V de vinagre. El despertar de la clase obrera en Brasil – Valeria Sleiman y Federico Genera

en El Aromo nº 73

v de vinagre

V de vinagre
El despertar de la clase obrera en Brasil
Valeria A. Sleiman
Federico Genera
LAP-CEICS

La lucha de clases parece haberse despertado en el país más importante del continente. Más de dos millones y medio de personas se volcaron a las calles. Resultado: el gobierno debió dar marcha atrás con un aumento del transporte. En este artículo, le contamos por qué este fenómeno desnuda el “milagro” brasileño y cuáles son las perspectivas de un movimiento que recién empieza y que amenaza con sacudir a toda la región.

Valeria Sleiman
LAP-CEICS

Desde algo más de un mes a esta parte, se desataron manifestaciones en varias ciudades de Brasil por reclamos que inicialmente giraban sobre el aumento de las tarifas en el transporte y luego derivaron en la exigencia del aumento del presupuesto en salud, educación pública y en un descontento generalizado con el personal político del gobierno. Se dijo mucho sobre el asunto: que era una movilización de la “nueva clase media”, que se trató de un problema de “la juventud” o que representaba reclamos de mayor “democracia”. Para discutir estas ideas, vamos a examinar el fenómeno con más detalle. En primer lugar, repasemos los hechos.

El nombre de la rebelión

El movimiento tiene su inicio, en realidad, en una crisis por arriba. En menos de seis meses, dos ministros de Dilma debieron renunciar acusados de maniobras de corrupción, en medio de una crispación popular muy fuerte. El anuncio de las obras para el mundial provocó, también, una serie de protestas. No obstante, las manifestaciones multitudinarias comenzaron el 17 de junio. Ese día, los manifestantes se fueron agrupando frente al teatro Municipal, en el centro de San Pablo. La protesta se extendió a Brasilia, donde los manifestantes ingresaron a la terraza del Congreso. En Belo Horizonte, se reunieron miles de personas en la plaza pública. En Río, se calcula que al menos 300 mil manifestantes. En Porto Alegre, no menos de 50 mil. En Recife, 100 mil personas y 20 mil en Salvador. También hubo protestas en Fortaleza, Curitiba, Maceió y Natal, entre otras [1]. En total, se calcula un mínimo de 2,5 millones de manifestantes en todo el país.
Las movilizaciones se enfrentaron con la fuerza pública. Previendo la represión, los manifestantes llevaron cantidades importantes de vinagre para evitar el efecto de los gases nocivos. La policía, en consecuencia, arrestaba a todo aquel que llevara u oliera a vinagre. Fue lo que le dio el nombre al fenómeno: a revolta do vinagre. No obstante, eso enfrentamientos provocaron varios heridos y un muerto, que falleció como consecuencia de la inhalación de los gases. Varios periodistas también fueron golpeados por la policía. San Pablo fue señalada como el epicentro de la movilización, donde hubo 237 detenidos y 105 heridos. En Brasilia, los manifestantes quemaron neumáticos, conos de señalización y formaron barreras humanas para bloquear el acceso al Estadio Nacional, donde se llevaba a cabo la inauguración de la Copa Confederaciones. Se dañaron estaciones de subte, mobiliario urbano y tiendas, se incendiaron colectivos.
Los levantamientos se iniciaron a partir del anuncio del aumento de tarifas para el transporte en diversas ciudades brasileras, que determinaba que el boleto pasaría de costar 3 a 3,20 reales, esto es de 1,5 a 1,6 dólares. Es decir, el proceso se inicia con un reclamo netamente obrero, ya que es el proletariado quien mayoritariamente utiliza el transporte público. Sin embargo, las reivindicaciones se ampliaron hacia consignas que exigían una mayor inversión en el sistema de salud, en educación pública y en viviendas. También repudiaban los desalojos forzados en todo el país. El contraste con las sumas millonarias que el Estado está destinando a la organización de eventos deportivos, como la Copa de Confederaciones de este año, el mundial de fútbol (2014) y los Juegos Olímpicos (2016), en medios de denuncias de corrupción, terminó de irritar a la población. En particular, el anuncio de una inversión pública de 15.000 millones para el mundial. Por ello, varias de las movilizaciones se llevaron a cabo en las ciudades en las que se desarrollaban los encuentros futbolísticos, aunque no con exclusividad. Otro de los ejes de la protesta fue la Propuesta de Enmienda Constitucional 37/2011 (conocida como PEC 37), un proyecto del PT para poner un límite a la capacidad del Estado y ciudadana al control e investigación de las fuerzas de seguridad federales y civiles, salpicadas por escándalos de corrupción y mal desempeño (asesinatos y atropellos varios).
Por lo tanto, estamos ante una movilización que levanta demandas propias de la clase obrera. Lógicamente, todavía bajo la forma de reivindicaciones sobre intereses secundarios. Quienes hacen hincapié en este retraso, deberían recordar que las movilizaciones más grandes de los últimos años se vincularon con el advenimiento de la democracia y con el rechazo a la corrupción de Collor de Mello, donde la clase obrera se limitó a acompañar una dirección claramente burguesa. Así que, teniendo en cuenta el profundo reflujo que sufrió el proletariado brasileño durante casi 30 años, esto que vemos resulta un comienzo más que promisorio.
Luego de las protestas, la mayoría de las ciudades revocó los aumentos. En Porto Alegre y Recife, entre otras, se anunciaron reducciones en el precio del transporte público. En Porto Alegre, el pasaje de colectivo fue rebajado de 3,05 a 2,80 reales. En Pelota -ciudad de Rio Grande do Sul- la reducción del precio del pasaje fue de 15 centavos, es decir a 2,60 reales. En Recife, bajó 10 centavos al igual que en Cuibá y en Jao Pessoa, capitales de Mato Grosso y de Paraíba, respectivamente. En San Pablo, los manifestantes pidieron la revocación del aumento del pasaje de tren, subte y colectivo y algunos inclusive un pase de transporte gratuito. Fernando Haddad, el alcalde, aceptó revisar la tarifa de los colectivos, tras una reunión que mantuvo con los integrantes del Movimiento Pase Libre, aunque todavía no se resolvió nada. Por su parte, el gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, se comprometió a que la policía no volviera a usar balas de goma [2], mientras en Minas Gerais también se suspendió el aumento. El gobierno buscó aplacar los ánimos para lo que Rousseff se comprometió a escuchar los reclamos. El senado decidió acelerar la votación de la ley por la creación de un pase gratuito para el transporte público para estudiantes [3]. Por último, la tan controvertida PEC 37 fue rechazada por el congreso, con sólo nueve votos a favor. Es decir, sin agotar sus demandas, la lucha tuvo un primer logro. Precario y mínimo, pero enteramente suyo. Esto, lejos de aplacar el movimiento, le imprime nueva fuerza: ahora la clase obrera sabe que la acción directa es más efectiva que la confianza en las instituciones.
Más allá de los anuncios, las marchas y los incidentes continuaron. Se vieron nuevamente carteles en defensa de los servicios públicos, en contra de la corrupción y con cuestionamientos hacia las inversiones que implican la organización de los eventos deportivos. En esta línea, líderes sindicales de las centrales (Centro unión Fuerza, Unión General de Trabajadores, New Union Center, Centrales Sindicales de Brasil, Conlutas, PSTU y CGTB) que se reunieron con la presidente, definieron dos protestas que se celebraron en conjunto el 11 de julio, en el marco de una huelga general. La Central de Trabajadores de Brasil (CTB) comunicó que su objetivo era fortalecer el reclamo y alertar al Congreso y al gobierno de la importancia de avanzar hacia “un nuevo proyecto”. En un intento de controlar la movilización, los sindicatos dijeron presente. No obstante, la huelga no tuvo la masividad de las movilizaciones de junio, aunque sumó elementos gubernamentales a la disputa por la dirección del movimiento. Con todo, ésta intervención abre los canales para la activación y la potencial ruptura de una fracción de la clase obrera con sus direcciones históricas burguesas.
Mientras tanto, la Unión Nacional de Estudiantes de Brasil se plegó a los paros, en apoyo a los reclamos. Los docentes también se sumaron a la lucha, si bien venían manifestándose, desde meses antes del estallido, por las pésimas condiciones de trabajo, el reajuste salarial [4]. Se movilizaron contra el CUT y el PT que “precariza la educación pública y el trabajo de los profesores”. Además se enfrentaron con la burocracia que quería impedir la unificación de la lucha de los profesores municipales y los estaduales. Dijeron presente los “Profesores por la Base”, una corriente del estado de San Pablo, compuesta por militantes de la Liga Estrategia Revolucionaria-Quarta Internacional y profesores independientes. El PSOL también convocó. Estamos, entonces ante los inicios de la formación de una embrionaria alianza que, potencialmente, podría abarcar al casi el conjunto de la clase obrera y superar su fractura, en caso de desarrollarse en la dirección correcta.
Bien, pero ¿realmente fueron los obreros los que se movilizaron? ¿No fue una movilización de “clase media”? Corresponde entonces preguntarse cuál es la composición social del movimiento. Gran parte de la izquierda ha eludido el señalamiento de la condición obrera de las manifestaciones. Junto con toda la prensa, la catalogan como propia de la “clase media” (los más rigurosos se refieren a la pequeño burguesía) o de los “jóvenes” (PTS), como si las contradicciones sociales se expresaran en franjas etarias. Los obreros “de verdad verdadera” son esos que trabajan en la fábrica y, de ser posible, portan casco y overol. Por eso, se pide el ingreso de los sindicatos como (única) forma de garantizar el ingreso de la clase obrera. Lo que se sostiene es que se está movilizando, básicamente, la “nueva” clase media (categoría que denuncia el funcionalismo rampante) cuyo “ascenso social” le la habría convertido en la protagonista de la última década y le habría impreso nuevas demandas.
El responsable de tales creencias, para el caso de Brasil, es un cuarentón, alto y rubio, egresado de la Universidad de Princeton: Marcelo Neri. Desde hace tiempo, este economista viene explicando que en aquel país se habría desarrollado una “nueva clase media”, a partir de la salida de la pobreza de 35 millones de personas. En 2012, publicó un libro que resume sus ideas: La nueva clase media, el lado brillante de la pirámide, que se convirtió en un best seller. Dilma, encantada, lo sumó a la administración pública y hoy es uno de sus principales asesores. Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto?

Avenida Brasil: ¿existe la “clase C”?

El 19 de abril, todo Brasil se paralizó. Las calles de Río y San Pablo quedaron desiertas. Dilma Rousseff suspendió todas sus actividades y postergó el principal acto de campaña para la alcaldía de la ciudad más importante. Lula anticipó que estaba a la expectativa. Se temió un apagón debido a la sobrecarga de televisores encendidos. No era para menos, se iba a transmitir el capítulo final de la serie más vista de la historia del país: Avenida Brasil. La audiencia cubrió el 73% del encendido.
¿Por qué semejante interés? A diferencia de las novelas tradicionales, Avenida Brasil no se concentraba en la lujosa y dispendiosa vida de las grandes mansiones urbanas o rurales, siempre en contraste con favelas donde algunas almas puras se elevaban por sobre la marginalidad y la violencia. El relato transcurría en un barrio de los suburbios de Río y mostraba su vida cotidiana sin estigmatizarla. Con todo, lo más importante es que sus personajes son gente que proviene de la pobreza, pero vive bien. De allí los contrastes entre sus actitudes “plebeyas” y su buen pasar. Es decir, esa novela intenta reflejar la vida de esa “nueva clase media” o la llamada “clase C” (clase media-baja), que sería la novedad en Brasil.
Pues bien, ¿qué es lo que puede verse en la vida de esa gente? Que salvo el ex astro de fútbol (que amasó mucho dinero) y su familia, la mayoría de los personajes vive en casas chicas, se levanta casi a la madrugada para acudir a su empleo, toma el desastroso transporte público, trabaja largas jornadas, compra en almacenes populares, está endeudada, y va a la playa pública, con esfuerzo, los feriados. Es decir, vive la vida de un obrero. Que en la novela aparezcan adosados al buen pasar, es otra cuestión. Por lo tanto, lo primero que habría que aclarar es que no es lo mismo la mejora de la vida obrera que la promoción de clase. El obrero, mejor o peor pago, sigue siendo un explotado. El ascenso social implica que pasó a ser propietario de medios de producción o medios de vida. Lo que no puede dejar de mostrar la novela es justamente eso: siguen siendo obreros y no hay una “nueva clase media”. Esto que aparece como una mera impresión, se confirma cuando vamos a la discusión numérica. Todas las estimaciones tomadas, aclaramos, son para este año.
Según la Secretaría de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República (sae/pr), la “clase media” estaría definida por quienes logran un ingreso per cápita que oscila entre los 291 y 1.019 reales [5]. Si esto es así, el 54% de la población formaría parte de ese contingente y, en los últimos años, el PT habría sumado unos 30 millones a la frontera del agraciado grupo, consiguiendo la cifra de 250 reales. Se puede ver, en un primer acercamiento, que se trata de una brecha demasiado amplia.
Más allá de lo poco explicativo que son las categorías funcionalistas, basadas en el ingreso, no se entiende bien por qué se eligió esa franja y en virtud de qué variables objetivas. Decimos que no se entiende por dos razones. La primera es que el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos, que no es opositor sino favorable al gobierno, estima que una familia, para cubrir sus necesidades, debe llegar a un ingreso de R$ 2.329 [6]. La segunda, porque el propio gobierno tiene estipulado la cifra de R$ 680 como salario mínimo. Ahora bien, solamente de transporte, un obrero gasta R$ 200 al mes. ¿Por qué entonces alguien que cobra de R$ 291 a R$ 680 debe ser considerado un afortunado que dejó su antigua condición social? ¿Mediante qué misterioso algoritmo puede ser pasa a ser un miembro de la “nueva clase media” alguien que cobra menos que el salario mínimo? Estas preguntas no sólo nos las hicimos nosotros. Se las hizo el propio PT. Márcio Pochmann, un prestigioso economista y candidato a la prefectura de Campinas, editó un libro cuyo título es ¿Nueva clase media? El trabajo en la base de la pirámide. Allí discute fuertemente esta idea de una “nueva clase media” y parece explicar algo razonable: Brasil sigue siendo un país obrero.
En realidad, toda esa gente no sólo es obrera, es población sobrante. El hecho de que haya pasado de la favela a un barrio del suburbio no cambia su condición social. Siguen utilizando servicios públicos y necesitan de la ayuda social, por eso reclaman contra el ajuste. Muchos de los docentes y estudiantes pueden provenir de un pasado burgués o pequeño burgués, pero lo cierto es que trabajan por salarios miserables y las demandas que levantan delatan su condición. Ahora bien, que durante todos estos años la sobrepoblación relativa recibió un incremento en la ayuda social, no hay duda. Que eso constituyó la base electoral del PT, tampoco. Que todo esto no implicó una solución real a la vida de estas personas y que ante el primer atisbo de crisis se iba a empezar a ajustar, con las consecuencias sociales resultantes, es algo que no se previó. Durante años, la izquierda miró únicamente a los sindicatos y descreyó de la sobrepoblación relativa, a la que consideraba “cooptada”. En ese sentido, resulta saludable el llamado a la autocrítica de una izquierda sorprendida, que se hace en el artículo de Leovigildo Leal, en este mismo número. Hay que tener en cuenta que se trata de un movimiento que recién comienza. Aún se está a tiempo de intervenir correctamente, si se identifican sus tendencias y potencialidades.pasionSuperar la indignación

Las manifestaciones fueron convocadas por el Movimiento Pase Libre (MPL) a través de las redes sociales. Éste movimiento, según su propio sitio web, se declara como una organización nacida en las universidades públicas de San Pablo, compuesta por “jóvenes, estudiantes, sindicalistas, anarquistas, feministas”. Defiende, principalmente, la adopción de un sistema de transporte público gratuito y se declaran como un grupo de personas “comunes que se juntan para discutir y luchar por otro proyecto de transporte para la ciudad, sin afiliación partidaria, como movimiento social independiente y horizontal…”. En definitiva, se trata de una agrupación que dice eludir las definiciones políticas y concentrarse en un reclamo corporativo puntual. En principio, el transporte gratuito para estudiantes y, luego, para toda la población. A pesar de su estrecho sindicalismo, tiene una ventaja frente a otros grupos autonomistas que se desarrollaron en Europa: tiene un reclamo obrero real y concreto. Recordemos que los “indignados” en Europa se negaban, en un primer momento, a luchar por reivindicaciones concretas y, peor aún, obreras (reivindicaban sólo la “democracia directa” y la “horizontalidad”). El MPL tampoco propugna la creación de un universo paralelo, como sus pares del Viejo Mundo. Esto es importante, porque la unificación a partir de una consigna concreta logró conseguir al menos una victoria parcial, mientras que en España se pedían abstracciones que llevaron a un reflujo que dejó al movimiento sin nada entre las manos (o sí: a Rajoy). Esta cuestión no debe perderse de vista y el desplazamiento del MPL de la dirección no debería derivar en una inacción.
Ahora bien, el programa del MPL se inscribe en el campo del régimen. No cuestiona la situación más general que provoca que el salario se vaya en transporte. No comprende que la suspensión del aumento no soluciona ningún problema real. Peor aún, se opone a la organización política de los propios perjudicados por ese problema puntual (los obreros). No sólo se opone, sino que llamó a reprimir a quienes llevaran banderas políticas a la manifestación. Puede entenderse en caso de que sean proclamas oficialistas. En San Pablo, hubo incidentes cuando algunos manifestantes pretendieron alzar las banderas del PT o de la Central Única de Trabajadores (CUT), siendo expulsados. El rechazo a los sindicatos parece ser el resultado de la actuación de sus dirigentes durante todo este tiempo, apoyando todo lo que ha hecho el gobierno. Ahora bien, habría que distinguir entre la necesaria organización obrera y la disputa por su dirección. Asimismo, la aplicación del veto a la presencia de partidos revolucionarios resulta en un apoyo al régimen en general y, en realidad, al propio gobierno que dicen combatir. De hecho, luego de las movilizaciones, el MPL se reunió con el gobierno para fijar una agenda común. Y hasta ahí llegó su lucha…
En definitiva, en Brasil asistimos a la embrionaria conformación de una fuerza social cuya composición mayoritariamente obrera se plasma, a diferencia de otros movimientos, en las reivindicaciones. No obstante, a este contenido económico, lo complementa y se le opone parcialmente una perspectiva política que intenta combatir “la corrupción”. Que en el campo político predominen consignas republicanas (y, por lo tanto, burguesas), en los comienzos del movimiento, es lógico. El rechazo a la organización partidaria expresa una carencia importante del movimiento y es el producto de décadas de divorcio entre la clase obrera y la izquierda. El proletariado está comenzando, lentamente, a romper con la burguesía luego de treinta años, con sus instituciones y con sus métodos. No obstante, hasta que la izquierda no encarne genuinamente en él, la crisis se mantendrá en el campo del régimen. Es tarea de los revolucionarios intervenir en la lucha programática, que no puede estar escindida de un trabajo de organización de esas masas. Esta coyuntura es una oportunidad para desarrollar dirigentes barriales y una influencia real en los suburbios obreros. Si se pasan el tiempo mirando solamente las fábricas, a la espera de los grandes batallones, la historia los volverá a encontrar sorprendidos. No hace falta aclarar la responsabilidad histórica que les cabe a los revolucionarios del país vecino, teniendo en cuenta el peso de económico y político de Brasil en el continente.

Notas
1 Véase http://goo.gl/y1wsr y http://goo.gl/5E5VG.
2 Véase http://goo.gl/9zO9u y http://goo.gl/d8Wxw.
3 Véase http://goo.gl/SioLI.
4 Véase http://goo.gl/Uwliu.
5 Véase http://goo.gl/GipZv.
6 Véase http://goo.gl/DRhge.

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