Una cuestión de método: nuestras diferencias con el PO

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let-me-pick-your-brain-bowl-4033459_1_c82e8a54-f0c5-48be-a0b5-6a1ae0c5376b_largeDurante los últimos días ha estado circulando un texto nuestro sobre la izquierda y el kirchnerismo que ha causado un impacto sin dudas importante. Por lo menos, entre la militancia de los partidos allí aludidos. Esos partidos suelen esforzarse con una energía digna de mejor causa, en ignorarnos y tratar de no entrar en polémicas. Sabemos, de buena fuente, que es una línea oficial adoptada desde el bochorno protagonizado por dichas agrupaciones en la Asamblea del FIT unos años atrás. No obstante, como es difícil tratar de tapar el cielo con las manos, tarde o temprano algún militante aquí o allá siente la necesidad de contestar nuestros argumentos. Una necesidad que brota, indudablemente, de alguna inquietud no saldada. Dicho de otro modo, esos argumentos contienen alguna verdad con la que resulta difícil lidiar. En este caso, un texto de Maximiliano Jozami nos da la ocasión para poner sobre la mesa una serie de planteos que la militancia del PO debiera conocer, aunque más no sea para refutarlos adecuadamente.

La diferencia fundamental

El Partido Obrero es un partido revolucionario, constituido por militantes revolucionarios, compañeros abnegados que se han ganado un lugar en las luchas sociales argentinas por su consecuencia, su valor y su indudable capacidad política. De hecho, Razón y Revolución lo consideró siempre la mejor expresión actual de la izquierda argentina. Hemos dicho esto muchas veces; no es esta, entonces, una maniobra retórica de ocasión. Esto no significa que no podamos tener diferencias y expresarlas claramente. Sobre todo en relación a un partido que siempre nos ha tratado muy mal, a pesar de que nos hemos cansado de defenderlo y apoyarlo en más de una ocasión. La última, no hace mucho, cuando nos jugamos en las PASO por la fórmula Altamira-Giordano. La virtud de internet es que constituye no solo una vía de comunicación excepcional, sino también un gigantesco archivo que nunca olvida. Todo militante de PO tiene a su alcance todas las posiciones que RyR ha sostenido sobre su partido en los últimos 10 años. Sería bueno que las revisaran, porque nuestros críticos siempre hacen ominoso silencio sobre este aspecto de nuestras relaciones y cargan las tintas sobre nuestros «crímenes» contra el partido. Pero además, ayudaría a entender el núcleo de la divergencia.

En efecto, el problema central, el nudo de todas las divergencias (no solo con el PO), es una cuestión de método. El texto de Jozami lo sintetiza de hecho, implícitamente, muy bien. Porque en su diatriba no encuentra necesidad de dar prueba de lo que afirma. Simplemente afirma. Si en lugar de una intervención escrita se tratara de una función pública, un debate, una asamblea, veríamos al personaje en cuestión hacer gestos como diciendo «qué barbaridad», «¿no es obvio?», «¿a vos te parece?». Es decir, responder argumentos con preguntas retóricas. Buscar en el público una complicidad vacía de contenido, a fin de eludir la presentación de las pruebas que sustentan su posición. Hay que reconocer que es una estrategia adecuada a los recursos con los que cuenta, porque reconoce nuestra acusación de anti-intelectualismo, al conceder que el PO (ni el resto de la izquierda) ha escrito nada parecido a El desarrollo del capitalismo en Rusia, de Lenin, en sus ya 50 años de vida. Es más, concede que esos textos de Milcíades Peña que nosotros criticamos, no superan el estadio de hipótesis de trabajo futuro. Dicho de otra manera, Jozami reconoce que el PO lleva 50 años haciendo política en Argentina sin haber producido ningún conocimiento serio sobre su historia, ni tener a mano nada para reemplazarlo más que una «hipótesis» trunca por la muerte de su autor. Toda su defensa pasa por acusarnos a nosotros de no haber escrito un libro tal. Y tiene razón: cuatro libros sobre la Revolución de mayo (uno en imprenta), siete sobre la industria argentina (uno en imprenta), uno sobre cuestión agraria, tres sobre la izquierda, tres sobre clase obrera (uno en imprenta), dos sobre educación (uno en imprenta), más de mil artículos en El Aromo sobre temas de la historia y la sociedad argentina, sumados a más de doscientos en Razón y Revolución, sin contar decenas de tesis universitarias y centenares de artículos en publicaciones externas, están todavía sin sintetizar en un cuerpo único. No obstante, la diferencia salta a la vista…

Razón y Revolución no tiene 20 años. Veinte años tiene la revista de ese nombre. La organización que terminó surgiendo de esa experiencia se remonta, como mucho, al 2002-3, en el que se consolidó como grupo al romper su vínculo con el Partido Obrero y decidir que había llegado la hora de conocer la realidad que queríamos transformar. Así fue como RyR se tomó una década para pensar los problemas que involucra esa tarea (que son muchos más que los que enumeramos más arriba y que se evidencian en otras publicaciones, propias o ajenas, incluyendo la relectura crítica de la tradición marxista e incorporando los análisis válidos de compañeros de otras corrientes revolucionarias, que como reconoce Jozami, incluye a PO en la persona de Osvaldo Coggiola). Esta es la diferencia: el método. Nosotros, antes de hablar, estudiamos la realidad, no repetimos un dogma o una ocurrencia oportuna siguiendo una empiria perezosa. Veamos algunos ejemplos.

Jozami recuerda que nosotros defendemos la idea de que la educación argentina no está privatizándose. Obviamente, afirma que no es cierto, pero no ofrece ninguna prueba en contrario. Nosotros examinamos las cifras con cuidado desde fines de los ’50 hasta el día de hoy. Y no encontramos ningún pasaje masivo hacia el sistema privado. Todo lo contrario: en el libro que vamos a publicar en breve, continuación del anterior en el que ya probábamos nuestra hipótesis, se demuestra que existe un proceso de estatización de la matrícula. Puede que las cifras estén mal, pero veamos la realidad que tenemos delante. El PO, como toda la izquierda, dice que hay privatización. Luego, uno debería ver las escuelas públicas vacías y la proliferación de escuelas privadas por todos lados. Lo que vemos son escuelas públicas que revientan de alumnos. Uno debería ver el crecimiento exponencial de los sindicatos de la educación privada, SADOP, por ejemplo. ¿Es SADOP el eje del sindicalismo en educación? ¿O son los gremios estatales? Uno debiera ver que hay movimientos de padres indignados por el crecimiento de la cuota de las escuelas privadas. No simples quejas, que las hay todos los años, sino verdaderos movimientos de masas. ¿Los hay? Uno debiera ver que la educación privada fuera un negocio crecientemente acaparados por los «monopolios» extranjeros de los que habla Jozami, salvo que siendo dueños de todo lo que importa en la Argentina, estos chicos malos hayan pasado por alto semejante oportunidad. ¿Vemos algo así? ¿Se abren escuelas privadas de grandes empresas internacionales al estilo de lo que sucede con los locales de McDonald´s o los hipermercados, que colonizan cuanto espacio hay? No. Entonces, lo que pasa en la realidad, ¿coincide con nuestros datos o con los del PO? Si esto es así, el PO ha estado orientando la lucha de los docentes con una perspectiva falsa de la realidad, durante, al menos, los últimos 30 años. El problema de la educación argentina no es su privatización, sino su degradación.

Veamos otro ejemplo. Jozami recuerda que RyR niega que haya tareas nacionales pendientes. Y que la Argentina sea un país semicolonial y dependiente. Tan adicto a las citas de autoridad, se olvida de que, al dar ejemplos de países que no tienen cuestiones nacionales pendientes, Lenin, sí, Lenin, da como ejemplo a… la Argentina. Como a nosotros no nos alcanza con citas de autoridad, nos preocupamos por entender el problema, no por repetir lo que dijo un señor que murió hace casi 80 años, que nunca conoció la Argentina y que no era un especialista en nada que lo pudiera orientar al respecto. Lo que vale, también, para Lenin. Y cuando observamos la historia argentina, nos preguntamos: el Estado argentino, ¿controla todo su territorio y gobierna sobre su población o, por el contrario, los argentinos están en una situación parecida a la de Irlanda y Polonia en el siglo XIX o de Palestina o los kurdos hoy? La población en Argentina, ¿no puede elegir presidente a Altamira porque se opone una potencia extranjera o simplemente porque no quiere elegir a alguien cuyo discurso no se distingue demasiado de los varios candidatos burgueses de «izquierda»? La Argentina instrumentó uno de los default más grandes de la historia. ¿Qué hizo el imperialismo acerca de eso? En la Argentina, a pesar de que se trata de un país de inmigración como pocos ha habido en la historia, ¿hay población «extranjera» no integrada? Salvo que aceptemos el argumento del PTS acerca de la «población originaria», resulta difícil de sostener que estemos en una posición cercana a Turquía o, si se quiere, España. Toda la Argentina vive de los impuestos pagados en las provincias del Litoral. A nadie se le ha ocurrido jamás un movimiento separatista que abandone a la buena de dios a buena parte del territorio nacional como intenta, por ejemplo, el separatismo italiano del norte con el sur. ¿Hay población pre-capitalista o no capitalista no integrada al capitalismo, que se encuentra presa de una situación de tipo «feudal»? Salvo que le hagamos caso al ignorante de Diego Rojas, que habla de «feudalismo» kirchnerista (no sin antes hacer la apología de Nestor Kirchner con ocasión del asesinato de Mariano Ferreira), en la Argentina nunca hubo tal cosa como un «campesino». Salvo, otra vez, que le hagamos caso al PTS, que sostiene que hay tres millones de campesinos en un país donde la totalidad de la población rural no llega a esa cifra. Ausencia de un Estado capitalista, problemas de nacionalidades y grupos oprimidos, rémoras feudales agrarias, carencia de autogobierno de las masas (en el sentido burgués, se entiende, república), ocupación por potencia extranjera, división del territorio, todo eso conforma la «cuestión nacional». Nada de eso está en la Argentina. Por eso, la revolución permanente no se aplica a la Argentina, como sí resultaba perfectamente válida en la Rusia de 1917. Si el PO no se dio cuenta, es porque leyó mucho a Trotski y se olvidó de estudiar historia nacional. Y repite como loro, sin preguntarse por la adecuación de lo que repite.

Las consecuencias de esta ignorancia están claras y lo dijimos en el documento por el que nos critica Jozami: crea un terreno común con el nacionalismo. Si hay tareas «nacionales», el partido revolucionario debe asumirlas. Luego, se crea una franja de solapamiento político entre el nacionalismo burgués y el «revolucionario». Cuando decimos que el PO comparte con el peronismo mucho más de lo que desearía reconocer, decimos esto. Decir que las Malvinas son argentinas, además de una concesión ridícula al derecho burgués y un abuso de la ignorancia histórica, es decir que son un problema «nacional», lo que es lo mismo que decir que tenemos un terreno en común con la burguesía argentina. No es casual, entonces, que el PO haya ido a la guerra con Galtieri…

Tampoco es casual que en el conflicto del campo del 2008, el PO haya quedado paralizado con una consigna inútil: «ni con el campo ni con el gobierno». ¿Con quién? ¿Para qué? La respuesta es sencilla: el PO no quería oponerse a la Federación Agraria. Si no estaba con ella era, sencillamente, porque la FAA estaba con la Sociedad Rural. Peor el PTS, que propuso retenciones diferenciales. En ambos casos, se trata de la debilidad frente al pequeño capital que brota de la fórmula de la revolución permanente. Lamentablemente, no tenemos espacio para explicar que «dependiente» no significa nada (todos los países «dependen»), ni para recordar que ni EE.UU. toma una medida sin consultar a Alemania o Japón, ni que estos pasan todo el tiempo negociando con EE.UU. sus propias políticas económicas, fenómeno que incluye a China. ¿Serán semicoloniales y dependientes también? Lo que nos lleva al tema del imperialismo.

El principal defecto de la crítica es que deforma lo que decimos, es decir, no nos critica a nosotros. Nunca dijimos que el imperialismo no existe. Lo que no existe es eso que la izquierda argentina llama imperialismo. Se trata de un ente metafísico, dotado de voluntad, omnipresente y todopoderoso cuya principal actividad consiste en evitar el crecimiento de las fuerzas productivas en los países dominados (como si el crecimiento de las fuerzas productivas no fuera el resultado de la expansión de la ganancia capitalista, de la que el imperialismo, curiosamente, quisiera prescindir por la vía de reprimir su desarrollo). En esta perspectiva, la única solución para el atraso nacional, es la lucha anti-imperialista. Otro terreno común con el peronismo y el nacionalismo en general. En esta posición se encubre un problema teórico importante: la política domina la economía, la ley del valor ya no existe y el mercado mundial es simplemente un espacio militar. Dicho de otra manera, El capital es un libro inútil. Puede ser. Pero habría que ofrecer alguna prueba. La conclusión es obvia: EE.UU. es lo que es, simplemente porque tiene la fuerza militar que tiene, no por la potencia de su economía. Esto invierte el postulado elemental del materialismo histórico. Otra vez: puede ser. Pero habría que dar alguna prueba.

Lo más importante, sin embargo, es que observa la realidad como no es. No existe EL IMPERIALISMO. Existen sí, capitales más poderosos que pueden utilizar, en la competencia, mucho más que la productividad del trabajo. Sobre todo, porque en algún punto, la competencia rebasa el marco del mercado y se transforma en guerra. Es la rivalidad inter-imperialista la que crea espacios de independencia para capitales menores. La Argentina conoce mucho de eso: mientras firmaba el Pacto Roca-Runciman y se arrodillaba por la promesa de una cuota de carne, se negaba a firmar el Acuerdo Mundial del Trigo y rechazaba la presión norteamericana para achicar el área sembrada. Podemos dar muchos ejemplos, como el de rechazar el boicot norteamericano a las Olimpíadas de Moscú mientras se actuaba codo a codo bajo supervisión yanqui en la represión a las fuerzas revolucionarias. La historia es mucho más compleja que la simple imposición de la fuerza, a la que se considera, ridículamente, todopoderosa. Por dar un ejemplo contemporáneo, la existencia misma de ISIS sería inexplicable si EL IMPERIALISMO existiera.

Hay muchas más cosas que discutir, pero un punto importante es el siguiente: el capital no actúa como tal, como una entidad unificada, dotada de una voluntad consciente y unívoca. El capital solo existe a través de capitales particulares que alcanzan una unidad temporal en casos extremos (la guerra intercapitalista o la guerra civil) a partir del Estado. Aun en este caso, esa unidad es limitada (una fracción del capital norteamericano, por ejemplo, jugó a favor de la Alemania de Hitler mientras el resto se batía a muerte, como puede verse en el caso IBM). El resto del tiempo, los capitales de los países imperialistas guardan contradicciones entre sí que favorecen el desarrollo capitalista en países «coloniales», entre otras cosas, porque es su propio desarrollo: los ferrocarriles británicos sabían que destruían la agricultura inglesa al establecerse en la Argentina, por dar un ejemplo. Igual que los fabricantes de trilladoras norteamericanas, que sabían que creaban condiciones de competitividad muy elevadas para un competidor serio del agro yanqui. No les preocupó en lo más mínimo, porque negarse a vender maquinaria a la Argentina significaba regalarle el mercado a Inglaterra. ¿Por qué iban a perderse esa posibilidad de acumulación? La Argentina tiene problemas de competitividad mucho más serios que los que supone la Teoría Metafísica del Imperialismo. Si lo que esta sostiene fuera cierto, no existirían ni Corea del Sur, ni Japón, ni Alemania, ni China.

Asociada a esta idea está la teoría del capital monopolista, según la cual la economía está dominada por monopolios. El problema aquí es que los monopolios no existen, salvo que se entienda por tal simplemente capitales muy grandes. Porque «monopolio» es el dominio de un mercado. Si existiera el «monopolio» sojero (otro campo de coincidencias con el peronismo y con el kirchnerismo en particular, además de con el conjunto de la economía neoclásica, es decir, liberal), ¿cómo es que la soja baja de casi 600 dólares a casi la mitad? ¿Cómo es que el petróleo cae de más de 100 dólares a casi 20? Extraños monopolios que no son capaces de lo más elemental que caracteriza a un monopolio: fijar precios. Veamos el «monopolio» sojero: en la Argentina hay 90.000 productores de soja. Se dice que está mucho más concentrada y que los «grandes» son 2.000 o 3.000. No suena muy «monopólico» que digamos, si recordamos que en nuestro país hay cerca de una decena de fabricantes de automóviles, un solo productor de aluminio, unos pocos productores de acero, etc., etc. Si se mira como corresponde, el último lugar donde hay que buscar un monopolio es en el agro. Este es el discurso del peronismo en general y de la Federación Agraria en particular. Con una perspectiva completamente liberal como ésta, ¿de qué se ofenden cuando se los acusa de «nacionalistas»?

El texto de Jozami, al enfatizar en chicanas sin importancia, pierde de vista que él mismo reconoce la verdad de nuestras posiciones: se niega a aceptar que Kirchner fue el primer presidente en pagar la deuda, lo que es simplemente una verdad histórica. Si pido deuda para pagar mi deuda, no estoy pagando. Si encima después la defaulteo y realizo una quita gigantesca, peor todavía. Pero al ocultar que la política de Néstor Kirchner implicaba una subordinación real al imperialismo al sacrificar reservas del Estado argentino para pagar realmente la deuda, es decir, pagarla con recursos propios, Jozami está diciendo exactamente lo que decimos nosotros: el PO cree que el kirchnerismo es algo distinto y opuesto al menemismo (dejemos de lado que la idea de que la deuda es un «problema» que somete a la economía argentina es cuanto menos discutible, salvo que se crea que EE.UU., el país más endeudado del mundo, es un país «semicolonial»).

Esto nos lleva al problema del desarrollo. Jozami confunde desarrollo de las fuerzas productivas con desarrollo de las relaciones sociales. Como la Argentina tiene un desarrollo de las fuerzas productivas menor al de EE.UU., concluye que la Argentina no es igual a EE.UU. Es decir, es un capitalismo de otro «tipo». Jamás negamos que nuestro país tuviera un grado menor de desarrollo de las fuerzas productivas. Lo que siempre afirmamos es que es un país capitalista desarrollado, es decir, uno donde las relaciones capitalistas dominan ampliamente. En la Argentina, igual que en EE.UU. el 80% de la población es asalariada, no hay rémoras pre-capitalistas o no capitalistas y la burguesía se encuentra notablemente concentrada. Que en la burguesía ocupe un renglón importante el capital extranjero, no niega ni la existencia de una burguesía nacional ni que sea esta la que controla las riendas del Estado argentino. La idea de que el capital extranjero domina por completo la economía argentina es una mentira que no resiste el menor análisis y que transforma a los Macri, Fortabat, Pescarmona, Soldatti, Pérez Companc, etc., etc., o en fantasmas o en simples «peones» del imperialismo. En ambos casos, en seres inexistentes. Esta confusión es la que arrastra al PO a posiciones cercanas al maoísmo, a la negación de la existencia de la burguesía nacional, a confundir al bonapartismo con movimientos nacionalistas y, por lo tanto, a una subordinación de hecho al peronismo. Aquí, subordinación quiere decir, incapacidad para superar ese programa político, lo que lleva al PO a actuar pura y exclusivamente en el campo sindical y a reconocer que a la clase obrera argentina no hay que hablarle de socialismo.

Esto nos lleva al último punto, el del Programa de Transición. Es solidario con lo anterior: el programa de transición no contiene ninguna estrategia de poder. Nadie niega la necesidad de consignas transicionales. Pero una «transición» incluye elementos de una situación pasada y de una presente. Si no podemos hablarle de socialismo a la clase obrera que se supone que está en una «transición», ¿cuándo vamos a hablarle? Y si solo 20 obreros están en condiciones de escuchar sobre el socialismo, ¿en qué sentido estamos en una «transición»? Pero Jozami, otra vez, no hace más que darnos la razón, porque que nosotros sepamos la Argentina no está atravesando una situación de «transición», al menos no por ahora. De modo que toda esta tontería está al servicio de ocultar que, para conseguir una banca en el parlamento burgués, no para tomar fábricas, ocupar campos y cosas por el estilo, sino por un cargo de concejal o diputado, el FIT fue a las elecciones con consignas que no son las del Programa de Transición. La campaña del FIT, incluyendo la del PO, no solo no habló de socialismo. Simplemente se limitó a convocar a la población a un voto «democrático», para que la «voz» de la izquierda se oiga en el Congreso, para que los «derechos» de los trabajadores, de la «juventud» y la «mujer», sean «defendidos». No somos nosotros los que repudiamos el Programa de Transición, fue el PO.

Como corresponde a quien milita sin pensar, Jozami niega la necesidad del pensamiento para militar. Nos acusa de «intelectuales» académicos sin relación con las masas. Salvo que la única relación con las masas sea la acción sindical (y convendremos que aquí el PO no tiene mucho para ofrecer), a esta altura del partido RyR ya ha vendido unos 100.000 libros. Alguien los compró. Alguien los leyó. Quienes lo hicieron tienen una relación con nosotros. Del tipo que sea. Es una medida. Que cada tanto, buena parte de la izquierda tenga que debatir con una organización minúscula de no más de 60 miembros, es otra. Pero Jozami escupe para arriba: hay más becarios de Conicet del PO que de RyR. Lo mismo se puede decir de los profesores universitarios. La razón es sencilla: la política intelectual del PO. Para el PO, donde se come no se caga. De modo que sus intelectuales son perfectamente académicos. Lo mismo vale para sus «artistas», con honrosas excepciones. Fue así como construyeron un sindicato para Macri (la SEA). RyR enfrenta permanentemente la represión en todos esos ámbitos, porque no tiene doble moral. Pero, por otra parte, ¿de qué lucha fundamental hemos estado ausentes en esta década? ¿Acaso el PO estuvo a punto de tomar la Casa Rosada y por culpa de esos pequeñoburgueses sectarios de RyR no pudo hacerlo? Durante el único conflicto importante que se vivió en los últimos diez años, el del campo, el PO ni cortó ni pinchó. Obviamente, hizo militancia sindical y se merece todo nuestro respeto por ello. Pero estamos hablando de política.

Hay un tiempo para pescar y un tiempo para secar las redes. Todo revolucionario lo sabe. Marx intervino en la coyuntura del ’48 y se llamó a estudio hasta la formación de la Primera Internacional, casi veinte años más tarde. Y después de liquidarla, se llamó a estudio, otra vez, hasta la formación de los partidos socialistas europeos, una década después. Cuando la pausa se impone en los procesos revolucionarios, los revolucionarios estudian, analizan, reflexionan sobre el fracaso (porque si hubieran triunfado tendrían otras tareas). RyR hizo eso. No significa que el resultado sea bueno, eso solo lo dirá el futuro. Pero reivindicar la ignorancia no es el mejor camino. El PO, en 50 años, no ha salido de posiciones marginales en la política argentina, a pesar de su involucramiento en las luchas sociales cotidianas. ¿No habría que pensar por qué?

Razón y Revolución

8 Comentarios

  1. Muy buen comunicado. Plantea cuestiones sobre las que deberíamos reflexionar todos aquellos que somos de izquierda y queremos el socialismo. Me gustaría poder leer la nota de M. Jozami y no la encuentro. Tengo compañeros del PO (si bien no soy un militante colaboro con ellos) y quisiera debatir estas cuestiones con las dos versiones en mano. Les agradecería que me indiquen dónde puedo encontrar dicho material.
    Aprovecho para felicitarlos por su labor y les comento que tengo muchos de los libros por ustedes editados. Desde ya me sumo a los que le preguntan a E. Dártelo para cuándo la parte 2 (al menos) de La Cajita. Saludos.

  2. La cuestión del imperialismo debe ser explicada mejor desde la perspectiva de RyR. Que es el imperialismo para R y R?., si que existe.

  3. Quiero sumarme a Razón y Revolución!!! Soy de Jujuy. Excelente comunicado, esa es la izquierda que nos merecemos y por la que tenemos que luchar por consolidar y extender a todo el país , no podemos hacer la revolución sin conocer nuestro país, no podemos copiar y pegar como en la gran revolución Bolchequive, la clave esta en el método que nos ha dejado el más grande de todo los tiempos CARLITO MARX. Dejo mi correo si se quieren contactar conmigo, soy un joven (20 años) con ansias de aprender, y luchar. Estudio en la Universidad de Jujuy, Lic en ciencias de la educación. SALUDOS. riverteamo38@gmail.com.

  4. Soy simpatizante del PO, creo que por los mismos motivos que muchos de Uds. Pero desde hace años que hago las mismas observaciones y criticas. No soy «trotskista», por varias razones, el Programa de Transicion , entre ellas. Soy leninista en el sentido organizativo y creo que la URSS fue un capitalismo de Estado, porque alli funcionaba la ley del valor a pleno. La politica no domina la Economia. Tienen razòn sobre la cuestion nacional y sobre el imperialismo , y sobre el campo. El partido bolchevique tenia varias fracciones internas, y una de ellas , la «intelectual» estaba liderada por Bogdanov, Gorky, Lunacharsky y Ryazanov. Lenin los atacò mucho y luego de la Revolucion del17 muchos de ellos ocuparon cargos de primer plano en el gobierno sovietico… y todos fueron asesinados por Stalin!
    Creo que el mayor desafio de la izquierda es avanzar hace un partido unico y que haya un trabajo cientifico teorico que no sea ninguneado.

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