Por Verónica Baudino – Hace tiempo que se oyen voces ambiguas en el sector industrial. Por un lado, se mantiene un apoyo de principios al gobierno K, por sus políticas pro-industrialistas. Sin embargo, otro sector viene batallando para resolver su principal problema: la falta de competitividad. Aunque tanto el gobierno como los industriales sostienen que hubo un cambio de “modelo” económico basado en el crecimiento industrial, lo cierto es que éste se asentó en la protección de un dólar devaluado y salarios bajos. La crisis actual pone sobre la mesa esta situación y agudiza los enfrentamientos entre el gobierno y los industriales por las medidas a tomar para sobrevivir a la recesión internacional.
¿Qué piden los industriales?
“El encuentro de los líderes”, un simposio organizado por el diario Cronista Comercial adelantó muchos de los problemas que hoy son moneda corriente en los medios de comunicación. Los ejecutivos de General Motors, Ford, Chandon, Nestlé, Los Grobo, entre otros, analizaron la situación sectorial previniendo acerca de una desaceleración en el crecimiento de la economía y la caída de las rentabilidades. El costo de los insumos, producto de la inflación, fue cercenando la competitividad obtenida a partir de la protección de hecho que implicó la devaluación del peso con respecto al dólar. A su vez, el reclamo de recomposición salarial fue uno de los temas centrales del encuentro. Cierto que no es un tema nuevo. Los industriales pugnaron por mantener los salarios bajos ante cada reclamo sindical.
Asimismo el precio del dólar ya fue un tema de disputa entre el gobierno y la UIA en medio de la crisis del campo, como desarrollamos en el número anterior de El Aromo. Este enfrentamiento evidenció a su vez disputas internas en la entidad empresaria, entre quienes se mantenían favorables a un dólar bajo, en consonancia con el gobierno, y quienes, como De Mendiguren, pedían urgentemente la devaluación de la moneda.
La crisis actual sin duda catalizó los reclamos empresarios. Las posiciones, sin embargo no fueron lineales, sino que oscilaron conforme el desarrollo de la crisis internacional. En un primer momento, las UIA pidió prudencia por la suba del dólar argumentando que podría generar una escala inflacionaria. Ante la devaluación del real en Brasil y de la moneda chilena, Lascurain en un principio sostuvo que “no podemos seguir la devaluación abrupta de Brasil, ni la de Chile. Tenemos realidades distintas”.1 El problema es que la devaluación del principal socio comercial de Argentina, Brasil, podría generar una invasión de productos de ese origen y la consecuente quiebra de empresas nacionales incapaces de competir con el país vecino. Por este motivo, las posiciones de la UIA fueron virando, hasta recalar en un pedido de devaluación brusca del peso a pesar de los efectos inflacionarios que ésta conlleve.
El segundo gran problema de los industriales es el salarial. El inicio de las negociaciones con Moyano arribó a un acuerdo para frenar las posibles renegociaciones salariales en función de evitar despidos masivos. En palabras de Lascurain, “la real necesidad no es otorgar recomposiciones salariares. En este momento, lo que hay que hacer es preservar el trabajo”2. Atado a este problema se encuentra el reclamo por la modificación de la ley de ART, dada la avalancha de juicios. “Tenemos unos 60.000 juicios, cada uno por aproximadamente 30.000 dólares. Eso significa que en los próximos años el sector afronta un reclamo global de 1.800 millones de dólares”, se pronunció el presidente de la UIA.
El “plan” K
La respuesta de Cristina a los reclamos empresarios de UIA despertó encontronazos. Aunque la entidad instó a la firma de un “Pacto social” que permitiera campear la crisis, las medidas anunciadas por la presidenta no tuvieron buena recepción. Por un lado, Cristina anunció ante la UIA que la devaluación es incompatible con la inflación. Esa declaración abrió las discusiones acerca de la forma que debía tomar la devaluación del peso, de forma gradual por parte del gobierno o brusca por parte de la UIA. No parece haber discusiones de fondo acerca de la necesidad de devaluar, pero una devaluación brusca implicaría un estallido inflacionario, muy inconveniente para los K en plena campaña por las elecciones 2009. Por su parte, a la UIA poco parece importarle los efectos políticos y espera que la medida sea aplicada con rapidez. El real se devalúa, la crisis se profundiza y no hay tiempo para pensar en efectos colaterales. A su juicio hay que frenar la oleada de importaciones de mercancías que no encuentran cabida en los mercados en recesión. De Mendiguren, por su parte, se mostró más sereno en sus reclamos al gobierno K. Es que se sancionaron impuestos a bienes textiles, juguetes, etc. que funcionarán de barrera de contención a las importaciones, aunque no prometen ser muy efectivas para evitar la quiebra de estos sectores de la economía.3 Por otro lado, el artículo nº 34 del presupuesto 2009 disparó las críticas de la UIA. El mismo dispone eximir del pago del derecho de importación a las mercaderías, nuevas o usadas, destinadas a obras de infraestructura energética. El beneficio contempla aquellas obras referidas a la generación, el transporte y la distribución de energía eléctrica; la prospección, exploración, producción y explotación de gas y petróleo; la constitución de nuevas refinerías de petróleo y la ampliación de las existentes, y el transporte, almacenaje y la distribución de hidrocarburos. La oposición de Lascurain no se hizo esperar, y sostuvo que “el proyecto de artículo que nos ocupa ha generado gran preocupación en varios sectores industriales representados en nuestra entidad, ya que verán directamente afectada su competitividad frente a proveedores extranjeros, tanto por la exención del arancel externo como por la competencia de productos usados”.4
Esta medida, que perjudica a los pequeños y medianos empresarios productores de insumos para el sector, favorece a otro sector de la burguesía, que no es representado por la UIA. Se trata de las empresas petroleras YPF y PanAmerican Energy, y los empresarios de este rubro: José Luis Manzano, Cristóbal López y Lázaro Baez. También se verían favorecidas con la compra de insumos a bajo precio los capitales dedicados a generación y transporte eléctrico como Pampa Holding y Electroingeniería S.A. además de Edenor y Edesur.5
La intención de Cristina es solucionar los problemas energéticos arrastrados desde tiempo atrás. Esto requiere, por un lado, medidas que permitan que el sector importe tecnología adecuada a bajo costo en medio de una devaluación y, como contrapartida, implica el perjuicio a muchos industriales nacionales de la rama. Éstos, dado su retraso tecnológico, no podrán competir con los bienes importados. En este sentido, la UIA enmarca su reclamo en una violación del acuerdo de “Compre nacional” pactado con Cristina para favorecer la demanda de bienes nacionales. Según un comunicado de la organización este artículo abre la importación a un universo muy vasto e impredecible de productos que afectarán a los proveedores de insumos cuyo único mercado son las obras de infraestructura pública y privada.6
Un pacto muerto al nacer
La contrapartida de la UIA ante medidas que desfavorecen a la mayoría de las empresas que representan fue dejar sin efecto el tan mentado Pacto social. Iniciado por los capitales de la industria automotriz y autopartista, cada vez son más los que recurren a despidos y suspensiones de turnos. A su vez, la propuesta del gobierno de otorgar a fin de año una fija no remunerativa de $500 causó una mala impresión. Es que, al igual que con respecto al precio del dólar, los industriales no piensan en una táctica que permita disminuir las consecuencias sociales de la crisis. El reclamo de soluciones inmediatas por parte de la UIA se debe a que la debilidad de la industria argentina no tiene espaldas para soportar el juego político. Hay que ajustar porque si no desaparecen. Los K, por su parte, si bien tiene como objetivo la consecución de los intereses de la burguesía, intentan retardar la chispa que encienda las movilizaciones. Si la crisis se agrava, el kirchnerismo deberá enfrentarse con una encrucijada: ceder y hacerle frente a una creciente movilización o perder el apoyo de, al menos, los industriales, a manos del duhaldismo.
Notas
1La Nación, 10 de octubre de 2008.
2La Nación, 7 de octubre de 2008.
3Ver la nota “S.O.S: industria argentina” en el Observatorio Marxista de Estadística de esta edición.
4www.on24.com.ar
5Crítica de la Argentina, 27 de septiembre de 2008.
6www.uia.com.ar