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Si usted cree que los bancarios no sufren una degradación laboral, como el resto de los obreros, y no tienen grandes motivos para luchar, le contamos por qué hace rato que dejaron de ser un sector privilegiado. En esta nota, podrá seguir el desarrollo de sus combates, desde el peronismo a la actualidad.
Los trabajadores bancarios son vistos, en general, como una fracción privilegiada de la clase obrera. Sin embargo, también ellos, como el resto de su clase, han visto degradadas sus condiciones de trabajo. Estos obreros han venido librando una lucha defensiva contra el avance de la flexibilización desde fines de la década del ’50, cuando comenzó a eliminarse muchas de las conquistas que habían conseguido en las décadas anteriores. Para explicarnos, mejor, realizaremos un repaso por la historia de sus condiciones laborales, comenzando, claro, por el peronismo.
De Perón al golpe
En enero de 1945, se estableció la jornada laboral bancaria en 7 horas, de lunes a viernes, y 4 horas los sábados. Cinco años después, los trabajadores lograron que se eliminase el trabajo de los días sábados, pautando una jornada laboral de 7 horas y media, de lunes a viernes, con 4 horas diarias de atención al público [1]. Por ese entonces, los bancos atendían de 12 a 16.
La estabilidad laboral tuvo una trayectoria similar a la jornada laboral: se conquistó entre 1940 y 1946 y, desde la presidencia de Frondizi, fue sistemáticamente atacada. El Estatuto Bancario, plasmado en la ley 12.637 de 1940, introducía la estabilidad laboral del personal bancario, pero no fijaba las consecuencias de su violación por parte de una entidad bancaria. Recién en 1946, mediante el decreto reglamentario 20.268, se dispuso que el empleador que despidiera en forma injustificada a un empleado con más de seis meses de servicio y no cumpliera con la sentencia de reinstalación, debiera abonarle las remuneraciones hasta que lo reingresara o hasta que aquél se jubilara. A este derecho una corriente de doctrina jurídica lo denomina “estabilidad absoluta” [2].
No obstante, a partir de la presidencia de Frondizi, esta estabilidad comenzó a ser atacada. Mediante un decreto, en 1959, se elevó de 6 meses a cinco años la antigüedad necesaria para gozar del derecho a la “estabilidad absoluta”. Ese mismo año, una huelga importante fue derrotada merced a una fuerte política represiva implementada por el gobierno. El gremio buscaba acuerdos salariales acordes con la inflación, mientras que el gobierno insistía en que los mismos debían estar asociados a incrementos de la productividad.
En el año 1969, a través del caso testigo “De Luca y otros c. Banco Francés”, se sentó jurisprudencia en contra de la aplicación del Estatuto Bancario y las leyes que lo regulaban. La corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la inconstitucionalidad del artículo tercero del decreto 20268/46, que establecía la estabilidad absoluta de los trabajadores bancarios. El caso resulta doblemente significativo porque quienes reclamaban en el derecho a la estabilidad eran huelguistas despidos. Tras varios fallos similares, en 1970, la ley 18.598 modificó la norma considerada inconstitucional. El bancario injustamente despedido cuyo patrón no lo restableciera a su puesto laboral ya no podía reclamar el pago de su sueldo. Sólo recibiría una indemnización, que variaba según su antigüedad.
En contraste, en 1971, el gremio pasó a la conducción del Instituto de Servicios Sociales Bancarios, entidad mixta creada en 1950. Por el mismo decreto que el sindicato asumió esta tarea de dirección se le otorgó una fuente de financiamiento adicional a los aportes obreros y empresariales propios de cualquier obra social: el ISSB también recibiría desde entonces, el 2% anual de los intereses y comisiones que ganaban los bancos. Lo que favoreció una mejor cobertura de salud que la que gozaban otros trabajadores [3].
Después de la derrota
La derrota que sufrió la clase obrera a mediados de los ’70 fue más profunda y duradera que las anteriores. Por ello, Menem logra aquello que Frondizi se propuso y no pudo culminar: negociación por empresa, aumento de salario sólo a cambio de incremento de la productividad y recorte del gasto estatal. Veamos el caso de la deriva bancaria.
En septiembre de 1976, el decreto 22.89/76 mantuvo la jornada de trabajo bancario de siete horas y media, pero aumentó en una hora el lapso de atención al público, que pasó de 4 a 5 horas. Las entidades bancarias comenzaron a operar con el horario actualmente vigente.
El derecho a la estabilidad laboral se había vulnerado ya en 1970, pero la norma que regía a los trabajadores bancarios seguía siendo más favorable que la ley 11.729 que regulaba al conjunto de los contratos de trabajo. Pero eso cambió en 1981, cuando el decreto 22.425 invalidó el “Estatuto bancario” y estableció que los trabajadores del sector se regirían por lo pactado en la Ley de Contrato de Trabajo. Así, pasaron a percibir, como el resto de los trabajadores en blanco, un mes de indemnización por cada año trabajado, independientemente de su antigüedad.
En medio de un proceso de centralización del sector, que llevó a la quiebra a los bancos pequeños, y de acelerados cambios técnicos con el uso de la computación y automatización de tareas, la anulación de las prerrogativas sobre la estabilidad de los bancarios, marcan la base para una mayor intensidad del trabajo y una mayor coerción patronal. Eso se manifestó en presiones empresariales contra la afiliación sindical, el no pago de horas extras y un ritmo de trabajo cada vez más extenuante.
Un nuevo ataque a los bancarios se produjo en 1995 cuando se disolvió por decreto el Instituto de Servicios Sociales Bancarios y se eliminó el aporte patronal extra que habían conseguido para su obra social [4].
En los noventa comenzaron a firmarse convenios por empresa que afectaba a ciertos sectores dentro del banco: promoción de servicios, puntos de venta y atención transaccional automática de servicios bancarios. Los pioneros fueron la Banca Nacionale del Lavoro, el Banco Hipotecario y el Banco Galicia. En los tres convenios se eliminó el plus salarial por antigüedad y se ata el salario a la productividad. Además, mediante la introducción de la polivalencia, las categorías se flexibilizan:
“Las funciones que se asignen a los empleados del Banco Hipotecario S.A. deberán interpretarse complementadas por los principios de polivalencia y flexibilidad funcional para el logro de una mayor productividad lo que implica la posibilidad de asignar al trabajador funciones y tareas diferentes a las que en principio le sean propias” (Cláusula sexta, CCT 278/98).
Si bien por convenio se avanzó sobre los sectores enumerados, la polifuncionalidad se implementó de hecho en otros junto con la tercerización de tareas. Luis Angió, ex trabajador de ordenanza del Banco Provincia y ex miembro de la Comisión Interna, comenta:
“Antes el ordenanza era ordenanza. Ahora, el ordenanza tiene que hacer de administrativo y el administrativo tiene que hacer de ordenanza. Si falta un cajero, el gerente puede mandar a un administrativo a la caja con todos los inconvenientes que aquello acarrea, porque para ser cajero se necesita una experiencia muy importante. Desde los ‘90 prácticamente desapareció la mayordomía, que fundamentalmente son los ordenanzas. Había sucursales donde de 40 empleados había un capataz y dos ordenanzas por turno. Hoy directamente no hay ni capataz ni ordenanza. Cuando yo entré era un plantel de más de 180 trabajadores, entre carpinteros, electricistas, pintores, ilustradores de muebles, tapiceros y plomeros. Hoy deben quedar 30. Esa fue otra parte de la tercerización. Muchos de los trabajos que hacía la rama de maestranza, hoy lo hacen empresas privadas” [5].
Ante este panorama, los bancarios llevaron adelante una lucha que incluyó marchas y ocupaciones parciales de algunos bancos en 1999. Una de las principales denuncias era el incumplimiento del decreto 2289/76, ya que se extendía la jornada a 8 o 9 horas, con algunos casos de hasta 12 horas. También señalaban que había personal en negro [6]. Ni esta situación ni la tercerización se han revertido en los últimos años [7].
Luego de ciertas victorias bajo el peronismo, que debieron ser defendidas con la lucha, la degradación de sus condiciones de trabajo ha sido continúa desde mediados de los ’70 en adelante. La polivalencia, la flexibilidad horaria e incluso los incentivos a la productividad se impusieron en el trabajo bancario, como en el resto los sectores económicos. En la última década, esto no sólo no fue revertido, sino que se intentó avanzar aún más.
Bajo el kirchnerismo
En la última década los trabajadores bancarios desarrollaron importantes combates, centradas en la defensa de la jornada de 7.30 horas y el aumento salarial. Es un de los gremios que, después del 2001, ha podido defender mejor sus salarios reales. Pero en los últimos años han aparecido nuevas causas de conflicto. Por un lado, un proyecto de ley -que cuenta con media sanción en el senado-, busca ampliar en una hora la atención bancaria durante los diez primeros días del mes. Esta medida es fuertemente rechazada por el gremio. Por otra parte, el impuesto a las ganancias y el recorte de las asignaciones familiares han afectado directamente al sector. Prácticamente todos los bancarios sufren estos descuentos y, simultáneamente, han perdido su derecho a las asignaciones, lo cual ha agregado tensión a la negociación salarial.
Tras la huelga del 27 de diciembre pasado, la primera semana de enero el gremio firmó un acuerdo “preparitario” que pautaba un aumento de 1.700 pesos para el primer trimestre, lo que equivaldría a un incremento salarial del 21%. Pero, el gobierno se negó a homologarlo, aduciendo que no permitiría convenios por plazos inferiores al año. Con ello, quería evitar que los gremios pudieran defenderse de la inflación venidera. Pese a las presiones oficiales, los trabajadores ganaron la pulseada, pues, a despecho del gobierno, la patronal ha liquidado los sueldos con el aumento pactado.
En los últimos años el kirchnerismo se ha jactado de haber dinamizado la negociación colectiva, lo que se evidenciaría en la explosión del número de convenios negociados. Una mirada crítica señalaba que no se pactaban mejores condiciones laborales, sino que simplemente se multiplicaban los acuerdos, pues la inflación tornaba necesarios aumentos salariales más frecuentes. El caso de bancarios demuestra esto, claramente.
NOTAS:
1 Véase http://goo.gl/x8CXK.
2 Vázquez Valiard, Antonio: Derecho del trabajo y de la seguridad social. Tomo 1, Astrea, 1999. En cambio, quienes defienden las transformaciones jurídicas posteriores, rechazan el término, prefieren denominarlo “estabilidad relativa propia”, ver: Rodríguez Brunengo, Néstor y Unzaga Domínguez, Guillermo: “La estabilidad”, Equipo federal de trabajo, n° 94, 2005.
3 Ley nº 19.322 del 26/10/71.
4 Decreto nº 492/1995 y Decreto nº 263/95
5 Entrevista a Luis Angio, en poder de la autora.
6 Véase en: http://goo.gl/edLqc.
7 Véase en: http://goo.gl/DwS3A.