A veinte años del inicio de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, esta entrevista a María de las Mercedes Colás de Meroño (1925), activa luchadora de la Asociación, es el homenaje de Razón y Revolución. La historia de Porota condensa dos episodios trágicos de nuestro corto siglo. Esta entrevista es el relato de sus afectos, de su vida cotidiana y de su lucha.
Entrevista de Roberto Amigo
– ¿Cómo fue tu infancia?
– Hasta los seis años viví en la Argentina. Mi papá era albañil, era anarcosindicalista. Conocí a muchos anarquistas porque mi papá iba al sindicato; cuando se enteraba de que a alguno lo iban a deportar lo traía a casa. Yo conocí en esa época a muchos italianos. Salía a trabajar mi papá porque ellos estaban perseguidos, era muy solidaria mi casa. Me acuerdo que mi papá tenía un lindo carácter. Mi mamá le decía «José María no tenemos, hay poco para comer» y mi papá decía «patatas para todos Melchora». Y bueno después vino el golpe de Uriburu y también a él lo persiguieron y nos tuvimos que ir a España. Me fui de acá cuando tenía seis años. Nací en el 25, me fui en el 31. Creo que fue en 31 o principios del 32, no recuerdo bien era muy chica. Volví en diciembre del 39. Pasé un año de guerra civil española donde fusilaron a mi papá y a mí que tenía 11 años me cortaron el pelo al acero. Cuando llegué acá, a los 14 años me puse de novia con mi marido. Tuve un matrimonio muy feliz, muy lindo, no me arrepiento ni un día de vida de la que viví con él y tuvimos una hija, concebida y criada por amor. Y mi hija desapareció en la otra dictadura, la de la Argentina. Mi única hija Alicia, desaparecida.
– ¿Qué recordás de esa España del lado republicano?
– Recordaba una España muy linda … ir al sindicato. Yo iba con mi papá a todos lados, éramos muy compañeros. Yo era muy chica y enseñaba a leer y escribir a los campesinos. El pueblo que me crié antes de la guerra civil era un pueblo chico de Navarra donde había mucha gente analfabeta. Yo era chica, pero en mi casa siempre hubo muchos libros; había aprendido a leer desde muy chica, y enseñaba. Me acuerdo de los pizarrones del sindicato, me acuerdo como se hacían las reuniones, como se levantaban actas, como se pedía la palabra, como se votaba, como se respetaba la mayoría, y desde muy chica estuve entre esas cosas. Por ejemplo, recuerdo que una vez había 28 albañiles y había trabajo para 25, entonces en el sindicato se resolvió que se rotaban y trabajaban todos. Mi papá se podía haber salvado, eran cinco que agarraron en Tudela, porque la familia de un hermano de él era oriunda de Tudela, y tenía conocimientos. Del pueblo los fueron a buscar porque los querían fusilar en la plaza pública, como mi papá era un dirigente sindical querían ponerlo como escarmiento, en el paseo. A mi papá le dijeron que se podía salvar, y él dijo: «¿todos?», no «tú». El dijo: «todos o ninguno». Y fue ninguno. El orgullo que yo tenía y el amor que tenía por mi padre, mi hija también lo sabía. Cómo lo fusilaron, cómo me cortaron el pelo al acero a mí. El orgullo de todo eso. Cuando vine a la Argentina tuvimos que ponernos a trabajar, nos habían sacado todo lo que teníamos, vinimos sin un centavo. Yo tenía unos tíos acá que nos pagaron el viaje, como ellos no podían habían pedido dinero, y para pagarles tuvimos que trabajar mi madre, mi hermana y yo, mi hermano tenía cuatro años. Cuando me casé mi marido trabajaba en Grafa, y hubo una huelga de brazos caídos y se hizo una reunión en el Luna Park, y yo fui aunque no trabajaba y vi que hablaban los oradores pero la gente no escuchaba. Había punteros que gritaban ¡Perón, Perón! y todo el mundo gritaba. Había oradores pero la gente no escuchaba … yo trataba de escuchar, estaba acostumbrada que se escuchara, y cuando me di cuenta que nadie escuchaba y a todo el mundo le decían lo que tenía que opinar, aplaudir o decir le dije a mi marido esto no sirve, esto es una barbaridad, acá nadie opina acá te llevan, y eso lo dije por la experiencia que había tenido de chica, yo ya entonces tenía 21 años.
– ¿Tu marido fue siempre trabajador textil?
– Mi marido primero trabajaba en un corralón de materiales, después fue trabajador textil. Y después en mi casa tenían una empresa de transportes, hacíamos mudanzas, y empezó a trabajar con nosotros en casa. Después nos independizamos, nos hicimos lo que se llama una buena posición económica. Pero mi hija siempre fue quien fue, estaba muy orgullosa de su abuelo, porque todo lo comuniqué a mi hija.
– ¿Tuviste algún contacto con lucha barrial o sindical hasta integrar Madres de Plaza de Mayo?
– Creía que había dejado de hacer todo, que me había puesto muy burguesa. Pero después analizando recordé que yo estaba embarazada de mi hija y actuaba, hacia teatro, en el PEAVA, Patronato Español de Ayuda a Victimas Antifascistas. En la época peronista iba a ver a los presos políticos, a los presos anarquistas que ponían muchos en las cárceles. He venido mucho al Cuarto y Quinto del Departamento de Policía, he ido a la cárcel de Devoto. Porque había mucha gente que ponían detenida, también tuvimos que quemar muchos libros, porque el que los tenía iba preso. Pero no me acordaba de todo eso, lo recordé después.
– ¿Tu vida familiar cómo era?
– Hermosa. Estaba muy enamorada de mi marido, y mi marido de mi también. Un hija muy llena de vida, muy simpática, muy querida por todo el mundo. Vivimos siempre en la casa de mi mamá que se había vuelto a casar con otro hombre. Es difícil tener dos padres en la vida y que a los dos los quieras. Y yo tuve dos padres, que los quise mucho y estoy muy orgullosa de los dos. Yo creo que todo ese amor que recibí en mi infancia, es lo que me hace poder luchar con amor por todo lo que estoy haciendo ahora.
– ¿Cómo recordás a Alicia?
– Físicamente mi hija era muy bonita, y de adentro era mucho más linda todavía. Alicia era muy simpática, muy dada con todo el mundo, muy solidaria. Me enseñó muchas cosas, yo aprendí mucho de mi padre pero aprendí mucho de mi hija. Creí que me había aburguesado mucho. Trabajé mucho, mucho trabajé, muchas horas, mucho tiempo. Pero como tenía un matrimonio muy lindo, me dediqué mucho a mi casa, a mi marido, íbamos juntos a todos lados. Y mi marido es un hombre que en su casa no había mamado lo que yo mamé, venía de una familia muy católica y yo soy atea. Y le costó mucho a la familia de mi marido aceptar eso. La única discusión que tuve con mi marido, la única vez que nos enojamos fue porque en un picnic que hacía Talía hubo una conversación, a la que yo había invitado al hermano mayor de mi marido, sobre el amor libre. Yo hablé de amor libre. Mi viejo, que lo perdí cuando era tan joven, me dijo siempre que el amor no se mide por una libreta, que es más inmoral acostarse con un hombre porque te une una libreta que acostarse con un hombre por amor; que era prostituirse todos los días cuando vos no querías a un hombre y te obligaba una libreta a acostarte, y que por amor nada es prostitución. Cuando perdí a mi padre tenía once años, y las conversaciones con él me sirvieron para toda la vida. Esto sirvió para que dijeran a mi marido, que yo era una loca, y esto, y aquello.
–… en qué año fue ese picnic.
– Me casé a los 19 años, así que eso fue cuando yo tenía 18 años. En el 43. Tenía mis convicciones seguras, pero le dije a mi marido ya que pensás así, y tu familia también, para acostarte conmigo te vas a tener que casar. Así fue. Había ese concepto machista de que la mujer que se entrega a uno, se puede entregar a cualquiera. Ocho días aguantó mi marido sin venir, y cuando vino, volvió.
– … y Alicia.
– Alicia… Alicia. En estos días que me mudé, estuve viendo cosas de ella. Tenía una biblioteca enorme, que se la regalé a los chicos del grupo de solidaridad. Los libros es para que se lean, no para tenerlos guardados en una biblioteca. Creo que mi hija estaría muy contenta de que los hijos de hoy tengan la biblioteca de ella. Encontré dedicatorias, les pedí a los chicos que cuando los vayan abriendo me devuelvan los que tienen dedicatorias. Encontré de cuando iba a la escuela todas las cosas que los compañeros ponen en las fotografías y los libros que le han regalado. A ella le gustaba, se reía mucho con La venganza de Don Mendo, y encontré que ya en el primario le habían regalado un libro con La venganza de Don Mendo. Se reía mucho con esa obra de teatro, ella tenía mucho sentido de humor. Alicia fue siempre muy compañera, mi casa siempre estaba llena de amigas, de compañeras. Era muy alegre, muy yo, con mucho carácter. Por ejemplo, te cuento una anécdota. Yo vivía en Devoto en un lugar grande, y había una chica que vivía en una habitación, se llamaba Anita, o se llama, debe de vivir. Alicia decía -todas querían jugar con Alicia- la que no juega con Anita no juega conmigo. Y entonces todos jugaban con Anita. Y esta chica, cuando mi hija tuvo la hepatitis y estuvo 40 días sin ir a la escuela, todos los días le traía todas las clases para que Alicia no las perdiera. Uno después de muchos años se da cuenta el valor que tienen esas cosas, claro primero lo ves como natural. Alicia tenía sus convicciones muy claras, y las hacía valer. Además era amiga y defendía lo que creía que había que defender. Una vez en el secundario la dejaron fuera de hora porque había defendido a una compañera. Yo llamé al colegio para que viniera pronto a casa, y me dijeron que estaba fuera de hora. Yo les dije: «los hago responsable si a mi hija le pasa algo en el camino, porque mi hija tiene un horario para llegar a casa y para salir de la escuela. Yo la voy a ir a buscar.» Tanto es así, que ya la habían dejado salir y la fueron a buscar a la esquina. Fui a hablar con el rector. Me dijo que se había quedado por defensora de pobres, por salir a defender a una compañera, le contesté que dejaría de ser mi hija si no defendiera una injusticia. Alicia lloraba. Entonces dice el rector: «no ve que llora, debe estar arrepentida». Le pregunté: «Alicia, ¿estás arrepentida?». «No, mamá, lloro de impotencia, de bronca lloro».
– ¿Cuándo la secuestraron?
– El 5 de enero de 1978, la noche de reyes se la llevaron de su casa.
– … y tu vinculación con las Madres cuándo comenzó.
– Tardé un poquito más. Ese día perdí a mis nietos también. El padre de mis nietos, mi hija estaba separada, se los llevó. Por dos años no los vi. Tardé más o menos seis o siete meses en venir, tal vez un poquito más. Yo quedé muy mal, hecha una piltrafa. Toda España se me vino encima, todo aquello que había pasado cuando era chica. Eso de ver la gente armada, eso de las desapariciones, eso de que yo en el camino había visto muertos, y no podías hablar, porque fusilaban en los caminos. Todas esas cosas terribles que pasó en España, se me vino todo encima. Y tardé como seis meses en reaccionar, pero cuando reaccioné ya me puse a luchar. No sé, fue algo que no … mi marido, que no servía para esto, me protegió mucho en esos momentos. Eso lo llevó a la muerte, él hizo un cáncer. La impotencia del hombre de perder a su hija, de no poder hacer nada, y protegerme a mí, que siempre me vio tan fuerte, tan segura, me vio tan mal. El hizo muchas cosas mientras yo no las podía hacer. El vino a la plaza antes que yo, me dijo: «Poro, hay madres caminando en la plaza», y él me trajo. Es importante decirlo. Mi familia íntima toda me apoyó, y algunos otros que no eran tan familia ya los borré, y cuando se quisieron volver a arrimar les dije que no. Los amigos íntimos que tenía me respondieron, de los que tenés como amistades, no como amigos, esos no y también los borré. Yo tengo dos amigos, uno ya falleció que desde el primer día me acompañó a buscar a mi hija. Desde ya tengo a mi hermano y a mi cuñada que nos apoyan muchísimo. Tengo poca familia acá, tengo toda en España, por eso me tira ir a España a pesar de todo lo que pasó. A mi casa dejó de venir gente cuando lo de Alicia. Yo estuve varios días a mate y Paso de los Toros, no me pasaba nada. Ramón, un amigo incondicional, vino un día con pizza, siempre me acuerdo de eso. Yo no sé que sentí, sentí que tenía ganas de comer pero no era hambre, podía haber seguido sin comer. El cariño, el amor … él tan consecuente venía todos los días. Muchos no se atrevían, ir a la casa de un desaparecido era un compromiso, un compromiso muy grande. No es un hombre con ideas políticas, tiene un buen corazón y es un amigo. Ese es Ramón; y el otro fue Luis, que hoy no está.
– … y estos veinte años.
– Estos veinte años …, primero cuando venía a la plaza, primero a extrañar a mi hija. Luego recuperar a mis nietos, con los que tengo una buena relación, nos queremos mucho. Mi marido vivió para sus nietos, el abuelo se daba maña para todo, el abuelo todo lo podía. Cuando recuperamos a los chicos vivimos una época de ilusiones nuevas. Nosotros habíamos comprado otra casa para mi hija, para que cuando volviera no fuera a la misma casa donde la habían secuestrado. Todas esas cosas que vos hacés pensando en el mañana. Y después, la enfermedad de él, que yo desde el primer momento supe lo que era, y ocultarle a él porque yo no quería que sufriera por eso. Tuvo mucha fuerza hasta último momento. Hay una cosa que tengo adentro mío. Mi marido se estaba muriendo y decía: yo lo único que quisiera es ver otra vez a Alicia. Por eso no podemos perdonar a los milicos, porque no únicamente nos sacaron los hijos, casi todas nosotras nos quedamos viudas. Nos deshicieron la familia. Pero estamos orgullosas de que no nos convirtieron en vegetales. Que seguimos luchando, que seguimos teniendo hijos. Le demostramos que no pudieron, que no los mataron, que acá están. Que nosotras todas tenemos una nueva familia: somos las Madres, que nos queremos mucho entre nosotras, que nos peleamos, que discutimos, como toda familia.