. Esto lo digo no tanto porque sea un triunfo de nuestra corriente, esto no es lo más importante. Tiene implicancias para el conjunto del movimiento obrero internacional: que de una vez por todas la utilización de la violencia física, de la represión, de la calumnia, de la falsificación, de la mentira, en el interior del conjunto del movimiento obrero debe ser eliminada, esta es la precondición de la recuperación de la autoridad moral del conjunto del movimiento obrero. Podemos y debemos defender nuestras opiniones sin límites, podemos polemizar en el modo más duro, necesario políticamente, pero nunca utilizar esos métodos. Debemos crear una situación en la cual, todos aquellos que todavía quieran utilizar esos métodos inaceptables sean totalmente desprestigiados y marginados en el interior del movimiento obrero. Ellos representan un pasado sin porvenir, sin futuro. Esto debe ser una conquista político-moral de todo el movimiento de masas a escala mundial e implica la aceptación del pluralismo político, de la pluralidad de partidos, de la dialéctica conflictual pero real entre la auto-organización de la clase obrera y la construcción de partidos de vanguardia.
El segundo punto que debo señalar es el peso personal del compañero Trotsky en la URSS y en algunos otros países. En cifras relativas es una gota en un océano, en cifras absolutas es importante. Hemos difundido en la URSS La Revolución Traicionada. Hay tres o cuatro libros de Trostky que fueron publicados por editoriales oficiales. Hay algunos libros sobre Trostky, muy positivos, difundidos a decenas de millones de ejemplares, muchos más que en cualquier país capitalista. La publicación de la IV Internacional, que se llama Imprecor, tiene una edición latinoamericana, otra inglesa, tenemos también una edición en lengua rusa y ya la circulación de esa publicación es más amplia que la edición inglesa y, seguramente, será más amplia que la edición francesa, será la edición más amplia de todas.
Existe un tercer punto del cual podemos hablar con una convicción profunda y esto lo entienden todos aquellos que son socialistas, comunistas, anarquistas, en la URSS y en otros países de Europa Oriental. Nosotros somos la única tendencia que emerge de ese período tan complejo, tan dramático, de la historia de la URSS después del ’28 como una bandera sin sangre, sin crímenes. Somos los únicos que pueden confrontar a los obreros y a los campesinos, a los intelectuales, jóvenes, mujeres, ecologistas de la ex URSS, de Europa Oriental, de China Popular, de cualquiera de esos países sin ningún sentimiento de culpa, diciendo que somos débiles pero representamos la continuidad honesta, real, del movimiento comunista internacional. ¿Cuánto tiempo necesitamos para transformar ese pequeño y modesto capital en un intento práctico de recomposición de un movimiento obrero independiente, conciente, orientado hacia un modelo de sociedad alternativa?. Puede ser diez, veinte o treinta años. Pero no hay ninguna otra alternativa a escala histórica. Les informo que la editorial del ex PC en Alemania Oriental me pidió que escribiera un libro con el título de Trostky como alternativa. Trostky fue la alternativa sin signo de interrogación. Eso expresa un capital histórico que nadie puede eliminar de la memoria colectiva de la vanguardia obrera. En ese sentido, repito mis disculpas y me permito terminar: ¡Viva la IV Internacional! ¡Viva la memoria del compañero Trostky! ¡Viva la continuidad del comunismo!.