Nicolás Grimaldi
Grupo de Análisis Internacional (CEICS)
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se erigió con la presidencia de México con más del 52% de los votos, obteniendo también mayoría en Diputados y Senadores, dejando muy atrás, con menos del 20%, a los partidos tradicionales del PRI, el PAN, y el PRD. Por esto, buena parte del mundo político sostuvo que se trató de un giro a la izquierda de la segunda economía de América Latina. Partidos que se proclaman socialistas como el MAS, han sostenido que “con AMLO se prepara un mejor terreno en México para discutir y avanzar en la pelea por derechos fundamentales”. Sin embargo, existen muchos elementos que no solo muestran que López Obrador no tiene nada de izquierda, sino también las continuidades con la historia política reciente de México. Veamos.
¿AMLO de izquierda?
En primer lugar, López Obrador llega a la presidencia de la mano de la alianza “Juntos Haremos Historia” conformada por su partido MORENA, el Partido del Trabajo (de extracción maoísta) y el Partido del Encuentro Social (PES), un grupo de orientación evangélica, y por lo tanto claramente opositora al aborto y con tendencias homofóbicas, en una coyuntura donde comienzan a generarse movilizaciones de mujeres reclamando el aborto, que es legal solo en 13 de los 18 estados mexicanos.i
En segundo lugar, su gobierno estará compuesto por cuadros políticos de la burguesía con larga data en la política mexicana, como Alfonso Romo, Marcos Fastlicht, Emilio Azcarraga Jean, Marcelo Ebrard, Esteban Moctezuma Barragán, Alfonso Durazo Montaño, Tatiana Carrillo, Germán Martínez, Gabriela Cuevas, y a Yeidckol Polevnsky.ii Es decir, una parte del personal político responsable y cómplice de la situación actual de México, volverá a desembarcar en la administración nacional de la mano del “izquierdista” AMLO.
En tercer lugar, el programa de AMLO es más bien genérico, con pocas precisiones, y plagado de elementos más gestuales que concretos. Para AMLO, el principal problema de México es la corrupción y la falta de transparencia, aunque para combatirla no propone ningún otro elemento más que hacer cumplir la Constitución. Se propone reducir el déficit, sin emitir ni endeudarse ni aumento de impuestos sino que financiará el gasto público con el “ahorro” en corrupción y privilegios, aludiendo a la reducción salarial de los altos funcionarios. Su programa también establece una clara defensa del mercado interno, con algunos elementos de estirpe desarrollistas, como la creación de una zona franca o libre a lo largo de los 3.180 km de frontera con EE.UU., y creación de consorcios de Pymes para aumentar la escala y fondos de inversión público-privado.
Como parte del combate a la corrupción, se propone eliminar los fueros en los cargos públicos, y también un elemento polémico de impulsar una amnistía, tema que no ha quedado claro por el momento. Como en todo terreno escabroso, AMLO pateó la pelota para adelante, sosteniendo que debía ser discutido, e invitó al Papa y al Secretario General de la ONU a participar.iii La amnistía, a su vez podría ir acompañada de un proceso de legalización de las drogas, lo que arroja la sospecha de que se avance en legalizar el negocio actual, donde los carteles narcos pasarían a funcionar como una empresa común y corriente. También puede darse que el Estado se apropie de mano de obra para la represión producto del desempleo de la estructura militar del narcotráfico. Como parte de su combate de la corrupción, AMLO también ha propuesto endurecer las penas para los funcionarios, aunque las mismas comenzarían a correr para aquellas causas cuya apertura sea posterior a la fecha de asunción de AMLO, dejando fuera a toda la corrupción de funcionarios de Peña Nieto.iv No sería descabellado que se abra una negociación donde los corruptos negocien su libertad a cambio del apoyo al gobierno.
Una rebelión latente y contenida
Como se ve, AMLO no representa ningún giro a la izquierda, sino más bien todo lo contrario. Expresa, por un lado, el descontento de una buena parte de la sociedad mexicana con el conjunto de los partidos políticos tradicionales, PRD, PAN y PRI, y por otro lado, el reciclaje de los cuadros políticos de estos últimos, incluyéndose a él mismo. Así, personal burgués con un programa burgués se presenta como una variante apelando al nacionalismo, y a una supuesta honestidad y austeridad, capitalizando el descontento de las masas con las estructuras políticas tradicionales. Este descontento puede verse en que un 38% del padrón se abstuvo de votar pese a que es obligatorio. Si tomamos las últimas elecciones, la abstención fue del 23% en 1994, en el 2000 fue del 36%, en 2006 del 41,45%, y en 2012 fue del 37%, mientras que en otros países con voto obligatorio, como Argentina por ejemplo, la abstención promedio se arrima 20%. A esto, debe sumársele que en estas elecciones mexicanas hubo más de un 1 millón de votos nulos, equivalente al 2,8%, el porcentaje más alto por elecciones presidenciales desde 1994.
Ahora bien, ¿a qué se debe esta crisis del vínculo entre la burguesía y la clase obrera que se expresó en los últimos años? México viene sufriendo una avanzada en la precarización y descomposición de las condiciones de vida más generales. Se estima que el salario mexicano cayó un 12% entre el 2005 y el 2015, ubicándose por debajo de países como El Salvador y Honduras. Hoy en día, el salario promedio se ubica en torno a los 105 dólares, mientras que por ejemplo el salario brasilero es de 290. La informalidad laboral también es alta, ubicándose en 56,8%. A su vez, 38 millones de mexicanos, el 30% de la población total, son considerados población inactiva, de las cuales 27 millones son mujeres. Si bien en las estadísticas censales no aparece desagregada esta última categoría, rápidamente se puede inferir que el grueso de esa población realiza tareas domésticas no reconocidas como trabajo, a lo que debe agregarse el desahucio. Buena parte de esa población vive de algún tipo de asistencia social por parte del Estado.
La tasa de homicidio se ubica en 22,9 cada 100.000 habitantes, mientras que el promedio de la OCDE por ejemplo es de 4,2, principalmente motorizado por el narcotráfico con la existencia de 9 carteles que ampliaron el territorio controlado a pesar de la “guerra contra el narcotráfico” que se realizó durante el gobierno de Calderón. También aparecen una serie de reformas estructurales que comenzó a impulsar el gobierno de Peña Nieto desde fines del 2012, donde aparece una reforma laboral que crea trabajos a pruebas, facilita despidos y erosiona la contratación colectiva; una reforma energética que permite la privatización de exploración petrolera y la distribución de energía; la reforma de telecomunicaciones, que beneficia a Televisa; la reforma bancaria que permite el avance de los bancos sobre los deudores; reforzamiento del Código Penal para que la policía puede hacer requisas y rastreos de celulares sin orden judicial; y entre las más controvertidas aparece la reforma educativa, que amplía el control sobre los docentes, instaurando censos, evaluaciones, y controles de inasistencias mensuales. Toda esta situación, se da a su vez en el marco de un recorte del gasto estatal desde el 2015 de cerca de 40.000 millones de dólares.
Esta situación de precarización de las condiciones de vida de la clase obrera, desató movilizaciones multitudinarias a lo largo de los últimos años. La movilización en reclamo de justicia por los 43 estudiantes asesinados en el estado de Guerrero por el grupo criminal “Guerrero Unidos” en complicidad con el gobierno local del PRD, generó movilizaciones a nivel nacional a lo largo del 2014 y el 2015. También, se realizaron masivas jornadas de lucha contra la reforma educativa, teniendo su pico más alto en junio del 2016 en Oaxaca, donde además de un paro se realizaron 37 bloqueos con seis docentes muertos y 53 heridos. Esta reforma, significó la franca oposición de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, el segundo sindicato de docentes más importante del país. Seguida a esta lucha, a comienzos del 2017 Peña Nieto decretó el aumento de la gasolina en un 20%, generando movilizaciones en 30 estados durante más de 10 días, con piquetes, tomas de establecimientos públicos, y saqueos. Para tener una noción de los sucesos, entre Veracruz y el D.F. debieron cerrar 35.000 comercios como prevención. El saldo, fue de 3 muertos y más de 600 detenidos.
Sin cabeza no hay cuerpo…
AMLO aspira como máximo a un tibio reformismo, menor incluso al del PT en Brasil. Por ese motivo, no debe confundirse a las masas y sentar un antecedente peligroso para el resto de la región. Es necesaria una acción independiente del conjunto de la clase obrera, ya que el zapatismo ha demostrado, como toda variante autonomista, su incapacidad para disputar seriamente el poder político de una sociedad. Al no existir una verdadera alternativa de clases, el descontento social funciona como caldo de cultivo para la aparición de experiencias de corte nacionalista y reformista, como lo demuestran las últimas elecciones.
En este sentido, si bien la clase obrera se ha sublevado de manera creciente durante los últimos años, demostrando una profunda ruptura con las direcciones burguesas, no ha logrado superar su mayor debilidad: la disgregación y la falta de dirección. Por un lado, la tasa de sindicalización apenas alcanza el 8%. Por el otro, en términos políticos, cabe destacar que la izquierda revolucionaria ocupa un lugar marginal, lo cual no significa que su presencia sea meramente testimonial. En efecto, el Partido Obrero Socialista es una fuerza morenista que forma parte de la Unidad Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (UIT-CI) que ha demostrado capacidad de intervención en algunos gremios docentes. Por su parte,el Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS), ligado al PTS en nuestro país, es otro agrupamiento de orientación trotskista que ha tenido cierta presencia en el movimiento feminista, en las luchas estudiantiles y en determinados gremios, como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Caja de Ahorro de los Telefonistas (SNTCAT) y el Sindicato de Trabajadores Unidos de Honda México (STUHM). Asimismo, vale señalar que recientemente han participado de las elecciones que se celebraron para conformar la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, aunque solo lograron obtener un 0,5%, lo que equivale a alrededor de 11.000 votos. El Grupo de Acción Revolucionaria (GAR), otro partido trotskista, ha tenido cierta intervención en el movimiento estudiantil y en el sindicato de trabajadores petroleros. Pues bien, como resultado de estas divisiones, la izquierda revolucionaria no logró superar la débil influencia que tiene sobre la población y, en consecuencia, no ha logrado constituirse en una expresión política sólida. En el plano electoral, ni siquiera reunieron las condiciones necesarias para participar en las últimas elecciones nacionales.
Como vemos, en un escenario de gran conflictividad y elevada disposición para la lucha de amplias fracciones obreras, la izquierda no puede hacer un mínimo pie. Se niega a organizar a la sobrepoblación relativa y se la entrega al indigenismo. Solo interviene en sindicatos formales, donde se encuentra solo una minoría de la clase obrera y el poder mafioso hace imposible, por el momento, un crecimiento.
Para poder romper este aislamiento, es preciso organizar a la vanguardia y desarrollar un verdadero programa de izquierda, en ruptura con la burguesía y con cualquier experiencia populista. Hay que convocar a todos los sectores en lucha, a todos los revolucionarios, a un gran congreso. En primer lugar, unificar a toda la izquierda marginal y dispersa. En segundo, reorganizar a todos los luchadores que se reivindiquen revolucionarios, para lograr una fuerza compacta que dispute las masas al indigenismo, pueda aparecer como un espacio de coordinación de todas las luchas a lo largo del país y muestre una perspectiva socialista.
Notas
ihttps://bit.ly/2lXgk69; https://bit.ly/2IW0GAN; https://tinyurl.com/y7sgehlc
iihttps://tinyurl.com/yddcf52n
iiihttps://tinyurl.com/ybsp7jaf;https://tinyurl.com/y75tkoka
ivEl País, 04/05/2018